OPINIÓN
El tropiezo del sexenio: De la ignorancia al arguende presidenciales

Serendipity, por Benjamín Mora Gómez //
Galileo Galilei dijo: “La ignorancia es la madre de la maldad y de todos los vicios”, y nuestra realidad reciente lo evidencia. Los argumentos del presidente están en bancarrota.
“Cumplir y hacer cumplir la Constitución y las leyes que de ella emanen” fue el juramento que Andrés Manuel López Obrador hiciera al tomar protesta como presidente de la República, pero pregunto, cómo podría hacerlo cuando ignora la Constitución y sus leyes, en sus contenidos, propósitos y alcances; cuando acepta su obligatoriedad solo cuando es para otros excepto para él, o peor aun, si antepone su 4T sobre ellas y se cree con el derecho de desdeñarlas para que su delirio prevalezca por encima del Proyecto de Nación y Patria contenido en nuestra Carta Magna.
Pareciera decirnos de nuevo, como ya lo hizo con las instituciones: ¡Al infierno con ellas!; hoy, al infierno parece llevar su nombre y el de su gobierno.
Si acaso existiera, Andrés Manuel López Obrador parece traer el gen de la destrucción. Destruye lo que toca, y cuando ello no le es posible, se autodestruye. El presidente me hace recordar una frase tomada del libro “City of Bones” de Cassandra Clare (Judith Rumelt): “El niño no volvió a llorar, y nunca olvidó lo que había aprendido: que amar es destruir, y que ser amado es ser destruido.”
Es increíble mirar al presidente cómo se obsesiona en aquello que lo degrada como sucede en su pleito con Carlos Loret de Mola. Si bien el presidente no es un dechado de sabiduría, sabe que las palabras crean o destruyen, y él las usa con habilidad incuestionable.
Nuestra Constitución no es un vano ornamento de nuestra democracia. La autoridad del presidente solo existe para ayudarle a cumplir con su mandato. Él no es quien manda sino quien es mandado por el pueblo a cumplir con ese proyecto que él nos presentó al día siguiente de su triunfo electoral: conciliador y moderado.
Galileo Galilei afirmó: “Digan lo que digan, la Tierra se mueve”, y hoy, digan lo que digan, al presidente se le acabaron los argumentos de su Cuarta Transformación; su suelo se le mueve como si estuviera en un grave terremoto.
Al presidente no hubo quien le enseñara que las injurias se escriben en el aire. A una nota -muy llamativa- de Carlos Loret de Mola sobre José Ramón, el hijo mayor del presidente, él mismo la volvió poderosamente escandalosa. En su enojo, la rabia le cegó y ahora no mira por dónde camina; va de tropezón en tropezón, y aunque intenta levantarse, ha perdido el rumbo y en encamina hacia un posible barranco del que no podrá salir cuando aun está en su cuarto año de mandato y se encuentra ante un proceso de revocación de mandato. Por su cercanía, no creo que éste le lleve a la puerta de salida, pero sí hacia la derrota de Morena en 2024.
El fin de la democracia es poner límites a los excesos del poder político y no el satisfacer vanidades de nadie. La historia de los pueblos es un libro abierto para aprender de todo aquello que ha encumbrado a unos y condenado a otros para así ejercer mejor el poder, la diplomacia, la política, la economía y la vida en comunidad.
En sus mañaneras, el presidente se cierra a los argumentos más sencillos que le plantean algunos periodistas frente a sus decires atrevidos. No entiende, una vez más no entiende, que las críticas que ahí recibe serán las mismas que tendrá a lo largo del día en los noticiarios de radio y televisión, y en otras plataformas comunales. En los recuentos del día, el presidente su vuelve peripatético, es decir, “ridículo o extravagante en sus alcances y sentencias”.
Carlos Loret de Mola ha cumplido con su papel periodístico: Hacer noticia de lo que podría ser algo intrascendente. Que José Ramón López viva en Houston podría no ser trascendente; que el hijo de Andrés Manuel López Obrador viva en Houston en vez de hacerlo en Tabasco, merece ser contado, pero tampoco es importante, ni debería trascender. Pero el presidente lo volvió noticia internacional, y se equivocó; no fue Loret de Mola quien lo hizo, fue el propio López Obrador.
Las noticias de Loret de Mola están hechas por quienes no quieren a López Obrador; solo a ellos interesan y sanan en sus preocupaciones. Ahora, gracias al presidente, la Casa Gris ofende a todos y decepciona a los chairos. La Cuarta Transformación está sustentada en fábulas pejerianas que algunos aun creen. Hoy, dichas fábulas pierden sentido. El presidente es cuestionado ampliamente.
Gotthold Ephaim Lesing, filósofo y dramaturgo alemán, nos habló de todo lo que pierde quien promete demasiado como el que espera demasiado. Esta es la verdad que hunde al actual gobierno y a quienes creyeron en sus promesas. ¿Austeridad franciscana? Imposible en quien no es franciscano porque no es católico. Pudo hablar de Lutero, pero no sería bien recibido por un pueblo mayoritariamente católico.
Errar es condición humana; mentir es condición del mentiroso. López Obrador no solo nos mintió; miente porque mentir es parte de su esencia más íntima y punto. La mentira le gusta, le deleita, le alimenta
López Obrador, desde antes de que Loret de Mola hablara de la Casa Gris, sabía de su existencia. Su hijo menor ahí había estado, pero se creyó intocable y por ello no preparó su defensa ante un posible escándalo, ni pidió moderación a su hijo José Ramón. Los antiguos griegos nos invitaron a conocernos a nosotros mismos para empezar a hacernos dueños de nosotros y de nuestro destino. El presidente no lo ha creído necesario.
José Ramón es apiracionista… su esposa no lo es, ella ya era rica desde antes. Distingamos, ella está en donde pertenece, o quizá haya, incluso, bajado algunos escalones a la vida que le era propia. Ninguno hace mal por vivir como viven; sin embargo, los posibles conflictos de interés sí podrían estar mal y en ello está el escándalo que el presidente evidenció.
“La ignorancia es atrevida” dijo Domingo Faustino Sarmiento. El presidente es atrevido.
MUNDO
Nominar a Trump, la devaluación del Premio Nobel de la Paz

Los Juegos del Poder, por Gabriel Ibarra Bourjac //
¿Hay similitudes entre Donald Trump, la Madre Teresa y Nelson Mandela?
La pregunta, lanzada con sarcasmo por un colega, apuntaba a la reciente nominación de Trump al Premio Nobel de la Paz. La respuesta: Trump podría unirse a este selecto grupo.
La idea me dejó atónito. ¿Ha caído tan bajo la credibilidad de este galardón como para premiar a un líder cuya retórica se nutre de confrontación, cuya política persigue a migrantes y carece de un ápice de humanismo?
Hoy martes este debate resuena mientras el mundo observa el conflicto Israel-Irán, donde la autoproclamación de Trump como nominado expone las tensiones geopolíticas y mediáticas.
La nominación, promovida por congresistas republicanos como Buddy Carter y respaldada por Pakistán, parece más un ejercicio de autopromoción que un reconocimiento genuino.
En redes sociales, como X, las reacciones son polarizadas: partidarios de Trump celebran el “logro” con hashtags como #TrumpForPeace, mientras críticos lo tildan de “cínico” y “absurdo”, citando su historial belicista.
Trump prometió evitar “guerras eternas” tras su victoria en 2024, pero autorizó ataques a instalaciones nucleares iraníes el pasado sábado, usando B-2 y misiles Tomahawk. Este acto contradice su discurso, y el supuesto “acuerdo de alto el fuego” con Irán, presentado como mérito, ya muestra fisuras, según posts en X que reportan nuevos enfrentamientos.
La nominación parece un intento de blanquear su imagen tras decisiones controvertidas.
El Nobel de la Paz, históricamente un bastión de humanitarismo, ha perdido brillo. La entrega a Barack Obama en 2009, sin resultados concretos en paz, marcó un precedente de devaluación. Nominar a Trump, conocido por su retórica agresiva y políticas antiinmigrantes, refuerza la idea de que el premio se ha convertido en una herramienta de legitimación política. En X, usuarios ironizan: “¿El Nobel para Trump? ¡Solo falta nominar a Kim Jong-un por sus sonrisas!”.
Esta percepción se agrava por el contexto: el ataque a Irán, justificado por la supuesta inminencia de una bomba nuclear, evoca el engaño de Irak en 2003 bajo Bush, cuestionando la transparencia de EEUU.
Los méritos alegados incluyen el “acuerdo de alto el fuego” y su giro diplomático con Corea del Norte en 2018-2019, aunque este último colapsó. Sin embargo, su intervención en Irán, alineada con Israel, sugiere una agenda de poder más que de paz. En redes, analistas como
@GeoPoliticaMX destaca que la nominación coincide con la presión de Trump para reafirmar la hegemonía estadounidense ante China y Rusia, aliados cautelosos de Irán.
La posibilidad de que Donald Trump reciba el Premio Nobel de la Paz, pese a su retórica de combate y confrontación, plantea un dilema ético y simbólico que erosiona la esencia del galardón. Este escenario no solo reflejaría una devaluación histórica del premio, sino que legitimaría una narrativa donde el poder y la autopromoción prevalecen sobre los principios humanitarios que han definido a figuras como Mandela o la Madre Teresa.
Si el Nobel cae en manos de un líder cuya trayectoria contradice la paz, el desafío será redescubrir su propósito original, promoviendo un diálogo global que priorice la humanidad sobre la hegemonía. Solo así se podrá contrarrestar la ironía de un mundo al revés, donde la confrontación se corona como virtud.
NACIONALES
Alfonso Romo y las acusaciones del Departamento del Tesoro

Los Juegos del Poder, por Gabriel Ibarra Bourjac //
En medio de la polarización política que atraviesa México y la creciente tensión en las relaciones con Estados Unidos, las acusaciones del Departamento del Tesoro de ese país contra tres instituciones financieras mexicanas —Vector Casa de Bolsa, CIBanco e Intercam— por presunto lavado de dinero vinculado a cárteles del narcotráfico deben tomarse con cautela.
Estas acusaciones, que han generado un fuerte impacto en la opinión pública, señalan particularmente a Vector Casa de Bolsa, asociada al empresario regiomontano Alfonso Romo, exjefe de la Oficina de la Presidencia durante la primera mitad del gobierno de Andrés Manuel López Obrador (AMLO).
Las acusaciones y su trasfondo político
El Departamento del Tesoro, a través de su Unidad de Inteligencia Financiera (FinCEN), acusa a Vector de facilitar operaciones de lavado de dinero para el Cártel de Sinaloa y el Cártel del Golfo entre 2013 y 2021. Según las autoridades estadounidenses, una «mula financiera» habría lavado 2 millones de dólares para el Cártel de Sinaloa, y se habrían realizado pagos por más de 1 millón de dólares a empresas chinas proveedoras de precursores químicos para la producción de fentanilo entre 2018 y 2023.
Por su parte, CIBanco e Intercam son señalados por supuestos vínculos con el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG), incluyendo reuniones entre ejecutivos de Intercam y presuntos miembros de esta organización criminal.
Sin embargo, las acusaciones carecen de claridad y evidencia pública contundente, lo que sugiere un trasfondo político. Alfonso Romo, quien fungió como enlace entre el gobierno de AMLO y el sector empresarial, abandonó la administración en 2020 debido a diferencias ideológicas.
Este contexto alimenta la percepción de que las acusaciones podrían estar motivadas por intereses políticos, especialmente en el marco de la política antidrogas de la administración de Donald Trump, que ha clasificado a los cárteles mexicanos como organizaciones terroristas.
La respuesta del gobierno mexicano
El gobierno de la presidenta Claudia Sheinbaum, a través de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP), reaccionó con prontitud, exigiendo al Departamento del Tesoro pruebas concretas de las acusaciones. Hasta el momento de redacción de este artículo, no se ha hecho pública ninguna evidencia sólida.
La SHCP argumenta que las transacciones señaladas forman parte del comercio bilateral con China, que asciende a 139 mil millones de dólares anuales, y que las irregularidades detectadas son de carácter administrativo, no delictivo.
Por su parte, Vector Casa de Bolsa ha negado categóricamente las acusaciones, destacando sus 50 años de trayectoria y su cumplimiento con los estándares normativos. La institución asegura que las operaciones cuestionadas son legítimas y están respaldadas por el Instituto para el Depósito de Valores (Indeval). Cabe destacar que Alfonso Romo no ha sido imputado directamente, pero su cercanía con AMLO amplifica el impacto político de estas acusaciones.
Politización y presión internacional
No es la primera vez que el gobierno mexicano enfrenta señalamientos de este tipo. En el pasado, la DEA ha insinuado vínculos entre narcotraficantes y la campaña presidencial de AMLO en 2006, acusaciones que nunca prosperaron por falta de pruebas. En el contexto actual, la narrativa de la administración Trump parece buscar presionar al sistema financiero mexicano para que asuma mayores responsabilidades en la lucha contra el lavado de dinero.
Esta estrategia se ve reforzada por la percepción en algunos sectores de México de que Trump representa una alternativa frente a la hegemonía de Morena, en un escenario donde la oposición carece de peso político significativo.
Implicaciones y desafíos
El caso pone de manifiesto los desafíos del sistema financiero mexicano para blindarse contra el lavado de dinero. La sociedad civil demanda mayor transparencia y colaboración internacional para investigar posibles nexos entre políticos, empresarios y el crimen organizado, siguiendo la pista del dinero.
Sin embargo, para desentrañar esta compleja red, es indispensable que tanto el gobierno estadounidense como el mexicano actúen con claridad. La FinCEN debe presentar pruebas sólidas, mientras que la Unidad de Inteligencia Financiera (UIF) y la Comisión Nacional Bancaria y de Valores (CNBV) deben realizar investigaciones exhaustivas para esclarecer los señalamientos.
Conclusión
Las acusaciones contra Vector, CIBanco e Intercam, y la mención de Alfonso Romo, han avivado el debate público en un entorno de polarización y tensiones diplomáticas. Sin pruebas concretas, estas acusaciones corren el riesgo de percibirse como un instrumento político más que como un esfuerzo genuino por combatir el crimen organizado.
México y Estados Unidos enfrentan el reto conjunto de fortalecer la cooperación en materia de inteligencia financiera, pero esta debe basarse en hechos verificables y no en especulaciones que alimenten la desconfianza. Mientras no se presenten pruebas contundentes, el caso seguirá siendo un capítulo más en los complejos juegos del poder.
MUNDO
Sensacionalismo mediático: Alimentando el miedo a una Tercera Guerra Mundial

Los Juegos del Poder, por Gabriel Ibarra Bourjac //
El sábado pasado, el mundo despertó con la noticia de que Estados Unidos bombardeó instalaciones nucleares cerca de Teherán, utilizando bombarderos furtivos B-2, bombas antibúnker GBU-57 y misiles Tomahawk lanzados desde submarinos y destructores.
Este ataque a tres puntos estratégicos intensificó la tensión global en un contexto ya marcado por la incertidumbre del gobierno de Donald Trump. Sus políticas, desde aranceles arbitrarios hasta conflictos comerciales con aliados como México y Canadá, han generado inestabilidad, amplificada por medios sensacionalistas que, a través de redes sociales, alimentan el miedo a una tercera guerra mundial entre audiencias influenciables.
El conflicto comenzó con ataques israelíes contra Irán, basados en la supuesta inminencia de una bomba nuclear iraní. Irán respondió impactando misiles en el complejo militar Kirya en Tel Aviv, exponiendo la vulnerabilidad del sistema defensivo israelí, incluida su Cúpula de Hierro.
Trump, alineándose con Israel, decidió intervenir sin pruebas claras que justifiquen la acción, evocando el precedente de George W. Bush, quien en 2003 invadió Irak con falsas acusaciones sobre armas de destrucción masiva. Esta repetición de tácticas imperiales para preservar la hegemonía estadounidense genera escepticismo global. ¿Quién confía en Trump, cuya facilidad para distorsionar la verdad es bien conocida?
Tras ganar las elecciones en noviembre de 2024, Trump prometió evitar “guerras eternas”, pero su retórica belicosa, incluyendo amenazas contra el líder supremo iraní Ali Khamenei, contradice esa postura. Su decisión arriesga un conflicto de consecuencias impredecibles, especialmente si Irán contraataca bases estadounidenses en la región.
Los medios sensacionalistas, amplificados por plataformas digitales, convierten esta crisis en un espectáculo de paranoia, presentando el conflicto como el preludio de una guerra global. Sin embargo, un análisis racional sugiere que las condiciones para una escalada de esa magnitud son limitadas, particularmente por la postura de China y Rusia, aliados históricos de Irán.
CHINA: CAUTELA ESTRATÉGICA
China ha optado por posicionarse como mediador, proyectando una imagen de actor responsable en la escena global. Los aviones chinos detectados rumbo a Irán probablemente buscaban evacuar personal, no brindar apoyo militar. Una guerra prolongada elevaría los precios del petróleo, afectando la economía china, que depende de la estabilidad energética.
Pekín podría recurrir a presión diplomática o sanciones económicas contra Estados Unidos, pero una intervención militar es improbable, dado el riesgo de desestabilizar sus relaciones con Occidente. Los medios sensacionalistas, sin embargo, exageran el rol de China, generando temor infundado entre quienes consumen titulares alarmistas sin cuestionarlos.
RUSIA: OPORTUNISMO LIMITADO
Rusia, enfrascada en su conflicto con Ucrania, ve en la crisis una oportunidad para distraer a EEUU y debilitar su apoyo a Kiev. Sin embargo, su respaldo a Irán ha sido mínimo, sin evidencia de asistencia militar directa. Moscú podría negociar beneficios, como alivio en sanciones por Ucrania, a cambio de mantenerse al margen. Aunque podría ofrecer inteligencia o logística a Irán si el conflicto escala, una intervención activa es poco probable.
Los titulares que predicen una coalición Rusia-Irán son exageraciones mediáticas que alimentan la paranoia de una guerra global, ignorando los cálculos estratégicos de Moscú.
FACTORES QUE LIMITAN LA ESCALADA
Irán ha advertido que la intervención de EE. UU. podría desencadenar una “guerra total”, pero su capacidad militar está mermada tras los ataques israelíes a sus defensas aéreas y sitios nucleares. China y Rusia priorizan su estabilidad interna y económica, evitando un enfrentamiento directo con EE. UU. e Israel. Ambos países podrían buscar influencia mediante soluciones diplomáticas, no militares. Los medios sensacionalistas, sin embargo, capitalizan el miedo, magnificando la amenaza y omitiendo el contexto geopolítico que desinfla la narrativa de una guerra mundial inminente.
IMPLICACIONES PARA MÉXICO
Para México, el conflicto tiene repercusiones económicas y políticas significativas. Un aumento en los precios del petróleo por la guerra beneficiaría temporalmente a Pemex, pero elevaría los costos de combustibles, impactando la inflación y el bienestar de los mexicanos. Además, la presión de EEUU para alinear a México en su agenda podría complicar la política de no intervención del país, un principio histórico de su diplomacia.
La intervención de Estados Unidos en Irán es un movimiento arriesgado de Trump para reafirmar la hegemonía estadounidense, sin evidencia sólida que lo respalde. Los medios sensacionalistas, amplificados por redes sociales, convierten esta crisis en un espectáculo de miedo, exagerando las probabilidades de una tercera guerra mundial y generando paranoia entre audiencias poco críticas.
China y Rusia, con posturas cautelosas, difícilmente escalarán militarmente, optando por maniobras diplomáticas para proteger sus intereses. En México, el conflicto amenaza con impactos económicos y diplomáticos, lo que exige un periodismo responsable que desmantele el alarmismo y fomente un análisis racional.
La ciudadanía merece información veraz, no narrativas que lucren con el temor.
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