OPINIÓN
El valor del pasado
Opinión, por Armando Morquecho Camacho //
«El pasado no está muerto y ni si quiera es pasado», escribió Faulkner en Réquiem por una monja. Recordar el pasado nos ayuda a saber de dónde venimos, pero también, nos permite acumular sabiduría en forma de experiencia.
Los errores cometidos y las lecciones que deja el tiempo son invaluables, en ellas, encontramos el primer paso para el progreso, ya que naturalmente, buscamos evitar repetir los errores del pasado, para así poder construir un mejor futuro.
El problema nace cuando, yendo en contra de todo, nos obsesionamos con una idea del pasado y buscamos, de manera anacrónica, aplicarla al presente para construir el futuro y solucionar los problemas modernos.
Justamente ese es el problema que como sociedad estamos viviendo. Actualmente nos enfrentamos a muchos problemas, y uno de ellos es el calentamiento global, fenómeno cuyos daños pueden ser irreversibles.
Pero el problema alrededor de este fenómeno, es que pese a los estragos que ha generado en muchas partes del mundo, todavía no parece haber una agenda ambiental clara y fuerte, en especial en nuestro país y en Estados Unidos, país que bajo el mando de Donald Trump, ha abandonado foros internacionales como el Acuerdo de Paris, dejando claro que el medio ambiente no es prioridad.
En el caso de nuestro país, en temas energéticos, la agenda ha quedado clara: apostar por las energías no renovables y convertirlas en el pilar de nuestro proyecto económico.
De las energías no renovables podemos rescatar muchas cosas y una de ellas es que efectivamente, durante muchos años, han movido al mundo y se convirtieron en el pilar económico de muchas naciones, a tal grado que no podríamos hablar del gran desarrollo de países del Medio Oriente como Qatar y los Emiratos Árabes Unidos sin hablar de su enorme capacidad para producir petróleo y en el caso de nuestro país, es exactamente igual, somos un país petrolero, si el negocio del petróleo no fue bien aprovechado y sus beneficios no fueron canalizados de manera correcta, esa ya es historia para otra columna.
Pero hoy, el mundo y la naturaleza exigen que tomemos otro camino. El pasado, ya no regresará, y apostar por las energías no renovables ya no es un proyecto viable, y esto es así primero porque la crisis global generada por el COVID-19 ha dejado en evidencia que una economía sostenida en las energías no renovables es endeble, y segundo, porque el petróleo como energía no renovable es cada vez más escaso, cada vez es de menor calidad y a raíz de esta pandemia, su valor comercial ha ido a la baja.
Enfrentamos una crisis ambiental seria y estamos cerca de llegar a un punto en el que sus efectos y estragos pueden ser irreversibles. Lo contaminante no puede continuar siendo una opción.
Es por ello que ahora, más que nunca, se necesita abanderar una agenda ambiental, una agenda con propuestas encaminada no solo a mitigar los estragos del calentamiento global, sino también encaminada a fortalecer nuestro sistema económico.
Como país, tenemos un enorme potencial en materia energética, tenemos abundantes recursos solares y eólicos, esto, nos convierte en un país privilegiado en cuanto a recursos naturales, lo cual, nos facilita que podamos, como nación, generar, de manera limpia y renovable, el 100% de la energía consumida anualmente, generando también, un excedente que podría ser exportado, fortaleciendo de gran manera nuestra economía en todos los sentidos.
Tan es así que al cierre del 2015, la capacidad instalada de generación de energía renovable, incrementó 6.6% con respecto al 2014 y se llegó, en ese mismo periodo a los 17,140.4 MW. Tan solo esta cifra representó el 25.2% de la capacidad de generación total de energía renovable.
Pero esto no es solo en términos económicos, también en términos sociales, es momento de ser parte de la solución y no del problema.
Mucho se ha hablado en nuestro país de la Soberanía energética, y que el camino para alcanzarla es a través de PEMEX y la CFE. Eso fue antes. Hoy, la clave para lograr esa soberanía es la energía renovable, con ella, se puede satisfacer las necesidades de energía de la mayor parte de la población con recursos propios.
En México, el 40% de los hogares están en situación de pobreza energética y esto forma parte de los cimientos de la desigualdad en nuestro país.
Hoy, más que nunca, tenemos que tener clara una cosa: en un proyecto económico en el que se privilegian las energías no renovables sobre las energías limpias y renovables, quien pierde, es la sociedad.
El pasado ya no es una opción. Apostemos por soluciones modernas para los problemas modernos.
