OPINIÓN
En tiempos del coronavirus: A apretarnos el cinturón por la recesión económica
Comuna México, por Benjamín Mora Gómz //
“Los sabios son los que buscan la sabiduría; los necios piensan ya haberla encontrado”.
NAPOLEÓN BONAPARTE
“Érase una vez…” así iniciaban las historias que me acompañaron mi creciente amor por lo libros. Hoy les contaré una historia que quizá ya conozcan: “Érase una vez un pueblo que debió elegir entre abrirse al mundo o cerrarse a él. Era un pueblo al que llegaban viajantes de todos los rincones el mundo. Entonces eligió cerrarse y se quedó solo, y así fue que nadie más lo visitó y, de poco en poco, se murió de inanición, soledad y aburrimiento. Se llamaba Tijuana».
Mi madre me decía: “A nosotras, las mujeres, nos encantan los hombres que saben tomar sus propias decisiones, es decir, que miden sus alcances, sus consecuencias, y se hacen responsables para todo marche lo mejor posible”.
Todos y todas debemos tomar decisiones a cada instante. La vida en sí misma es ya una decisión. Tener miedo a asumir la responsabilidad de nuestras decisiones lleva a la aboulomanía que es el trastorno mental incapacitante para la toma de decisiones y sus causales pueden ser muchas: vergüenza, inseguridad extrema, falta de confianza o temor a perder lo que se tiene. En política y gobierno la aboulomanía detiene a una nación y a su pueblo. Creo que nuestro presidente sufre de aboulomanía, de ahí sus encuestas sobre los temas a los que teme y busca que sea el pueblo quien cargue con las culpas y los costos.
Encuestas con tan solo dos preguntas y una ínfima participación ciudadana han cancelado obras como el aeropuerto de Texcoco y la fábrica de cerveza en Tijuana. Los resultados degradan la confianza en los mercados y serán muy desagradables.
Anthony Robbins ha dicho: “la falta de claridad más que cualquiera otra cosa, es la principal causa del fracaso de la gente”, y le doy toda la razón. Creo que la oscuridad de los otros datos que nadie conoce y los enojos que todos sabemos han estado presentes en el actual gobierno.
¿Qué alentará a nadie a invertir en Tijuana o en Baja California por los siguientes seis años… o por más años si no se olvida lo que en un fin de semana, una minoría extrema, decidió cancelar con valor de cientos de millones?
Andrés Manuel López Obrador se reconoce necio… y en los hechos de mayor trascendencia y obligación, es indeciso.
Cuco Sánchez decía al cantar: “Así nací y así soy, si no me quieren, ni modo”. Nescius, de donde proviene la palabra necedad, significa ignorante o carente de conocimiento, y tal es la identidad de las conferencias mañaneras. Muchas veces divorciadas de la razón y la verdad.
Dicen que Andrés Manuel es cristiano, y por ello, de ser verdad, debiera saber que en la Biblia se lee del necio: “Labios de necio traen discordias, y su boca trae la querella. La boca del necio es su ruina, y sus labios, trampa mortal” [Prov. 18, 6-7]; “Las esperanzas vanas y engañosas son propias del necio” [Sir. 34,1]; “El necio se divierte haciendo trampas” [Prov. 10,23].
Ojalá lo entienda y cambie.
Hemos entrado en la fase dos del coronavirus en México y el gobierno federal se niega a aprender de los países que han comprendido que su atención tiene dos vertientes, el de la salud y el de la economía. En el primero, el subsecretario Hugo López-Gatell ha dado buenos resultados, aunque su programa a futuro me parece bien intencionado, está en extremo limitado en recursos médicos, infraestructura y dinero, comparado con lo que se hace en el resto de los países con mejor rumbo; además, las conductas del presidente, muy criticadas, han sido omisas, atrevidas e seriamente irresponsables. En el segundo de ellos, la pifias y fobias del presidente podrían llevarnos a una grave depresión económica de la que no saldremos en el resto de su mandato y, si así fuese, él pasará a la historia como quien quiso ser presidente hasta la necedad y fracasó en su gobierno, hundiendo a México por varios años.
Andrés Manuel López Obrador parece desconocer que el 95 por ciento de todas las empresas mexicanos son pequeñas y medianas, y que dan empleo a la inmensa mayoría de la gente que trabaja. Tampoco entiende que las grandes empresas generan confianza global y atraen trascendentes inversiones, competitividad y liderazgo económico a México, y que somos parte del G-20 por aquellas y estas empresas, y no por el gobierno únicamente, aunque sea el gobierno quien en actúe en el G-20. Apoyar y rescatar a las empresas es salvar los empleos que generan y, con ello, los ingresos del pueblo. Debe entenderse que las pymes son pueblo y que las grandes empresas dan empleo al pueblo.
San Juan de la Cruz nos habla de “la noche oscura del alma”: hoy que vivimos una larga noche oscura para el mundo entero, no se vale que se prolongue por nuestra ceguera y pesadumbre. México no se puede exiliar del resto del mundo ni su presidente negarse a dialogar con todo el pueblo a quien gobierna: fifís y chairos. Al presidente no le toca darnos una estrategia ante la pandemia porque no le entiende; esa la construiremos todos. A él solo le queda liderarla, aunque, hasta hoy, no imagina ni el cómo ni el cuándo ni el por qué.
Quiero tomar el sentir de Francisco Gómez de Quevedo Villegas y Santibáñez Cevallos, conocido como Francisco de Quevedo, cuando dice: “El que pasa el tiempo arrepintiéndose del pasado, pierde el presente y arriesga el futuro”. Andrés Manuel vive anclado en el pasado de otros gobiernos, no remedia el presente que le toca atender y arriesga nuestro futuro como nación y pueblo. Es tiempo de actuar de manera coherente. Hasta en Macuspana las cosas deben ser como en el resto del mundo.
