OPINIÓN
Es la desigualdad II
Opinión, por Luis Manuel Robles Naya //
La desigualdad es una de las causas, tal vez la más importante, de la situación política, económica y social que vive nuestro país. El Global Wealth Report 2014 señala, que el 10% más rico de México concentra el 64.4% de toda la riqueza del país. Los niveles de ingreso de la población muestran un comportamiento similar ya que mientras el primer decil de los hogares reporta un ingreso de 27.3 millones, el último decil obtiene 21 veces más ingreso que el primero. No deja de ser paradójico que mientras 23 millones de mexicanos se encuentran en niveles de pobreza, el mismo país albergue a uno de los hombres más ricos del mundo.
En los últimos 24 años los esfuerzos gubernamentales se han centrado en combatir la manifestación expresa de la desigualdad que es la pobreza, siguiendo la tesis que recomienda apoyar el crecimiento económico para que este permita la superación, por el trabajo, de los niveles de bienestar.
Finanzas sanas, políticas que favorezcan la inversión productiva y creación de empleos, acompañadas de programas que combaten los efectos de la pobreza han sido hasta hoy las herramientas para tratar de redistribuir el ingreso y la riqueza.
Lastimeramente, el crecimiento económico de México en los últimos 12 años dificultosamente rebasa el 2% y para este 2019, se pronostica el 1.3 % o menor. Cualesquiera que sean las causas por las que este crecimiento se ha detenido, la realidad indica que la desigualdad sigue creciendo.
El actual régimen ha interpretado esta realidad y la llevó como discurso principal en su campaña explotando la dicotomía de los pobres contra los ricos, el pueblo bueno contra la mafia del poder. Ya en el gobierno no ha dudado en identificarlos y ponerles en forma velada, nombre y apellido.
Un estudio elaborado por Gerardo Esquivel, para Oxfam México en 2015, denominado “Desigualdad extrema en México. Concentración del poder económico y político”, señala que Carlos Slim, Germán Larrea, Alberto Bailleres y Ricardo Salinas, han hecho fortunas a partir de concesiones otorgadas por el gobierno y concluye que estos y otros actores se han apoderado del poder político. Esta tesis fundamenta en si varias de las acciones del actual gobierno, sobre todo si notamos que el autor Esquivel es actualmente sub gobernador del Banco de México, a propuesta del Presidente y su esposa Graciela Márquez es la Secretaria de Economía.
Dicho estudio, prolijamente documentado, basa en la concentración del ingreso la desigualdad que se observa y señala para reforzar su argumento que mientras el país crece a ritmos menores al 2 por ciento, las fortunas de estos hombres se incrementa en 5 veces.
Debo decir que dicho estudio es, en su diagnóstico, mayormente compartido por este servidor y celebro que la administración actual lo asuma e intente reducir este crecimiento desigual, aunque no comparto los métodos elegidos para hacerlo. La dominancia económica se combate con instituciones, con regulación normativa, con fortalecimiento al estado de derecho y no debilitando a los mismos o poniendo monigotes, sin formación profesional o técnica que respondan a las instrucciones del gobernante. Su influencia se combate con reglas claras y licitaciones públicas transparentes, no con vetos arbitrarios o con decisiones unipersonales.
Creo que el presidente se equivoca al hacer de la cuarta transformación que predica una causa personal sin un sólido respaldo institucional. Llevar esta transformación al marco del derecho es lo que habrá de darle permanencia. Al intentarla a impulsos de su voluntad unívoca e indiscutible está atentando contra lo que nos da viabilidad como sociedad, que es la legalidad, el marco en el que todos tenemos derechos y obligaciones regidos y tutelados por el Estado. No es justicia la que se imparte con el hígado ni puede ser posible el crecimiento económico sin reglas, normas y leyes que igualen al poderoso con el débil.
Es prioritario acabar con la desigualdad que se observa actualmente, pero debe pensarse en que puede la medicina salir más cara que la enfermedad. Existen fórmulas económicas que intentan combatir esta desigualdad a través del incremento del ingreso del ciudadano, imponiendo impuestos progresivos al capital, a las utilidades accionarias, a las herencias, es decir, aumentando las capacidades recaudatorias del Estado y haciendo a este más eficaz, que gaste con sentido social y sin ocurrencias en educación, servicios básicos y de salud y con políticas económicas que permitan que los mexicanos no trabajen para seguir siendo pobres.
Sin fundamentos institucionales y sin estado de derecho, esta cuarta transformación está destinada a pasar a la historia como la gran despilfarradora. Las dádivas generalizadas garantizan respaldo social y electoral, más nunca el crecimiento que todos esperamos y el estado de bienestar al que aspiramos.
