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MUNDO

La agonía del turismo

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Opinión, por Alberto Gómez R. //

El sentimiento generalizado de incertidumbre alrededor del mundo va en aumento. A medida que se comienzan a manifestar nuevos brotes del Covid-19 en algunos países donde se creía superada la emergencia sanitaria, resurge con más fuerza la sensación de desasosiego en cientos de millones de personas ante la imposibilidad de ver la luz al final del túnel.

La reapertura de negocios iniciada hace unos meses en los primeros países que se vieron obligados al cierre total de actividades económicas durante meses debido la pandemia del coronavirus, pareció marcar el fin de la pesadilla en términos económicos; el sector turístico es el que ha padecido las más graves consecuencias del “Gran Cierre” (The Great Lockdown). Antes del 2020, este sector económico generaba más del 10% de la economía mundial (5 mil millones de dólares al día en 2019), y aproximadamente el 20% del empleo global, según la OMT (Organización Mundial del Turismo); en el mundo, 1 de cada 5 empleos que se habían generado en los últimos 5 años, estuvieron relacionados de forma directa con el turismo, por lo que la caída de esta actividad significó la pérdida de millones de empleos y cierre de cientos de miles de establecimientos: hoteles, líneas aéreas, empresas navieras de pasajeros, restaurantes, bares, cafeterías, tiendas de souvenirs, talleres de artesanías, rentas de vehículos –autos, camiones, motocicletas, embarcaciones- agencias de viajes… La muy lamentable realidad es que la mayoría de estos empleos y negocios se han perdido para siempre, no sólo temporalmente.

La industria turística está en sus estertores premortem -cuando menos cómo fue hasta 2019- de ser un importante factor de cambio del sistema económico mundial (Great Economic Reset) ahora en plena etapa de transformación, lo que conlleva una gran turbulencia en todos los sectores económicos y las consecuencias en la “sociedad global” -la mayoría aún ignorante de los profundos cambios en proceso- lo que dará un giro de 180 grados en todo absolutamente.

Estos aún gestantes cambios se verán y sentirán dentro de unos meses, cuando la nueva ola de contagios del Covid-19 se haya calmado y se haya hecho el recuento total de daños globales en términos económicos. Por lo pronto, en Europa se han endurecido las restricciones de movilidad e interacción social contra los rebrotes del coronavirus; Francia, España, Alemania, Irlanda del Norte, los Países Bajos –y la lista va en aumento- han impuesto nuevamente el confinamiento para la población y el cierre parcial de negocios en regiones en donde se han localizado nuevos focos de contagio. En localidades pequeñas que viven del turismo, significa una casi sentencia de muerte, ya que si bien algunos comercios y negocios habían logrado paliar los efectos del primer cierre, con el segundo no tendrán otro remedio que cerrar de manera definitiva.

La movilidad humana se encuentra en riesgo; la libre circulación de personas pareciera que quedará en el pasado, así como el intercambio de capital humano, lo que generó un aumento significativo de la riqueza de unos pocos países a donde fueron atraídos los talentos más destacados del orbe, lo que entre otras cosas aceleró la multietnicidad, multiculturalidad y el proceso globalizador, desencadenando un desenfrenado auge por las experiencias de los viajes, sobre todo en las generaciones X, Millenial y Z (Centennial) para quienes las fronteras ya no representaban un obstáculo, sino un mero trámite burocrático. Los beneficios económicos para el sector turístico fueron in crescendo conforme nuevas generaciones egresaban de la universidad o la educación media superior, a quienes no les bastaba un título o certificado de estudios, sino vivir la experiencia del hoy y ahora.

Hordas de viajeros alrededor del mundo atiborraban los sitios turísticos más insólitos en búsqueda de la tierra prometida para los nómadas digitales, con sus beneficiosas derramas económicas locales, pero con una terrible huella de carbono, contaminación y depredación de ecosistemas completos. Sí, se generó una enorme riqueza con la explosión de la industria turística pero… ¿a qué costo?

En toda esta debacle para la industria turística, los países de economías más avanzadas (¿?) son lo que resultarán mayormente afectados: España, Estados Unidos, Francia, Reino Unido, Australia, Japón, Canadá, Italia…en cambio, para los países de economías emergentes esto representará una gran oportunidad de crecimiento en este rubro a largo plazo, al incrementarse el consumo turístico interno –una vez que haya visos de recuperación económica- y lo atractivamente económico que resultan para el turismo extranjero, precisamente de los países que más fuerte resentirán el tremendo impacto del “Gran Cierre”.

Lo cierto es que el sector turismo no volverá a ser el mismo en la era post-pandémica, se tendrá que readaptar por completo a las nuevas condiciones tanto económicas como socio-políticas, que estarán sujetas a tratar de evitar “nuevas pandemias”, comprometiendo las libertades individuales y de circulación en pos de una supuesta “seguridad para todos”.

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MUNDO

Rechaza ser deportado Hernán Bermúdez Requena de Paraguay

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Por Francisco Junco

Hernán Bermúdez Requena, el ex secretario de Seguridad Pública, nombrado por el entonces Gobernador de Tabasco, Adán Augusto López, ahora senador de la República, rechazó ser extraditado a México.

Durante la audiencia inicial, donde un juez dictó prisión preventiva, se le ofreció la extradición voluntaria, pero Bermúdez Requena, presunto líder del cartel de “La Barredora”, no aceptó.

Ahora se iniciará un proceso ordinario, que podría tardar hasta 60 días, en tanto, Bermúdez Requena, continuará bajo la custodia de la Secretaría Nacional Antidrogas de Paraguay.

En tanto, en México se informó que la Fiscalía General de la República ya presentó la solicitud de extradición contra Hernán Bermúdez Requena al gobierno guaraní.

“El Abuelo” o “El Comandante H”, como se le conoce al exfuncionario del gobierno del morenista Adán Augusto López en Tabasco, e identificado como el presunto líder del Cártel de “La Barredora”, fue detenido la madrugada del sábado, en Paraguay, en una residencia ubicada en la zona exclusiva de Marino Roque Alonso, donde permanecía escondido.

Este fin de semana, el presidente Santiago Peña, dio a conocer, en un pequeño video de 45 segundos, cómo fue el arresto de Bermúdez Requena.

En las imágenes, primero se ven aspectos de la residencia, se ve cómo las fuerzas especiales, revisaron la finca y derribaron la puerta, suben una escalera y someten a ex secretario de seguridad, lo encañonaron y lo tiraron al suelo, donde lo tenían sometido, bocabajo y un elemento le pone un pie en la espalda.

Después, el presunto líder de La Barredora, quien cuenta con una ficha roja activa de la Interpol, aparece sentado en un sillón con ropa deportiva, pelo más largo y canoso, barba larga.

Cuenta con una orden de captura en México por asociación delictuosa, extorsión y secuestro exprés.

En el video, se muestra que en la residencia, donde permanecía escondido, había fajos de dólares y guaraníes, moneda uruguaya, así como joyas, tarjetas bancarias, identificaciones y una camioneta de alta gama.

Manuel Doltane, titular de Asuntos Internacionales de la Fiscalía de Paraguay, reveló que Bermúdez, entró de manera ilegal al país.

Y es que en febrero de este año, después de hacer pública la orden de aprehensión en su contra, el ex funcionario estatal huyó del país.

De acuerdo con las autoridades, viajó primero a Panamá, después a España, más tarde a Brasil, para terminar en Paraguay.

En medios locales del país sudamericano, como el diario ABC, informaron que la detención del ex funcionario de Adán Augusto López, se logró, gracias a que en el mes de julio se detuvo a Gerardo Bermúdez Arreola, sobrino del presunto líder de “La Barredora”.

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CARTÓN POLÍTICO

Edición 807: Magistrada Fanny Jiménez revoca rechazo de pruebas y defiende Bosque de Los Colomos

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Edición 807: Magistrada Fanny Jiménez revoca rechazo de pruebas y defiende Bosque de Los Colomos

LAS NOTICIAS PRINCIPALES:

Fallo ambiental que resuena: «No estoy para ser querida, sino para cumplir con diligencia», magistrada Fanny Jiménez

Buscan cubrir a AMLO en actos de corrupción

Crónica de una semana tensa en la UdeG: La rebelión estudiantil que desafía a la FEU

Mensaje del gobernador en el Informe de Quirino: «Tlajomulco es un ejemplo de coordinación y visión de futuro»

Primer Informe de Gerardo Quirino en Tlajomulco: Un gobierno siempre cerca, que escucha, atiende y resuelve

Charros se quedó sin gas: Diablos, digno campeón

Carlos Urrea rescata a un héroe olvidado, presenta el libro «General Urrea: La Independencia de México»

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MUNDO

Tolerancia en tiempos de algoritmos

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– Opinión, por Miguel Anaya

¿Qué significa ser conservador en 2025? La etiqueta, lejos de significar a una persona o grupo de ellas, aglutinadas en torno a la Biblia o valores cristianos, se ha vuelto un acto de rebeldía. El conservadurismo pareciera significar a una nueva minoría (o una mayoría silenciosa) que enfrenta un prejuicio constante en redes sociales.

En sociedades donde la corrección política dicta el guion, ser conservador implica defender valores tradicionales —para algunos valores anacrónicos— en medio de un mar de redefiniciones. La sociedad dio un giro de 180 grados en tan solo 20 años y aquellos que señalaban hace dos décadas, hoy son señalados.

¿Y ser liberal? El liberalismo que alguna vez defendió la libertad frente al Estado hoy se ha transformado en progresismo militante: proclamar diversidad, reivindicar minorías, expandir derechos. Noble causa, sin duda.

El problema comienza cuando esa nobleza se convierte en absolutismo y se traduce en expulsar, callar o cancelar a quien no repite las consignas del día. El liberal de hoy se proclama abierto, pero con frecuencia cierra la puerta al que discrepa. Preocupante.

He aquí la contradicción más notable de nuestro tiempo: vivimos en sociedades que presumen de “abiertas”, pero que a menudo resultan cerradas a todo lo que incomoda. Lo que antes era normal hoy puede costar reputación, trabajo o, en casos extremos, la vida. Hemos reemplazado la pluralidad por trincheras y el desacuerdo por el linchamiento mediático (“funar” para la generación Z).

La polarización actual funciona como un espejo roto: cada bando mira su fragmento y cree que posee toda la verdad. Los conservadores se refugian en la nostalgia de un mundo que quizá nunca existió, mientras que los liberales se instalan en la fantasía de que el futuro puede aceptar todo, sin limitantes.

Ambos lados olvidan lo esencial: que quien piensa distinto no es un enemigo para destruir, sino un ciudadano con derecho a opinar, a discernir y, por qué no, a equivocarse humanamente.

La violencia y la polarización que vivimos, no son fenómenos espontáneos. Son herramientas. Benefician a ciertas cúpulas que viven de dividir, a las plataformas digitales que lucran con cada insulto convertido en tema del momento.

El odio es rentable; la empatía, en cambio, apenas genera clics. Por eso, mientras unos gritan que Occidente se derrumba por culpa de la “ideología woke”, otros insisten en que el verdadero peligro son los “fascistas del siglo XXI”. Y en el ruido de esas etiquetas, el diálogo desaparece.

Lo más preocupante es que ambos discursos se han vuelto autorreferenciales, encerrados en su propia lógica. El conservador que clama por libertad de expresión se indigna si un artista satiriza sus valores; el liberal que defiende la diversidad se escandaliza si alguien cuestiona sus banderas.

Todos piden tolerancia, pero solo para lo propio. Lo vemos en el Senado, en el país vecino, tras el triste homicidio de Charlie Kirk y hasta en los hechos recientes en la Universidad de Guadalajara.

En buena medida, este mal viene precedido de la herramienta tecnológica que elimina todo el contenido que no nos gusta para darnos a consumir, solo aquello con lo que coincidimos: EL ALGORITMO.

El algoritmo nos muestra un mundo que coincide totalmente con nuestra manera de pensar, de vivir, de vestir, nos lleva a encontrarnos únicamente con el que se nos parece, creando micromundos de verdades absolutas, haciendo parecer al que piensa un poco distinto como ajeno, loco e incluso peligroso. Algo que debe ser callado o eliminado.

Occidente, en 2025, parece olvidar que lo que lo hizo fuerte no fue la homogeneidad, sino la tensión creativa y los equilibrios entre sus diferencias. Quizá el desafío es rescatar el principio básico de que la idea del otro no merece la bala como respuesta.

Solo la palabra, incluso aquella que incomoda, puede mantener vivo un debate que, aunque imperfecto, sigue siendo el único antídoto contra el silencio y la complicidad impuestos por el miedo o la ignorancia.

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