JALISCO
La alteridad y reconstruir la política
Conciencia con texto, José Carlos Legaspi Íñiguez //
No hay mejor tiempo en que realmente haya un legítimo interés en “los otros”, por quienes ostentan o buscan cargos públicos (léase incrustación en los erarios).
La alteridad, nos comenta Emmanuel Lévinas, filósofo lituano de origen judío, reinventa el propósito de la filosofía hacia la ética.
En su opinión, la violencia, el egoísmo, el individualismo, fue creado por la ocupación ontológica de la filosofía occidental, olvidando el valor de la persona, sus sentimientos y su dignidad.
Bien harían en empaparse de la Alteridad de Lévinas, los políticos, nuevo, maduros y viejos, para recomponer, restructurar o reconstruir a la política, entendida como el servicio por antonomasia.
Que los políticos estén al servicio de la sociedad y no al revés. Que las campañas no sean una letanía de propósitos, promesas, ofertas y ofrecimientos, así como juramentos y compromisos salidos del egocentrismo de quienes andan en campaña en busca de los ansiados votos que les legitimen sus puestos burocráticos. Que sean las verdaderas peticiones sociales las que se tornen compromisos por escrito y no proposiciones (casi siempre indecorosas) unilaterales barnizadas o disfrazadas de “pueblo” emanadas de la urgencia de recabar votos a como dé lugar.
Un esbozo de esta manera de hacer campaña la dio hace poco Pablo Lemus Navarro, quien “se atrevió” a decir que la verificación vehicular podría ser gratuita de llegar a ser gobernador.
Es clamor popular que la llamada “verificación” de los vehículos es solamente una manera de desangrar más al bolsillo de los automovilistas. Es reclamación generalizada que ésta se hace únicamente para engordar los bolsillos de la empresa privada a la que se concesionó dicha actividad, puesto que la mayoría, por no decir todos los camiones, minibuses, y vehículos pesados, son verdaderas chimeneas de las que emanan humos y gases capaces de oscurecer el otrora límpido cielo guadalajarense y no se verifican.
Si de verdad fuera una solución para disminuir la contaminación ambiental en la entidad estuvieran checando a esos armatostes e incluyendo a los vehículos oficiales como patrullas, autos y motocicletas. Pero no. Los “paganos” son solamente los automovilistas. Y lo que no es parejo, es chipotudo.
Los cándidos electores no se han dado cuenta que tienen la sartén por el mango. ¿Por qué? Porque hay una ignorancia política popular. La política no es sucia; son los perversos, deshonestos y desaseados los que la han echado a perder.
Hay un analfabetismo popular en la cosa pública, fomentado pensado y llevado el cabo por los privilegiados que pueden desdeñar… incluso desaparecer programas educativos -o acatarlos, pero no cumplirlos- mediante los cuales “la Alteridad”(los otros) los que sólo sirven para sostener los aparatos de gobierno, principalmente con el pago de impuestos, se tienen que limitar a votar en tiempo de elecciones y berrear en contra de los gobernantes que, llegando a los puestos públicos, niegan y reniegan los compromisos de campaña ofrecidos en los momentos claves de las elecciones.
Tal es el caso de Pablo de Jesús Lemus Navarro, aspirante a gobernador de Jalisco que inició, prácticamente, su campaña echando el señuelo del “alto” a la verificación, lo que le valió el aplauso de la “Alteridad” y el regaño del actual gobernador, Enrique Alfaro, quien salió a defender su proyecto calificando de “ocurrencia” el compromiso del aspirante a gobernador para llegar y modificar sustancialmente al proceso de verificación en Jalisco.
Por eso, la palabra de los políticos está devaluada. Hablan de dientes para afuera; mienten con la mano en la cintura; engañan sin recato; traicionan sin pudor. En eso han convertido a la política: en un timo, en una estafa, en un embauco cínico y cotidiano.
Lo más triste de esa condición es que “la Alteridad”, es decir los “ciudadasnos”, toman ya como “natural” esa manera de gobernar y de hacer política o de apoderarse de las vías legales para conducir los destinos de municipios, estados, la República, las cámaras Legislativas y el Poder Judicial.
La ética en la política pasó a mejor vida en México. Las consecuencias las padecemos a diario con gobernantes indolentes, irresponsables, enriquecidos económicamente, pero empobrecidos ideológicamente; con políticos que, en su mayoría, sólo velan por sus intereses a veces no tan legítimos y a veces ni siquiera de ellos.
Sería muy bueno que, en las campañas, “la Alteridad”, los votantes, los electores, los “ciudadasnos” condicionaran el sufragio a los aspirantes a puestos públicos sólo si se sometieran a un examen de confianza o al polígrafo, a un examen de ética, siempre y cuando lo manejasen personas honorables, con calidad personal y prestigio social.
El primer examen a los candidatos debiera ser sobre su ética personal; de la moralidad (que parece lo mismo, pero no es igual) hablaremos otro día.
