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OPINIÓN

La arrogancia puede tener un costo criminal: No hay un botón en el mundo que tape el Sol con un dedo

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Con todo respeto, por Jorge Zul de la Cueva //

Desafortunadamente la estrategia botonera de la mesa bananera de salud ha generado más estropicios que beneficios y en mi opinión cuando las escalas se inclinan de esa forma, es correcto decir que ha salido peor el remedio que la enfermedad y más caro el caldo que las albóndigas.

La pregunta fundamental en este caso es: ¿Qué costo en vidas humanas, en aumento del riesgo de contagio, en saturación hospitalaria y en dinero y bienestar tendrá la arrogancia de un gobierno estatal que no sabe dar marcha atrás?

Las consecuencias de esta arrogancia nos saldrán caras a todos, el gobierno estatal se desgasta, pero la que paga los platos rotos es la ciudad en su conjunto y con todo respeto, éstas no han sido formas democráticas de tomar decisiones y se nos deben justas explicaciones de lo que a ojo de buen cubero parecen caprichos y berrinches más que mecanismos para reducir el ritmo de contagio. 

Voy a señalar las cosas que veo en la estrategia en torno a las cuales merecemos una explicación y no un regaño y una imposición de medidas contraproducentes:

1- Limitar el horario del transporte colectivo generando aglomeraciones.

Tomar una decisión que afecte al grueso de la población de la ciudad por imposición y sin socialización o acuerdos ya es bastante grave. Tener evidencia de que la medida no funciona, que el riesgo de contagio es mayor y tratar de combatirlo con propaganda es francamente criminal. No escuchar a la población y tratar de negar la realidad para tener razón parece algo que haría alguien que la ha perdido.

El personal de salud, a través de representantes informó que la medida afectaría los turnos y la respuesta fue la ausencia de respuesta. El caos en la ciudad fue combatido con fotografías de una ciudad vacía que aparecieron de manera incomprensible en las portadas de algunos diarios mientras otros señalaban justamente el caos que se desbordó con evidencia inconcursable estallando en las furiosas redes sociales. Entonces se activaron los bots con mensajes como “Se les avisó con tiempo y no hicieron nada”, “Es culpa de los patrones porque no permiten salidas escalonadas”, “sabemos que la mayor parte de la gente se contagia en casa, hacen fiestas privadas y luego no aguantan, el gobierno tiene que tomar medidas que duelan” y un montón de patrañas.

Ese ejercicio que busca contener la realidad y moldear la narrativa está bien para minucias y asuntillos de corte ideológico, pero no para evitar revertir una decisión que pone en riesgo a toda la ciudad, sólo porque aceptar el error podría traerle negativos al partido del Gobernador tan cerca de las elecciones. ¿Muera la salud, viva la propaganda?

El resultado han sido furgonetas que se organizan para seguir prestando el servicio a quien lo necesita porque el gobierno no ha paralizado la ciudad, no hay puesto en cintura a nadie, no tiene diálogo con los empresarios ni fuerza o interés para implementar un plan real que permita escalonar los horarios de trabajo lo que además, damas y caballeros, es una oportunidad, si lo hacemos de manera permanente le quitamos un montón de presión a las vías de comunicación de la ciudad pero no, insisten en tratar de tapar el sol con un botón e intentar sostener la que el plan que no es un plan funcionó. Lo que por cierto, tampoco está funcionando.

2- Resulta incomprensible que se haya reducido el uso de plataformas de transporte sin mayor explicación. “Ellos llevan a los jóvenes a las fiestas”, fue lo más cercano a un motivo para permitir el servicio de taxis amarillos y negar el de Uber y Didi entre otras. Si quitamos el transporte de los celulares los jóvenes no irán a fiestas o éstas se reducirán. ¿Es en serio? Ok, muy bien, supongamos que se reduce ¿en cuánto? ¿Y cuál es el daño? ¿Quién más usa las plataformas? ¿A cuántos sacrificamos para reducir en cuanto los contagios? NADA, NO RESPONDEN NADA.

Se pueden recoger algunos datos de internet a vuelo de pájaro, poco confiables y viejos, pero aún así ayudan a formarnos un panorama general: en 2018 menos de la mitad de sus usuarios se encontraban en el rango de edad entre 26 y 35 años (35%). En 2015 en nuestro país se realizaban más de 120 mil viajes al día, eso representaba el 50% de los viajes de Latinoamérica. Esos datos sueltos, presentados con desparpajo, nos dan una sensación del tamaño de la demanda y el mercado que representa esa aplicación. Ok, 3.5 viajes de cada diez los realizan menores de 35 años.

Digamos, por adivinar y con ganas de exagerar, que la mitad de las veces viajan a fiestas clandestinas, eso hace que menos de dos de cada diez viajes sean para fiestas. Me parece exagerado, brutal, que la medida para evitarlo sea negar el servicio de plataformas a toda la ciudad después de cierto horario, no tiene ningún sentido.

Debo decir que si hubieran tenido la amabilidad de explicar la medida desde el gobierno estatal habrían generado menos oposición e inconformidad que intentando imponerla. “Tengo razón porque soy tu gobierno” fue la explicación y eso es inaceptable. Merecemos mucho más, merecemos que la estrategia de salud se trate de nuestra salud y que comprenda y ayude a los trabajadores, no una que les meta más presiones y los culpabilice.

 

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