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OPINIÓN

La criminalidad exhibe su poder: México bajo asedio

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A título personal, por Armando Morquecho Camacho //

La semana pasada vivimos los momentos de mayor violencia e incertidumbre en lo que va del año y muy probablemente en lo que va de la actual administración. 

Empezando por casa, todos atravesamos momentos de angustia cuando la semana pasada nuestra ciudad y nuestras calles fueron secuestradas por la violencia que se manifestó a través de una serie de narcobloqueos que tuvieron lugar en algunas zonas de la ciudad. 

Los primeros eventos se suscitaron en las zonas de Cuquío e Ixtlahuacán del Río, en donde supuestamente, elementos del ejército interrumpieron una reunión de líderes de algunas organizaciones criminales. 

Este hecho desató el caos y escaló a la ZMG dónde elementos de un cartel tomaron automóviles y camiones para prenderles fuego en represalia del enfrentamiento con la marina que supuestamente terminó en la detención de un peso pesado del crimen organizado. 

Estas lamentables imágenes pudimos verlas en carretera Saltillo y en la zona de Rio Blanco que abarca gran parte de la zona de la Cima donde hace unos meses también se realizaron operativos por parte del ejército. 

Posteriormente, a raíz del mismo evento, la violencia también alcanzó a Guanajuato, donde el crimen organizado también realizó algunos operativos y llevó a cabo actos vandálicos que incluyeron la quema de distintas tiendas de autoservicio y los ya conocidos narcobloqueos. 

De igual forma, la violencia alcanzó en cuestión de días a Baja California, específicamente en Tijuana y Mexicali. 

En esta ocasión los habitantes de estas dos ciudades revivieron  los viejos fantasmas de la guerra contra el narco, cuando sus calles fueron tomadas por la inseguridad el viernes pasado. 

Aquí, al igual que en Jalisco y en Guanajuato el crimen organizado tomó unidades del transporte público y vehículos particulares para incendiarlos y así realizar bloqueos en distintos puntos de la ciudad. 

No obstante, las imágenes más lamentables e impactantes de esta intensa jornada de violencia tuvieron lugar en Ciudad Juárez donde se desató el caos tras horas después de que se produjera un motín en una cárcel ubicada en la ciudad fronteriza. 

El saldo en Ciudad Juárez no solo incluye vandalismo y toma violenta de las vías públicas, sino que también incluye, desafortunadamente, la vida de un total de 11 personas inocentes entre las que destacan un menor de 4 años, dos mujeres que fallecieron al quedar atrapadas en el fuego que prendieron a la tienda dónde se encontraban trabajando, así como un locutor de radio que fue asesinado junto a una parte de su equipo. 

Sin lugar a duda las imágenes son impactantes y los hechos son verdaderamente preocupantes, sobretodo porque tal y como lo comenté arriba, estos eventos reviven los viejos fantasmas de una de las épocas más violentas y sanguinarias que atravesó el país durante la administración de Felipe Calderón, quien será siempre recordado como el promotor de una guerra sin sentido que lejos de acabar con el crimen organizado, lo fortaleció. 

Pero al margen de la comparativa que podemos hacer de nuestro presente, con el pasado, es momento de dar la vuelta a la página y poner nuestros ojos en el futuro. 

Para desgracia de muchos, o bien, para fortuna de otros (depende de la perspectiva desde donde quieran analizar el panorama) el futuro no se rige bajo alguna regla de la naturaleza, sino que éste se rige por las decisiones que cada uno toma, ya que éstas son las que moldean en gran medida nuestro futuro. 

En ese orden de ideas, estos eventos que tuvieron lugar en distintas entidades de la República deben hacernos reflexionar sobre el futuro que queremos y el que necesitamos, y en ese tenor, las decisiones que se tomen a partir de estos eventos serán determinantes para nuestro futuro.

Probablemente muchos en estos momentos estén pensando en un sinfín de críticas para los distintos gobiernos en turno, tanto locales como el federal, sin embargo, cuando se trata de seguridad, es necesario dejar de lado colores y proyectos electorales, ya que en asuntos de esta naturaleza, está en juego mucho más que las ambiciones político-electorales de cada personaje y requieren de algo más que la crítica y el golpeteo. 

Atender la crisis de inseguridad requiere de todos. En cuanto a la ciudadanía, requiere que cada uno de nosotros, en la medida de nuestras posibilidades, demos seguimiento a los debates sobre este tema y también, que nos involucremos constantemente en el seguimiento puntual que se da, o que se debería de dar, a los resultados de las políticas públicas en materia de seguridad. 

Es decir, nuestro compromiso cívico consta en gran medida en convertirnos en auditores de las decisiones políticas formulando preguntas como: en materia de seguridad, ¿qué se podría hacer mejor? ¿Es suficiente el trabajo que el gobierno federal y los gobiernos estales están haciendo? ¿La inversión en materia de seguridad es suficiente? ¿Esta misma inversión ha reflejado cambios positivos en la prevención y sanciono delitos? ¿Nuestras autoridades cuentan con las herramientas suficientes para atender estas crisis? ¿Las autoridades locales están en coordinación con las autoridades federales? ¿Existen planes de contingencia para mitigar los daños en momentos de esta naturaleza? 

Ahora bien, aunque probablemente muchos crean que la ciudadanía no puede hacer mucho al respecto y que las preguntas no son suficientes, debemos recordar que los ciudadanos juegan un papel fundamental en el curso de las decisiones públicas de nuestros entorno toda vez que somos los encargados de elegir a quienes nos representaran por 3 o 6 años y por ende, formular preguntas no solamente es un ejercicio de presión para las autoridades, sino uno de reflexión personal para tomar nuestras decisiones electorales.

Las elecciones tanto personales como políticas, moldean nuestro futuro. 

Por el otro lado, en lo que corresponde a las autoridades y a nuestros respectivos representantes, atender el problema referente a la inseguridad requiere de un alto nivel de seriedad y responsabilidad, ya que este asunto de interés público va más allá de los partidos y de las ambiciones electorales, por ello, es necesario que entiendo que en algunas ocasiones, las mejores decisiones, no siempre serán las más populares.

De igual manera, abordar este tema que a todos nos preocupa, requiere de voluntad política y de autocrítica, ya que solo así se logrará entender con frialdad exactamente en dónde estamos parados, hacia dónde vamos, y a qué nos enfrentamos exactamente.

Aunque estos dos elementos no solucionarán por si solos el problema, sí son un paso importante para lograr ver con claridad la lista de errores que se han cometido en este rubro tanto en lo federal como en lo local, y que nos tienen en esta situación tan delicada, para así , diseñar un plan de acción a corto plazo, pero que garantice que podamos sentar las bases de los cambios en la política de seguridad del país. 

Sin seguridad y sin gobernabilidad perdemos todos, pero con seguridad y con gobernabilidad, ganamos todos, ya que solo con esos dos elementos tan importantes, podemos comenzar a construir los cimientos de una nación próspera. 

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