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OPINIÓN

La lección que Inglaterra le da al mundo: A Boris Johnson se le acabó la fiesta

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A título personal, por Armando Morquecho Camacho //

No hay fecha que no se cumpla, ni plazo que no llegue, y en esta ocasión, Cronos no pudo esperar para cobrarle su respectiva factura política al polémico y despeinado mirrey que despacha en el No. 10 de Downing Street en Londres.

La oficina que en algún momento ocuparon prominentes figuras de la historia política de occidente como Neville Chamberlain, Winston Churchill, Harlod Wilson y Margaret Thatcher, cerrará muy pronto un paupérrimo y triste capítulo de 3 años protagonizado por Boris Johnson, para así abrirle las puertas a quien será el encargado o encargada de tomar las riendas de un país lastimado por la polarización que solamente el populismo sabe orquestar a la perfección.

Boris Johnson, quien se aferró a su cargo durante muchas horas, al final no pudo ni con la presión de varios legisladores que exigieron enérgicamente su renuncia como líder del Partido Conservador y por ende, como Primer Ministro, ni con la crisis de Gobierno que generó la renuncia de más 50 funcionarios de su administración que simplemente sucumbieron ante una crisis política y social producto de 3 años de una administración rodeada de decisiones controversiales y escándalos públicos que representaron un ultraje a la investidura del Primer Ministro de una de las naciones más importantes del mundo.

¿POR QUÉ RENUNCIÓ BORIS JOHNSON?

El Gobierno de Boris Johnson siempre fue polémico, desde su inicio, hasta ahora que ha llegado a su fin, pero pese a estas olas de inestabilidad que rodearon al Reino Unido, el Primer Ministro siempre mostró un buen nivel de fortaleza y resiliencia para salir con vida política de algunas situaciones que despertaron el malestar en la ciudadanía, tal y como fue el pésimo manejo de la crisis santiraria.

No obstante que Reino Unido logró superar algunos obstáculos generados por la pandemia, fue en el COVID-19 donde Boris Johnson encontró a su talón de aquiles.

La pandemia marcó un antes y un después en la administración del Primer Ministro, ya que como era de esperarse, el COVID-19 calentó las aguas y elevó el malestar de la ciudadanía respecto a la clase política, pero en el caso del Reino Unido esto no se debe propiamente al número de muertes, a la falta de vacunas o bien, a la implementación de medidas sanitarias incómodas para muchos ciudadanos.

Todo lo contrario, en este caso el malestar de la ciudadanía se debe a un evento, que aunque sí involucraba la pandemia, estaba más relacionado con el cinismo y la doble moral de quienes nos gobiernan; a este evento se le puso el nombre de ‘’Party Gate’’.

El famoso Party Gate es un escándalo político que involucra fiestas y todo tipo de reuniones masivas del personal del Gobierno y del Partido Conservador celebradas en las instalaciones de Downing Street durante la etapa más complicada de la pandemia.

Es decir, mientras las autoridades decretaban un confinamiento para la ciudadanía que a la larga tendría un elevado costo social, económico y psicológico, los representantes y líderes de una nación, pasaban por alto sus propias determinaciones para convivir a lo grande en las instalaciones del gobierno.

Evidentemente este evento tuvo un gran costo para Boris Johnson, y no, no me refiero a la multa que la Policía Metropolitana puso al Primer Ministro y a su ministro de finanzas Rishi Sunak, me refiero al costo político y social ya que este escándalo puso en duda la autoridad moral de su supuesto lider y además, funcionó como un catalizador del creciente descontento social en el Reino Unido, que en esta ocasión, jugó en contra de Johnson, demostrando una vez más que el populismo, la polarización y los discursos anti sistema, siempre serán un arma de doble filo, especialmente cuando tú te conviertes en el sistema.

Aunque este evento tuvo un gran impacto mediático y social que logró no solo despertar el descontento social de ciudadanos, sino también de funcionarios públicos cercanos al jefe del poder ejecutivo, la gota que terminó por derramar el vaso fueron los escándalos sexuales que involucraban a Chris Pincher, un parlamentario cercano al Primer Ministro.

Este hecho tan trascendente metió al Primer Ministro en una crisis que terminó por desatar, como ya lo mencioné al principio, una ola de renuncias de ministros y otros funcionarios de alto nivel, entre los que destacan el Ministro de Economía Rishi Sunak y el de Salud, Sajid Javid, quienes señalaron haber perdido su confianza en Boris Johnson para llevar las riendas del país, esto en razón de que la ciudadanía espera que el Gobierno sea dirigido de una forma apropiada, competente y seria.

¿QUÉ IMPLICA ESTA RENUNCIA?

La renuncia de Boris Johnson tiene muchas implicaciones, pero lo más importante de todo este escándalo es que este evento, así como la declaración de Rishi Sunak, son un precedente muy importante para esta época en la que el valor de la democracia, así como la legitimidad de las instituciones que dan vida al Estado, son cuestionadas y demeritadas de distintas formas por gobernantes autoritarios que parecen llegar al poder solamente por una cuestión de ego y de poder.

El populismo y la forma tan absurda, tosca y ridícula de hacer política de personajes como Boris Johnson o bien, Donald Trump, así como el descontento social producto de muchos años de pésimos gobiernos, han hecho que nos olvidemos por completo de las cualidades que debe de tener un gobernante o bien, cualquier persona con la intención de representar nuestros intereses en las más importantes esferas políticas.

Un gobernante no solamente debe de ser una imagen de profesionalismo y probidad, un gobernante también debe de proyectar y promover a través de su trabajo y ejemplo, el respeto hacia la ley y las instituciones cuyo trabajo es garantizar el orden social, de tal forma que este ejemplo permee en la consciencia de la ciudadanía.

No podemos olvidar lo que implica gobernar ni lo que implica escoger a nuestros líderes y representantes, esto no puede ser un ejercicio secuestrado por el extremismo ideológico ni mucho menos por los discursos que buscan moldear el descontento social, deben de ser ejercicios razonados y ejecutados con responsabilidad, ya que de no ser así, nos quedan muchos años bajo las manos de personajes como Boris Johnson.

Por esta razón, no podemos olvidar, es el caso de Boris Johnson y el ejemplo que Reino Unido y sus instituciones están dándole a un mundo secuestrado por el autoritarismo y el populismo: nadie, ni si quiera el Primer Ministro, está por encima de la Ley o las Instituciones cuya edificación costaron sangre y sudor

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