JALISCO
La llamada revolución pedagógica de Alfaro: ¿Qué fue de Recrea?
Crónicas de Pacheco, por Daniel Emilio Pacheco //
En la administración de Enrique Alfaro Ramírez, la Secretaría de Educación, bajo la conducción de Juan Carlos Flores Miramontes, presentó Recrea como el plan educativo más brillante del país. Con un discurso cargado de promesas, Recrea se convirtió en la imagen de una supuesta revolución pedagógica, a pesar de ser, en esencia, una marca vacía que enmascaraba gastos millonarios y carencias profundas en las escuelas.
Desde sus inicios, Recrea se presentó como un proyecto innovador, capaz de transformar el sistema educativo. Se invirtieron recursos para crear una plataforma digital, elaborar guías exclusivas para los consejos técnicos escolares y lanzar eventos de alto impacto como Recrea Academy, Recrea Talent y Recrea Family, cada uno costando hasta 80 millones de pesos. Sin embargo, mientras se invertía en un espectáculo publicitario, las escuelas estatales seguían sufriendo la falta de personal, equipamiento y mejoras esenciales.
El proyecto llegó a infiltrar programas tradicionales: la distribución de útiles, uniformes, calzado, mochila y lentes —servicios que tenían un arraigo legal desde administraciones anteriores—, así como iniciativas de inversión en infraestructura educativa. El uso del nombre Recrea parecía más una estrategia para renovar la imagen de la Secretaría de Educación que un esfuerzo real por elevar la calidad educativa.
Con el cambio de mando, el gobernador Pablo Lemus Navarro decidió cortar con la imagen de Recrea, eliminando la aplicación y las guías que en su momento se habían hecho sinónimo de progreso. Este recorte abre una serie de preguntas incómodas: ¿Por qué Lemus no ha querido continuar con el plan? ¿Se lo ordenaron desde la federación? ¿Se dio cuenta del fracaso del proyecto o descubrieron irregularidades y malgasto de recursos? ¿O simplemente, tras analizar y comparar resultados, concluyó que Recrea no ofrecía ni un solo indicador que demostrara mejoras en la calidad educativa, en contraste con el exorbitante gasto realizado?
La respuesta a estas interrogantes es tan difusa como perturbadora. En un contexto en el que la retórica y el espectáculo publicitario parecían primar sobre los verdaderos avances en las aulas, la eliminación de Recrea se presenta como un intento de depurar lo que, en esencia, fue un desperdicio de fondos públicos. La inversión en eventos y plataformas digitales, en lugar de fortalecerse en el terreno, evidenció un profundo desencuentro entre la imagen que se quería proyectar y la realidad de las escuelas jaliscienses.
El hecho de que Recrea esté desaparecido sin dejar rastro pone en entredicho la continuidad de programas fundamentales. La eliminación del nombre no significa necesariamente que se acaben los servicios de útiles, uniformes o infraestructura; sin embargo, genera incertidumbre en un sector que depende de la estabilidad y el compromiso estatal. El temor es que, al borrar una marca tan visible, se abran interrogantes sobre el futuro de iniciativas que, pese a sus falencias, beneficiaron a miles de estudiantes.
Juan Carlos Flores Miramontes, el exdefensor de Recrea, permanece en la Secretaría de Educación, lo que añade una capa más de controversia a la situación. Su continuidad en el cargo, a pesar de la eliminación de la plataforma que él mismo impulsó, se interpreta por algunos como el reflejo de un acuerdo político más que de una estrategia enfocada en resultados. ¿Cuánto tiempo más se sostendrá esta dualidad entre imagen y sustancia en un sistema que demanda soluciones reales?
La experiencia de Recrea es un reflejo claro de cómo en la política educativa el brillo de una marca puede opacar la urgencia de resolver problemas estructurales. La administración de Alfaro Ramírez apostó por un cambio que se mostró solo en la superficie, mientras que la verdadera transformación—la mejora en las condiciones de las escuelas y el apoyo efectivo a maestros y alumnos—quedó relegada a un segundo plano. En este sentido, el análisis de Lemus pudo haber sido frío y preciso: si Recrea no ofrecía resultados medibles y sólo incrementaba el gasto público, su continuidad no tenía cabida en una administración que pretenda optimizar recursos.
Hoy, la desaparición de Recrea nos deja con una lección amarga: la imagen y el espectáculo no sustituyen al compromiso genuino con la educación. La pregunta que persiste es si este recorte de marca significará también una depuración de los programas que, pese a todo, han sido esenciales para miles de estudiantes. La respuesta dependerá de si la nueva administración se atreve a implementar cambios profundos o si, por el contrario, se contenta con reemplazar una etiqueta por otra.
En definitiva, el caso de Recrea es un recordatorio de que la transformación educativa exige más que campañas publicitarias millonarias. Es necesario que cada peso invertido se traduzca en mejoras palpables en las aulas, en la infraestructura y en la calidad de la enseñanza. Solo así se podrá recuperar la confianza de la sociedad en un sistema que, tras años de promesas vacías, necesita urgentemente volver a poner la sustancia por encima de la imagen.
En X @DEPACHECOS

Alma
3 de febrero de 2025 at 11:05 AM
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