OPINIÓN
La potestad de perdonar que dio el Papa Francisco: Dios perdona el aborto
Con todo respeto, por Jorge Zul de la Cueva //
La discusión sobre la despenalización del aborto que gracias a la Suprema Corte hace sentir una difusa irritación gástrica en las buenas y decimonónicas conciencias de la Perla de Occidente me daría risa si no fuese, en síntesis, una discusión sobre los derechos de las personas y que este asunto, superado hace tanto tiempo en otros países, sigue costando sangre en el nuestro. Los abortos clandestinos son inseguros y matan.
No es un asunto de opinión, ni siquiera de fe, hay ejemplos en el mundo que nos permiten saber la diferencia entre prohibir por razones morales o no penalizar por motivos de salud pública. Es inviable obligar a la gente a tener un hijo no deseado por decreto y las cosas que hacen las mujeres para abortar cuando se los prohíben son terribles y dañinas. Van desde emborracharse diariamente hasta acudir a una clínica donde con un gancho para la ropa las desgarran por dentro. ¿Qué dios podría decir que este es el mal menor y que es mejor prohibir?
Pondré el ejemplo de dos países con políticas opuestas y a vuelo de pájaro hablaré de los resultados de las mismas porque es un espejo de la discusión que tenemos acá cincuenta años después sin mediar un sólo argumento nuevo.
En la España de Franco, tan congraciada con la Santa Madre Iglesia en su régimen de nacionalcatolicismo, la interrupción voluntaria del embarazo estaba prohibida ya que además de dar dolor de estomago al Generalísimo Francisco Franco (a quien no le importaba matar a republicanos con trabajos forzados en su monumento a los caídos), era ingrata tanto su versión de dios como al clero español tan cercano a la dictadura y a las buenas conciencias que podían, en caso de que sus hijas tuvieran un desliz sexual y pecaminoso, llevarlas a abortar a una isla cercana para posteriormente pretender que nada había pasado y que pudieran casarse de blanco con algún prometedor pretendiente de familia bien y valores cristianos en su sitio. Y es que el asunto de la prohibición y penalización es para los pobres. Los ricos se saltan las reglas cuando se trata de sus familias.
Hay información sobre los abortos clandestinos en la España de Franco y en los años posteriores a la dictadura. España no despenalizó la interrupción voluntaria del embarazo sino hasta 2010 y un dato que nos permite ponderar el costo de la punición, es que 22 mil 999 españolas abortaron en Gran Bretaña tan sólo en 1983 según datos oficiales. Algunas iban obligadas por sus familias, otras mentían diciendo que tomarían unas pequeñas vacaciones, todas eran pudientes y aquí está el asunto para mí: Castigar solo afecta a quien no puede pagar.
En Inglaterra la “Abortion Act” que despenalizó la práctica del aborto inducido, entró en vigor el 27 de abril de 1968. Hace más de cincuenta años. Recupero algunos fragmentos de un artículo de la BBC publicado a propósito del 50 aniversario de la despenalización en Inglaterra.
El artículo se titula “Como yo tenía dinero, estoy viva; como ella no lo tenía, está muerta” y fue escrito por Claire Bates y Jane Garvey para la BBC viendo la luz el 5 de febrero de 2017.
Aquí la liga para quien guste leerlo completo:
https://www.bbc.com/mundo/noticias-38800877
“Un día, mi madre me dijo que la modista había muerto. Descubrí que había tenido un aborto clandestino que salió mal. Yo no había oído hablar de esto antes, probablemente porque en ese entonces esa palabra era inmencionable. Tanto la mujer embarazada que abortaba como cualquiera que le ayudara podían terminar en la cárcel”.
“Descubrí entonces que todos los hospitales de enseñanza de Londres reservaban unas salas todos los viernes para las mujeres que llegaban con choque séptico, hemorragias o al borde de la muerte por terminaciones de embarazo clandestinas. Había más casos de esos los viernes porque era día de pago. Las operaciones a menudo eran hechas por personas con un poco de experiencia en enfermería, que usaban soluciones calientes y agujas de tejer o ganchos de ropa. Uno de los grandes problemas era que no podían diagnosticar con precisión la etapa de embarazo y, cuanto más avanzada, más peligroso era el procedimiento”.
Cuando se despenalizó el aborto se acabó este tétrico asunto. No se dispararon los abortos y dejaron de morir mujeres que no podían o no querían continuar con su embarazo por una pléyade de razones, sobre todo “no poder mantener a otro hijo”. Es decir, más que penalizar el aborto, valdría la pena combatir la pobreza.
¿Aquí como vamos?
Este domingo el Semanario de la Arquidiósesis de Guadalajara, publicó un texto donde convoca a una marcha después de aclarar que no es la Iglesia quien convoca sino la comunidad, los fieles, y esta marcha es porque no están de acuerdo en la despenalización y opinan que la vida en el vientre es sagrada, por simplificar un argumento que todos conocemos. Coincido con el Semanario en el hecho de que están en su indiscutible derecho de manifestarse públicamente.
La convocatoria es para la intitulada “Marcha a favor de la mujer y de la vida” y eso, ejerciendo mi derecho de manifestarme públicamente, me parece un poco sobrado porque más que a favor de la mujer, es en contra de la interrupción legal del embarazo y eso no es favorecer a las mujeres y para sostener mi afirmación están los datos, las muertes y lo que ha sucedido en los países donde se ha despenalizado.
Si quisieran hacer algo a favor de la mujer podrían, se me ocurre (y es sólo una opinión, no pretendo incidir en las políticas del clero), discutir su integración en las cúpulas de la Iglesia, hacer un Concilio Vaticano sobre la paridad y la equidad de género, la posibilidad de que hubiera obispas y papisas pero eso no es lo que se discute, ni siquiera se habla de opciones y acciones de gran calado para ayudar a madres embarazadas o niños abandonados. El asunto se limita a cuidar lo que sucede biológicamente en un vientre.
Afortunadamente aún al interior del clero no todos piensan igual y en 2016 queriendo que fuese parte de su legado en el cierre del Año de la Misericordia, el papa Francisco dio a los sacerdotes católicos la potestad de perdonar casos de aborto entre los fieles. Una facultad que previamente estaba reservada a confesores que tuvieran un estatus especial y que debía realizarse con el permiso de un obispo o del mismo Pontífice.
Dios perdona, gloria a Dios.
