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OPINIÓN

La vida no volverá a ser igual, el nuevo año 2021: De fe, esperanza y amor

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Educación, por Isabel Venegas //

Mientras nos preparamos para iniciar el nuevo año, solemos escuchar los deseos de las tres virtudes teologales: Fe, Esperanza y Amor; ciertamente ahora más que nunca ese es uno de los mejores regalos, esperar y confiar en que todo se irá recomponiendo, en que poco a poco podremos ir recuperando el orden en nuestras vidas y que, a pesar de que no vuelva a verse el mundo como antes lo hacíamos, que por lo menos tenga más sentido y paz.

Difícil escenario cuando ello pareciera depender de un solo instrumento: la vacuna que permita volver a salir a un restaurante, a bailar los fines de semana con un buen grupo de son cubano, pasear por el centro de la ciudad comiendo una nieve o en el cine unas palomitas. Volver a vivir con la “confianza” de que ya estamos protegidos para gozar la libertad de hacer lo que más nos gusta.

¿Hasta cuándo volveremos a ver los estadios de futbol abarrotados? Y con ello los puestos de comida, juegos y suvenires que rodean la fiesta del deporte, y antes de que los anti-futbol se pronuncien a favor de aprovechar esta experiencias para dejar de gastar el dinero, tiempo y energías en temas tan frívolos como ir a ver a 22 sujetos correr tras una pelota, debemos recordar que la industria del ocio se transforma pero permanece por el hecho de ser la válvula de escape ante una serie de adversidades que se presentan a diario en nuestras vidas.

Las fatalidades y la distracción son la singularidad entre la eventualidad y lo constante, se presentan de manera sorpresiva, pero acontecen siempre: la enfermedad, las rupturas, las crisis y la enfermedad, son manifestaciones de la vida misma. Es la selectividad de nuestros recuerdos lo que nos hace pensar que la incidencia de esos sucesos es eventual, y que si su constancia es muy evidente, entonces esa vida es toda una tragedia.

En nuestro estado se han registrado casi 6,000 fallecimientos a causa del coronavirus, sin embargo solo se necesitarían entre 5 o 7 casos de familiares cercanos para que la estadística fría y distante se convirtiera en toda una desgracia personal. La muerte está, es latente, es real, pero cuando se observan las imágenes de la última semana, en las que por motivo de las festividades navideñas se vieron abarrotadas las plazas comerciales y los centros de mercadeo, queda claro que hay un sesgo en la concepción de una tragedia que pareciera estar tan lejos de nosotros como cuando las primeras noticias hablaban de la ciudad de Wuhan, en China.

La particularidad de encontrarnos en un espacio y momento específico de la historia, puede tener un enfoque negativo cuando las condicionantes de tiempo y geografía nublan la visión de la alteridad, es decir, dejar de ver la trascendencia de nuestras acciones a lo largo y ancho del mapa, como a lo alto y bajo de la narrativa histórica.

La finitud de nuestro tiempo se vuelve angustiante dado que tratamos de omitir ese acercamiento a un término fatal, siendo que en realidad a cada segundo se está más cercano del fin, es decir, mientras pensamos que somos eternos, indestructibles, irrompibles, descuidamos el valor mismo de la vida y la felicidad. Encontrarnos de frente ante nuestra fragilidad debe significar respeto pero no por ello desolación y angustia insoportable.

Entrenarnos para la incertidumbre, para el encuentro con la adversidad es una forma de educación a la que nuestra cultura no está acostumbrada; por el contrario pretende pensar “siempre en positivo”, omitiendo la serie de fracasos que en el camino se pueden llegar a tener y para los cuales no se está preparado simplemente por no quererlo mencionar.

Empezar a pensar en la significación de la muerte, como refiere Emmanuel Levinas, es una implicación que se relaciona tanto con el tiempo como con los que nos rodean. La alteridad, es decir, la relación que se guarda con el otro, es lo que configura una forma de vivir la experiencia y dispone la relación en sociedad. Es en el otro en el que podemos tomar la justa dimensión de lo que significa el tiempo, la vida, la muerte y esa relación entre la calma y el anonadamiento. Según Levinas, la muerte no se puede inscribir en la lógica del ser y de la nada, sino en el plano de significaciones profundas que suceden en la relación con el otro; ahí es donde viene la reflexión de la responsabilidad, porque es en el otro en el que se encuentra la proyección perfecta de la vida misma, de la vida de cada uno.

Nos encontramos ante el arribo de una nueva etapa en la pandemia del coronavirus: el comienzo de la vacunación que trae consigo una serie de nuevas interrogantes ¿Será lo suficientemente buena como para poder mitigar el dolor y la tragedia que trajo consigo el virus del covid? ¿Estarán los gobiernos preparados para enfrentar la enorme corrupción que se presenta incluso en temas tan delicados como éste? ¿Será que las autoridades correspondientes tienen dispuesta la logística adecuada para hacer un proceso de vacunación masiva eficiente?

Ante la incertidumbre debemos poner sobre la mesa las preguntas que probablemente se contesten con malas respuestas, pero que en el camino se deberán ir atendiendo con la capacidad misma que se va desarrollando. Para salir de esta contingencia nos hace falta mucho tiempo, y algo que debimos haber aprendido desde hace algunos meses es que ya no podemos seguir pensando en periodos de 15 días para “brincar” los contagios.

A más de una década de luchar contra el sida, la diabetes y el cáncer; sin entender bien a bien cómo funciona el covid19, mientras surge una nueva cepa del virus, los científicos han hecho un enorme esfuerzo por diseñar un instrumento que nos permita retomar el estilo de vida que teníamos porque eso hace la ciencia: eleva las expectativas de vida, mejora las condiciones y facilita el trabajo cotidiano, aunque también genera nuevos problemas, consecuencias de las nuevas experiencias.

Arrancamos el 2021 y no puedo desearles salud, dinero y amor; por el contrario, espero que puedas vivir en plenitud la felicidad y la tristeza, la salud al igual que la enfermedad, que seas capaz de hacer alianzas con la duda y dar la cara con valentía al saberte con una enorme capacidad de respuesta. Que las circunstancias nos permitan seguir viviendo con fe como respuesta positiva en uso de la voluntad para actuar en consecuencia, esperanza que implica la lógica de la acción, y caridad, entendida como el amor que nos hace vernos en el otro. ¡Feliz año nuevo! ¡Feliz inicio del 2021!

Mat. y M. en C. Isabel Alejandra María Venegas Salazar

E-mail: isa_venegas@hotmail.com

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CARTÓN POLÍTICO

Edición 807: Magistrada Fanny Jiménez revoca rechazo de pruebas y defiende Bosque de Los Colomos

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Edición 807: Magistrada Fanny Jiménez revoca rechazo de pruebas y defiende Bosque de Los Colomos

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Buscan cubrir a AMLO en actos de corrupción

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NACIONALES

Buscan cubrir a AMLO en actos de corrupción

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– De Primera Mano, por Francisco Javier Ruiz Quirrín

UNA DE LAS evidencias de que el sistema político del México de nuestros días es parecido al PRI hegemónico de hace 50 años es el combate a la corrupción de acuerdo a intereses políticos del grupo en el poder, con una gran diferencia ahora: Los funcionarios de primer nivel son intocables.

No hubo un solo presidente de la república de aquel viejo PRI, que no impusiera su voluntad y enviara un mensaje a la clase política de que había un nuevo líder en Los Pinos. Las demostraciones incluían cárcel para figuras de alto nivel. Así, estuvieron tras las rejas el senador Jorge Díaz Serrano, director de PEMEX, con el presidente José López Portillo, varios gobernadores y hasta un hermano del presidente Carlos Salinas, Raúl.

A partir del año 2018, el hombre que tuvo como lema de campaña presidencial el ataque a la corrupción, Andrés Manuel López Obrador, en los hechos cubrió a los corruptos de primerísimo nivel.

Solo dos botones de muestra: Ignacio Ovalle Fernández, director de SEGALMEX, y Manuel Bartlett Díaz, director de la Comisión Federal de Electricidad. Aplicó la máxima de Benito Juárez: “A los amigos, perdón y gracia; a los enemigos, la ley a secas”.

Entre los enemigos actuó contra Emilio Lozoya, director de PEMEX con el presidente Peña Nieto, acusado de haber recibido sobornos de una empresa petrolera del Brasil, pero al final del día su gobierno acordó y el acusado está en casa.

El cinismo de AMLO incluyó su admisión de la existencia de corrupción en Segalmex, cuyo desfalco rebasó los 15 mil millones de pesos, pero justificó a Ovalle diciendo que este último “había sido engañado por sus subalternos”.

Increíble lo anterior, sobre todo para quien, durante una “mañanera” del año 2019, aseguraba que no hay persona mejor informada que el presidente de la república y que si había corrupción entre los funcionarios, “era porque el jefe, el presidente, estaba enterado”.

En los días que vivimos, el caso del “huachicol fiscal” operado por altos mandos de la Marina Armada de México nos pone sobre la mesa la enorme probabilidad de que no solo el general secretario del ramo con López Obrador, sino también este último, pudieran haber sido enterados y haber permitido el enorme peculado.

Imposible no reparar en las declaraciones del titular de la Fiscalía General de la República, Alejandro Gertz Manero, quien el pasado domingo declaró que Rafael Ojeda Durán, titular de la Marina en el sexenio obradorista, había denunciado “problemas” y que por ese motivo la Fiscalía General de la República se había adentrado en la investigación que hoy tiene por resultado la persecución de cuando menos 200 personas, entre militares, servidores públicos y empresarios.

Los hechos sobre tal ilícito empezaron a trascender a los altos mandos militares cuando Rubén Guerrero Alcántar, vicealmirante y exdirectivo de una aduana en Tamaulipas, redactó una carta que llegó a manos del general secretario Ojeda Durán, en la que señalaba directamente a Manuel Roberto y Fernando Farías Laguna, de encabezar una red de “huachicoleo fiscal”.

Los hermanos Farías, originarios de Guaymas, Sonora, son sobrinos de Ojeda Durán. Guerrero Alcántar fue asesinado el 8 de noviembre del 2024 en Manzanillo, Colima. El volcán de corrupción denunciado hizo erupción al descubrirse un buque con diez millones de litros de combustible introducido sin pagar impuestos en Tampico, Tamaulipas, el pasado mes de mayo, seguido de otros descubrimientos similares en Ensenada, Baja California, y el trascendido de que ese combustible había tocado la bahía de Guaymas en Sonora.

En sus declaraciones sobre el tema, Gertz Manero subrayó que cuando el general secretario Ojeda denunció “problemas en la Marina”, lo hizo en términos generales sin hacer referencia a sus sobrinos. A su lado, en esa conferencia de prensa del pasado domingo, el titular de seguridad pública, Omar García Harfuch, dijo que no se podía condenar a toda una institución por los errores cometidos por algunos de sus integrantes.

Horas después, en su “mañanera”, la presidenta Claudia Sheinbaum refrendó la defensa. Para el general exsecretario, recordando que lo importante era la investigación y, sobre todo, las pruebas para demostrar los dichos.

La lógica indica una posibilidad de involucrar a Rafael Ojeda Durán en el escándalo mayúsculo de los hermanos Farías Laguna y otros implicados; golpearía directamente la humanidad de López Obrador.

Es mucho más conveniente enviar el mensaje de ataque a la corrupción, aprehendiendo y enjuiciando a “peces menores”. Ahí se registra una diferencia con el pasado reciente.

Durante el sexenio 2018-2024 se cubrió la corrupción en vez de combatirla. En este sexenio de la presidenta Sheinbaum sí se está combatiendo la corrupción pero cuidando la imagen de quien ahora vive en Palenque.

Lo anterior significa la imposibilidad de señalar y encarcelar a un exsecretario en cualquiera de sus ramos.

Para el lado oficial, resultan muy lejanas y “casi en el olvido” aquellas palabras de AMLO en una de sus “mañaneras” del año 2019: “El presidente de México está enterado de todo lo que sucede y de las tranzas grandes que se llevan a cabo”.

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JALISCO

¿Legalidad? pero sin integridad

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– Opinión, por Gabriel Torres Espinoza

¿Por qué se critica tanto al Tribunal de Justicia Administrativa (TJA)? Porque se ha transformado en fábrica de sentencias “ajustadas a derecho”, ¡pero profundamente injustas! Asisten al ‘indebido proceso’ y ceden al “daño patrimonial” causado por los ‘desarrolladores’.

Los derechos colectivos —aire limpio, agua, movilidad, biodiversidad— se reducen a bienes menores, sacrificables en nombre de una supuesta certeza jurídica para el ‘inversionista’.

Lo que la Corte Interamericana de Derechos Humanos recordó es que tienen la obligación jurídica de prevenir, mitigar y remediar daños ambientales por su impacto directo en los derechos humanos.

Bajo esa luz, cada fallo del TJA que antepone la rentabilidad de un fraccionamiento sobre la preservación de un bosque o de un área natural protegida, no es solo un despropósito local, sino una violación a compromisos internacionales y a los derechos fundamentales de la ciudadanía.

La prensa ha documentado el incremento de litigios contra la planeación urbana, hasta el punto de que este Tribunal se tornó en el espacio donde los corruptores desfilan a desmontar planes de desarrollo, debilitando la ordenación del territorio con fachada de legalidad. Se trata de un tribunal que privilegia la letra procesal, sobre el sentido integral de la planeación. Lo que se produce es una ciudad fragmentada, desigual, en la que cada vez es más difícil trasladarse y vivir.

La responsabilidad social de este Tribunal es mayor, pues el TJA es la última instancia. Las decisiones que dicta son definitivas y obligatorias. Sus resoluciones no pueden recurrirse, y sus magistrados no rinden cuentas a nadie. Allí donde se concentra el poder de decidir el futuro urbano, se concentra también la tentación de la corrupción.

Por eso el TJA no solo refleja, sino que encarna hoy el mayor riesgo estructural para el derecho a la ciudad y al medio ambiente, porque cada vez que dicta una sentencia que habilita lo prohibido, que desprotege los recursos naturales, destruye algo más que territorio; destruye la confianza en la idea misma de justicia. Su propia legitimidad social.

Los jueces no deben limitarse a aplicar reglas, sino decidir con base en principios que aseguren el bien superior a la ciudad. La legalidad, sin integridad, degrada la justicia. Básicamente, porque transforma el tribunal en una coraza de impunidad.

En este órgano jurisdiccional, hemos visto cómo se ha vuelto norma la confusión entre legalidad procedimental y justicia, con resoluciones fundadas y motivadas en lo formal, pero que producen resultados injustos y muy lesivos para la sociedad.

Sentencias “apegadas a derecho” que, sin embargo, devastan áreas naturales, desmantelan planes urbanos, causan más colapso vial y profundizan la desigualdad. No perdamos de vista que esa sociedad, la que sufre las consecuencias, es justamente la que dotó a estos magistrados de su investidura, y a la que debieran rendir cuentas, a través de los poderes constituidos de Jalisco.

La diferencia entre un tribunal de justicia y uno de derecho se vuelve aquí fundamental. El primero busca armonizar la norma con el desarrollo sustentable de la ciudad; el segundo la aplica sin importar que destruya bosques, colapse vialidades o afecte a comunidades enteras.

El primero protege a la ciudad; el segundo protege contratos y escrituras privadas. El primero es garante de ciudadanía; el segundo, como en Jalisco, es agente de plusvalía y el principal agente corruptor contra el ordenamiento territorial.

A la luz de las actuaciones del TJA, surge hoy una pregunta colectiva, inevitable y perturbadora: ¿Cuál es la utilidad social de un tribunal del que debemos defendernos todos para poder preservar la ciudad? Si el órgano llamado a garantizar justicia es el principal mecanismo de despojo legalizado; si en lugar de proteger a la colectividad protege a los desarrolladores; si en vez de equilibrar el interés privado con el bien común se ha dedicado a corroerlo, entonces su existencia no responde al poder público, sino a los negocios que lo corrompen.

Un tribunal así no es garante de derechos, ni de justicia administrativa; sino una auténtica amenaza permanente contra ellos, misma que estaríamos obligados a enfrentar como sociedad, y desde el gobierno.

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