OPINIÓN
Las aberraciones jurídicas del Presidente: Negar la presunción de inocencia
Comuna México, por Benjamín Mora //
En la vida republicana no cabe ni la ocurrencia ni la estupidez infestada de ignorancia y falta de oportunidad. Ésta ha sido una muy mala semana para México por la pequeñez de su Presidente ante las Naciones Unidas. Ante el mundo se hizo ver tal cual es: vacío de mente y sin alma en su existir. En minutos se mostró como ignorante de la ley, ladrón y estafador que rifa y vende lo que no es suyo y lo presumió. ¡Pobre de México!
Sin embargo, tal hecho no importa cuando juega con las fantasías de quienes creen que decir que a los padres de Benito Mussolini les llenó de orgullo que su futuro hijo, asesino y dictador, llevase el nombre de Benito Juárez García, el Benemérito de las Américas. Ante el mundo, López Obrador denigró al hombre que ocupa un lugar central en su emblema de la 4T al acercarlo a Mussolini y sus aliados criminales: Hitler y Franco. No entiendo por qué las grandes lógicas de México y el mundo han callado. ¿Qué pasa con los hermanos masones siempre tan probos y sensatos? ¿En dónde está don Manuel Jiménez Guzmán que calla pareciendo esconderse?
La vida pone a cada quién en su lugar, y López Obrador terminó de estar en la silla presidencial. Debe irse porque ha demostrado que, no cuando a él le va bien, sucede lo mismo con México, y, por sobre toda razón, porque no es el hombre bueno, honesto y viril que presume ser pues no le motiva el bien de México sino el dividirlo y hacerle mal. México se hunde y muere, y él gozando de sus ocurrencias, perdonando a quienes roban lo robado.
Jamás pensé que López Obrador se atreviera a tanto y fuese tan insignificante.
Ante la gran estupidez jurídica lópezobradorista y la Cuarta Transformación senatorial de pretender juzgar a los expresidentes de México, el ministro de la Suprema Corte, Arturo Zaldivar, ha advertido que los expresidentes no solo tienen fuero, sino que la presunción de inocencia es un derecho que no se sujeta a pequeñeces ni delirios mañaneros y solo pueden ser sujetos de juicio por traición a la patria. Ni modo, a comer de su excremento sin hacer gestos.
Uno de mis libros favoritos en la Universidad fue el de Filosofía de la Ciencia de Mario Bunge. Antes de leerlo me creí que la ciencia lo era y explicaba todo; luego comprendí que la ciencia obedece y punto, no necesariamente a la verdad sino a quien paga, y supe que la verdad científica lo es hasta que una nueva explicación se impone.
Nuevamente se levantaron, en esta semana, voces de mujeres que hablan de sus derechos reproductivos al exigir aborto legal. Quiero plantear mi parecer.
De niño me impresionó hasta las lágrimas el saber que se había condenado a muerte al hombre más bueno jamás nacido y que, de su muerte, quizá yo también era –o sería-cómplice. Desde ese momento, comprender el gran misterio que encerraba tal hecho ha sido la mayor razón de mis pensamientos y afanes. Con el tiempo me pregunté si la Muerte de Cruz de Jesús realmente debía tener la connotación que se le daba pues ese hombre, el mismo día y hora, había muerto en ella con otros dos condenados con justa razón y, además, era una práctica del Imperio romano. Me lo han explicado y aun busco algo que me haga comprenderlo mejor.
Un día me pregunté sobre qué había pasado en aquel momento en que el Nazareno clamó ante su Padre por su abandono que de Él sentía y comprendí, con dolor infinito, que en ese largo instante Jesús había tomado en sí mismo todos los pecados de todas las mujeres y hombre de toda nuestra historia, incluidas las maldades y las almas de gente como Mussolini, Hitler, Stanlin, Atila, Nerón, Pinochet, El Chapo, El Mencho y tanto como ellos, incluidos los míos por pequeños que me parecieran. Comprendí que en ese instante la Salvación estaba en camino y que se logró cuando le dice a su Padre, “Hágase tu voluntad y no la mía”. ¡Vaya enseñanza y vaya entrega! Y qué simple es salvarse, encomendando nuestro espíritu a su Amor Eterno e Infinito. Si ello me hunde en pensamientos que amo, hay otro gran misterio. Qué hace a María amarnos cuando le entregamos a su hijo muerto, martirizado, sobajado, escupido, acusado de todo y nada. Yo no podría hacerlo.
LA PRESUNCIÓN DE INOCENCIA
La presunción de inocencia es un derecho humano que se defiende en las grandes democracias: “Todos somos inocentes hasta que se nos demuestre lo contrario”; sin embargo, hay inocentes que son condenados a muerte sin juicio, y sin que jamás hayan cometido acto ninguno por no haber siquiera nacido; inocentes asesinados con la mayor complacencia de jueces y magistrados, a partir de criterios seudocientíficos de médicos que nos dicen que esos no nacidos aún no son seres humanos, cuya muerte es por destrucción, desmembrándolos de cada una de las partes de sus cuerpos.
Sin juicio se les arrebata la vida para que otra persona viva sin remordimiento por una tarde de placer reproductivo. ¡Qué fácil es engañarse y engañar! ¡Qué fácil es asesinar con el apoyo del Estado mexicano!
Nos falta responsabilidad sobre nuestros actos. No niego el placer del sexo y todo lo que nos regala para nuestro bienestar emocional, pero qué tal placer no debería ser sujeto a nuestro nivel de evolución humana, o quién cree que otros males sociales y ambientales no son resultado de esa permisividad que nos damos en todo hedonismo. Pañoletas verdes regadas en plazas pretenden engañar y engañan. ¿Alguna de esas mujeres abortivas se atrevería llevar ante un juez al cuerpo mutilado del hijo que asesinó para demostrar que no hubo sufrimiento y que su felicidad fue más importante que la vida de quien fue sentenciado sin causa alguna de su parte? ¿Qué dirían los magistrados y juicios que se ufanan de sus resoluciones inhumanas de encontrarse ante esos seres que no tuvieron quién los venciera en un juicio formal que cuidara de sus vidas? ¿Qué fácil es ser estúpido e irresponsable cuando se es juez y parte y no hay temor de rendir cuentas?
La vida es un derecho, pero es, ante todo, un regalo de Dios como lo es la dignidad de la mujer. Nadie puede jugar con ninguno de ellos. El Estado mexicano debe asumir un papel de mayor trascendencia y dejar de caminar por senderos de complacencia fácil. Entendamos, una vida menos libera al Estado mexicano de atenderle y cuidarle. Nadie merece un Gobierno y Estado cobarde.
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