OPINIÓN
Las omisiones de un presidente: Un aeropuerto sin pasajeros ni aviones
Serendipity, por Benjamín Mora Gómez //
Somos atrevidos, irresponsablemente atrevidos con nuestro don más preciado: La Vida. Atentamos en contra de la naturaleza sin pensar en sus consecuencias cuando sabemos de ellas. La toma de conciencia ambiental no les va bien a todos, mientras la soberbia anti ambiental se vuelve infortunio, desdicha y adversidad y la peor maldición para millones de seres en el mundo.
Tomás Moro, el santo patrono de los políticos católicos, escribió: “Nunca deberíamos de mirar a la muerte como una cosa lejana si consideramos que, aunque ella no se da prisa por alcanzarnos, nunca cesamos nosotros de darnos prisa yendo hacia ella”. En nuestro existir, corremos hacia ella y con nosotros arrastramos todo y a todos.
López Obrador es cenutrio, estulto, sandio y aferradamente terco a sus liviandades mañaneras y delirios nocturnos. Es perverso e infame. La protervia es su esencia. Dividir es su primer impulso en cada nuevo amanecer, y cuando lo logra, se acongoja al sentirse abandonado por quienes él mismo mandó al cuerno. Piensa, siente y actúa por impulsos.
Somos millones de mexicanos a quienes no nos gusta su realidad alterna… su visión alterada de la verdad. Él nos puso lejos de su proyecto personalísimo de gobierno, de nación y de patria, y nosotros así lo preferimos. No queremos estar con él porque nuestro futuro deseado camina hacia otro rumbo. Nuestro México está en la antípoda del suyo.
En tiempo, pero aun sin terminar y ni terminales operables, inauguró su aeropuerto al que muy muy muy pocos deseamos llegar; en contraste, no hace mucho, el presidente de China, Xi Jinping inauguró el Aeropuerto Internacional Pekín-Daxing que llegará a atender a 72 millones de pasajeros al año y al que ya se puede llegar gracias a un tren de alta velocidad. Al aeropuerto Felipe Ángeles no hay manera confiable de llegar y hoy atiende a menos de 15 vuelos por día. López Obrador no está, como lo afirma, con los más pobres, sino con quienes carecen de nobleza en sus aspiraciones y las llenan de mezquindades.
La inauguración del aeropuerto me recuerda a aquel alumno a quien la maestra la preguntó: ¿Cuántos son 5 por 8?, a lo que el alumno le respondió: ¡Son 31, maestra! La maestra le corrigió, diciendo: “Son 40”. Y el alumno le dijo: “¿Qué prefiere maestra, rapidez o exactitud?” AMLO prefirió una inauguración a tiempo a un aeropuerto terminado.
En el origen era el caos. Todo era informe. Luego vino la Creación y el orden se impuso. Con la 4T, el caos volvió y lo carente de sentido, forma y rumbo se nos impuso. Hoy, a López Obrador solo le falta dar un paso para caer en el despeñadero. Ese es el peligro de su gobierno. John Kerry vino a advertirnos de ello.
Vivimos tiempos de tormentas políticas, de confusión en las prioridades nacionales en un gobierno kakistocrático de los más incompetentes, los menos calificados y los más cínicos porque al poder se le mira desde la autocomplacencia caprichosa del presidente y no desde su origen democrático: Elevar la calidad de nuestras vidas: personal, familiar, comunitaria y nacional, así como dar certeza a la inversión en educación, salud, medio ambiente, economía, cultura, industria, turismo, minería, campo, pesca, política, gobierno, etc.
Se ahorra en lo prioritario y se despilfarra en lo vano, vacío de contenido social y humano. Los planes de la 4T están cargados de nimiedades, insignificancias y futilidades. Solo para ello le alcanza el entendimiento al presidente López Obrador. Es corto de entendederas y desmedido en sus aspiraciones totalitarias.
El 11 de noviembre de 2021, emitió un acuerdo por el que instruyó a las dependencias y entidades de su gobierno a reconocer sus proyectos y obras como de interés público y seguridad nacional, así como prioritarios y estratégicos para el desarrollo nacional. En razón suyo, la infraestructura en los sectores de comunicaciones, hídrico, turístico, de vías férreas y los ferrocarriles en todas sus modalidades, se reconocen prioritarios, por lo que se les otorgará “la autorización provisional a la presentación y/u obtención de los dictámenes, permisos o licencias necesarias para iniciar los proyectos u obras […], y con ello garantizar su ejecución oportuna, el beneficio social esperado y el ejercicio de los presupuestos autorizados”, aunque estos siempre se sobrepasan.
En días recientes, Eugenio Derbez y otras personalidades de buen nombre, cuestionaron al cambio en el trazo del tramo 5 del Tren Maya, de Tulum a Cancún. Esto incendió al presidente, quien les llamó seudo ambientalistas. Achicado y mermado, el presidente miente cuando afirma que sí existen los estudios de impacto ambiental requeridos; tampoco argumenta sobre los posibles daños a la selva, cenotes y ríos subterráneos de la región. El presidente y su gobierno están en medio de un caos que crece día a día.
El presidente, iracundo, perdió la vertical política y se cabreó sin sentido con mexicanas y mexicanos preocupados por los hábitats con millones de años de existencia del sureste nacional. López Obrador, anclado en su pasado, es incapaz innovar hacia una política tête à tête. El presidente no preguntó ni indagó, simplemente nos mostró cuán irascible es y cuán rápido sus impulsos más primitivos le ganan a su inteligencia. Cree que sólo él conoce y entiende las prioridades de México.
Quizá Eugenio Derbez ni nadie de quienes le acompañaron en su reclamo sean unos avezados ambientalistas, pero ello no resta valía en sus exigencias ambientales. María Luisa Albores, secretaria de la Semarnat, debería hacer saber al presidente López Obrador sobre los alcances de destrucción del Tren Maya en su tramo 5 sobre los hábitats en la región. Ella quizá sí sepa de protección ambiental y si sabe, por dignidad y congruencia ya debió presentar su renuncia al presidente.
Una vez se me dijo: Es mejor bajarse en la siguiente estación a seguir el viaje en el tren equivocado. Nuestro problema es que la siguiente estación en este viaje gubernamental se encuentra hasta el 2024.
