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MUNDO

Latente el fantasma de una guerra mundial: OTAN vs Rusia, la guerra del cinismo como fin de la supremacía occidental

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Opinión, por Cayetano Frías Frías // 

Si al cinismo se le puede agregar el adjetivo de grotesco, en esas andan los países de la OTAN con Ucrania como su más reciente entenado y enfrentando a Rusia. Están en guerra, sacrificando a sus peones, que siempre son los más pobres de cada país, pero han dejado fuera de las hostilidades los negocios del petróleo, la venta de armamento, los diamantes y los artículos de lujo.

Aunque las guerras nunca han tenido justificación inteligente, en la que nos ocupa, la descomposición del tejido social en el mundo está putrefacto, con protagonistas que son líderes del imperio más sanguinario en la historia, y un longevo gobierno autoritario asentado en el país con la mayor extensión territorial.

Mueven también a su antojo, a los medios de comunicación tradicionales, desde los cuales difunden y reiteran las “bondades” del gobierno pro-nazi de Ucrania, encabezado por un standupero venido a más, gracias al apoyo de las organizaciones golpistas gringas, las cuales desde 1991 a 2019 le invirtieron por lo menos 10 mil millones de dólares a la instauración de la “democracia” versión occidental, de acuerdo a una investigación de FAIR, organización de vigilancia de medios.

Hace dos siglos, el economista inglés Adam Smith, postuló que no eran necesarias las armas para dominar a otros países, pues bastaba controlarlos a través del comercio. Sin embargo, no tomó en cuenta que el negocio de las armas se convertiría en el más rentable de la historia, por lo tanto, en tiempos de paz, a partir de su nacimiento como nación, Estados Unidos como el más activo y los países europeos junto con Japón e Israel, se dedicaron a inventar y provocar guerras hacia todos los puntos cardinales.

Alexis de Tocqueville también auguró a mediados del siglo XIX, que los países protagónicos y seguros rivales en el futuro, serían Estados Unidos y el entonces imperio zarista de Rusia, resaltando en ambos el factor del crecimiento demográfico acelerado, escenario de fricciones que se registró desde que concluyó la Segunda Guerra Mundial y hasta la desaparición de la Unión Soviética en la última década del Siglo XX, aunque la competencia nunca llegó al enfrentamiento militar directo.

Y en época más reciente, el escritor Eduardo Galeano precisó que “en ninguna guerra se admite que la hacen para robar”. A nivel de espectador, el secretario general de la ONU, se somete a las infamias de la OTAN: Lloriquea al pedir a Vladimir Putin que retire a sus tropas de Ucrania, pero nada dice de las más de 800 bases militares que Estados Unidos tiene en países ajenos. “Organización de las Naciones Unidas al servicio de Occidente”, debería imponerle al membrete.

Sin una sola condena o sanciones por parte de la ONU, de 1950 a 2015, las tropas de EEUU han atacado a 33 países en todas las direcciones del planeta, siete de esas agresiones, de 2003 a la fecha, con el cuento de imponer la “democracia” a punta de bombardear a la población civil, incluyendo escuelas y hospitales infantiles. Con la primera invasión armada de Rusia en este siglo, los medios de comunicación han caído en histeria extrema y descubrieron que ese país amenaza la paz del mundo, mientras los aliados de la OTAN no dejan de bombardear a la población civil en Siria, Somalia y Yemen, entre otros países.

EL CUENTO DE LA DEMOCRACIA

Lama la atención que los estrategas de esta guerra en Ucrania, sean los dirigentes de dos países con sistemas autoritarios, con economías capitalistas. En Estados Unidos, desde su independencia, nunca los ciudadanos han tenido la libertad de elegir de manera directa a su presidente de la república, pues esto corresponde a una junta de notables que pueden incluso imponer a un líder cuyo partido no haya logrado la mayoría de votos. Y en Rusia, la reelección por décadas de una misma figura, se asemeja más al porfiriato que a una ligera democracia.

Por lo tanto, serán líderes de países capitalistas quienes sepulten al sistema que hoy predomina. Y ahí es donde resalta China, el país más poblado del mundo y que basado en una economía mixta ha tenido un desempeño de desarrollo admirable, pese a la pandemia del Covid-19 que aún no termina.

Visto desde fuera, sorprende que EEUU se haya entrampado en esta aventura bélica, ya que enfrenta una crisis interna que ni siquiera le ha permitido recuperar la base de empleos que tenía antes de la pandemia. Además, soporta la deuda más pesada en el mundo, de 30.16 billones de dólares y que aumenta en 2 millones cada minuto, para que cada ciudadano tenga en su pasivo 90,665 dólares por concepto de deuda pública.

Entre agosto de 2019 y julio de 2020, registró una mortandad superior a los 3.3 millones de personas, 93 mil de ellas por sobredosis de drogas. Lo que no extraña, es el coro histérico de los medios de comunicación de EEUU, ensalzando al standupero Zelensky y demonizando a Putin, sobre todo por el bloqueo a los medios occidentales.

Solo en la industria de las armas de EU hay júbilo. Lockheed Martin tenía su acción el mes pasado en 60.30 dólares por acción y el 2 de marzo cotizaba en 450 dólares; Northop Grumman cotizaba 79.50 dólares el mes pasado y el 2 de marzo se vendía en 453.39 dólares, como ejemplo de la bonanza que solo se queda arriba mientras se matan rusos y ucranianos. En tanto, una encuesta de ABC News difundida esta semana, refleja que a Biden lo aprueba solo el 37% de los ciudadanos y lo reprueban el 55%.

EU ha bombardeado decenas de países sin pedir permiso a nadie, pero saben que ir contra Rusia no es como evaporizar aldeas con habitantes de Vietnam, bombardear hospitales de niños en Siria o asesinar periodistas indefensos en cualquier país oriental.

En clara violación al Artículo 19 de la Carta Universal de los Derechos Humanos, las aplicaciones de Facebook y Twitter bloquearon masivamente cuentas que difieren con el discurso occidental. Este sábado les devolvieron la cortesía: Rusia bloqueó el servicio de Facebook en su territorio y a Twitter lo sacó de la web y lo restringió a los aparatos móviles, además de expulsar a una docena de corresponsales que difundían información falsa en Occidente.

Del lado occidental, el ejército de Ucrania incluso agrede con armas de fuego a periodistas en la zona del Donbass, a otros les impiden realizar su trabajo por el hecho de que antes trasmitieron desde zona controlada por Rusia y en Polonia, violando todos los derechos, el gobierno encarceló a un periodista español y lo tiene en prisión preventiva acusado de espionaje.

SE ALTERA EL MAPA GEOPOLÍTICO

Desde principios de este milenio, el desarrollo acelerado de China tiene sorprendidos a los países occidentales, pues a pesar de que aún aparece EEUU como principal generador de riqueza, la proyección es que en diez años será rebasado y el epicentro del mercado mundial estará en Asia.

Las amenazas de la OTAN a Rusia, lo llevaron a firmar en menos de dos semanas sendos acuerdos de cooperación que lo vinculan a China por las próximas décadas y en un futuro cercano podrían prescindir de enviarles gas y petróleo a los europeos, en tanto fortalece sus compromisos con Pakistán e India.

Es evidente que Rusia tuvo que recurrir a las armas ante el incumplimiento y la presión de los países de la OTAN, cuyos representantes al disolverse la Unión Soviética, se comprometieron a no avanzar hacia el Este a cambio de que se permitiera la reunificación de Alemania y dejar un área libre de armas nucleares.

Putin mismo ha declarado que en una ocasión solicitó su ingreso a la OTAN, petición de la cual nunca tuvo respuesta. Por el contrario, los aliados se expandieron en las tres últimas décadas e impusieron un gobierno títere en Ucrania, con miras a un ataque militar en este 2022, según ha revelado un ex ministro de Asuntos Interiores de Rusia.

¿Qué viene? De entrada, Putin dice tener el respaldo de por lo menos 26 países para desarrollar su intercambio comercial, científico y militar. En ese grupo estarían China, Pakistán, India, Irán, Irak, Siria y de América, Venezuela y Nicaragua, con lo que se sumaría un mercado que rebasa los 3 mil 500 millones de seres humanos. De manera natural, sería China el país con mayor poderío, tanto en lo económico como en lo militar, con proyecciones a superar en muy corto plazo su influencia en más de la mitad de la población mundial.

Por su parte, los aliados de EEUU ya se metieron en graves problemas, tan solo el galón de gasolina está arriba de 5 dólares. Al 27 de febrero el gas doméstico había elevado su precio en un 80%, todos los productos y servicios son más caros en Europa, Suecia en el colmo de la locura abandona su tradición pacifista al enviar armamento a Ukrania y el resto de los países invierten en una guerra que parece no les dejará los dividendos de saqueo a los que están acostumbrados.

Para colmo, queda latente el fantasma de una guerra nuclear, en la cual los participantes y los que no, vamos a ser víctimas si se hace realidad. Contra las nubes y vapores de esas radiaciones no existen fronteras ni muros que puedan frenarlos.

Solo esperemos, como dijo a mediados del siglo pasado un congresista inglés, no exista un idiota con poder que apriete el botón.

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El nacionalismo de Donald Trump: ¿Una solución o un riesgo?

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Opinión, por Samantha Contreras Guerrero //

La victoria de Donald Trump, basada en un mensaje de fuerte nacionalismo, marca un cambio que impactará tanto a Estados Unidos como al resto del mundo. Sus promesas de traer empleos de vuelta y proteger la economía estadounidense responden al descontento de muchos de sus votantes.

Su idea de “América Primero” busca hacer que Estados Unidos sea más independiente y fuerte, pero en un mundo tan conectado, esta visión enfrenta muchos retos y posibles problemas.

Para los estadounidenses, en un mercado donde casi todo se produce a través de cadenas internacionales, enfocarse en lo nacional podría hacer que los precios aumenten y haya menos opciones para los consumidores. Este tipo de enfoque proteccionista no solo implica costos altos para las empresas, sino que podría dar una falsa idea de seguridad económica, ya que el crecimiento estaría limitado solo al mercado interno, dejando de lado oportunidades con otros países.

En el ámbito internacional, el enfoque nacionalista de Estados Unidos genera preocupación entre sus aliados. Países como México, que dependen en gran medida del comercio y la inversión estadounidense, ven en riesgo la posibilidad de mantener relaciones estables e igualitarias.

El decremento en sectores como el nearshoring —donde América Latina ha visto una oportunidad de crecimiento— podrían ser afectados con este tipo de políticas. Además, al alejarse de acuerdos internacionales, Estados Unidos podría debilitar el sistema de cooperación global, necesario para enfrentar problemas complejos como el conflicto en Oriente Medio o la crisis climática.

La gran pregunta es si este regreso al proteccionismo es una solución real a los problemas económicos actuales. La inflación y la desigualdad están en aumento en todo el mundo, y Estados Unidos no es la excepción. En lugar de cerrarse, podría beneficiarse de una política que tome en cuenta las necesidades de todos sus sectores, buscando reducir las diferencias internas como la acumulación de riquezas, sin renunciar a los beneficios del comercio global.

El nacionalismo de Trump es una reacción a los problemas de un sistema económico que ha dejado atrás a muchas personas en Estados Unidos. Sin embargo, en un mundo hiperconectado, el aislamiento no puede evitar generar preocupación. Aunque la intención de proteger a los ciudadanos es válida, esta ideología corre el riesgo de afectar a largo plazo a aquellos mismos sectores que busca ayudar, reduciendo la capacidad de Estados Unidos para influir y crecer en la economía global.

E-mail: samcg2002@gmail.com

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Querámoslo o no, Donald Trump ha vuelto

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Desde los campos del poder, por Benjamín Mora Gómez //

Lo recuerdo, era mi cumpleaños 20 y también domingo, y corría el año de 1973, y mi padre me regalaba “El Gran Gatsby”, la muy apasionante novela de F. Scott Fitzgerald, dos de sus ejes contenidos me cautivaron: La alienación y el impulso de Jay Gatsby por sentirse aceptado por una alta sociedad segregante, aun y a pesar de ser inmensamente rico, realidad que quizá se expresa más claramente en una frase de la obra: “La vida es una lucha de apariencias, una lucha de lograr y de tener más de lo que uno merece”.

Donald Trump es un claro ejemplo, muy actual y presente en el mundo, de la fuerza del impulso de tenerlo todo: Poder económico y poder político. Donal Trump está entre los hombres más ricos de Estados Unidos, y fue el 45º y será el 47º presidente de aquella nación.

Donald, quien perdió en 2020 ante Joe Biden al buscar reelegirse como presidente de Estados Unidos, cuatro años después descarriló a Biden en su también anhelada reelección, obligándolo a abandonar la carrera presidencial, y derrotó ampliamente a Kamala Harris, la relevo en el Partido Demócrata.

Donald Trump ha vuelto al poder más fuerte de lo jamás imaginado para cumplir con sus planes de preeminencia y grandeza norteamericana e imponer su visión conservadora de Estados Unidos ante sí mismo y ante el mundo. Trump es un hombre transparente; jamás deja nada a la imaginación y dudas de sus seguidores y detractores. Así, por ejemplo, para él, la Teoría de Género tiene los días contados en EEUU y sus promotores sabrán que tienen ante sí a su peor pesadilla.

El presidente Donald Trump, a partir del 20 de enero próximo, actuará con todo el poder para poner orden en su frontera con México en dos temas fundamentales, las acciones de los cárteles de la droga, declarándolos terroristas, y el tráfico humano, ambos vistos como gravísimas omisiones del expresidente Andrés Manuel López Obrador. Marco Rubio, próximo secretario de Estado norteamericano, lo ha acusado públicamente, y nos lo recordará todos los días. Rubio es de palabra dura y mano aún más dura. Para Trump y Rubio los narcotraficantes son terroristas y los perseguirá con toda la fuerza del Estado norteamericano.

La esperanza nunca debería sustentarse en la venganza. No entiendo a quiénes cifran la satisfacción de su venganza hacia López Obrador en Marco Rubio. Sea cual fuere el resultado de la dureza del nuevo secretario de Estado norteamericano, es mi deseo que México vuelva, de mutuo propio, al orden y la paz, y que el gobierno y el congreso mexicanos no nos convoquen a rasgarnos las vestiduras ante las exigencias norteamericanas. Son justas.

En México, muchos de quienes estaban a favor de Kamala Harris, hoy se muestran muy a favor de Donald Trump. Su nacionalismo se mantiene muy firme; sin embargo, aceptan que ya es tiempo de poner en orden las cosas en México pues el estado mexicano, sin duda, está doblegado y resquebrajado ante los cárteles de la droga. Claudia Sheinbaum no ha demostrado estar dispuesta a cumplir a cabalidad con su mandato presidencial en materia de seguridad a pesar de los buenos oficios de Omar García Harfuch pues, peor, no desea tomar el mando que aun detenta López Obrador.

Sheinbaum deberá entender que solo tiene de dos sopas, o se arma de valor ante los cárteles y los traficantes de gente y los combate con toda la fuerza del Estado mexicano, o los gringos cumplirán con esa su obligación constitucional, interviniendo aun en nuestro territorio. Que de nada le valdrán las bravatas de Marcelo Ebrard en materia económica ante los gobiernos norteamericano y canadiense.

Que esto nos es pleito entre escolapios en donde uno echará al otro a su padre que es bombero y lo mojará con su manguera, y el otro a su padre que es policía y lo llevará a la cárcel. Que en cosas de gobierno se actúa conforme a la ley y se cumple con los tratados internacionales. Que Naciones Unidas tiene un centro en contra del terrorismo que a México obliga.

Un adelanto de la presión internacional que el gobierno de México enfrentará en los años próximos ya lo recibimos en esta semana. La calificadora Moody’s cambió de estable a negativa la perspectiva económica de México por el debilitamiento de nuestro Estado de derecho por la reforma judicial y el deteriorado entorno institucional gubernamental, el esperado aumento en el costo de la deuda internacional de México y la mayor rigidez del gasto público, que podrían socavar nuestros resultados fiscales y económicos.

Tanto Moody’s, como los principales analistas de los futuros económicos en el mundo, coinciden en calificar como de muy alto riesgo la reciente reforma aprobada por Morena, PT y Verde al Poder Judicial. Sheinbaum, obedeciendo a López Obrador, ha decidido alterar los controles y equilibrios del poder político y económico en México, y eso se le, se nos, cobrará muy caro.

Quiero invitarte a pensar en que Trump no está para salvarnos, ni Rubio para vengarnos. Ellos tienen sus tareas más allá del Rio Bravo. De este lado, todo depende de nosotros. Vamos, ni Sheinbaum hará nada para salvarnos; a ella solo le interesa obedecer a López.

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En riesgo la hegemonía estadounidense: El retorno de Donald Trump; retos económicos y sociales

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Actualidad, por Alberto Gómez R. //

En los últimos cuatro años, la economía y la cohesión social de Estados Unidos han enfrentado un deterioro significativo, marcando uno de los periodos más complicados en su historia reciente.

La administración de Joe Biden, aunque intentó implementar políticas para estimular la recuperación tras la pandemia de COVID-19, dejó profundas brechas económicas y sociales que ahora desafían al presidente electo Donald Trump. Con un escenario global en transformación y un entorno interno polarizado, Estados Unidos se encuentra en un momento crítico de redefinición de su papel como potencia mundial.

LA ECONOMÍA BAJO LA ADMINISTRACIÓN DE BIDEN

La inflación se convirtió en uno de los mayores retos durante la administración Biden. La epidemia de Covid-19 dejó tras de sí trastornos económicos; en junio de 2022, la inflación alcanzó un pico histórico del 9.1%, las tasas más altas que los estadounidenses han experimentado en 40 años, según la Oficina de Estadísticas Laborales (BLS) lo que, por supuesto, en la práctica suponía un recorte salarial. La explosión del gasto militar para apoyar las guerras en Ucrania y Gaza también ha alimentado la inflación.

Como resultado, el nivel de vida de las y los trabajadores estadounidenses ha disminuido bajo la administración Biden, mientras que el auge del mercado de valores ha ayudado a las y los estadounidenses más ricos a hacerlo bastante bien. Este fenómeno, impulsado por interrupciones en las cadenas de suministro globales, estímulos fiscales masivos y el aumento de los precios de la energía, erosionó el poder adquisitivo de las familias estadounidenses. Aunque las medidas de la Reserva Federal lograron reducir la inflación a un 3.7% al cierre de 2024, esta cifra seguía por encima del objetivo del 2%, lo que refleja un entorno económico aún frágil.

El aumento del costo de vida se manifestó en productos esenciales. Según la Administración de Información Energética (EIA), el precio promedio de la gasolina aumentó un 40% entre 2020 y 2024. Asimismo, los alimentos básicos experimentaron un incremento promedio del 25%, afectando especialmente a las familias de ingresos medios y bajos. Esta situación exacerbó la desigualdad, ya que los salarios reales apenas crecieron un 3% durante el mismo periodo, según el Economic Policy Institute.

DÉFICIT FISCAL Y DEUDA PÚBLICA

El déficit fiscal alcanzó los $1.7 billones en 2024, mientras que la deuda pública superó los $36 billones, según la Oficina de Presupuesto del Congreso (CBO), un incremento alarmante respecto a los $27 billones reportados al inicio de la administración Biden. Este nivel de endeudamiento, alimentado por programas de estímulo económico y políticas de infraestructura, limita la capacidad del gobierno para responder a futuras crisis económicas. Además, el creciente costo del servicio de la deuda, derivado del aumento de las tasas de interés, se ha convertido en una carga significativa para el presupuesto federal.

La brecha económica continuó ampliándose durante la administración Biden. El 1% más rico de la población concentró el 38% de la riqueza total en 2023, mientras que los sectores más vulnerables enfrentaron mayores dificultades para acceder a empleos estables, y apenas aumentaron un 4% en términos reales, según un informe de la Oficina del Censo. Según el Departamento de Trabajo, el empleo precario representó el 30% de los nuevos puestos creados entre 2020 y 2024, con un aumento notable en los contratos temporales y trabajos a tiempo parcial. Esto ha exacerbado la pobreza en comunidades vulnerables, con un índice de pobreza que aumentó del 11.4% en 2020 al 14.7% en 2024.

En 2016, Hillary Clinton demostró su desprecio por los partidarios de Trump, entonces abrumadoramente blancos, etiquetándolos como “los deplorables”, en lugar de tratar de reconocer la fuente de su ira: la gran desigualdad en el statu quo económico. Ocho años después, con un apoyo a Trump mayor en prácticamente todos los grupos demográficos, es imposible ignorar la desesperación económica que alejó del Partido Demócrata a las y los electores, cuando Biden seguía presumiendo de que la economía estadounidense durante su mandato es “la más fuerte del mundo”.

FACTORES SOCIALES: POLARIZACIÓN Y RADICALIZACIÓN

La polarización política se ha intensificado, dando lugar a movimientos separatistas que, aunque minoritarios, representan una amenaza para la unidad del país. Uno de los fenómenos más alarmantes es el resurgimiento de movimientos secesionistas en estados como Texas y California.

Líderes locales y organizaciones políticas han planteado referendos para separarse de la unión federal, alegando incompatibilidades políticas y económicas. Aunque estos movimientos no tienen un apoyo mayoritario, su existencia refleja una fragmentación preocupante en la unidad nacional. Grupos como «Texit», que abogan por la independencia de Texas, han ganado tracción en sectores conservadores descontentos con las políticas federales. Estas iniciativas reflejan el creciente desencanto con el sistema político.

La radicalización ideológica también se ha intensificado. Los crímenes de odio aumentaron un 18% entre 2020 y 2024, según el FBI, afectando principalmente a comunidades afroamericanas, asiáticas, judías y musulmanas. Este aumento está vinculado al resurgimiento de grupos extremistas y al uso de las redes sociales como plataformas para propagar discursos de odio.

RETOS ECONÓMICOS Y SOCIALES

Con la reelección de Donald Trump, Estados Unidos se adentra en un periodo de grandes desafíos. Su promesa de «recuperar la grandeza estadounidense» enfrenta múltiples obstáculos, tanto internos como externos.

Trump ha anunciado un ambicioso plan para reindustrializar Estados Unidos y reducir la dependencia de las cadenas de suministro globales. Sin embargo, implementar esta estrategia requerirá superar barreras como la resistencia de aliados comerciales y la necesidad de inversiones masivas en infraestructura. También deberá manejar las tensiones con China, el principal socio comercial de Estados Unidos, en un momento en que las relaciones bilaterales están en su punto más bajo en décadas.

El presidente electo ha prometido recortes de impuestos para estimular el crecimiento económico, pero esta medida podría agravar el déficit fiscal si no se acompaña de reducciones en el gasto público. Además, la capacidad de implementar estas políticas dependerá de su habilidad para negociar con un Congreso dividido, donde los demócratas probablemente resistirán cualquier iniciativa que reduzca programas sociales.

El enfoque de Trump en políticas ultraderechistas, incluida la restricción de la inmigración y la eliminación de regulaciones ambientales, podría generar más divisiones. Aunque estas medidas cuentan con el apoyo de su base electoral, enfrentan la oposición de sectores progresistas y moderados, lo que podría derivar en mayores tensiones sociales.

EL FIN DE LA HEGEMONÍA ESTADOUNIDENSE

El bloque BRICS+ ha emergido como un desafío significativo para la hegemonía estadounidense. Con la inclusión de nuevos miembros como Arabia Saudita, este grupo busca crear un sistema financiero alternativo que reduzca la dependencia del dólar. Según el Banco Mundial, el comercio intrabloque creció un 15% anual durante los últimos cuatro años, fortaleciendo su influencia económica y política.

El dólar, pilar del sistema financiero internacional, está perdiendo su posición dominante. Según el Fondo Monetario Internacional (FMI), la proporción de reservas globales en dólares cayó del 61% en 2020 al 55% en 2024. Este descenso refleja una creciente diversificación hacia monedas como el yuan chino y el euro, impulsada por iniciativas del BRICS+ y otros bloques emergentes.

En el ámbito militar y geopolítico, Estados Unidos enfrenta el ascenso de China como potencia dominante en el Pacífico y la reactivación de Rusia en Europa del Este. Además, la influencia de potencias regionales como Irán y Arabia Saudita en el Medio Oriente limita la capacidad de Estados Unidos para mantener su dominio en esta región estratégica.

El futuro socioeconómico de Estados Unidos dependerá en gran medida de la capacidad de la administración Trump para manejar una economía debilitada, una deuda insostenible y una sociedad fracturada. La reconciliación política y la creación de un camino inclusivo para el desarrollo serán cruciales para evitar una crisis prolongada.

Aunque Trump tiene un historial de promover el crecimiento económico, los riesgos asociados con su estilo confrontacional y sus políticas divisivas no pueden ser ignorados. El equilibrio entre reformar el status quo y evitar una mayor radicalización será la prueba definitiva para su liderazgo.

Estados Unidos enfrenta uno de los periodos más complejos de su historia contemporánea. La administración Biden dejó un legado de desafíos económicos y sociales que el presidente electo Donald Trump deberá abordar en un contexto de polarización interna y competencia internacional.

El éxito o fracaso de las políticas de Trump determinará no solo el rumbo de Estados Unidos, sino también el equilibrio de poder en el mundo. Sin embargo, para superar estos retos, será necesario un liderazgo que trascienda la retórica divisiva y busque soluciones inclusivas y sostenibles. En un mundo cada vez más multipolar, el destino de Estados Unidos dependerá de su capacidad para adaptarse a las nuevas realidades globales sin perder de vista los principios democráticos y la cohesión interna que alguna vez lo definieron como nación.

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