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MUNDO

Latente el fantasma de una guerra mundial: OTAN vs Rusia, la guerra del cinismo como fin de la supremacía occidental

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Opinión, por Cayetano Frías Frías // 

Si al cinismo se le puede agregar el adjetivo de grotesco, en esas andan los países de la OTAN con Ucrania como su más reciente entenado y enfrentando a Rusia. Están en guerra, sacrificando a sus peones, que siempre son los más pobres de cada país, pero han dejado fuera de las hostilidades los negocios del petróleo, la venta de armamento, los diamantes y los artículos de lujo.

Aunque las guerras nunca han tenido justificación inteligente, en la que nos ocupa, la descomposición del tejido social en el mundo está putrefacto, con protagonistas que son líderes del imperio más sanguinario en la historia, y un longevo gobierno autoritario asentado en el país con la mayor extensión territorial.

Mueven también a su antojo, a los medios de comunicación tradicionales, desde los cuales difunden y reiteran las “bondades” del gobierno pro-nazi de Ucrania, encabezado por un standupero venido a más, gracias al apoyo de las organizaciones golpistas gringas, las cuales desde 1991 a 2019 le invirtieron por lo menos 10 mil millones de dólares a la instauración de la “democracia” versión occidental, de acuerdo a una investigación de FAIR, organización de vigilancia de medios.

Hace dos siglos, el economista inglés Adam Smith, postuló que no eran necesarias las armas para dominar a otros países, pues bastaba controlarlos a través del comercio. Sin embargo, no tomó en cuenta que el negocio de las armas se convertiría en el más rentable de la historia, por lo tanto, en tiempos de paz, a partir de su nacimiento como nación, Estados Unidos como el más activo y los países europeos junto con Japón e Israel, se dedicaron a inventar y provocar guerras hacia todos los puntos cardinales.

Alexis de Tocqueville también auguró a mediados del siglo XIX, que los países protagónicos y seguros rivales en el futuro, serían Estados Unidos y el entonces imperio zarista de Rusia, resaltando en ambos el factor del crecimiento demográfico acelerado, escenario de fricciones que se registró desde que concluyó la Segunda Guerra Mundial y hasta la desaparición de la Unión Soviética en la última década del Siglo XX, aunque la competencia nunca llegó al enfrentamiento militar directo.

Y en época más reciente, el escritor Eduardo Galeano precisó que “en ninguna guerra se admite que la hacen para robar”. A nivel de espectador, el secretario general de la ONU, se somete a las infamias de la OTAN: Lloriquea al pedir a Vladimir Putin que retire a sus tropas de Ucrania, pero nada dice de las más de 800 bases militares que Estados Unidos tiene en países ajenos. “Organización de las Naciones Unidas al servicio de Occidente”, debería imponerle al membrete.

Sin una sola condena o sanciones por parte de la ONU, de 1950 a 2015, las tropas de EEUU han atacado a 33 países en todas las direcciones del planeta, siete de esas agresiones, de 2003 a la fecha, con el cuento de imponer la “democracia” a punta de bombardear a la población civil, incluyendo escuelas y hospitales infantiles. Con la primera invasión armada de Rusia en este siglo, los medios de comunicación han caído en histeria extrema y descubrieron que ese país amenaza la paz del mundo, mientras los aliados de la OTAN no dejan de bombardear a la población civil en Siria, Somalia y Yemen, entre otros países.

EL CUENTO DE LA DEMOCRACIA

Lama la atención que los estrategas de esta guerra en Ucrania, sean los dirigentes de dos países con sistemas autoritarios, con economías capitalistas. En Estados Unidos, desde su independencia, nunca los ciudadanos han tenido la libertad de elegir de manera directa a su presidente de la república, pues esto corresponde a una junta de notables que pueden incluso imponer a un líder cuyo partido no haya logrado la mayoría de votos. Y en Rusia, la reelección por décadas de una misma figura, se asemeja más al porfiriato que a una ligera democracia.

Por lo tanto, serán líderes de países capitalistas quienes sepulten al sistema que hoy predomina. Y ahí es donde resalta China, el país más poblado del mundo y que basado en una economía mixta ha tenido un desempeño de desarrollo admirable, pese a la pandemia del Covid-19 que aún no termina.

Visto desde fuera, sorprende que EEUU se haya entrampado en esta aventura bélica, ya que enfrenta una crisis interna que ni siquiera le ha permitido recuperar la base de empleos que tenía antes de la pandemia. Además, soporta la deuda más pesada en el mundo, de 30.16 billones de dólares y que aumenta en 2 millones cada minuto, para que cada ciudadano tenga en su pasivo 90,665 dólares por concepto de deuda pública.

Entre agosto de 2019 y julio de 2020, registró una mortandad superior a los 3.3 millones de personas, 93 mil de ellas por sobredosis de drogas. Lo que no extraña, es el coro histérico de los medios de comunicación de EEUU, ensalzando al standupero Zelensky y demonizando a Putin, sobre todo por el bloqueo a los medios occidentales.

Solo en la industria de las armas de EU hay júbilo. Lockheed Martin tenía su acción el mes pasado en 60.30 dólares por acción y el 2 de marzo cotizaba en 450 dólares; Northop Grumman cotizaba 79.50 dólares el mes pasado y el 2 de marzo se vendía en 453.39 dólares, como ejemplo de la bonanza que solo se queda arriba mientras se matan rusos y ucranianos. En tanto, una encuesta de ABC News difundida esta semana, refleja que a Biden lo aprueba solo el 37% de los ciudadanos y lo reprueban el 55%.

EU ha bombardeado decenas de países sin pedir permiso a nadie, pero saben que ir contra Rusia no es como evaporizar aldeas con habitantes de Vietnam, bombardear hospitales de niños en Siria o asesinar periodistas indefensos en cualquier país oriental.

En clara violación al Artículo 19 de la Carta Universal de los Derechos Humanos, las aplicaciones de Facebook y Twitter bloquearon masivamente cuentas que difieren con el discurso occidental. Este sábado les devolvieron la cortesía: Rusia bloqueó el servicio de Facebook en su territorio y a Twitter lo sacó de la web y lo restringió a los aparatos móviles, además de expulsar a una docena de corresponsales que difundían información falsa en Occidente.

Del lado occidental, el ejército de Ucrania incluso agrede con armas de fuego a periodistas en la zona del Donbass, a otros les impiden realizar su trabajo por el hecho de que antes trasmitieron desde zona controlada por Rusia y en Polonia, violando todos los derechos, el gobierno encarceló a un periodista español y lo tiene en prisión preventiva acusado de espionaje.

SE ALTERA EL MAPA GEOPOLÍTICO

Desde principios de este milenio, el desarrollo acelerado de China tiene sorprendidos a los países occidentales, pues a pesar de que aún aparece EEUU como principal generador de riqueza, la proyección es que en diez años será rebasado y el epicentro del mercado mundial estará en Asia.

Las amenazas de la OTAN a Rusia, lo llevaron a firmar en menos de dos semanas sendos acuerdos de cooperación que lo vinculan a China por las próximas décadas y en un futuro cercano podrían prescindir de enviarles gas y petróleo a los europeos, en tanto fortalece sus compromisos con Pakistán e India.

Es evidente que Rusia tuvo que recurrir a las armas ante el incumplimiento y la presión de los países de la OTAN, cuyos representantes al disolverse la Unión Soviética, se comprometieron a no avanzar hacia el Este a cambio de que se permitiera la reunificación de Alemania y dejar un área libre de armas nucleares.

Putin mismo ha declarado que en una ocasión solicitó su ingreso a la OTAN, petición de la cual nunca tuvo respuesta. Por el contrario, los aliados se expandieron en las tres últimas décadas e impusieron un gobierno títere en Ucrania, con miras a un ataque militar en este 2022, según ha revelado un ex ministro de Asuntos Interiores de Rusia.

¿Qué viene? De entrada, Putin dice tener el respaldo de por lo menos 26 países para desarrollar su intercambio comercial, científico y militar. En ese grupo estarían China, Pakistán, India, Irán, Irak, Siria y de América, Venezuela y Nicaragua, con lo que se sumaría un mercado que rebasa los 3 mil 500 millones de seres humanos. De manera natural, sería China el país con mayor poderío, tanto en lo económico como en lo militar, con proyecciones a superar en muy corto plazo su influencia en más de la mitad de la población mundial.

Por su parte, los aliados de EEUU ya se metieron en graves problemas, tan solo el galón de gasolina está arriba de 5 dólares. Al 27 de febrero el gas doméstico había elevado su precio en un 80%, todos los productos y servicios son más caros en Europa, Suecia en el colmo de la locura abandona su tradición pacifista al enviar armamento a Ukrania y el resto de los países invierten en una guerra que parece no les dejará los dividendos de saqueo a los que están acostumbrados.

Para colmo, queda latente el fantasma de una guerra nuclear, en la cual los participantes y los que no, vamos a ser víctimas si se hace realidad. Contra las nubes y vapores de esas radiaciones no existen fronteras ni muros que puedan frenarlos.

Solo esperemos, como dijo a mediados del siglo pasado un congresista inglés, no exista un idiota con poder que apriete el botón.

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Nominar a Trump, la devaluación del Premio Nobel de la Paz

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Los Juegos del Poder, por Gabriel Ibarra Bourjac //

¿Hay similitudes entre Donald Trump, la Madre Teresa y Nelson Mandela?

La pregunta, lanzada con sarcasmo por un colega, apuntaba a la reciente nominación de Trump al Premio Nobel de la Paz. La respuesta: Trump podría unirse a este selecto grupo.

La idea me dejó atónito. ¿Ha caído tan bajo la credibilidad de este galardón como para premiar a un líder cuya retórica se nutre de confrontación, cuya política persigue a migrantes y carece de un ápice de humanismo?

Hoy martes este debate resuena mientras el mundo observa el conflicto Israel-Irán, donde la autoproclamación de Trump como nominado expone las tensiones geopolíticas y mediáticas.

La nominación, promovida por congresistas republicanos como Buddy Carter y respaldada por Pakistán, parece más un ejercicio de autopromoción que un reconocimiento genuino.

En redes sociales, como X, las reacciones son polarizadas: partidarios de Trump celebran el “logro” con hashtags como #TrumpForPeace, mientras críticos lo tildan de “cínico” y “absurdo”, citando su historial belicista.

Trump prometió evitar “guerras eternas” tras su victoria en 2024, pero autorizó ataques a instalaciones nucleares iraníes el pasado sábado, usando B-2 y misiles Tomahawk. Este acto contradice su discurso, y el supuesto “acuerdo de alto el fuego” con Irán, presentado como mérito, ya muestra fisuras, según posts en X que reportan nuevos enfrentamientos.

La nominación parece un intento de blanquear su imagen tras decisiones controvertidas.

El Nobel de la Paz, históricamente un bastión de humanitarismo, ha perdido brillo. La entrega a Barack Obama en 2009, sin resultados concretos en paz, marcó un precedente de devaluación. Nominar a Trump, conocido por su retórica agresiva y políticas antiinmigrantes, refuerza la idea de que el premio se ha convertido en una herramienta de legitimación política. En X, usuarios ironizan: “¿El Nobel para Trump? ¡Solo falta nominar a Kim Jong-un por sus sonrisas!”.

Esta percepción se agrava por el contexto: el ataque a Irán, justificado por la supuesta inminencia de una bomba nuclear, evoca el engaño de Irak en 2003 bajo Bush, cuestionando la transparencia de EEUU.

Los méritos alegados incluyen el “acuerdo de alto el fuego” y su giro diplomático con Corea del Norte en 2018-2019, aunque este último colapsó. Sin embargo, su intervención en Irán, alineada con Israel, sugiere una agenda de poder más que de paz. En redes, analistas como

@GeoPoliticaMX destaca que la nominación coincide con la presión de Trump para reafirmar la hegemonía estadounidense ante China y Rusia, aliados cautelosos de Irán.

La posibilidad de que Donald Trump reciba el Premio Nobel de la Paz, pese a su retórica de combate y confrontación, plantea un dilema ético y simbólico que erosiona la esencia del galardón. Este escenario no solo reflejaría una devaluación histórica del premio, sino que legitimaría una narrativa donde el poder y la autopromoción prevalecen sobre los principios humanitarios que han definido a figuras como Mandela o la Madre Teresa.

Si el Nobel cae en manos de un líder cuya trayectoria contradice la paz, el desafío será redescubrir su propósito original, promoviendo un diálogo global que priorice la humanidad sobre la hegemonía. Solo así se podrá contrarrestar la ironía de un mundo al revés, donde la confrontación se corona como virtud.

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Sensacionalismo mediático: Alimentando el miedo a una Tercera Guerra Mundial

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Los Juegos del Poder, por Gabriel Ibarra Bourjac //

El sábado pasado, el mundo despertó con la noticia de que Estados Unidos bombardeó instalaciones nucleares cerca de Teherán, utilizando bombarderos furtivos B-2, bombas antibúnker GBU-57 y misiles Tomahawk lanzados desde submarinos y destructores.

Este ataque a tres puntos estratégicos intensificó la tensión global en un contexto ya marcado por la incertidumbre del gobierno de Donald Trump. Sus políticas, desde aranceles arbitrarios hasta conflictos comerciales con aliados como México y Canadá, han generado inestabilidad, amplificada por medios sensacionalistas que, a través de redes sociales, alimentan el miedo a una tercera guerra mundial entre audiencias influenciables.

El conflicto comenzó con ataques israelíes contra Irán, basados en la supuesta inminencia de una bomba nuclear iraní. Irán respondió impactando misiles en el complejo militar Kirya en Tel Aviv, exponiendo la vulnerabilidad del sistema defensivo israelí, incluida su Cúpula de Hierro.

Trump, alineándose con Israel, decidió intervenir sin pruebas claras que justifiquen la acción, evocando el precedente de George W. Bush, quien en 2003 invadió Irak con falsas acusaciones sobre armas de destrucción masiva. Esta repetición de tácticas imperiales para preservar la hegemonía estadounidense genera escepticismo global. ¿Quién confía en Trump, cuya facilidad para distorsionar la verdad es bien conocida?

Tras ganar las elecciones en noviembre de 2024, Trump prometió evitar “guerras eternas”, pero su retórica belicosa, incluyendo amenazas contra el líder supremo iraní Ali Khamenei, contradice esa postura. Su decisión arriesga un conflicto de consecuencias impredecibles, especialmente si Irán contraataca bases estadounidenses en la región.

Los medios sensacionalistas, amplificados por plataformas digitales, convierten esta crisis en un espectáculo de paranoia, presentando el conflicto como el preludio de una guerra global. Sin embargo, un análisis racional sugiere que las condiciones para una escalada de esa magnitud son limitadas, particularmente por la postura de China y Rusia, aliados históricos de Irán.

CHINA: CAUTELA ESTRATÉGICA
China ha optado por posicionarse como mediador, proyectando una imagen de actor responsable en la escena global. Los aviones chinos detectados rumbo a Irán probablemente buscaban evacuar personal, no brindar apoyo militar. Una guerra prolongada elevaría los precios del petróleo, afectando la economía china, que depende de la estabilidad energética.

Pekín podría recurrir a presión diplomática o sanciones económicas contra Estados Unidos, pero una intervención militar es improbable, dado el riesgo de desestabilizar sus relaciones con Occidente. Los medios sensacionalistas, sin embargo, exageran el rol de China, generando temor infundado entre quienes consumen titulares alarmistas sin cuestionarlos.

RUSIA: OPORTUNISMO LIMITADO
Rusia, enfrascada en su conflicto con Ucrania, ve en la crisis una oportunidad para distraer a EEUU y debilitar su apoyo a Kiev. Sin embargo, su respaldo a Irán ha sido mínimo, sin evidencia de asistencia militar directa. Moscú podría negociar beneficios, como alivio en sanciones por Ucrania, a cambio de mantenerse al margen. Aunque podría ofrecer inteligencia o logística a Irán si el conflicto escala, una intervención activa es poco probable.

Los titulares que predicen una coalición Rusia-Irán son exageraciones mediáticas que alimentan la paranoia de una guerra global, ignorando los cálculos estratégicos de Moscú.

FACTORES QUE LIMITAN LA ESCALADA
Irán ha advertido que la intervención de EE. UU. podría desencadenar una “guerra total”, pero su capacidad militar está mermada tras los ataques israelíes a sus defensas aéreas y sitios nucleares. China y Rusia priorizan su estabilidad interna y económica, evitando un enfrentamiento directo con EE. UU. e Israel. Ambos países podrían buscar influencia mediante soluciones diplomáticas, no militares. Los medios sensacionalistas, sin embargo, capitalizan el miedo, magnificando la amenaza y omitiendo el contexto geopolítico que desinfla la narrativa de una guerra mundial inminente.

IMPLICACIONES PARA MÉXICO
Para México, el conflicto tiene repercusiones económicas y políticas significativas. Un aumento en los precios del petróleo por la guerra beneficiaría temporalmente a Pemex, pero elevaría los costos de combustibles, impactando la inflación y el bienestar de los mexicanos. Además, la presión de EEUU para alinear a México en su agenda podría complicar la política de no intervención del país, un principio histórico de su diplomacia.

La intervención de Estados Unidos en Irán es un movimiento arriesgado de Trump para reafirmar la hegemonía estadounidense, sin evidencia sólida que lo respalde. Los medios sensacionalistas, amplificados por redes sociales, convierten esta crisis en un espectáculo de miedo, exagerando las probabilidades de una tercera guerra mundial y generando paranoia entre audiencias poco críticas.

China y Rusia, con posturas cautelosas, difícilmente escalarán militarmente, optando por maniobras diplomáticas para proteger sus intereses. En México, el conflicto amenaza con impactos económicos y diplomáticos, lo que exige un periodismo responsable que desmantele el alarmismo y fomente un análisis racional.

La ciudadanía merece información veraz, no narrativas que lucren con el temor.

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CARTÓN POLÍTICO

El verdadero significado de «MAGA»

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