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OPINIÓN

Los caminos y los cambios de Andrés Manuel: De la honestidad valiente a me vale la honestidad

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Comuna México, por Benjamín Mora //

Desde la visión del evolucionismo social de Johan Galtung (psicólogo), el conflicto interpersonal y comunitario ha estado presente en nuestras relaciones desde el inició de la humanidad. El conflicto no es, nos explica, un fin, sino un medio necesario para el entendimiento de las personas y el logro de la paz.

Hoy, los mexicanos nos encontramos en medio de un conflicto que parece agudizarse sin miras a un entendimiento. Para Andrés Manuel López Obrador, por haber ganado la presidencia con una mayoría indiscutible de votos, “chairos y fifís” deberíamos renunciar a lo que pensamos, sentimos e interpretamos de la realidad, y con ello, a nuestros proyectos de vida personal, de familia, de trabajo y de empresa, para unirnos a su plan personalísimo de nación.

Buda ha dicho: “El conflicto no es entre el bien y el mal, sino entre el conocimiento y la ignorancia” y las ignorancias del Presidente son amplias y profundas. Dos dinámicas del conflicto parecen no caber en la esencia de López Obrador: la trascendencia y la transformación. Por la primera nos permitimos entender que el conflicto jamás es un suceso individual, sino que engloba a otros participantes, con derecho a definir su solución, y por la segunda, la estrategia acepta las perspectivas ajenas.

En el mundo de López Obrador con hay posibilidad para la empatía, es decir, para comprender las actitudes de los otros, de los diferentes a él; asimismo, tampoco hay posibilidades para gestionar comportamientos de conciliación con quienes –a decir suyo-son la causa de todos los males desde pasado, ni cabe, por último, la creatividad para resolver las contradicciones. En su entender egocéntrico, “de los arrepentidos es el reino de su 4T” y por ellos se les perdonan todas las culpas pasadas.

Los conflictos sociales de justicia y bienestar de México, aceptémoslo, no los creó López Obrador; sin embargo, tenemos que entenderlo, la esencia del tabasqueño Andrés Manuel López Obrador es heterotransformadora, es decir, es una persona que busca la transformación del otro desde la imposición y no es capaz de comprender y aceptar que obedecer sin chistar o imponerse autoritariamente hará que el conflicto resurja de alguna otra forma en el futuro.

El problema de López Obrador es que, ante cada problema y cada conflicto, busca culpables y no soluciones, no escucha y no reconoce sus errores.

Una vez escuché: “Un conflicto no resuelto es como un disco rayado; nos impide que pasemos a la siguiente melodía”. Cuando López Obrador se enoja –no soy florero- ante convenios en los que no participó ni fue informado, lo que expresa es su indiferencia egocéntrica, impulsiva e irreflexiva. El Presidente debe entender que sus palabras pueden –lo han hecho- despertar prejuicios sociales que agravan al futuro compartido.

Los prejuicios impiden a López Obrador mirar otras formas de atender las diferencias e injusticias sociales. Al Presidente le vendría bien aceptar que detrás de cada persona hay una razón por la cual es como siente, piensa y actúa, y que las transformaciones sociales no se dan ni por mandato ni sin la participación de todos.

Desde sus campañas electorales, López Obrador imprimió una connotación negativa a los gobiernos pasados, tomándolos como sus adversarios, buscando desvalorizarlos y provocando su desprecio social a partir de la distorsión en la interpretación de la realidad, poniendo una base real y sumando una información errónea y exagerada. Un ejemplo evidente fue su crítica a Felipe Calderón por haber puesto a las fuerzas armadas en el combate a los delincuentes más violentos. Por ello, en febrero de 2012, Andrés Manuel López Obrador se comprometió a regresar a las fuerzas armadas a sus cuarteles seis meses después de ganar las elecciones. En diciembre de 2016, López Obrador señalaba que al Ejército lo habían desgastado la lucha contra la inseguridad y la violencia. Esta semana, el propio López Obrador ordenó la permanencia del Ejército Mexicano y la Marina Armada en labores de seguridad pública, normalizando la política militarista de Calderón, y pregunto si acaso las encomiendas militares no serán “parte de un proceso de contención social y para amedrentar a la sociedad” hacia las elecciones de 2021, como en 2012 acusó a Calderón.

Siempre desconfié de Andrés Manuel López Obrador; por ello, el día en que decidió tomar por su casa al Palacio Nacional, quise entender sus razones de vivir en los lujos a los que renunció Lázaro Cárdenas. A botepronto supuse que sus palabras eran huecas y que estas no conectaban ni con su mente ni con su corazón. Ahora que ha resuelto re-militarizar al país, López Obrador se desvanece entre lo que criticó de los presidentes Calderón y Peña, y el proyecto de seguridad nacional de su gobierno, mal trazado y peor implementado. La Guardia Nacional es un fracaso institucional en manos de Luis Rodríguez Bucio y la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana demuestra sus ineficiencias en manos de Alfonso Durazo Montaño, un alquimista de principios e ideología, y, quizá, ignorante de su encomienda.

La militarización ordenada por el Presidente López Obrador ha puesto en evidencia al vodevil político de la 4T y los cambios de vestuarios liberales y conservadores de Manuel Bartlett, Tatiana Cloutier y Mario Delgado, entre tantos más. Todos, ayer críticos de la presencia del Ejército Mexicano y la Marina Armada en las calles, y hoy callados, haciendo ridículos para ocultar lo que guarda el internet, tratando de justificar a presidente. El propio Presidente ha debido recordarse el día en que López Dóriga, en Tercer Grado, le preguntó sobre sus declaraciones cuando criticaba las estrategias militarizadas que ahora retoma.

El gobierno de la 4T ha militarizado todo cuanto ha podido: la construcción del aeropuerto de Santa Lucía, el transporte de combustibles y la persecución de huachicoleros. Los soldados también dirigen la Guardia Nacional y están presentes en Aduanas. La presencia de las fuerzas armadas en las calles son solo la punta del iceberg militarizarte de López Obrador. México se ha militarizado.

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