MUNDO
Los ciudadanos que buscan el centro: Políticos buscan candidaturas independientes vs Trump y Biden
Política Global, por Jorge López Portillo Basave //
En una realidad social, económica, política y hasta moral dividida en la que los partidos políticos de EUA han sido rebasados, los ciudadanos del centro se quedaron sin candidatos, pero los políticos tradicionales buscan ser la opción sin reconocer que mucho de lo que ellos representan y promueven, es lo que generó los extremos que hoy dominan en los dos partidos políticos y también la narrativa de las principales empresas o centros tecnológicos.
La realidad es que en EUA muchos ciudadanos del centro se sienten poco identificados con el actual presidente Biden quien es el candidato líder en la contienda interna del Partido Demócrata con poco menos del 50% de la intención del voto interno, pero lo mismo sucede en el Partido Republicano en donde Donald Trump es el candidato puntero con más del 50% de intención del voto.
A los temas de los ciudadanos del centro hay que sumar las divisiones internas en cada partido. Biden ha llevado a los demócratas mucho más a hacia la nueva izquierda imperialista internacional que se identifica como supuestamente progresista, lo que muchos demócratas tradicionales rechazan como lo hicieron en su momento en los 70s cuando John y Robert Kennedy se opusieron al Statu quo del Partido Demócrata y ganaron una parte importante del electorado centro, de trabajadores y minorías.
Así las cosas, Biden es la cara de un movimiento que con base en poderosas alianzas con empresas digitales, militares, médicas y del entretenimiento promueven un nuevo orden mundial, que es bien visto por una parte importante de sus seguidores, pero no lo es por otra parte también importante de las bases tradicionales de su propio partido. La muestra de esto no solo es la candidatura de Robert Kennedy Jr. quien tiene más del 20% de preferencias internas, sino las encuestas de la elección general que indican que más de un 60% de sus electores desearían a otro candidato lo que incluye a una parte importante de los que dicen votarán por él en la contienda interna y luego en la elección general.
Biden y su grupo tienen el control económico y político de su partido y de los empresarios que apoyan su agenda social y económica local y global, pero son acusados de cambiar el sentido y los principios del Partido Demócrata al promover un gobierno que en presunta asociación con empresas se meta en la vida privada de los ciudadanos y de otros países.
Hay una parte importante de los electores tradicionales del Partido Demócrata que no desean la política que promueve Joe Biden, pero que tampoco soportan a Trump o al Partido Republicano.
Por su parte, en el Partido Republicano fue conquistado, algunos dicen secuestrado por Donald Trump en el 2016, y los políticos tradicionales y muchos de los electores tradicionales de ese partido no soportan su forma de ser.
Por su parte Trump cuenta con una alianza popular de clase popular y media que atrajo a muchos electores tradicionalmente demócratas anti guerra y pro industria. Pero está peleado a muerte con líderes tradicionales de su partido y es muy fácil de sacar de guión lo que da la oportunidad a sus detractores para exaltar sus errores. De hecho el pleito interno de Trump vs los líderes políticos tradicionales de su partido, que en el 2020 lanzaron una organización de republicanos contra Trump a favor de Biden misma que hoy sigue lista para operar en caso de que Trump logre ser candidato de su partido.
Hace un par de meses un grupo de demócratas tradicionales y de republicanos también tradicionales decidieron crear una organización llamada “sin etiquetas” que busca agrupar y lanzar en el 2024 a un candidato a presidente de corte tradicional centro con un vicepresidente del mismo estilo. Uno demócrata y el segundo republicano.
A la fecha ese movimiento ha ido generando algunas simpatías de las que destacan el actual senador demócrata por West Virginia, Joe Manchan quien ha tratado de mantener a su partido en una postura más tradicional lo que lo ha confrontado con los aliados de Biden, en especial con los que desean eliminar por decreto el uso de las máquinas de combustible y las estufas de gas en los próximos 10 años entre otras cosas. El Senador está en un estado que es ampliamente republicano pero ha ganado desde hace décadas su reelección por ser un hombre de centro registrado como demócrata pro sindicatos, que son muy importantes en su tierra porque ese estado es ampliamente minero. “Sin etiquetas” tiene de copresidente a Jon Huntsman quien es ex gobernador republicano por el estado de Utah.
La organización “No Hables” (en inglés), están generando mucho miedo en los dos líderes, pero en especial en el equipo de Biden quien, como sabemos, en el 2020 prometió ser un presidente de un término por su edad y ahora en su campaña de reelección se ha visto solo en eventos muy armados y poco espontáneos, en especial porque el habitante de la Casa Blanca se equivoca muy seguido al hablar y tiene algunos problemas al caminar.
Los seguidores de Biden dicen que este proyecto “sin etiquetas”, si logra lanzar a un candidato será un riesgo y atentado en contra de la democracia porque quitará votos al actual presidente y eso llevaría a Trump a la Casa Blanca. Pero no parecen dar crédito a los electores y a que ellos pueden votar por una tercera vía y llevar a un centralista o afectar también a Trump. Los que critican la tercera vía mixta por miedo a Trump parecen aceptar que Trump tiene una base más grande y leal que Biden lo que no se si sea verdad en especial porque los demócratas controlan económicamente a los más grandes sindicatos de EUA.
Por su lado, Trump y en menor medida Biden, están en asuntos legales. A Trump lo están siendo juzgando en dos procesos y parece que para cuando usted lea esta nota serán tres. Uno por llevarse documentos secretos a su casa en Florida y otro por el asalto al capitolio en enero 6 del 2021. Por su parte Joe Biden también enfrenta una investigación que aún no es juicio por llevarse documentos secretos a su casa en múltiples ocasiones desde su era de Senador hasta su era de vicepresidente sin haberlos regresado en tiempo y forma. Además, a Joe se le está investigando por presuntos actos de corrupción en los que se le vincula con su hijo Hunter de la era en la que era vicepresidente con Obama.
En un descuido la elección como lo dijimos hace un año en este mismo espacio se decide por los jueces y los fiscales quienes podrían quitar a uno o hasta a dos de los punteros y dejarnos con candidatos nuevos. Pero supongamos que nadie es encarcelado o descalificado legalmente, el público podría decidir por un tercero menos quemado o al quitar votos a uno llevar al otro a la silla como ha sido en el pasado cuando un tercero logra servir de aliado accidental del segundo lugar.
Naturalmente no es la primera vez en la historia de EUA en la que un grupo de ciudadanos o de políticos de un partido se separan de sus siglas tradicionales e intentan ir por la libre con candidatos independientes.
A veces lo hacen para derrotar al político que los derrotó en las internas, así como venganza. Otras veces lo hacen por estar en contra de las ideas de los principales partidos y creer que la mayoría de los ciudadanos están de su lado. Casi nunca triunfan, pero logran derrotar al más débil o al que más se les parece al dividir el llamado voto útil.
Pero en la historia sí ha habido ocasiones en las que un candidato ciudadano o independiente les gana las internas a los llamados políticos expertos de un partido o al ser independiente les gana la elección general a los dos partidos y se lleva la presidencia. L
os antecedentes más relevantes son: el actor y desconocido Ronald Reagan como gobernador y luego Presidente en los 80s quien derrotó al famoso Jimmy Carter, Teddy Roosevelt en el 1912 quien como presidente en funciones, al perder su campaña de reelección interna en el partido republicano por estar peleado con los líderes de su partido como Trump ahora, se lanzó por la libre y aunque perdió también la elección general, hizo perder a su contrincante de partido Republicano y entregó la silla a Woodrow Wilson del partido demócrata.
En 1968 el independiente antes demócrata George Wallace arruinó al demócrata Hubert Humphrey vicepresidente de Lyndon B. Johnson lo que llevó a R. Nixon a la Casa Blanca y finalmente el más exitoso de los novatos independientes es el abogado de Illinois Abraham Lincoln, que fundó un partido y ganó la presidencia de los Estados Unidos en contra de los demócratas quienes tenían la Casa Blanca con el Presidente J. Buchanan y de los conservadores, quienes lanzaron a John Bell. Esa elección fue muy interesante porque a Lincoln no lo dejaron aparecer en las boletas de los estados del sur quienes no querían a un presidente que fuese en contra de la esclavitud.
Los demócratas tenían a dos candidatos y los conservadores llamados constitucionalistas a uno, es decir hubo 4 candidatos. Pero Abraham Lincoln ganó los 18 estados del norte con amplia ventaja en contra de los 13 que ganaron los demócratas y los 3 que ganó el constitucionalista. Lincoln además ganó la mayoría del voto popular. Recordemos que solo los blancos votaban lo que quiere decir que la mayoría de los blancos más de dos a uno apoyaron al candidato novato independiente que quería acabar con la esclavitud y que de hecho unos años después ganó la guerra civil con soldados blancos peleando contra soldados blancos por la igualdad de los de piel negra.
Ya veremos en qué acaba la elección interna de los partidos de EUA para el 2024, pero lo que es verdad es que muchos políticos tradicionales se sienten traicionados por sus candidatos punteros Biden y Trump y muchos ciudadanos también. ¿Será que los políticos de siempre logren ganar a los extremistas de cada partido? ¿Será que los ciudadanos voten por políticos tradicionales que fueron derrotados en su propio juego y ahora buscan venderse como independientes? El futuro del mundo sabe que Xi gobernará China hasta que se muera o él se retire, Europa está casi de adorno, pero EUA es la superpotencia que puede cambiar de rumbo o ratificar el rumbo del llamado orden mundial.
MUNDO
El nacionalismo de Donald Trump: ¿Una solución o un riesgo?
Opinión, por Samantha Contreras Guerrero //
La victoria de Donald Trump, basada en un mensaje de fuerte nacionalismo, marca un cambio que impactará tanto a Estados Unidos como al resto del mundo. Sus promesas de traer empleos de vuelta y proteger la economía estadounidense responden al descontento de muchos de sus votantes.
Su idea de “América Primero” busca hacer que Estados Unidos sea más independiente y fuerte, pero en un mundo tan conectado, esta visión enfrenta muchos retos y posibles problemas.
Para los estadounidenses, en un mercado donde casi todo se produce a través de cadenas internacionales, enfocarse en lo nacional podría hacer que los precios aumenten y haya menos opciones para los consumidores. Este tipo de enfoque proteccionista no solo implica costos altos para las empresas, sino que podría dar una falsa idea de seguridad económica, ya que el crecimiento estaría limitado solo al mercado interno, dejando de lado oportunidades con otros países.
En el ámbito internacional, el enfoque nacionalista de Estados Unidos genera preocupación entre sus aliados. Países como México, que dependen en gran medida del comercio y la inversión estadounidense, ven en riesgo la posibilidad de mantener relaciones estables e igualitarias.
El decremento en sectores como el nearshoring —donde América Latina ha visto una oportunidad de crecimiento— podrían ser afectados con este tipo de políticas. Además, al alejarse de acuerdos internacionales, Estados Unidos podría debilitar el sistema de cooperación global, necesario para enfrentar problemas complejos como el conflicto en Oriente Medio o la crisis climática.
La gran pregunta es si este regreso al proteccionismo es una solución real a los problemas económicos actuales. La inflación y la desigualdad están en aumento en todo el mundo, y Estados Unidos no es la excepción. En lugar de cerrarse, podría beneficiarse de una política que tome en cuenta las necesidades de todos sus sectores, buscando reducir las diferencias internas como la acumulación de riquezas, sin renunciar a los beneficios del comercio global.
El nacionalismo de Trump es una reacción a los problemas de un sistema económico que ha dejado atrás a muchas personas en Estados Unidos. Sin embargo, en un mundo hiperconectado, el aislamiento no puede evitar generar preocupación. Aunque la intención de proteger a los ciudadanos es válida, esta ideología corre el riesgo de afectar a largo plazo a aquellos mismos sectores que busca ayudar, reduciendo la capacidad de Estados Unidos para influir y crecer en la economía global.
E-mail: samcg2002@gmail.com
MUNDO
Querámoslo o no, Donald Trump ha vuelto
Desde los campos del poder, por Benjamín Mora Gómez //
Lo recuerdo, era mi cumpleaños 20 y también domingo, y corría el año de 1973, y mi padre me regalaba “El Gran Gatsby”, la muy apasionante novela de F. Scott Fitzgerald, dos de sus ejes contenidos me cautivaron: La alienación y el impulso de Jay Gatsby por sentirse aceptado por una alta sociedad segregante, aun y a pesar de ser inmensamente rico, realidad que quizá se expresa más claramente en una frase de la obra: “La vida es una lucha de apariencias, una lucha de lograr y de tener más de lo que uno merece”.
Donald Trump es un claro ejemplo, muy actual y presente en el mundo, de la fuerza del impulso de tenerlo todo: Poder económico y poder político. Donal Trump está entre los hombres más ricos de Estados Unidos, y fue el 45º y será el 47º presidente de aquella nación.
Donald, quien perdió en 2020 ante Joe Biden al buscar reelegirse como presidente de Estados Unidos, cuatro años después descarriló a Biden en su también anhelada reelección, obligándolo a abandonar la carrera presidencial, y derrotó ampliamente a Kamala Harris, la relevo en el Partido Demócrata.
Donald Trump ha vuelto al poder más fuerte de lo jamás imaginado para cumplir con sus planes de preeminencia y grandeza norteamericana e imponer su visión conservadora de Estados Unidos ante sí mismo y ante el mundo. Trump es un hombre transparente; jamás deja nada a la imaginación y dudas de sus seguidores y detractores. Así, por ejemplo, para él, la Teoría de Género tiene los días contados en EEUU y sus promotores sabrán que tienen ante sí a su peor pesadilla.
El presidente Donald Trump, a partir del 20 de enero próximo, actuará con todo el poder para poner orden en su frontera con México en dos temas fundamentales, las acciones de los cárteles de la droga, declarándolos terroristas, y el tráfico humano, ambos vistos como gravísimas omisiones del expresidente Andrés Manuel López Obrador. Marco Rubio, próximo secretario de Estado norteamericano, lo ha acusado públicamente, y nos lo recordará todos los días. Rubio es de palabra dura y mano aún más dura. Para Trump y Rubio los narcotraficantes son terroristas y los perseguirá con toda la fuerza del Estado norteamericano.
La esperanza nunca debería sustentarse en la venganza. No entiendo a quiénes cifran la satisfacción de su venganza hacia López Obrador en Marco Rubio. Sea cual fuere el resultado de la dureza del nuevo secretario de Estado norteamericano, es mi deseo que México vuelva, de mutuo propio, al orden y la paz, y que el gobierno y el congreso mexicanos no nos convoquen a rasgarnos las vestiduras ante las exigencias norteamericanas. Son justas.
En México, muchos de quienes estaban a favor de Kamala Harris, hoy se muestran muy a favor de Donald Trump. Su nacionalismo se mantiene muy firme; sin embargo, aceptan que ya es tiempo de poner en orden las cosas en México pues el estado mexicano, sin duda, está doblegado y resquebrajado ante los cárteles de la droga. Claudia Sheinbaum no ha demostrado estar dispuesta a cumplir a cabalidad con su mandato presidencial en materia de seguridad a pesar de los buenos oficios de Omar García Harfuch pues, peor, no desea tomar el mando que aun detenta López Obrador.
Sheinbaum deberá entender que solo tiene de dos sopas, o se arma de valor ante los cárteles y los traficantes de gente y los combate con toda la fuerza del Estado mexicano, o los gringos cumplirán con esa su obligación constitucional, interviniendo aun en nuestro territorio. Que de nada le valdrán las bravatas de Marcelo Ebrard en materia económica ante los gobiernos norteamericano y canadiense.
Que esto nos es pleito entre escolapios en donde uno echará al otro a su padre que es bombero y lo mojará con su manguera, y el otro a su padre que es policía y lo llevará a la cárcel. Que en cosas de gobierno se actúa conforme a la ley y se cumple con los tratados internacionales. Que Naciones Unidas tiene un centro en contra del terrorismo que a México obliga.
Un adelanto de la presión internacional que el gobierno de México enfrentará en los años próximos ya lo recibimos en esta semana. La calificadora Moody’s cambió de estable a negativa la perspectiva económica de México por el debilitamiento de nuestro Estado de derecho por la reforma judicial y el deteriorado entorno institucional gubernamental, el esperado aumento en el costo de la deuda internacional de México y la mayor rigidez del gasto público, que podrían socavar nuestros resultados fiscales y económicos.
Tanto Moody’s, como los principales analistas de los futuros económicos en el mundo, coinciden en calificar como de muy alto riesgo la reciente reforma aprobada por Morena, PT y Verde al Poder Judicial. Sheinbaum, obedeciendo a López Obrador, ha decidido alterar los controles y equilibrios del poder político y económico en México, y eso se le, se nos, cobrará muy caro.
Quiero invitarte a pensar en que Trump no está para salvarnos, ni Rubio para vengarnos. Ellos tienen sus tareas más allá del Rio Bravo. De este lado, todo depende de nosotros. Vamos, ni Sheinbaum hará nada para salvarnos; a ella solo le interesa obedecer a López.
MUNDO
En riesgo la hegemonía estadounidense: El retorno de Donald Trump; retos económicos y sociales
Actualidad, por Alberto Gómez R. //
En los últimos cuatro años, la economía y la cohesión social de Estados Unidos han enfrentado un deterioro significativo, marcando uno de los periodos más complicados en su historia reciente.
La administración de Joe Biden, aunque intentó implementar políticas para estimular la recuperación tras la pandemia de COVID-19, dejó profundas brechas económicas y sociales que ahora desafían al presidente electo Donald Trump. Con un escenario global en transformación y un entorno interno polarizado, Estados Unidos se encuentra en un momento crítico de redefinición de su papel como potencia mundial.
LA ECONOMÍA BAJO LA ADMINISTRACIÓN DE BIDEN
La inflación se convirtió en uno de los mayores retos durante la administración Biden. La epidemia de Covid-19 dejó tras de sí trastornos económicos; en junio de 2022, la inflación alcanzó un pico histórico del 9.1%, las tasas más altas que los estadounidenses han experimentado en 40 años, según la Oficina de Estadísticas Laborales (BLS) lo que, por supuesto, en la práctica suponía un recorte salarial. La explosión del gasto militar para apoyar las guerras en Ucrania y Gaza también ha alimentado la inflación.
Como resultado, el nivel de vida de las y los trabajadores estadounidenses ha disminuido bajo la administración Biden, mientras que el auge del mercado de valores ha ayudado a las y los estadounidenses más ricos a hacerlo bastante bien. Este fenómeno, impulsado por interrupciones en las cadenas de suministro globales, estímulos fiscales masivos y el aumento de los precios de la energía, erosionó el poder adquisitivo de las familias estadounidenses. Aunque las medidas de la Reserva Federal lograron reducir la inflación a un 3.7% al cierre de 2024, esta cifra seguía por encima del objetivo del 2%, lo que refleja un entorno económico aún frágil.
El aumento del costo de vida se manifestó en productos esenciales. Según la Administración de Información Energética (EIA), el precio promedio de la gasolina aumentó un 40% entre 2020 y 2024. Asimismo, los alimentos básicos experimentaron un incremento promedio del 25%, afectando especialmente a las familias de ingresos medios y bajos. Esta situación exacerbó la desigualdad, ya que los salarios reales apenas crecieron un 3% durante el mismo periodo, según el Economic Policy Institute.
DÉFICIT FISCAL Y DEUDA PÚBLICA
El déficit fiscal alcanzó los $1.7 billones en 2024, mientras que la deuda pública superó los $36 billones, según la Oficina de Presupuesto del Congreso (CBO), un incremento alarmante respecto a los $27 billones reportados al inicio de la administración Biden. Este nivel de endeudamiento, alimentado por programas de estímulo económico y políticas de infraestructura, limita la capacidad del gobierno para responder a futuras crisis económicas. Además, el creciente costo del servicio de la deuda, derivado del aumento de las tasas de interés, se ha convertido en una carga significativa para el presupuesto federal.
La brecha económica continuó ampliándose durante la administración Biden. El 1% más rico de la población concentró el 38% de la riqueza total en 2023, mientras que los sectores más vulnerables enfrentaron mayores dificultades para acceder a empleos estables, y apenas aumentaron un 4% en términos reales, según un informe de la Oficina del Censo. Según el Departamento de Trabajo, el empleo precario representó el 30% de los nuevos puestos creados entre 2020 y 2024, con un aumento notable en los contratos temporales y trabajos a tiempo parcial. Esto ha exacerbado la pobreza en comunidades vulnerables, con un índice de pobreza que aumentó del 11.4% en 2020 al 14.7% en 2024.
En 2016, Hillary Clinton demostró su desprecio por los partidarios de Trump, entonces abrumadoramente blancos, etiquetándolos como “los deplorables”, en lugar de tratar de reconocer la fuente de su ira: la gran desigualdad en el statu quo económico. Ocho años después, con un apoyo a Trump mayor en prácticamente todos los grupos demográficos, es imposible ignorar la desesperación económica que alejó del Partido Demócrata a las y los electores, cuando Biden seguía presumiendo de que la economía estadounidense durante su mandato es “la más fuerte del mundo”.
FACTORES SOCIALES: POLARIZACIÓN Y RADICALIZACIÓN
La polarización política se ha intensificado, dando lugar a movimientos separatistas que, aunque minoritarios, representan una amenaza para la unidad del país. Uno de los fenómenos más alarmantes es el resurgimiento de movimientos secesionistas en estados como Texas y California.
Líderes locales y organizaciones políticas han planteado referendos para separarse de la unión federal, alegando incompatibilidades políticas y económicas. Aunque estos movimientos no tienen un apoyo mayoritario, su existencia refleja una fragmentación preocupante en la unidad nacional. Grupos como «Texit», que abogan por la independencia de Texas, han ganado tracción en sectores conservadores descontentos con las políticas federales. Estas iniciativas reflejan el creciente desencanto con el sistema político.
La radicalización ideológica también se ha intensificado. Los crímenes de odio aumentaron un 18% entre 2020 y 2024, según el FBI, afectando principalmente a comunidades afroamericanas, asiáticas, judías y musulmanas. Este aumento está vinculado al resurgimiento de grupos extremistas y al uso de las redes sociales como plataformas para propagar discursos de odio.
RETOS ECONÓMICOS Y SOCIALES
Con la reelección de Donald Trump, Estados Unidos se adentra en un periodo de grandes desafíos. Su promesa de «recuperar la grandeza estadounidense» enfrenta múltiples obstáculos, tanto internos como externos.
Trump ha anunciado un ambicioso plan para reindustrializar Estados Unidos y reducir la dependencia de las cadenas de suministro globales. Sin embargo, implementar esta estrategia requerirá superar barreras como la resistencia de aliados comerciales y la necesidad de inversiones masivas en infraestructura. También deberá manejar las tensiones con China, el principal socio comercial de Estados Unidos, en un momento en que las relaciones bilaterales están en su punto más bajo en décadas.
El presidente electo ha prometido recortes de impuestos para estimular el crecimiento económico, pero esta medida podría agravar el déficit fiscal si no se acompaña de reducciones en el gasto público. Además, la capacidad de implementar estas políticas dependerá de su habilidad para negociar con un Congreso dividido, donde los demócratas probablemente resistirán cualquier iniciativa que reduzca programas sociales.
El enfoque de Trump en políticas ultraderechistas, incluida la restricción de la inmigración y la eliminación de regulaciones ambientales, podría generar más divisiones. Aunque estas medidas cuentan con el apoyo de su base electoral, enfrentan la oposición de sectores progresistas y moderados, lo que podría derivar en mayores tensiones sociales.
EL FIN DE LA HEGEMONÍA ESTADOUNIDENSE
El bloque BRICS+ ha emergido como un desafío significativo para la hegemonía estadounidense. Con la inclusión de nuevos miembros como Arabia Saudita, este grupo busca crear un sistema financiero alternativo que reduzca la dependencia del dólar. Según el Banco Mundial, el comercio intrabloque creció un 15% anual durante los últimos cuatro años, fortaleciendo su influencia económica y política.
El dólar, pilar del sistema financiero internacional, está perdiendo su posición dominante. Según el Fondo Monetario Internacional (FMI), la proporción de reservas globales en dólares cayó del 61% en 2020 al 55% en 2024. Este descenso refleja una creciente diversificación hacia monedas como el yuan chino y el euro, impulsada por iniciativas del BRICS+ y otros bloques emergentes.
En el ámbito militar y geopolítico, Estados Unidos enfrenta el ascenso de China como potencia dominante en el Pacífico y la reactivación de Rusia en Europa del Este. Además, la influencia de potencias regionales como Irán y Arabia Saudita en el Medio Oriente limita la capacidad de Estados Unidos para mantener su dominio en esta región estratégica.
El futuro socioeconómico de Estados Unidos dependerá en gran medida de la capacidad de la administración Trump para manejar una economía debilitada, una deuda insostenible y una sociedad fracturada. La reconciliación política y la creación de un camino inclusivo para el desarrollo serán cruciales para evitar una crisis prolongada.
Aunque Trump tiene un historial de promover el crecimiento económico, los riesgos asociados con su estilo confrontacional y sus políticas divisivas no pueden ser ignorados. El equilibrio entre reformar el status quo y evitar una mayor radicalización será la prueba definitiva para su liderazgo.
Estados Unidos enfrenta uno de los periodos más complejos de su historia contemporánea. La administración Biden dejó un legado de desafíos económicos y sociales que el presidente electo Donald Trump deberá abordar en un contexto de polarización interna y competencia internacional.
El éxito o fracaso de las políticas de Trump determinará no solo el rumbo de Estados Unidos, sino también el equilibrio de poder en el mundo. Sin embargo, para superar estos retos, será necesario un liderazgo que trascienda la retórica divisiva y busque soluciones inclusivas y sostenibles. En un mundo cada vez más multipolar, el destino de Estados Unidos dependerá de su capacidad para adaptarse a las nuevas realidades globales sin perder de vista los principios democráticos y la cohesión interna que alguna vez lo definieron como nación.
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