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MUNDO

«Los encierros fueron inútiles»: Gobernantes hipócritas ante las medidas contra covid

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Política Global, por Jorge López Portillo Basave // 

Hace dos años, por estas fechas, escribí mi primera columna con respecto al Covid19. En ese entonces Estados Unidos acababa de cerrar sus fronteras a China, y Europa estaba por cerrar por completo su economía. China y la OMS estaban por confirmar que el Covid19 sí era contagioso, lo que negaron por meses. 

A casi dos años de que los países iniciaron la aplicación de medidas para contener o mitigar los efectos del Covid19 y sus variantes, ha quedado en evidencia que no todo es dinero. Los países más ricos han aplicado medidas que claramente no fueron eficaces y con ellas obligaron al mundo a padecer no sólo una crisis de salud por el Covid19 sino muchas otras crisis que han sido prácticamente ignoradas.   

El aumento en los casos de suicidios, depresión, obesidad, desórdenes alimenticios, alcoholismo, violencia intrafamiliar, delincuencia y hasta el aumento en muertes por otras enfermedades que no se atendieron durante los encierros, son tan solo algunos de los efectos nocivos de medidas que se han prolongado en muchos lugares del mundo. 

Los efectos nocivos en la educación de infantes y jóvenes por el uso de los cubre bocas son algunos de los puntos que modificarán la conducta de nuestros hijos por años. Y qué decir del efecto psicológico del pánico. El miedo a vivir en libertad o sin cubrebocas. 

El daño al medio ambiente por los miles de millones y millones de plásticos y fibras sintéticas o naturales de los que están hechos los llamados “equipos de protección sanitaria” y las bolsas, popotes, cubiertos, platos y vasos desechables, productos que aumentaron su consumo de manera incalculable. 

MEDIDAS CONTRADICTORIAS

La semana pasada, expertos de la universidad John Hopkins, publicaron un estudio que comparaba 24 análisis internacionales sobre los beneficios y efectos de los encierros para disminuir las muertes por Covid19.  Su resultado es aterrador, los encierros – según este estudio de estudios- fueron inútiles para prevenir o disminuir muertes relacionadas con el Covid19.

Según los números de Europa y EEUU, los beneficios de los encierros fueron del 0.2%. Es decir que nos salió peor la cura que la enfermedad, en especial por los efectos nocivos a la población menos vulnerable contra el Covid19, misma que resultó ser la más afectada por las medidas. Así las cosas, los niños, los jóvenes y las personas sanas en edad productiva sufrieron mucho por un beneficio casi nulo. 

La polarización por el uso universal de máscaras y los mandatos, la angustia de millones por tener acceso una vacuna cada tres o cuatro meses, misma que ahora resulta que no sirve para evitar el contagio del Omicrón, o el rechazo y las protestas desde América hasta Europa de otros tantos que se niegan a seguir obedeciendo durante un tercer año esas normas como en Canadá. 

Mientras que la mayoría de los ciudadanos comunes de los países más industrializados y ricos eran obedientes a los mandatos del 2020 al 2021, muchos de los líderes y celebridades vivían para la pose, criticando a los que no usaban las máscaras o salían a buscar el sustento, mientras que ellos se divertían en fiestas privadas contradiciendo lo que sermoneaban al populo.

Ejemplos de esta doble moral e hipocresía elitista se dieron al por mayor, desde Inglaterra con su primer ministro Boris Johnson (de derecha) hasta los EEUU con la lideresa de la Cámara de Representantes la demócrata Nancy Pelosi (de izquierda). De izquierda, de derecha, de todo hay en todo el mundo gobernantes que mandaban encarcelar a los que no obedecían las medidas pero que no las aplicaban en su vida personal. Celebridades que en videos y en redes sociales se dedicaban a criticar a los rebeldes pero que en sus momentos de ocio actuaban igual que los que criticaban. 

Así las cosas, muchos famosos que acusaban de asesinos a los que no usaban la mascarilla o que no se encerraban, se daban aplausos en público, pero cuando las cámaras no los estaban viendo, se quitaban de las molestias que a otros imponían, incluso viajando de sus lugares de origen a pasar vacaciones a ciudades o países en donde no había dichas limitaciones o mandatos. 

La crítica ha sido tan fuerte que para la ceremonia del 27 de marzo, los afamados premios Oscar decidieron no pedir prueba de la vacuna y al parecer tampoco mandarán el uso de la mascarilla a los asistentes. Eso sí, los empleados que los atiendan, deberán estar bien cubiertos y vacunados. 

Poco a poco ya sea porque tienen elecciones o por las múltiples protestas, muchos países y regiones del mundo, desde Israel hasta EEUU, pasando por Europa, empiezan a remover las restricciones, ya sea el pasaporte de vacuna para entrar a restaurantes o el uso forzoso de mascarillas en escuelas o en lugares públicos. 

Los efectos y las adicciones creadas por los abusos durante la pandemia que está por declararse concluida, tendrán secuencias lamentables como las adicciones al poder que es una droga para los políticos de todo nivel que durante la pandemia han hecho y deshecho lo que se les dio la gana con el presupuesto público, como el miedo de muchos a caminar sin mascarilla, como el rencor de otros tantos a los que señalaron por no traerlas o por salir a trabajar o como la pérdida de confianza a las instituciones médicas. 

En Nueva York, uno de los lugares en donde se aplicaron los mandatos más severos del mundo, el 70% de la gente se dice harta, frustrada y decepcionada por el manejo de la pandemia.  

ECONOMÍA DE LA PANDEMIA, INSOSTENIBLE 

Las potencias mundiales en especial EEUU, se dedicaron a dar subsidios económicos en efectivo y en especie por dos años para que la gente dejase de trabajar durante la cúspide de los encierros. Según varios expertos en economía, los subsidios fueron acompañados de políticas públicas que se mantuvieron por más de lo necesario. De hecho, muchos de los ejemplos de los países ricos fueron intentados por los países pobres. Las redes sociales pedían a gritos que se hiciera lo mismo en todo el mundo. 

Así como las consecuencias médicas y sociales, las consecuencias económicas de las medidas se están haciendo evidentes y no son agradables. Desde EEUU hasta China y Europa. La inflación rampante empobrece a la clase media y realmente pisotea a la clase pobre. Los costos de los energéticos, los costos de los alimentos, del papel del baño, de los alimentos y de casi todo lo que utilizamos están sufriendo incrementos no vistos en conjunto desde los años 80´s.  

Mantener las medidas del 2020-2021 es insostenible. Si los países desarrollados no ponen freno, nos arrastrarán a todos los que dependemos de sus compras o de sus productos terminados. México y la mayoría de los países incluidos los ricos no pueden sostener campañas nacionales de vacunación al 100% de la población cada tres meses que es el nuevo modelo que dice Pfizer que dura la inmunidad del llamado refuerzo de la vacuna o booster. 

AÑO ELECTORAL 

Trudeau en Canadá se aferra a mantener varios mandatos, sus camioneros se le revelan y a esos que hace un año se les decía esenciales por manejar por horas encerrados solos en sus camiones para no interrumpir la cadena de alimentos durante el 2020, ahora se les dice que si no se someten y quitan su plantón, se les encarcelará y decomisarán sus camiones.

Pero Francia y varios Estados de la Unión Americana inician el camino a la normalidad a la que aún se opone el poderoso sindicato de maestros, quitando restricciones, ya que en ambos países se realizarán elecciones de Congreso y nadie quiere a una población molesta con el gobierno en turno. Joe Biden y Emmanuel Macrone le ponen un aditamento extra. Ambos quieren vender su capacidad de diálogo para frenar a Rusia, en la que se dice inminente invasión a Ucrania. Como usted sabe, nada inflama la unidad nacional como una buena guerra aunque sea de palabras.

Pero como no se sabe lo que Putin hará con Ucrania, ambos Macron y Biden deben mostrar a sus electores que el país está mejor ahora que en el 2020, pero con una inflación galopante, la única carta que ambos tienen es declarar que la pandemia ya pasó y con eso hacer una gran fiesta, al mismo tiempo deben decir que las medidas eran correctas para no ser culpados por los problemas que las medidas causaron.

Tanto en Francia como en EEUU y en otros países hay manifestaciones de inconformes como ya lo hemos dicho y los políticos deben valorar el ceder o el aferrarse y la forma de cómo justificar una u otra medida en un año electoral.

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Cónclave: Ganan terreno los moderados ante los radicales

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Los Juegos del Poder, por Gabriel Ibarra Bourjac //

Este miércoles 7 de mayo inicia el Cónclave para elegir al nuevo Papa, cumpliendo con las normas vaticanas que establecen que debe comenzar entre 15 y 20 días después del fallecimiento del Papa, ocurrido el pasado 21 de abril de 2025.

El Cónclave arranca con una misa en la Basílica de San Pedro, seguida del ingreso de los cardenales electores a la Capilla Sixtina, donde quedarán aislados bajo estrictas medidas de secreto. Actualmente, 133 cardenales menores de 80 años participarán en las votaciones, que requieren una mayoría de dos tercios para elegir al nuevo Pontífice. ¿Quiénes son los favoritos para suceder a Francisco?

Entre los perfiles que dividen al Colegio Cardenalicio, los progresistas tienen ventaja numérica, ya que Francisco nombró al 80% de los electores, pero los conservadores y moderados también buscan influir. La gran interrogante es qué tipo de Papa buscan los cardenales: un perfil radical, ya sea progresista o conservador, podría fracturar a la Iglesia Católica, por lo que los moderados ganan terreno como opción de consenso.

El favorito es el cardenal italiano Pietro Parolin, de 70 años, actual secretario de Estado del Vaticano. Considerado un candidato de continuidad moderada respecto al legado de Francisco, Parolin destaca por su experiencia diplomática y su capacidad para unir facciones, aunque algunos cuestionan su falta de carisma y experiencia pastoral directa. Andrea Riccardi, fundador de la Comunidad de Sant’Egidio, lo señala como el principal contendiente y un «candidato de unidad» por su enfoque pragmático.

Otro nombre destacado es el cardenal filipino Luis Antonio Tagle, de 67 años, apodado «el Francisco asiático». Exarzobispo de Manila y actual jefe del Dicasterio para la Evangelización, Tagle es popular entre los progresistas por su apertura hacia la comunidad LGBTQ+ y su énfasis en la justicia social. Con el respaldo de los cinco cardenales filipinos, su candidatura podría hacer historia al convertirse en el primer Papa asiático.

Del lado conservador, el cardenal húngaro Péter Erdő, de 72 años, arzobispo de Esztergom-Budapest, emerge como favorito. Respetado intelectual con doctorados en teología y derecho canónico, Erdő defiende la ortodoxia doctrinal, oponiéndose a las bendiciones de parejas del mismo sexo y a la comunión para divorciados vueltos a casar. Su experiencia en dos cónclaves previos y sus conexiones con cardenales europeos y africanos lo posicionan como un posible candidato de compromiso para los conservadores.

Otros nombres que resuenan entre los 133 cardenales electores son el cardenal francés Jean-Marc Aveline, de 66 años, arzobispo de Marsella, y el cardenal italiano Matteo Zuppi, de 69 años, arzobispo de Bolonia. Aveline, considerado el favorito de Francisco, destaca por su enfoque en la inmigración y el diálogo interreligioso, aunque su cautela sobre las bendiciones a parejas del mismo sexo podría limitar su apoyo entre los progresistas. Zuppi, por su parte, es un progresista conocido por su labor como enviado de paz de Francisco en Ucrania y su inclusividad hacia parejas del mismo sexo, además de su trabajo con los marginados.

Desde África, el cardenal ghanés Peter Turkson, de 76 años, y el cardenal congoleño Fridolin Ambongo Besungu, de 65 años, representan opciones con posturas más tradicionales. Turkson, defensor de la justicia social y el medio ambiente, podría convertirse en el primer Papa negro en siglos. Ambongo, un líder outspoken en África, critica abiertamente la corrupción y el statu quo, pero su conservadurismo en temas como las bendiciones a parejas homosexuales podría generar división.

Pronto conoceremos al nuevo Papa y líder de la Iglesia Católica, que representa a más de 1,400 millones de fieles en el mundo. La fumata blanca y el anuncio del «Habemus Papam» marcarán el inicio de un nuevo capítulo para la Iglesia.

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La moderación sobre el radicalismo

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Opinión, por Miguel Anaya //

Durante años, en muchos rincones del mundo, la política pareció perder el centro. Ante el desencanto con partidos tradicionales y líderes que parecían cada vez más desconectados de las necesidades reales de la población, surgieron figuras que ofrecían rupturas radicales. Hombres y mujeres que hablaban con fuerza, que desafiaban las reglas, que prometían sacudir el sistema.

Y durante un tiempo, muchos ciudadanos, cansados de discursos acartonados que no resolvían de fondo las cosas, votaron candidaturas radicales.

El fenómeno no fue exclusivo de una región. En Estados Unidos, Donald Trump desafió el statu quo con un estilo confrontativo que rompió moldes. En Argentina, Javier Milei llegó a la presidencia con un discurso antisistema que canalizó la frustración de millones. En Italia, Giorgia Meloni representó un giro radical con raíces nacionalistas profundas, incluso en Nuevo León se eligió a Samuel García. Estas victorias compartían un mismo origen: la idea de que la política tradicional había fallado.

No solo fueron los errores de gestión o la corrupción los que abrieron paso a este péndulo hacia los extremos. También influyó la imposición de ciertas visiones ideológicas que no terminaron de convencer a la mayoría. Muchos ciudadanos sintieron que los discursos públicos dejaron de reflejar sus inquietudes reales, que los gobiernos se ocupaban más de debates abstractos que de cosas concretas: el precio de los alimentos, la calidad de la educación, la inseguridad en las calles. Ante eso, muchos decidieron voltear al extremo, al que gritaba más fuerte, al que prometía barrer con todo, al que hacía más espectáculo.

Pero esa misma fuerza que los llevó al poder, en muchos casos, también los expuso. Las promesas imposibles, el tono agresivo, la falta de resultados tangibles, los shows montados cada vez más vacíos, terminaron desilusionando a buena parte de sus electores. Poco a poco comenzó el retorno a la moderación. No como una vuelta nostálgica al pasado, sino como una necesidad práctica.

La reciente elección en Canadá es un reflejo claro de este giro. Contra lo impensable hace apenas unas semanas, el liberal Mark Carney, un tecnócrata sin experiencia electoral, venció al conservador Pierre Poilievre, quien había liderado las encuestas durante meses con un discurso duro, directo y populista.

Carney no es un político de carrera, es un economista de prestigio internacional, exgobernador de los bancos centrales de Canadá y del Reino Unido. Su estilo no es carismático ni electrizante. Pero en un momento en que el país enfrenta incertidumbres económicas y tensiones diplomáticas, su figura representó algo muy valioso: confianza, estabilidad y claridad.

Poilievre, por su parte, apostó por una narrativa confrontativa. Atacó al gobierno saliente, prometió recortes masivos y se mostró abiertamente cercano a la agenda trumpista. En tiempos recientes, eso había sido una receta ganadora. Pero esta vez la estrategia no funcionó. La gente no quiso más ruido.

Esa reacción del electorado canadiense no es un hecho aislado. En Francia, el presidente Macron logró frenar a los radicales. En España, el PSOE logró mantener el poder pese a la presión de una coalición entre conservadores y extremistas. Incluso en países donde estas opciones si ganaron las elecciones, hoy enfrentan desgaste acelerado.

¿Por qué? Porque la gente quiere vivir en paz. Quiere que la política se ocupe de lo importante: la salud pública, la educación, la seguridad en las calles, la posibilidad de tener un empleo digno. Ni la revolución constante ni el inmovilismo absoluto ofrecen eso. El equilibrio sí.

La mesura no es una debilidad. Es una forma de reconocer la complejidad del mundo. Gobernar así es difícil, porque implica negociar, escuchar, ceder a veces. Pero también es la única forma sostenible de liderar sociedades diversas y modernas sin vivir en conflicto permanente. Las sacudidas son importantes, pero no se puede vivir en la incertidumbre constante (las caídas de las bolsas de Nueva York nos lo muestran claramente).

Lo de Canadá es una historia que vale la pena contar, no porque sea espectacular, sino precisamente porque no lo es. Es el relato de una sociedad que eligió con la cabeza fría, que prefirió a alguien que no buscó incendiar el país, sino repararlo. Cuando se apagan los gritos y las luces de la espectacularidad, lo que queda son las decisiones y acciones que realmente cambian la vida de las personas.

Quitemos el show de la política, de las decisiones públicas. Pensemos en sociedad, en agendas que favorezcan a la mayoría a largo plazo, seamos empáticos, construyamos desde la comunidad y desde el entendimiento. No es una receta mágica, es un remedio lógico.

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MUNDO

God bless you, Mr. Trumpapa

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Conciencia con Texto, por José Carlos Legaspi Íñiguez //

A quienes los dioses quieren destruir, primero lo vuelven loco, sentenciaron los griegos antiguos. Si aunamos la soberbia, la locura a la estupidez, podremos comprender la foto que la cuenta oficial del presidente Donald Trump publicó, en la que aparece como el nuevo Papa.

Burlarse de las creencias de la gente, sea cual fuere su religión, no es cualquier cosa. La reacción de los católicos a lo que se considera una blasfemia es una de las primeras manifestaciones de rechazo.

¿En qué cabeza cabe hacer este tipo de “chistosadas”? No es un meme que “alguien” publicó. Proviene de una cuenta oficial de Trump. En momentos donde todavía la grey católica mundial llora la muerte del Papa Francisco y en espera que se nombre al nuevo Vicario de Cristo, se antoja que, efectivamente, lo haya confeccionado y aprobado un loco, ensoberbecido por el poder del imperio otrora amo del mundo.

Roma comenzó su decadencia con los emperadores insanos, con Tiberio a la cabeza; enseguida otro no menos “zafado” como lo fue Calígula; Nerón, el piromaníaco incestuoso con su propia madre; Cómodo, el narcisista, también incestuoso con su propia hermana y el adolescente Heliogábalo, señalado como pedófilo, homosexual, sátiro y que se propuso imponer a su Dios (él nació en Siria y fue proclamado emperador a los 14 años) por encima de los dioses romanos.

¿A qué viene todo esto? Al imperio yanqui, otrora dueño del planeta, sólo le faltaba un “emperador” de la talla de los antes señalados para comprobar la decadencia que vive este “reino” en estos tiempos.

Esta pifia no va a pasar desapercibida. No es una “bromita” cualquiera. Es una declaración de guerra en contra de los católicos y en Estados Unidos de Norteamérica hay millones, sobre todo los de origen irlandés, italiano y latinoamericano.

José Saramago, escritor portugués, escribió en uno de sus geniales textos: “Los dioses, pienso yo, sólo existen en el cerebro humano, prosperan o se deterioran dentro del mismo universo que los ha inventado, pero ‘el factor Dios’ está presente en la vida como si, efectivamente, fuese dueño y señor de ella. No es un Dios, sino ‘el factor Dios’ el que se exhibe en los billetes de dólar y se muestra en los carteles que piden la bendición divina para América (la de Estados Unidos, no la otra).

Y fue el factor Dios lo que se transformó el dios islámico, que lanzó contra las torres del World Trade Center los aviones suicidas contra los desprecios y en venganza por las humillaciones sufridas por creer en ese dios.

Ese factor Dios es terriblemente igual en todos los seres humanos, dondequiera que estén y sea cual fuere la religión que profesen. Ese que ha intoxicado el pensamiento y abierto las puertas a la intolerancia más sórdida, que solo respeta aquello que se le manda creer; el que, después de presumir haber hecho de la bestia un hombre, terminó por hacer del hombre una bestia.

Esa “bestialidad” del hombre surge al volverse irracional y una de las condicionantes para perder la mesura es que “alguien” se atreva a burlarse de su dios, de su religión, de su clero.

Ahmed Salman Ruashdie, escritor hindú, de nacionalidad inglesa, sufrió por años el claustro obligado, luego de la sentencia de muerte que le fue proferida por los altos clérigos islámicos, quienes consideraron que su libro Versos Satánicos atentaba en contra del Islam.

En México no cantamos mal las rancheras. La guerra cristera se dio por varios y variados factores que motivaron a los católicos, sobre todo a los de la zona de Los Altos de Jalisco y el Bajío.

Muerte, destrucción, barbarie, fueron los resultados de esta guerra en la que participaron incluso sacerdotes católicos que desestabilizó la paz social en los años 20.

Donald Trump no es ningún comediante. Adolece de humor y no tiene vis cómica. Por tanto, su gracejada no será sólo anecdótica. Tendrá consecuencias políticas, sociales y quizá hasta económicas.

La grey católica no dejará pasar la oportunidad de arremeter contra Donald. Esa irreverencia, esa blasfemia (así la consideran los católicos) ha dolido en lo más profundo de la sensibilidad de los creyentes.

Entonces, bajo esa óptica, el imperio de los Estados Unidos de Norteamérica ya tiene su “emperador” demente. Ya solo falta ver cómo y cuándo se derrumba, y no por el escándalo que ha generado su meme donde aparece como el Papa, sino por las “locuras” económicas que ha impuesto “su majestad” y que -dicen los enterados de la economía- habrán de regresarse con creces y de manera destructiva a su nación.

¿No tendrá Donald Trump alguien con mediana inteligencia en su staff de asesores como para que le adviertan que su soberbia, su demencia le acarreará la perdición, no solo a su persona, sino a su país? Ahí se deja esa interrogante.

God bless you, Mr. Trumpapa.

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