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JALISCO

Nos encabronamos ¿y qué sigue?

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Opinión, por Gerardo Rico //

Sigo solicitando guardias para el área de seguridad armada, tenemos muchos lugares disponibles. Solicito ex policías, ex militares y personal sin experiencia. Nosotros te capacitamos. Ofrecemos viáticos pagados, desayuno, comida y cena. Buen sueldo, capacitación 100%”…

Estos eran los anuncios que desde el 2012 comenzaron a aparecer en redes sociales, con salarios de cuatro mil pesos mensuales y pago por adelantado. A la par se incrementaban los reportes de desapariciones en prácticamente todo el Estado de Jalisco. Incluso se dieron casos en los que levantaron a jóvenes que caminaban por el centro de Guadalajara o en diferentes colonias de Tlaquepaque cuando regresaban por la madrugada a su casa luego de asistir a alguna fiesta. Y no pasó nada.

En el municipio de Tala los reportes de desapariciones iniciaron desde el 2012. Regularmente eran jóvenes empleados de los ingenios azucareros del lugar o hijos de campesinos dedicados a actividades del campo. Incluso el 31 de agosto del 2014 se realizó una misa por los desaparecidos -así lo consigna un reportaje de febrero del 2019 de los periodistas Alejandra Guillén y Diego Petersen- las familias llevaron fotos, fueron nombrados cada uno de los desaparecidos y en un pizarron pegaron 35 fotos, en su mayoría hombres. Luego de la misa el sacerdote que la celebró recibió amenazas y fue necesaria su salida de Tala. Y no pasó nada..

En plenas fiestas patrias, 15 de septiembre del 2018, habitantes del municipio de Tlajomulco reportaron el olor fétido de un tráiler que contenía 273 cadáveres que no cabían en las instalaciones del Instituto Jalisciense de Ciencias Forenses (IJCF) y fueron depositados en un frigorífico. Dos días después se encontró el segundo tráiler con 49 cuerpos en las propias instalaciones de la dependencia.

Posteriormente se conocería que los vehículos literalmente “pasearon” por varios municipios de la zona metropolitana estos cuerpos y el escándalo se conoció a nivel nacional e internacional como “los trailers de la muerte”. Por los altos índices de violencia los cuerpos fueron apilados en el IJCF. Salvadas las diferencias entre funcionarios estatales en la administraciónn de Aristóteles Sandoval y exonerado el titular de la dependencia en esa época se agotó el tema. Y no pasó nada.

En agosto de 2023, la desaparición de cinco jóvenes en Lagos de Moreno que habían acudido a la feria del lugar e iban de regreso a su casa, suscitó un escandálo mediático a nivel nacional e internacional.. La polémica se desató cuando circularon videos donde -en calidad de desaparecidos- pelean entre ellos y uno de los jóvenes es obligado a disparar a uno de sus amigos matándolo en el acto. Los jóvenes Roberto Olmeda, Diego Lara, Uriel Galván, Jaime Martínez y Dante Cedillo, fueron vistos por última vez el 11 de agosto en el mirador de San Miguel, en Lagos de Moreno.Y no pasó nada.

La Universidad de Guadalajara se ha pronunciado en diferentes ocasiones sobre el fenómeno de los desaparecidos en nuestro Estado. En foros internacionales como la Feria Internacional del Libro (FIL) académicos de la institución han hablado de la “crisis humanitaria” en que está sumido Jalisco por los más de 15 mil desaparecidos. Y no pasó nada.

En su cuarto informe en materia de seguridad pública, noviembre del 2022, el ex gobernador Enrique Alfaro afirmó que las personas en Jalisco se van y luego aparecen. Pese a que Jalisco es el Estado con el mayor número de personas desaparecidas en México, el ex mandatario estatal afirmó que solo uno de cada 10 casos tiene que ver con un acto delictivo, es decir, que el 90 por ciento de estas personas desaparecen por voluntad propia. Datos del Registro Estatal de Personas Desaparecidas (REPD) de Jalisco confirmaron: al término de su gestión dejó ocho mil 16 casos de desapariciones sin resolver. Y no pasó nada.

Más cifras del REPD refieren que al corte del 28 de febrero de 2025 es decir, ya contemplados los primeros dos meses de la administración del gobernador Pablo Lemus, Jalisco sumaba 15 mil 426 personas desaparecidas, de las cuales 13 mil 656 son hombres y mil 770 mujeres. Casi 45% de los casos de personas desaparecidas -hombres- y no localizadas tienen un rango de edad entre los 20 y 34 años, en mujeres fluctúa entre los 15 y 19 años.

Con todos los antecedentes mencionados y ante los ríos de tinta que han corrido y seguirán corriendo por el cruento hallazgo del campo de exterminio y entrenamiento criminal en el rancho Izaguirre en Teuchitlán ¿qué podemos esperar?

Una vez que se apague el escandálo mediático y deje de politizarse el caso, ¿se harán efectivas las recomendaciones de los órganos internacionales?, ¿la Fiscalía General de la República -que entiendo ya atrajo la investigación- concluirá con la detención de algún ex funcionario o funcionario en activo? Simplemente me atrevo a decir y espero equivocarme: Y no pasó nada.

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JALISCO

El horror de Teuchitlán alcanza a Alfaro

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De Frente al Poder, por Óscar Ábrego //

La primera semana de diciembre del año pasado escribí en este espacio una colaboración que titulé “Alfaro y el karma de la vida”.

En esa ocasión afirmé:

Enrique Alfaro deja con su adiós una larga estela de agravios.

“Durante su estancia en el poder siempre privilegió satisfacer su apetito egocéntrico.

“Se sabe muy bien que con el tiempo creció su agrado por la sumisión absoluta de sus colaboradores.

“El control férreo fue su sello particular.

“Incluso algunos de sus chiqueados más cercanos admitían en lo corto que sus furiosas reacciones no eran más que una proyección de su personalidad soberbia e intolerante.

“Se dice del karma que toda acción tiene una consecuencia y que todo lo que se envía al universo volverá a nosotros.

“Si atendemos esto, entonces quizás el ahora ex gobernador de Jalisco debe prepararse para carear las consecuencias de esta ley inevitable”.

No pasó mucho tiempo para que el horror de Teuchitlán lo alcanzara.

Lo que son las cosas, mientras disfrutaba de lo lindo en Europa, se le apareció el rostro macabro de lo que fue su sexenio en materia de desaparecidos.

Las consecuencias serán muchas.

Por lo pronto, me aseguran que Pablo Lemus ni siquiera tiene ganas de responderle las llamadas y que derivado de este y otros asuntos, emprenderá una serie de medidas para despojar a Jalisco y a su gobierno de todo aquello que huela a alfarismo.

Tomar el control de partido MC sería una de sus primeras acciones.

Por cierto, en el centro del drama heredado por Alfaro Ramírez, es pertinente colocar el nombre de quien fue la mente perversa de la pasada gestión: Hugo Luna.

Sabemos que al margen de haber sido el zalamero más cercano, toda decisión institucional pasaba por su aduana, de tal modo que en la mira del actual gobierno su persona se vuelve un objetivo prioritario.

El fuero es un tema que ya está en revisión.

Al respecto, no sé si la justicia se encargará de estos dos personajes; sin embargo tengo fe en que el veredicto de la historia los colocará en el lugar que se merecen, porque ambos –hay que decirlo con toda claridad- se comportaron como unos miserables con los colectivos de padres y madres buscadoras.

Les ignoraron, descalificaron y re-victimizaron.

Por eso creo que podrán escapar de la ley, pero del karma, jamás.

En X: @DeFrentealPoder

*Óscar Ábrego es empresario, consultor en los sectores público y privado, escritor y analista

político.

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CARTÓN POLÍTICO

¿Dormirá tranquilo en Madrid?

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JALISCO

La justicia, un privilegio inalcanzable: Teuchitlán, la negación como crimen de Estado

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Crónicas de Pacheco, por Daniel Emilio Pacheco //

Hay maneras múltiples de negar un crimen, formas infinitas de enterrar un cuerpo, procedimientos diversos para desaparecer personas, ideas, realidades. En México, especialmente en Jalisco, el gobierno parece haberlas aprendido todas. El más reciente y grotesco episodio de negación oficial se escenifica alrededor de un rancho en Teuchitlán, cuyo nombre, «Izaguirre», se volvió sinónimo del horror: fosas, huesos quemados, restos calcinados, zapatos sin dueño.

Pero, según la fiscalía general del Estado, allí nunca hubo hornos crematorios. Así lo dijeron, con palabras oficiales, tranquilas, demasiado tranquilas, con la frialdad de quien niega para no actuar.

Héctor Flores, vocero del colectivo Luz de Esperanza, habla con el tono cansado de quien ya conoce todas las versiones oficiales. «Quieren minimizar la crisis, callar lo que dicen las familias y los medios», señala. No habla desde la teoría; lo suyo es la práctica cotidiana de una búsqueda desesperada, un intento de hacer justicia con propias manos, mientras el Estado responde con burocracia y negaciones. Y no habla solo de Teuchitlán, sino de una realidad que atraviesa todo México: más de 15,000 desaparecidos solo en Jalisco y decenas de miles más en todo el país. Números que aumentan, cifras que no despiertan acción sino indiferencia.

«La confianza está en las familias, no en las instituciones», sentencia Flores. Las palabras golpean con fuerza porque reflejan una verdad ya inocultable: el Estado ha dejado hace tiempo de ser garante de seguridad para convertirse en cómplice por omisión, por negligencia, por indiferencia. Flores lo explica sencillo, pero la simplicidad de su denuncia encierra toda la complejidad del fracaso institucional: «La federación no puede lavarse las manos echándole la culpa a los estados. La delincuencia organizada es competencia federal y tienen que actuar».

Pero México es el país donde los gobiernos siempre encuentran razones para no actuar. La Fiscalía argumenta que necesita denuncias formales para iniciar carpetas de investigación. Las familias responden que denunciar es ponerse en peligro, es exponerse a la violencia del crimen organizado, protegido por autoridades corruptas. La paradoja es brutal: se exige que las víctimas, ya violentadas, vulnerables, amenazadas, sean quienes se arriesguen aún más para hacer el trabajo que el Estado rechaza.

La negativa oficial sobre los hornos de Teuchitlán no solo busca invisibilizar la tragedia, sino evitar las consecuencias internacionales que podría acarrear el reconocimiento de un crimen que claramente constituye una violación masiva de derechos humanos. Flores apunta hacia organismos internacionales, como la Corte Interamericana de Derechos Humanos o la Corte Penal Internacional, advirtiendo que esta crisis, de ocurrir en cualquier país europeo, sería inmediatamente calificada como una emergencia global. Pero ocurre en México, donde los muertos pesan menos, donde los desaparecidos son culpables antes que víctimas.

La negación no es solo federal, es también local. Enrique Alfaro, gobernador saliente de Jalisco, dejó en herencia un récord macabro: pasó de 5,000 a más de 15,000 desaparecidos durante su mandato. Colectivos como «Por Amor a Ellxs» recuerdan cómo Alfaro prometió diálogo y puertas abiertas, pero solo entregó indiferencia y abandono. María del Refugio Torres resume así el gobierno de Alfaro: «ineficaz, lleno de omisiones y deficiencias».

Ahora la responsabilidad recae en Pablo Lemus, sucesor político que, al parecer, ante esta prueba está actuando a destiempo. En reuniones en noviembre del año pasado, previas a la toma de poder, Salvador Zamora, quien ahora es secretario general de Gobierno, asistió solo para sacarse la foto. No escuchó, no conversó, no actuó, en esta crisis, no ha aparecido.

La crisis institucional no se detiene en el Ejecutivo. Jonathan Ávila, del Centro de Justicia para la Paz y el Desarrollo (Cepad), denunciaba al finalizar la administración de Enrique Alfaro que no había ni siquiera un programa estatal de búsqueda en Jalisco y que el rezago en el Servicio Médico Forense alcanzaba niveles vergonzosos: más de 9,400 cuerpos sin identificar.

Mientras las autoridades siguen negando la realidad, las familias se organizan y protestan. Este sábado pasado, frente al Palacio de Gobierno de Jalisco, más de dos mil personas gritaron consignas claras y dolorosas: «El Estado sí sabía, Alfaro sí sabía». Lo sabían porque es imposible no saberlo, porque los campos del horror no nacen en secreto sino bajo el amparo de complicidades. Daniela Gómez, quien busca a su hermano desaparecido, resume el sentimiento común: «No es posible que haya más de 18,000 desaparecidos y solamente seis buscadores en el gobierno».

La vigilia del sábado fue otra demostración del dolor transformado en resistencia. Héctor Águila Carvajal, padre de otro desaparecido, pidió unidad: «Sigamos uniendo fuerzas, el dolor no cesa». Y no cesa porque la respuesta oficial sigue siendo mínima, burocrática, cínica.

Y lo de que Teuchitlán no se trata de un caso aislado. La lista de sitios donde se repite la tragedia es dolorosamente extensa: desde la macabra «Gallera» en Veracruz hasta los cuerpos disueltos en ácido por el infame «Pozolero» de Tijuana, pasando por la escalofriante cifra de restos en «La Bartolina», Tamaulipas. Un catálogo infernal de barbaries toleradas, acaso protegidas, por autoridades que prefieren mirar hacia otro lado.

Esta crisis no puede seguir siendo escondida bajo excusas burocráticas ni minimizada con comunicados oficiales. Los colectivos lo denuncian: Teuchitlán no es un caso aislado, sino un símbolo más de la impunidad institucionalizada. Héctor Flores alerta sobre al menos seis puntos más similares en Jalisco, que nadie quiere investigar porque nadie quiere reconocer lo evidente.

Desde Madrid hasta Nueva York, mexicanos en el exilio exigen lo básico: reconocer el término «sitios de exterminio», proteger efectivamente a las buscadoras, garantizar justicia y reparación. Es un grito desesperado, es una demanda urgente, y es, sobre todo, una advertencia: la negación no borrará los muertos, solo prolongará el sufrimiento.

Negar lo evidente es una forma más de violencia. México merece más que excusas. Las víctimas merecen más que palabras. Y la justicia, que debería ser obvia, hoy parece un privilegio inalcanzable.

En X @DEPACHECOS

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