OPINIÓN
Nuevas culturas

Luchas Sociales, por Mónica Ortiz //
En Jalisco soportamos de todo, hemos tenido buenos y malos gobiernos, operables e ineficientes legislaturas, por supuesto opacidad y corrupción en administraciones del Poder Judicial, municipalidades ineficaces en el servicio y seguridad pública, hasta personajes y personalidades odiadas o amadas en el ejecutivo, como en todo el país la política, los gobiernos, los poderes van y vienen, lo que los ciudadanos debemos atender son las nuevas culturas anticorrupción, transparencia gubernamental, rendición de cuentas y respeto a los derechos humanos, estos enfoques sigan avanzando con fuerza en Jalisco.
En noviembre se renueva legislatura en Jalisco, tendremos nuevos diputados electos por la ciudadanía; el Congreso del Estado vuelve a tomar vida para las actividades legislativas, de control y vigilancia, pero las querellas para que esta legislatura mantenga su autonomía y no sea una oficina más del Gobierno del Estado, como fue la que está por terminar, deben iniciar en esta transición, sin embargo quedarán al tiempo y corto para saber cómo mueven el ajedrez político en Jalisco y que tan aliados son de sus preferencias políticas, de la sociedad o del mejor postor; esperemos lo mejor, un Congreso con grandes diligencias en pro de la transparencia, la rendición de cuentas y los derechos humanos en el Estado, es sin duda la pieza clave y fundamental para que los poderes públicos tengan un contrapeso real y cuando no es así con la pena pero se nota.
En este sentido, producto de la elección intermedia Jalisco también estrenará administraciones municipales, se renuevan alcaldías en los municipios, resultó el voto útil solicitado por Movimiento Ciudadano y deberán ser recíprocos a ese mínimo porcentaje de electores que les refrendó el voto en la mayoría de los municipios, es momento de prestar atención las inconsistencias que tuvieron durante los últimos tres años, así mismo apreciar a las nuevas administraciones de partidos distintos al que ostenta el poder.
Debemos entender la importancia de los servicios municipales para la población, los servicios de seguridad pública preventiva, las políticas públicas apropiadas y eficientes para cada zona ya sea metropolitana o no, de esto depende el resultado de tranquilidad y armonía de los lugares que habitamos actualmente, no perdamos de vista lo que merecemos y lo que dan las nuevas administraciones municipales.
Por lo que sigue siendo de suma y total importancia no dejar pasar las responsabilidades y obligaciones de los poderes y de las administraciones públicas, han de cambiar su enfoque político cuando adquieren la autoridad o el cargo público, para ser funcionarios y/o servidores público de entera y consiente humanidad social, sin embargo pocas veces sucede y por esa razón seguimos en Jalisco con graves problemas de simulación, corrupción y opacidad expuesta a la opinión pública, justificada con palabrerías sobre desvió opositor, pero la realidad de las localidades ya no da para tanto cinismo; analice que ambiciona de su nuevo congreso y de su entrante administración municipal y dentro de tres años aproximadamente evalué sí cumplieron sus responsabilidades o simularon y entonces emita su voto de manera menos crédula.
Seamos ciudadanos congruentes con los tiempos que vivimos, representemos nuestra entidad de manera real, aprendamos a apostar y divulgar las nuevas culturas, con denuncias por corrupción, quejas por violación de derechos humanos y pedir información a los gobiernos, seamos ciudadanos partícipes de la democracia, sus herramientas y prácticas.
Hay que encontrar formas de mantener al poder donde debe estar, bajo control y al servicio de la sociedad, utilicemos la cultura de la denuncia en la Fiscalía Especializada en Combate a la Corrupción (FECC), pidamos información al Instituto de Transparencia, Información Pública y Protección de Datos Personales del Estado de Jalisco (ITEI) y acudamos a la Comisión Estatal de Derechos Humanos (CEDHJ) a levantar quejas, para generar certezas y gobiernos responsables.
En este contexto, es trascendental focalizar y determinar conscientemente, las luchas y necesidades sociales a las que actualmente nos enfrentamos, mismas que no deben por ningún motivo dejar de repiquetear, las injusticias, las violaciones, la opacidad, la corrupción y los abusos a los que los ciudadanos nos encontramos sometidos por falta de información y por administraciones gubernamentales desaseadas en sus encomiendas sociales y que nos mantienen al margen y en diversas omisiones y obstrucciones para conseguir atención, justicia o servicio constante y eficaz, la realidad de las administraciones públicas y la representación es y debe ser, servir a su sociedad.
CARTÓN POLÍTICO
Edición 807: Magistrada Fanny Jiménez revoca rechazo de pruebas y defiende Bosque de Los Colomos
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LAS NOTICIAS PRINCIPALES:
Crónica de una semana tensa en la UdeG: La rebelión estudiantil que desafía a la FEU
NACIONALES
Buscan cubrir a AMLO en actos de corrupción

– De Primera Mano, por Francisco Javier Ruiz Quirrín
UNA DE LAS evidencias de que el sistema político del México de nuestros días es parecido al PRI hegemónico de hace 50 años es el combate a la corrupción de acuerdo a intereses políticos del grupo en el poder, con una gran diferencia ahora: Los funcionarios de primer nivel son intocables.
No hubo un solo presidente de la república de aquel viejo PRI, que no impusiera su voluntad y enviara un mensaje a la clase política de que había un nuevo líder en Los Pinos. Las demostraciones incluían cárcel para figuras de alto nivel. Así, estuvieron tras las rejas el senador Jorge Díaz Serrano, director de PEMEX, con el presidente José López Portillo, varios gobernadores y hasta un hermano del presidente Carlos Salinas, Raúl.
A partir del año 2018, el hombre que tuvo como lema de campaña presidencial el ataque a la corrupción, Andrés Manuel López Obrador, en los hechos cubrió a los corruptos de primerísimo nivel.
Solo dos botones de muestra: Ignacio Ovalle Fernández, director de SEGALMEX, y Manuel Bartlett Díaz, director de la Comisión Federal de Electricidad. Aplicó la máxima de Benito Juárez: “A los amigos, perdón y gracia; a los enemigos, la ley a secas”.
Entre los enemigos actuó contra Emilio Lozoya, director de PEMEX con el presidente Peña Nieto, acusado de haber recibido sobornos de una empresa petrolera del Brasil, pero al final del día su gobierno acordó y el acusado está en casa.
El cinismo de AMLO incluyó su admisión de la existencia de corrupción en Segalmex, cuyo desfalco rebasó los 15 mil millones de pesos, pero justificó a Ovalle diciendo que este último “había sido engañado por sus subalternos”.
Increíble lo anterior, sobre todo para quien, durante una “mañanera” del año 2019, aseguraba que no hay persona mejor informada que el presidente de la república y que si había corrupción entre los funcionarios, “era porque el jefe, el presidente, estaba enterado”.
En los días que vivimos, el caso del “huachicol fiscal” operado por altos mandos de la Marina Armada de México nos pone sobre la mesa la enorme probabilidad de que no solo el general secretario del ramo con López Obrador, sino también este último, pudieran haber sido enterados y haber permitido el enorme peculado.
Imposible no reparar en las declaraciones del titular de la Fiscalía General de la República, Alejandro Gertz Manero, quien el pasado domingo declaró que Rafael Ojeda Durán, titular de la Marina en el sexenio obradorista, había denunciado “problemas” y que por ese motivo la Fiscalía General de la República se había adentrado en la investigación que hoy tiene por resultado la persecución de cuando menos 200 personas, entre militares, servidores públicos y empresarios.
Los hechos sobre tal ilícito empezaron a trascender a los altos mandos militares cuando Rubén Guerrero Alcántar, vicealmirante y exdirectivo de una aduana en Tamaulipas, redactó una carta que llegó a manos del general secretario Ojeda Durán, en la que señalaba directamente a Manuel Roberto y Fernando Farías Laguna, de encabezar una red de “huachicoleo fiscal”.
Los hermanos Farías, originarios de Guaymas, Sonora, son sobrinos de Ojeda Durán. Guerrero Alcántar fue asesinado el 8 de noviembre del 2024 en Manzanillo, Colima. El volcán de corrupción denunciado hizo erupción al descubrirse un buque con diez millones de litros de combustible introducido sin pagar impuestos en Tampico, Tamaulipas, el pasado mes de mayo, seguido de otros descubrimientos similares en Ensenada, Baja California, y el trascendido de que ese combustible había tocado la bahía de Guaymas en Sonora.
En sus declaraciones sobre el tema, Gertz Manero subrayó que cuando el general secretario Ojeda denunció “problemas en la Marina”, lo hizo en términos generales sin hacer referencia a sus sobrinos. A su lado, en esa conferencia de prensa del pasado domingo, el titular de seguridad pública, Omar García Harfuch, dijo que no se podía condenar a toda una institución por los errores cometidos por algunos de sus integrantes.
Horas después, en su “mañanera”, la presidenta Claudia Sheinbaum refrendó la defensa. Para el general exsecretario, recordando que lo importante era la investigación y, sobre todo, las pruebas para demostrar los dichos.
La lógica indica una posibilidad de involucrar a Rafael Ojeda Durán en el escándalo mayúsculo de los hermanos Farías Laguna y otros implicados; golpearía directamente la humanidad de López Obrador.
Es mucho más conveniente enviar el mensaje de ataque a la corrupción, aprehendiendo y enjuiciando a “peces menores”. Ahí se registra una diferencia con el pasado reciente.
Durante el sexenio 2018-2024 se cubrió la corrupción en vez de combatirla. En este sexenio de la presidenta Sheinbaum sí se está combatiendo la corrupción pero cuidando la imagen de quien ahora vive en Palenque.
Lo anterior significa la imposibilidad de señalar y encarcelar a un exsecretario en cualquiera de sus ramos.
Para el lado oficial, resultan muy lejanas y “casi en el olvido” aquellas palabras de AMLO en una de sus “mañaneras” del año 2019: “El presidente de México está enterado de todo lo que sucede y de las tranzas grandes que se llevan a cabo”.
JALISCO
¿Legalidad? pero sin integridad

– Opinión, por Gabriel Torres Espinoza
¿Por qué se critica tanto al Tribunal de Justicia Administrativa (TJA)? Porque se ha transformado en fábrica de sentencias “ajustadas a derecho”, ¡pero profundamente injustas! Asisten al ‘indebido proceso’ y ceden al “daño patrimonial” causado por los ‘desarrolladores’.
Los derechos colectivos —aire limpio, agua, movilidad, biodiversidad— se reducen a bienes menores, sacrificables en nombre de una supuesta certeza jurídica para el ‘inversionista’.
Lo que la Corte Interamericana de Derechos Humanos recordó es que tienen la obligación jurídica de prevenir, mitigar y remediar daños ambientales por su impacto directo en los derechos humanos.
Bajo esa luz, cada fallo del TJA que antepone la rentabilidad de un fraccionamiento sobre la preservación de un bosque o de un área natural protegida, no es solo un despropósito local, sino una violación a compromisos internacionales y a los derechos fundamentales de la ciudadanía.
La prensa ha documentado el incremento de litigios contra la planeación urbana, hasta el punto de que este Tribunal se tornó en el espacio donde los corruptores desfilan a desmontar planes de desarrollo, debilitando la ordenación del territorio con fachada de legalidad. Se trata de un tribunal que privilegia la letra procesal, sobre el sentido integral de la planeación. Lo que se produce es una ciudad fragmentada, desigual, en la que cada vez es más difícil trasladarse y vivir.
La responsabilidad social de este Tribunal es mayor, pues el TJA es la última instancia. Las decisiones que dicta son definitivas y obligatorias. Sus resoluciones no pueden recurrirse, y sus magistrados no rinden cuentas a nadie. Allí donde se concentra el poder de decidir el futuro urbano, se concentra también la tentación de la corrupción.
Por eso el TJA no solo refleja, sino que encarna hoy el mayor riesgo estructural para el derecho a la ciudad y al medio ambiente, porque cada vez que dicta una sentencia que habilita lo prohibido, que desprotege los recursos naturales, destruye algo más que territorio; destruye la confianza en la idea misma de justicia. Su propia legitimidad social.
Los jueces no deben limitarse a aplicar reglas, sino decidir con base en principios que aseguren el bien superior a la ciudad. La legalidad, sin integridad, degrada la justicia. Básicamente, porque transforma el tribunal en una coraza de impunidad.
En este órgano jurisdiccional, hemos visto cómo se ha vuelto norma la confusión entre legalidad procedimental y justicia, con resoluciones fundadas y motivadas en lo formal, pero que producen resultados injustos y muy lesivos para la sociedad.
Sentencias “apegadas a derecho” que, sin embargo, devastan áreas naturales, desmantelan planes urbanos, causan más colapso vial y profundizan la desigualdad. No perdamos de vista que esa sociedad, la que sufre las consecuencias, es justamente la que dotó a estos magistrados de su investidura, y a la que debieran rendir cuentas, a través de los poderes constituidos de Jalisco.
La diferencia entre un tribunal de justicia y uno de derecho se vuelve aquí fundamental. El primero busca armonizar la norma con el desarrollo sustentable de la ciudad; el segundo la aplica sin importar que destruya bosques, colapse vialidades o afecte a comunidades enteras.
El primero protege a la ciudad; el segundo protege contratos y escrituras privadas. El primero es garante de ciudadanía; el segundo, como en Jalisco, es agente de plusvalía y el principal agente corruptor contra el ordenamiento territorial.
A la luz de las actuaciones del TJA, surge hoy una pregunta colectiva, inevitable y perturbadora: ¿Cuál es la utilidad social de un tribunal del que debemos defendernos todos para poder preservar la ciudad? Si el órgano llamado a garantizar justicia es el principal mecanismo de despojo legalizado; si en lugar de proteger a la colectividad protege a los desarrolladores; si en vez de equilibrar el interés privado con el bien común se ha dedicado a corroerlo, entonces su existencia no responde al poder público, sino a los negocios que lo corrompen.
Un tribunal así no es garante de derechos, ni de justicia administrativa; sino una auténtica amenaza permanente contra ellos, misma que estaríamos obligados a enfrentar como sociedad, y desde el gobierno.