OPINIÓN
Repensar a México
Opinión, por Luis Manuel Robles Naya //
La pandemia que tiene paralizado a México y buena parte del mundo ha hecho monotemática la conversación pública. Ha exhibido las limitaciones del sistema de salud y el ingobernable carácter del presidente de la república, para quien no existen normas ni disposiciones que impidan que haga lo que a su soberana voluntad se le antoje y acomode.
La displicencia con la que ha enfrentado esta emergencia nacional, que le ha “quedado como anillo al dedo” para consolidar la cuarta transformación, obliga a pensar seriamente sobre la salud mental del mandatario, pues obsesionado como está por sus atavismos, parecen importarle poco las muertes de mexicanos y la enfermedad de miles con tal de consolidar su proyecto político, mismo que, por la ambigüedad de su discurso, la incoherencia de sus acciones, la falta de reglas y seguimiento de sus programas, tiene a la sociedad en creciente incertidumbre y desconfianza.
Desde el poder nos han dicho que estamos en una cuarta transformación, sin explicar en qué consiste o cuando menos describir la utopía. Si vamos a cambiar el régimen republicano, democrático, representativo, ¿por cual será sustituido? ¿Será un cambio gatopardiano? Si vamos a cambiar el régimen de economía mixta y libertad económica, ¿cuál será el modelo siguiente?, ¿estatismo, socialismo u otro? Si vamos a cambiar el régimen actual de representación democrática representativa, ¿será sustituido por uno de democracia participativa como lo esbozan en las “consultas populares” realizadas? ¿Vamos a cambiar el sistema de impartición de justicia por otro en el que no importe la ley sino el concepto de lo justo, a juicio de la plebe, no de los jueces? Las decisiones de infraestructura y muchas más de gobierno ¿serán decididas a mano alzada como ha sucedido ya en algunas ocasiones?
Hasta el momento, todas las señales de cambio, incluso el concepto de cuarta transformación salen de un solo mensajero: el presidente de la república, a cuya voz se mueve el Congreso, el gabinete y hasta “el tigre” que alguna vez amenazara soltar en una reunión de banqueros.
Iván Krastev, politólogo búlgaro, citado por Jean Meyer en “El Universal” (29/03/20) argumenta que la revolución de la comunicación inmediata ha ocasionado que pasemos de una república de ciudadanos a una república de “fans”, y añade, que los populistas cuando tienen el poder, se comportan psicológicamente como víctimas, como si estuvieran en la oposición: “si eres víctima puedes comportarte como villano”
Se entiende tal vez por eso su permanente afán de polemizar y descalificar opiniones divergentes, sus desplantes populistas y decisiones desconcertantes, que parecen llevar al país al vaivén de su talante y temperamento, dando lugar no solo a la incertidumbre, sino también a la expectación paralizante y hasta la alarma.
Antes de la aparición de la pandemia COVID19, la economía ya presentaba indicadores alarmantes. Todo un año sin crecimiento y pronósticos negativos, para 2021 ya son indicios de que es necesario revisar no las acciones sino todo el proyecto (si existe) que engloba la llamada “cuarta transformación”.
Revisar las contradicciones del régimen que se define humanista pero desdeña las demandas femeninas, que dice promover valores pero entrega la educación a una corriente sindical que carece de ellos, que dice combatir la corrupción pero impera el desorden y la arbitrariedad en las compras del gobierno, que dice que nada fuera de la ley todo por la razón y el derecho, pero utiliza la justicia para revanchas e intereses políticos.
Se han presentado ya, por la Secretaría de Hacienda, los pre-criterios económicos sobre los cuales se elabora el presupuesto 2021, para que la Cámara de Diputados discuta el proyecto de presupuesto a partir de septiembre. Sus estimaciones, fueron puestas en duda, y desconocidas por el presidente, pues reconocen que habrá disminución en la recaudación, reducción de los ingresos petroleros, y crecimiento negativo del PIB, condiciones que niega el mandatario y se aferra a hacer del petróleo palanca de desarrollo.
Es tiempo de dejar atrás concepciones ideológicas y trabajar con bases reales para que los recursos, que serán escasos, vayan a satisfacer las necesidades de las familias mexicanas y no los apetitos políticos de un cambio de régimen, centrado en la concentración del poder en el ejecutivo y en la dominación de las estructuras democráticas por una hegemonía partidista.
La visión de un México en el que solo existe una verdad, la del presidente, no es el camino para escribir una nueva historia producto del delirio de quien construyó su propio mito a fuerza de falacias. La realidad de México no es dual, no son solo pobres y ricos los que viven en este país y no es tampoco una visión clasista la que corresponde a un gobierno del siglo XXI.
Es tiempo de repensar a México como país y revisar si éste es el gobierno que queremos todos los mexicanos o solo la nación de “fans” que han construido las redes sociales.
