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OPINIÓN

Requiem por Guaymas

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Por Benjamín Mora Gómez //

Hay diferentes maneras de habitar la tierra, unas como de Madre Tierra y otras como de mercancía, matándola, odiándola, devastándola y cosificándola, como nos hace sentir Ana Patricia Noguera de Echeverri cuando escribe sobre la crisis ambiental. La tierra es un sistema vivo, aunque cueste aceptarlo, que el Estado debe cuidar en el sentido de tejido de vida simbólico-biótico.

La tierra nos exige asumir un pensamiento ambiental de alteridad que nos convoca y converge. Michel Serres nos descubre que “la II Guerra Mundial no es la de 1939 a 1945; es –no dice- la guerra que le hacemos al mundo: aquella que producimos en el mundo y contra el mundo”.

El reto es más serio de lo imaginado. La destrucción de la tierra es la destrucción de la casa común, y quien así actúa debe ser señalado como el mayor de los criminales pues atenta en contra de todos quienes hoy la habitamos y en contra de todos quienes aguardan nacer, y así como Adán y Eva fueron expulsados del mítico Paraíso por romper con su armonía divina, estos criminales ambientales deben ser separados de la vida en común para que ésta, la vida en común, prosiga.

Caminamos hacia la desolación y debemos actuar con energía para no llegar a ella, enmendado el camino y dejando solo nos acompañen quienes amen habitar la tierra de forma armónica.

Mi infancia tuvo en la mar de Guaymas a esa universidad del oleaje de la que nos habla Pablo Neruda; magnético círculo que día con día se me presentaba distinto.

Mi infancia fue en ese Guaymas cuyo su sol me abrazaba a punto de derretirme pero que amoroso me refrescaba con el viento de sus atardeceres de cielos enrojecidos.

Mi infancia la recuerdo en lo alto de las montañas de Guaymas desde las cuales miraba la silueta de la Baja California y del sol ocultándose tras de ellas.

Mi infancia hoy se duele por el ácido que Grupo México derramó en las aguas del Mar de Cortés, sin que hasta hoy, Germán Larrea, CEO y presidente de Grupo México, se muestre conmovido.

En los océanos del mundo yacen barcos que naufragaron por imprudencias de sus marinos que retaron a la Madre Náutica; hoy, Grupo México podría naufragar por acciones legales de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales, encabezada por Víctor Toledo. Al parecer, a Grupo México se le dejará de cuidar y proteger desde el gobierno federal pudiendo vetarlo por 20 años o, de plano, dejarlo morir en el fondo del mar de sus concupiscencias, cinismos y sobrada falta de escrúpulos en razón de una sanción por hasta 22 mil millones de pesos, e incluso, llevar a juicio a los servidores públicos coludidos en el pasado. Hoy, el Gobierno federal actúa de manera integral: la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente, la Comisión Nacional del Agua y la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales. Lo aplaudo.

Germán Larrea, segundo hombre más rico de México y 98 de la lista de Forbes, imprime su personalidad agreste y sinvergüenza a sus múltiples negocios dentro y fuera de México, y nadie, hasta hoy, se atrevía a cuestiónalo ni detenerle. Su fortuna se calcula en 14 mil millones de dólares americanos. Vale recordar que Grupo México compró la Mina de Cobre de Cananea a mitad del precio al gobierno de Carlos Salinas de Gortari pretendía vender, del mismo modo en que casi regaló Altos Hornos de México a la familia Ancira. Jorge Larrea, padre de Germán Larrea, no pagó los 975 millones de dólares que el gobierno pedía en un principio, sino solo 475 millones de dólares.

Grupo México hoy sortea un nuevo huracán, impávido, impasible e inconmovible, tal como lo hizo en Pasta de Conchos o en Tía María en la región de Cocachacra en Perú. Sabe guardar silencio y resguardarse a que los vientos mengüen y entonces declarar, como lo hizo Óscar González Rocha, director general de Southern Copper, filial de Grupo México en Perú, que “ningún interés político o económico debía estar por encima de la vida y de la paz” ¿De qué vida y paz nos habla Óscar Rocha?

Y si Odebrecht es un escándalo de corrupción mundial, Grupo México no se cuece aparte. De acuerdo con la Unidad de Delitos Económicos y Financieros del gobierno español, Grupo México, en consorcio con Magtel de Sevilla, se adjudicó la mina de Aznalcóllar en Andalucía, sin cumplir con los requisitos de la concesión al tener los peores planes de cuidado ambiental. La mina de Aznalcóllar había vertido de lodos tóxicos en el Parque Nacional y Natural de Doñana, en Andalucía, el 25 de abril de 1998, y Grupo México había derramado 40 mil litros de residuos químicos de la Mina Buenavista del Cobre en Cananea sobre el río Sonora, afectando a poco más de 22 mil personas y siete poblaciones aledañas. Los antecedentes de tal alianza se comprenden.

Hoy, mi mar de Guaymas está como la mar de Xavier Villaurrutia: Mar sin viento ni cielo, sin olas, desolado, nocturno mar sin espuma en los labios, nocturno mar sin cólera (…) preso y esclavo (…) ciego que no busca la luz que le robaron…

E-mail: benja_mora@yahoo.com

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