MUNDO
Un análisis prospectivo: Crisis de la industria automotriz occidental

Actualidad, por Alberto Gómez R. //
La industria automotriz europea y estadounidense atraviesa una crisis sin precedentes que amenaza con transformar radicalmente el panorama global del sector. Los factores que han contribuido a esta situación son diversos, pero un actor central emerge en este contexto: las automotrices chinas. Con una oferta de vehículos tecnológicamente avanzados, eléctricos y más accesibles para los consumidores, estas empresas han irrumpido en el mercado global, desafiando a las tradicionales potencias del sector.
Factores que han desencadenado la crisis
La crisis de la industria automotriz en Europa y Estados Unidos tiene múltiples aristas. Uno de los elementos más relevantes es la acelerada transición hacia vehículos eléctricos (EVs, por sus siglas en inglés). Mientras que empresas como Tesla lideraron este movimiento, las automotrices chinas han logrado capitalizar rápidamente el cambio, ofreciendo productos competitivos en términos de precio, rendimiento y tecnología.
Según The Economist, marcas como BYD, NIO y Geely han ganado terreno no solo en China, sino también en mercados internacionales, aprovechando economías de escala, fuertes subsidios gubernamentales y una capacidad de innovación ágil.
Por otro lado, las políticas regulatorias en Europa y Estados Unidos han añadido presión a las empresas locales. La Unión Europea ha implementado normativas más estrictas sobre emisiones de carbono, obligando a las automotrices a transformar sus líneas de producción para cumplir con objetivos ambientales ambiciosos. Si bien estas políticas buscan combatir el cambio climático, han incrementado los costos operativos de las empresas tradicionales, dejándolas en una posición vulnerable frente a sus competidores asiáticos.
En Estados Unidos, las tensiones comerciales con China también han complicado el panorama. Como menciona The Wall Street Journal, la dependencia de componentes chinos, especialmente baterías para vehículos eléctricos, ha dejado a las automotrices estadounidenses en una situación de desventaja estratégica. Las fluctuaciones en los costos de las materias primas, como el litio y el cobalto, han agravado esta situación.
Impactos económicos y sociales
El impacto económico de esta crisis es profundo. En Europa, corporativos como Volkswagen, BMW y Stellantis han reportado caídas significativas en sus márgenes de ganancia. Según un informe de Report Linker, estas empresas enfrentan crecientes costos de producción debido a la electrificación, mientras que los consumidores se inclinan hacia alternativas más económicas provenientes de China. Este fenómeno ha desencadenado cierres de plantas, especialmente en regiones dependientes de la industria automotriz, como Alemania y España, lo que ha resultado en miles de empleos perdidos.
En Estados Unidos, la situación no es menos grave. Los recientes conflictos laborales, como la huelga del sindicato United Auto Workers (UAW), reflejan la creciente tensión entre las corporaciones y sus empleados. Los trabajadores demandan salarios más altos y mejores condiciones, pero las empresas enfrentan dificultades para cumplir con estas demandas mientras intentan mantenerse competitivas frente a los fabricantes chinos.
Socialmente, la crisis ha generado incertidumbre en comunidades enteras que dependen de la industria automotriz para su sustento. Regiones tradicionalmente automotrices como Detroit enfrentan un declive económico que amenaza con exacerbar problemas como la desigualdad y la falta de oportunidades laborales.
La estrategia de las automotrices tradicionales
Ante esta crisis, las corporaciones europeas y estadounidenses han adoptado diversas estrategias para intentar revertir su situación. Volkswagen, por ejemplo, ha incrementado su inversión en tecnología de baterías y ha establecido asociaciones estratégicas con proveedores clave en Europa para reducir su dependencia de Asia. Asimismo, ha lanzado vehículos eléctricos más asequibles para competir directamente con las automotrices chinas.
Por su parte, General Motors y Ford en Estados Unidos han redoblado esfuerzos en la producción de vehículos eléctricos, destinando miles de millones de dólares a infraestructura y desarrollo tecnológico. Sin embargo, como señala ATZ Magazine, estas iniciativas aún enfrentan barreras significativas, incluyendo la lenta adopción de los EVs en el mercado estadounidense y la falta de una red de carga suficientemente amplia.
En Japón, Toyota, históricamente líder en tecnología híbrida, ha intensificado su transición hacia vehículos eléctricos, aunque enfrenta críticas por haber reaccionado tarde a esta transformación. Según The Economist, su enfoque en combustibles alternativos, como el hidrógeno, podría posicionarla como un actor relevante a largo plazo, pero en el corto plazo la coloca en desventaja frente a competidores más ágiles.
La irrupción de las automotrices chinas
El avance de las automotrices chinas es uno de los factores más disruptivos en la crisis actual. Marcas como BYD han logrado una integración vertical que les permite controlar toda la cadena de suministro, desde la extracción de minerales hasta la fabricación de baterías y vehículos. Esto no solo les otorga una ventaja en costos, sino también en capacidad de respuesta a las demandas del mercado.
Además, las automotrices chinas han adoptado un enfoque centrado en la tecnología. Según Report Linker, muchas de estas empresas han incorporado sistemas avanzados de inteligencia artificial, conectividad y conducción autónoma en sus vehículos, ofreciendo un valor añadido que las empresas tradicionales aún no han igualado. Asimismo, el apoyo del gobierno chino, mediante subsidios e incentivos fiscales, ha sido clave para su expansión internacional.
Escenarios futuros
El futuro de la industria automotriz occidental (europea y estadounidense) dependerá de su capacidad para adaptarse a un entorno cambiante y altamente competitivo. A corto plazo, se prevé una intensificación de la competencia en el mercado de vehículos eléctricos, con empresas occidentales luchando por recuperar cuota de mercado mediante estrategias de reducción de costos y alianzas estratégicas.
En el mediano plazo, es probable que la consolidación del mercado se acelere. Se verá un aumento en las fusiones y adquisiciones, a medida que las empresas más pequeñas y menos competitivas sean absorbidas por gigantes del sector. Esta consolidación podría fortalecer a las empresas más grandes, pero también plantea riesgos para la diversidad y la innovación.
Por otro lado, el papel de los gobiernos será crucial. En Europa, se espera que la Unión Europea introduzca políticas adicionales para proteger su industria automotriz, como aranceles más altos para los vehículos chinos. Sin embargo, esto podría generar tensiones comerciales con China y otros socios comerciales.
En Estados Unidos, la Ley de Reducción de la Inflación (IRA, por sus siglas en inglés) ya ha comenzado a ofrecer incentivos para la producción local de vehículos eléctricos y baterías, pero su impacto a largo plazo aún está por verse. Una mayor inversión en infraestructura de carga será esencial para fomentar la adopción masiva de EVs en el país.
La crisis de la industria automotriz europea y estadounidense es un reflejo de un cambio estructural en el mercado global, impulsado por la transición hacia vehículos eléctricos y la irrupción de actores chinos altamente competitivos. Las implicaciones económicas y sociales de esta crisis son profundas, pero también representan una oportunidad para que las empresas tradicionales se reinventen y adapten a las nuevas demandas del mercado.
El éxito de estas corporaciones dependerá de su capacidad para innovar, reducir costos y establecer alianzas estratégicas, así como del apoyo de los gobiernos para crear un entorno competitivo justo. A medida que la industria automotriz evoluciona, los próximos años serán determinantes para definir qué empresas liderarán la próxima era del transporte y cuáles quedarán relegadas al pasado.
JALISCO
Lleva Ballet Folclórico de Guadalajara cultura y tradición a Estados Unidos

– Por Mario Ávila
El Ballet Folclórico de Guadalajara se presentó en el Rosemont Theatre de Chicago, en el evento estelar de la Segunda Ruta de la Gira Internacional 2025, México en el Corazón.
Los bailarines tapatíos compartieron escenario con el Mariachi Estelar de México en el Corazón y la Banda Orquesta Colores, y presentaron estampas, música y canciones de Guanajuato, Yucatán y Jalisco ante los más de 4 mil 400 asistentes.
Este espectáculo se realiza anualmente e incluye al Mariachi Estelar como uno de sus principales artistas, junto con el Ballet Folclórico Guadalajara y la Banda Orquesta Colores.
Participaron en el evento Sergio Suárez, presidente de NAIMA (North American Institute for Mexican Advancement); Ron Serpico, alcalde de Melrose Park; Susana Mendoza de Illinois Comptroller; Reyna Torres, cónsul general de México en Chicago; Andrea Blanco, coordinadora del Gabinete Social del Gobierno de Jalisco; y Manuel Romo, secretario de Gobierno del Gobierno de Guadalajara.
Esta es la segunda parada de la ruta de México en el corazón, la primera fue en la Ciudad de Sioux City, en Iowa en donde se presentó por primera vez, y más de mil personas asistieron a disfrutar de este espectáculo.
La gira continuará por el Medio Oeste, Sur y la Costa Este de los Estados Unidos.
Para fechas y ciudades entrar en este sitio web: http://www.mexicoenelcorazon.org
CARTÓN POLÍTICO
Edición 805: Entrevista a Mirza Flores: «La silla del poder es prestada; no olvidemos de dónde venimos»
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LAS CINCO PRINCIPALES:
Arranca el Sistema Estatal de Participación Ciudadana en Jalisco
La corrupción urbanística: Valle de los Molinos y Colomos III
MUNDO
La tradición del saqueo: Naturaleza depredadora del poder imperial

– Actualidad, por Alberto Gómez R.
(Parte 1) A lo largo de la historia de la humanidad, el poder económico de los grandes imperios se ha construido frecuentemente sobre pilares tan sombríos como la guerra, el saqueo sistemático y el sometimiento de pueblos enteros.
Este patrón de comportamiento, visible desde los primeros imperios de la antigüedad hasta las potencias contemporáneas, revela una lógica de acumulación basada en la extracción violenta de recursos más que en la productividad o la innovación endógena.
El historiador económico Douglas North, citado en uno de los documentos analizados, señalaba que los imperios antiguos establecían sistemas burocráticos sofisticados que permitían la expropiación sistemática de excedentes de las regiones conquistadas.
En el mundo actual, Estados Unidos representa la última encarnación de este impulso imperial, aunque sus métodos hayan evolucionado hacia formas más sofisticadas de dominación económica y militar.
Como se advierte en el panorama actual, esta potencia estaría experimentando un rápido declive relativo en el escenario global, lo que intensificaría sus comportamientos depredadores hacia naciones ricas en recursos que se resisten a someterse a su hegemonía.
Venezuela, con las mayores reservas petroleras certificadas del planeta, se encontraría en la mira de este mecanismo de saqueo contemporáneo, al igual que lo estuvieron Irak, Libia y Siria en las últimas décadas, solo por citar algunos ejemplos.
LOS CIMIENTOS HISTÓRICOS DEL SAQUEO IMPERIAL
Los primeros grandes imperios de la historia establecieron las bases de lo que sería una larga tradición de explotación económica mediante la conquista. En Mesopotamia, Egipto, China y la India, surgieron estructuras estatales centralizadas que «legislaban, impartían justicia y ejecutaban sobre un extenso territorio que agrupaba a muchas ciudades» (eumed.net).
Estos imperios perfeccionaron sistemas de extracción de riqueza mediante tributos, esclavitud y control de las rutas comerciales.
El Imperio de Alejandro Magno ofrece un ejemplo temprano de cómo la conquista militar servía como vehículo para la acumulación de riqueza. Como se describe en los documentos, Alejandro y sus falanges macedonias conquistaron todo el Imperio persa en tan sólo ocho años, apoderándose de inmensos tesoros y estableciendo un sistema de control sobre territorios que se extendían hasta la India. Patrón similar exhibiría el Imperio Romano, que transformó el Mediterráneo en su «Mare nostrum» y extrajo recursos de todos los territorios conquistados, desde las minas de plata hispanas hasta los graneros egipcios.
Con la era de los descubrimientos, las potencias europeas perfeccionaron el arte del saqueo imperial a escala global. España y Portugal inauguraron lo que podría considerarse el primer «imperio global» de la historia: «por primera vez un imperio abarcaba posesiones en todos los continentes del mundo» (eumed.net).
El flujo de metales preciosos desde América hacia Europa financió las guerras y el desarrollo económico europeo durante siglos, a costa del exterminio y la explotación de poblaciones indígenas.
El Imperio británico llevaría este modelo a su máxima expresión, estableciendo una red global de colonias y territorios controlados que proveían de recursos naturales y mercados cautivos a la metrópoli. El comercio de esclavos, la extracción de recursos en condiciones de cuasi-esclavitud y la destrucción de industrias locales competitivas fueron algunas de las estrategias empleadas para consolidar su hegemonía económica.
ESTADOS UNIDOS, LA SUPERPOTENCIA DEPREDADORA
Estados Unidos emergió como potencia global practicando una versión modernizada del juego imperial tradicional. Bajo la Doctrina Monroe y su corolario Roosevelt, se autoproclamó potencia hegemónica en América Latina y el Caribe, interviniendo militarmente en múltiples ocasiones para proteger sus intereses económicos. La diplomacia de las cañoneras y las intervenciones directas aseguraban el acceso a mercados, recursos y rutas comerciales estratégicas.
Tras la Segunda Guerra Mundial, con las potencias europeas debilitadas, Estados Unidos ascendió a la condición de superpotencia global, rol que se consolidaría tras el colapso de la Unión Soviética.
Como se señala en uno de los documentos, «después de que se desintegrase la Unión Soviética a principios de 1990, Estados Unidos quedó como la única superpotencia restante de la Guerra Fría». Esta posición hegemónica le permitió moldear las instituciones internacionales a su medida y establecer un sistema económico global que privilegiara sus intereses.
La economía estadounidense se ha vuelto profundamente dependiente de lo que el presidente Eisenhower denominó el «complejo militar-industrial». Con un presupuesto militar que supera al de los siguientes diez países combinados, Estados Unidos ha convertido la guerra en un negocio extraordinariamente lucrativo para sus corporaciones de defensa.
Como se documenta en uno de los artículos revisados, la administración Biden ha solicitado al Congreso «842 mil millones de dólares para el Pentágono en el año presupuestario 2024», lo que representa «la solicitud más grande desde el pico de las guerras de Irak y Afganistán» (france24.com).
Este apetito insaciable por el gasto militar requiere enemigos externos y conflictos perpetuos, creando un círculo vicioso de intervencionismo que justifique tales desembolsos. Los resultados son visibles en las sucesivas guerras e intervenciones que han marcado las últimas décadas, desde Vietnam hasta Afganistán, pasando por Irak, Libia y Siria.
EL SAQUEO CONTEMPORÁNEO
La invasión de Panamá en 1989 constituye un ejemplo paradigmático de cómo Estados Unidos utiliza pretextos para justificar intervenciones militares que persiguen objetivos geoeconómicos estratégicos. Como se documenta extensamente en varios de los materiales consultados, la llamada «Operación Causa Justa» fue oficialmente justificada como una medida necesaria para detener el narcotráfico y defender la democracia.
El general Manuel Antonio Noriega, quien había sido durante años un aliado útil para Washington y colaborador de la CIA, fue convertido de pronto en enemigo público número uno. Como se describe en los documentos, Noriega «había sido aliado clave de Estados Unidos durante el final de la Guerra Fría, trabajando como agente de la CIA, al tiempo que tejía vínculos con el narcotráfico» (elnacional.com). Cuando dejó de ser funcional a los intereses estadounidenses, fue acusado de narcotráfico y derrocado mediante una invasión militar que causó entre 500 y 4 mil víctimas panameñas, según distintas fuentes.
El verdadero objetivo de la invasión, sin embargo, habría sido asegurar el control estratégico del Canal de Panamá en vísperas de su traspaso completo a soberanía panameña, previsto para el año 2000 según los Tratados Torrijos-Carter de 1977. Como se señala en uno de los documentos, estos tratados «condicionaba la defensa del canal de manera conjunta, a través de un tratado adicional, dando la posibilidad de intervenir militarmente en Panamá si la operación del canal se viese comprometida».
La invasión aseguró que, aunque panameño en papel, el canal permaneciera bajo control efectivo estadounidense.
Continuará…