JALISCO
La partida de un amigo: Abel Hernández, deja huella en el periodismo de Jalisco

Por Mario Ávila //
Aunque sus inicios en el ejercicio del periodismo los tuvo en la Ciudad de México, José Abel Hernández Ugalde, creció y dejó huella en el periodismo de Jalisco, con 20 años en el ejercicio de reportero y 20 años más dedicado a la comunicación social. Este lunes 13 de febrero falleció a consecuencia de una complicación respiratoria y fue despedido en medio de innumerables muestras de afecto de familiares, amigos y colegas.
A José Abel le sobreviven su esposa, cinco hijos, siete nietos, su madre y sus hermanos, que estuvieron el martes 14 y miércoles 15 en las salas de velación del Recinto Funeral Guadalupe, recibiendo las condolencias de un gran número de amigos que Abel supo hacer y mantener durante su ejercicio profesional y en la vida diaria.
Siendo apenas un muchacho de 22 años, Abel Hernández llegó a Jalisco con un grupo de reporteros que el periodista Eduardo García Haen trajo para desempeñarse en el naciente periódico El Jalisciense, allá en el lejano año de 1981. El periódico era propiedad de Fernando Romo González y tenía sus instalaciones en la calle Rio Nilo, justo enfrente de lo que hoy es Plaza Fórum.
Abel se abocó a la cobertura de la fuente política, pero después tuvo un paso duradero en la fuente de seguridad pública, en donde se distinguió por ser uno de los primeros reporteros especializados en la fuente policiaca, en donde fue compañero de reporteros que marcaron una época como Jorge Águila, Eduardo Chimeli y Modesto Barros.
Sin embargo, una de sus etapas en donde se distinguió como reportero de la fuente política y en la cobertura de la información generada en el Congreso del Estado, fue en la década de los noventa cuando laboraba para el periódico El Informador.
Ahí se distinguió por el valor y la verticalidad en sus publicaciones, lo que le mereció una golpiza que le propinaron los policías del ayuntamiento de Guadalajara, durante la recién llegada primera administración del PAN en la capital jalisciense, a cargo de César Luis Coll Carabias, coincidentemente, un político también llegado de la ciudad de México.
La tunda de toletazos en toda su humanidad, la recibió Abel de los pies a la cabeza en los pasillos del Palacio Municipal de Guadalajara, cuando testificaba una manifestación de comerciantes ambulantes liderados por Salvador Cabrera Vera, que habían sido desalojados de las calles del centro de Guadalajara, con lujo de prepotencia y haciendo uso de la fuerza pública.
La manifestación se realizó a las puertas del Palacio Municipal, que estaba cerrado, sin embargo extrañamente al medio día el personal del gobierno municipal recibió la instrucción de abrir las puertas, dejar pasar a los inconformes (y entre ellos al reportero Abel Hernández que cumplía con su orden de trabajo), pero una vez adentro del patio central, cerraron las puertas con candados y cadenas y del sótano emergieron escuadrones de policías tapatíos que tundieron agolpes a los manifestantes, entre los que se encontraban grandes cantidades de mujeres y niños, que no tenían hacía donde correr para ponerse a salvo.
La crónica de Abel de ese día, decía que se refugió detrás de un pilar apretando su libreta y su pluma contra su pecho y hasta ahí le llegaron los toletazos de los policías, que no cesaron cuando el gritaba una y otra vez que él era reportero, lo tiraron al piso y lo siguieron golpeando de los pies a la cabeza.
Una vez consumada la agresión que dejó decenas de comerciantes golpeados, detenidos y enviados a los separos policiacos, con muchas dificultades Abel Hernández caminó dos cuadras para llegar a las instalaciones de El Informador, en donde los reporteros presentes aprendimos una lección de las consecuencias que pagas en algunas ocasiones, por ejercer con ética el ejercicio del periodismo.
Un detalle relevante fue la actitud de nuestros jefes, comandados en ese entonces por don Jorge Álvarez del Castillo, quien en solidaridad con lo ocurrido a nuestro compañero, además de brindarle la atención médica inmediata, instruyó a jefes y editores a no publicar el nombre de César Luis Coll Carabias, ni para bien ni para mal y durante toda su administración, en las páginas del periódico con mayor abolengo de Guadalajara.
Pese a los intentos de una reunión para ofrecer una disculpa lanzados por enviados de César Coll, el dueño de El Informador se mantuvo firme en su determinación y eso bien pudo haber sido una de las consecuencias por las que la carrera política de César Coll fue de debut y despedida, salvo un paso efímero que tuvo años después en la Comisión Estatal del Agua.
Sin embargo, la animadversión de la mayoría de los panistas de esa época hacia los periodistas, a quienes llegaron desde 1995 tildando de “chayoteros”, se mostró de nueva cuenta en contra de Albel Hernández, cuando en las postrimerías de la década de los noventa, despojaron a la Asociación Civil Comunicación Cultural, de sus oficinas ubicadas en el cruce de las avenidas Cruz del Sur y Conchitas, solo por el hecho de que Abel Hernández había sido designado como nuevo presidente.
Esa estrategia fue implementada por el gobernador, Alberto Cárdenas Jiménez y acatada fielmente por su secretario General de Gobierno, Fernando Antonio Guzmán Pérez Peláez, pese a que Comunicación Cultural tenía vigente la posesión del bien inmueble en comodato por 99 años. La casa fue cedida después a la Procuraduría de Justicia del Estado de Jalisco y era utilizada como “Casa de Arraigo”.
Abel Hernández sale de El Informador en el año 2002 y en el 2003 empieza su aventura en las áreas de Comunicación Social en el gobierno de Fernando Garza. Estuvo también en dos administraciones en Tlaquepaque, pasó por áreas de comunicación en las corporaciones policiacas de Tlaquepaque y Tonalá y ejerció también en comunicación social de la fracción del PRI en el Congreso del Estado, en la Secretaría de Desarrollo Social y en el PRI.
CARTÓN POLÍTICO
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JALISCO
La transparencia del fiscalizador

– Los Juegos del Poder, por Gabriel Ibarra Bourjac
En Jalisco, la transparencia y la rendición de cuentas deberían ser principios innegociables. Sin embargo, la resistencia del auditor superior del Estado, Jorge Alejandro Ortiz Ramírez, a ser auditado por la Unidad de Vigilancia del Congreso revela una paradoja alarmante: el encargado de fiscalizar el gasto público evade la supervisión.
Esta actitud, denunciada por David Rubén Ocampo Uribe, titular de la Unidad, y el diputado Alberto Alfaro García, presidente de la Comisión de Vigilancia, no solo cuestiona la integridad de la Auditoría Superior del Estado de Jalisco (ASEJ), sino que amenaza la confianza en el sistema democrático.
Desde el 10 de julio de 2025, cuando Ocampo asumió su cargo, Ortiz Ramírez ha bloqueado cualquier intento de revisión. Solicitudes de expedientes laborales, nóminas y contratos han sido ignoradas, y un encuentro institucional propuesto para el 19 de agosto quedó en el vacío. “Quería saber si todo está en regla. La respuesta fue negativa. Pedí una reunión pública con agenda común, y tampoco hubo respuesta”, relató Ocampo a Conciencia Pública.
Incluso se le prohibió a personal de la ASEJ pasarle llamadas, limitando el diálogo al secretario técnico, un subordinado que no puede sustituir al titular.
El diputado Alfaro, de Morena, califica esta resistencia como un desafío al Congreso y a la sociedad. “El auditor se siente intocable, como si fuera gobernador. Durante ocho años operó sin contralor, pero ahora que lo hay, se niega a colaborar”, afirmó.
Con el respaldo de 29 de 32 deputados al nombramiento de Ocampo, su legitimidad es incuestionable. “Sabe que abriremos la Caja de Pandora”, añadió, sugiriendo que Ortiz Ramírez teme revelar irregularidades.
La Constitución de Jalisco y la Ley de Rendición de Cuentas otorgan a la Unidad de Vigilancia facultades plenas para revisar la ASEJ sin necesidad de acuerdos previos de la Comisión de Vigilancia, como argumenta Ortiz Ramírez.
Esta interpretación “tecnicista” es, para Ocampo, un escudo para evadir la fiscalización. La pregunta es inevitable: ¿qué oculta el auditor? Denuncias internas apuntan a aviadores, nóminas infladas, “moches” por laudos laborales y tolerancia a incapacidades falsas avaladas por el IMSS.
Una figura clave en estas acusaciones es Sandra Verónica Márquez González, de la Dirección Jurídica, señalada por mantener personal inexistente en nómina y exigir pagos ilegales, prácticas que arrastra desde su paso por el Tribunal de Arbitraje y la Fiscalía, donde se le vinculó al “Clan Trevi” por cobros indebidos.
La ASEJ es un pilar estratégico del gobierno de Jalisco, con autonomía técnica y de gestión para garantizar imparcialidad en la fiscalización de un presupuesto cercano a los 200 mil millones de pesos. Su rol como contrapeso es crucial para generar confianza ciudadana.
Sin embargo, la resistencia de Ortiz Ramírez recuerda épocas oscuras de la Contaduría Mayor de Hacienda, antecesora de la ASEJ, donde se rumoraba que las cuentas públicas se “lavaban” mediante acuerdos entre bancadas legislativas. Funcionarios corruptos encontraban en estos arreglos una vía para encubrir irregularidades, otorgando un poder desmedido al titular del organismo.
Hoy, la ASEJ debería ser un modelo de integridad. El Plan Estatal de Desarrollo y Gobernanza 2024-2030, liderado por Cynthia Cantero Pacheco, establece la transparencia y la participación ciudadana como ejes rectores de la gestión pública. Este plan, construido con la voz de más de 675,000 jaliscienses, vincula el presupuesto a resultados medibles, exigiendo apertura y rendición de cuentas.
La opacidad de Ortiz Ramírez contradice este espíritu, debilitando la credibilidad de una institución que debería ser ejemplo.
La pasividad de otros actores institucionales agrava el problema. El silencio del Congreso en pleno y la inacción de la Fiscalía Anticorrupción alimentan percepciones de complicidad o indiferencia. Mientras, rumores de una posible reelección de Ortiz Ramírez, tras ocho años en el cargo, generan rechazo. “Un gobernador dura seis años y se va. Este señor pretende quedarse otros ocho. Es inadmisible”, sentenció Alfaro.
¿Cómo puede hablarse de rendición de cuentas si el fiscalizador se coloca por encima de la ley? La resistencia de Ortiz Ramírez no es un simple desencuentro burocrático; es una afrenta al sistema de pesos y contrapesos.
“La opacidad reina en la Auditoría. Si el auditor desconoce la ley, ¿cómo fiscaliza al estado?”, cuestiona Ocampo. La sociedad, cada vez más vigilante, exige respuestas. Ortiz Ramírez tiene una oportunidad: abrir las puertas de la ASEJ, entregar la información solicitada y demostrar que no hay nada que ocultar. De lo contrario, su silencio seguirá alimentando sospechas de irregularidades.
La transparencia no es negociable, y Jalisco merece una Auditoría Superior que predique con el ejemplo. Es hora de que el fiscalizador rinda cuentas.
JALISCO
Cierra las puertas a la revisión: Se resiste el auditor de Jalisco Jorge Ortiz Ramírez a ser auditado

– Por Francisco Junco
En Jalisco se vive una paradoja que raya en lo absurdo, el auditor superior del Estado, Jorge Alejandro Ortiz Ramírez, se niega a ser auditado. El funcionario que debería garantizar la transparencia y la rendición de cuentas, cierra las puertas a quien tiene la tarea de revisarlo desde adentro.
Lo que podría parecer un pleito de egos o un desencuentro burocrático es, en realidad, una afrenta al sistema democrático. Se trata de un auditor que desconoce al órgano interno de control nombrado por el Congreso, en un acto de rebeldía institucional que revela mucho más de lo que aparenta.
Desde el 10 de julio, cuando David Rubén Ocampo Uribe asumió la titularidad de la Unidad de Vigilancia del Congreso, se convirtió en el contralor interno de la Auditoría Superior del Estado de Jalisco (ASEJ). Su papel es claro, revisar el funcionamiento administrativo, financiero y laboral del organismo que vigila el gasto público.
Pero a más de un mes de haber asumido el cargo, Ocampo no ha podido tener ni siquiera una reunión con Ortiz Ramírez. Las solicitudes formales se acumulan, los oficios se contestan con evasivas y la interlocución se reduce a la Secretaría Técnica, como si el titular del organismo no existiera.
“Lo primero que solicité fueron los expedientes laborales, la sábana de nómina, los contratos. Quería saber si todo estaba en regla. La respuesta fue negativa. Después pedí una reunión de trabajo pública, con agenda común. Tampoco hubo respuesta”, relató Ocampo en entrevista con Conciencia Pública.
El auditor no sólo evade, sino que además bloquea. Cuando el contralor intentó comunicarse directamente, el asistente le confesó que tenían prohibido pasarle llamadas. “Le dije que necesitaba hablar con el auditor. Me contestó que sólo podía comunicarme con el secretario técnico. Yo no quiero hablar con su secretario, necesito hablar con él. Somos titulares de áreas que deben coordinarse”, reclamó David Ocampo.
El 19 de agosto fue la fecha límite que el contralor fijó para un encuentro institucional. Citó al auditor en sus oficinas o, en su defecto, en la propia ASEJ. La silla quedó vacía. Ortiz Ramírez no apareció.
Para el diputado de Morena, Alberto Alfaro García, presidente de la Comisión de Vigilancia, el asunto es mucho más grave de lo que parece. “Este señor se siente intocable, como si fuera gobernador. Durante casi ocho años hizo y deshizo en la Auditoría porque no había contralor. Hoy que lo hay, se niega a recibirlo. Eso es un desafío al Congreso y a la sociedad”, afirmó para Conciencia Pública.
El diputado local morenista subrayó que el nombramiento de David Ocampo tuvo un respaldo contundente, 29 de 32 diputados presentes votaron a favor. “Con ese aval, no hay duda de su legitimidad. Lo que pasa es que al auditor le incomoda porque sabe que vamos a abrir la Caja de Pandora”, señaló.
El argumento del auditor para no colaborar resulta, cuanto menos, cuestionable. Según Ortiz Ramírez, el contralor sólo podría solicitarle información con un acuerdo previo de la Comisión de Vigilancia. Una interpretación que, para David Ocampo, es absurda, ya que él, como auditor no necesita un acuerdo y aseguró que “la Constitución me otorga facultades como órgano interno de control. El auditor lo sabe, pero se escuda en tecnicismos para evadir la revisión”.
Esta resistencia no sólo retrata soberbia. También enciende las alarmas, y de acuerdo con David Ocampo, las preguntas son evidentes, ¿qué teme mostrar el auditor? ¿Qué hay en los archivos que no quiere que salgan a la luz? Nadie que actúe con limpieza debería oponerse a ser supervisado.
Y no es una sospecha al aire. Dentro de la ASEJ circulan denuncias internas que pintan un panorama de corrupción. Trabajadores señalan la existencia de aviadores, nóminas infladas, cobro de comisiones ilegales y hasta incapacidades falsas pagadas con recursos públicos.
Una funcionaria de la Dirección Jurídica, identificada como Sandra Verónica Márquez González, quien aunque firmaba como Jefa de la Unidad de Recursos Humanos de la ASEJ, su nombramiento era de supervisor C numerario, es señalada como operadora de esas prácticas. Testimonios internos aseguran que mantiene en nómina a personal inexistente, además de cobrar “moches” a trabajadores que ganaron laudos laborales, condicionando el pago de lo que por derecho les corresponde.
Los señalamientos no terminan ahí. También se le atribuye tolerancia hacia incapacidades falsas expedidas por el IMSS, con las que algunos empleados justificaban ausencias mientras seguían recibiendo sueldo completo. Todo, dicen, con el aval implícito del auditor.
El problema se agrava cuando se revisa el historial de esa funcionaria. Su paso por el Tribunal de Arbitraje y Escalafón ya había dejado huella: se le vinculó a un grupo conocido como “El Clan Trevi”, acusado de cobrar comisiones por laudos. Más tarde, en la Fiscalía, los trabajadores denunciaron que pedía aportaciones de su sueldo para mantener sus plazas.
Mientras tanto, el malestar crece entre empleados que observan cómo la institución que debería ser ejemplo de legalidad arrastra prácticas clientelares y corruptas. “Es una burla que el organismo encargado de vigilar la transparencia se hunda en lo mismo que debería sancionar”, comentó David Ocampo.
En este escenario, el silencio de otros actores resulta ensordecedor. Ni el Congreso en pleno ni la Fiscalía Anticorrupción han tomado cartas firmes en el asunto. La pasividad alimenta la percepción de complicidad o, en el mejor de los casos, de indiferencia.
“El auditor piensa que tiene el sartén por el mango porque entró con acuerdos políticos. Pero se le salió de las manos. Ahora la sociedad presiona y nosotros no vamos a callarnos”, advirtió el diputado guinda.
Para el legislador, Ortiz Ramírez busca prolongar su estancia y hasta se habla de reelección. “No lo vamos a permitir. Un gobernador dura seis años y se va. Este señor ya lleva ocho y pretende quedarse otros ocho más. Es inadmisible”, sentenció.
La pregunta que ronda entre diputados y ciudadanos es la misma ¿cómo puede hablarse de rendición de cuentas si el auditor no acepta ser vigilado? El sistema de pesos y contrapesos pierde sentido cuando el propio fiscalizador se coloca por encima de la ley.
“La opacidad reina en la Auditoría”, resume David Ocampo. “Y si el auditor desconoce la ley, estamos en un problema muy grave. Porque entonces, ¿cómo están haciendo las fiscalizaciones en el resto del Estado?”.
La paradoja es grotesca, la oficina que vigila a todos los entes públicos se resiste a ser vigilada. El organismo que exige cuentas se niega a dar cuentas, coinciden David Ocampo y Alberto Alfaro.