OPINIÓN
Los jueces implacables
Políticamente Correcto, por César Iñiguez //
Vivimos en una sociedad cada vez más difícil, en donde el error es de todos y la culpa es de nadie. Vivimos en una sociedad donde la gente culpa al gobierno y el gobierno culpa a la sociedad en un círculo vicioso sin fin.
Esa culpa, es como la piedra que aventamos para después esconder la mano, y desentendiéndonos de nuestra responsabilidad, señalamos culpables en esta sociedad hiperdemocratizada y fortalecida por las redes.
A través del celular o del monitor lanzamos sentencias implacables, señalando al que muchas veces es la víctima, viendo solo la superficialidad.
El caso de hoy, de Ángel conmocionó al país, el niño de 11 años que armado, disparó en contra de su maestra arrebatándole la vida y dejando a 5 compañeritos más heridos, para después suicidarse.
Dicen, que se había inspirado en otros estudiantes que protagonizaron tiroteos en Estados Unidos, y que su atuendo así lo confirmaba, que era retraído, que estaba enfermo y otros disparates como el que hasta estaba afectado por videojuegos, dijo el inepto del gobernador de Coahuila.
En el transcurso del día, se supo que la mamá del niño recientemente falleció, que vivía con la abuela y que tenía un papá ausente.
Somos buenos para etiquetar y juzgar, pero escapamos de nuestra responsabilidad escondiéndonos en esta sociedad moralina.
Era un niño de 11 años, que tuvo acceso a un arma, que estudiaba en colegio y que difícilmente tenía alguien que lo atendiera como debe atenderse a un niño.
Como padres en esta sociedad ¿realmente estamos al pendiente de nuestros hijos, de sus miedos, de sus frustraciones y de sus conflictos diarios?
Nos vamos por la fácil, renunciando a nuestra corresponsabilidad social, etiquetamos y señalamos al responsable como si se tratara de un adulto y delincuente consumado, cuando se trata de un niño.
Vivimos en una sociedad mecanizada y absorbida en lo banal.
Vivimos en un mundo rapaz en el que nos cuesta ponernos en los zapatos del otro, en tratar de pensar como piensa, de sentir lo que siente y de entender su realidad.
Si eso hiciéramos, podríamos resolver muchos problemas, entenderíamos más de la violencia que nos aqueja, podríamos entender cómo los sicarios y delincuentes viven en un entorno violento desde niños y deciden entrar en ese mundo porque para muchos, nacer y vivir en la pobreza y la desigualdad, es morir en ella.
Estudios revelan que la mayoría de sicarios y delincuentes crecen en entornos violentos con profunda desigualdad y pobreza, tanto sociales como familiares, y que al no ver esperanza de vida deciden entrar en esa vida, en la que de antemano saben, es efímera.
Esos mismos estudios revelan que muchos de ellos crecen con un enorme rencor hacia sus padres y cualquier salida, incluso hacerse delincuentes, es mejor opción que seguir con esa vida condenada a la miseria.
Somos incapaces de entender eso y tenemos gobiernos que quieren enfrentar el problema con sangre y fuego.
Porque entenderíamos que muchos problemas se resolverían al atender a nuestros hijos, en fomentar los valores familiares y quitar los estereotipos violentos, de todo tipo, que inundan nuestra sociedad.
Son problemas que nos tocan a todos y que debemos entender que es nuestra responsabilidad, sin egoísmos, principalmente de nuestros gobiernos, cumpliendo con una obligación histórica, a combatir la pobreza y la desigualdad, pero sobre todo en lo primario, en atender esta obligación con los nuestros.
¿Cuántos padres no pueden con sus hijos sin darse cuenta que lo que necesitan es mayor atención, guía y cuidado?
El caso de Ángel retrata la sociedad palaciega que somos, comodina y juzgadora en exceso, y que rehuye sobre todo, a su responsabilidad de reconstruir desde la propia, la casa común, que es nuestra comunidad.
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