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OPINIÓN

Entre la incertidumbre y el miedo: Gestionar y armonizar las emociones ante el COVID-19

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Comuna México, por Benjamín Mora Gómez //

Fiódor Mijáilovich Dostoyevski encauzó, a través de la lectura de su obra, mi interés por conocer el alma atormentada del ser humano. De él, recuerdo: “Creo que en el último día del mundo, en el momento de la eterna armonía, sucederá algo tan sublime, que hará rebosar todos los corazones, que ahogará todas las indignaciones, que redimirá todas las maldades humanas y toda la sangre derramada; y que, entonces, no sólo se podrá perdonar todo, sino que será posible justificar todo…”

El coronavirus nos ha robado la alegría de vivir. De un día a otro, unos antes y otros después, hemos dejado de entender cómo gestionar y armonizar nuestras emociones y hemos permitido que un virus –no siempre mortal- bloqué nuestra vida personal, familiar, social y económica, al punto de impedirnos ser plenamente felices.

Era una condena anunciada cuando dejamos de otorgar equilibrio a nuestra obra en la tierra, rompiendo con el debido equilibrio entre nosotros y la Madre Naturaleza; al recluirnos, los movimientos ambientalistas encontraron las evidencias de que somos los peores enemigos de las demás formas de vida cuando los hábitats de los demás volvieron a acogerlos, pero el interés de los medios de comunicación pronto se enfocó en el escándalo y perdió sentido la reivindicación de la armonía ambiental.

La pandemia ha hecho realidad lo que antes nos dijera Haruki Marakami: “Los corazones humanos no se unen sólo mediante la armonía. Se unen, más bien, herida con herida. Dolor con dolor. Fragilidad con fragilidad. No existe silencio sin un grito desgarrador, no existe perdón sin que se derrame sangre, no existe aceptación sin pasar por un intenso sentimiento de pérdida. Ésos son los cimientos de la verdadera armonía”, que aún hoy pocos comprenden y honran.

La pandemia nos ha robado la felicidad porque en la vorágine de lo superfluo y la inmediatez exigida hacia nuestros caprichos, dejamos de entender que aquella, la felicidad, no está determinada por lo que nos pasa sino por el modo en cómo lo interpretamos y el sentido que damos a nuestras vidas y, sabiendo que, del cómo asumamos los retos para con nuestras vidas, iremos transformando a nuestros genes para bien o para mal; hemos optado por el temor… hemos optado por el terror… y hemos optado por apartarnos de nuestra esencia gregaria, hiriéndonos de deshumanización cuando nos enoja permanecer en el hogar por fuerza y a la fuerza.

Al cerrar las escuelas, la mujer se ha visto obligada a dividirse -cuando ella trabajaba fuera de casa- entre atender a sus menores hijos e hijas, y hacer trabajo desde casa.

El Covid-19 no sólo puede matarnos por asfixia sino, principalmente, nos mata por la imposibilidad de alcanzar una vida lograda porque la vida, en palabras de don Quijote, se realiza en el borde del camino y en el encuentro de aquel o aquella que me explica y dimensiona.

Mi padre me decía que los negocios están en la calle porque a través de ellas llegamos a nuestros clientes potenciales o ellos llegan a nuestro restaurante, tienda, fábrica u oficina; al cerrarse éstos, las ciudades se quedaron dormidas y la economía se detuvo, se contuvo.

Experiencias de años e inversiones económicas importantes se perdieron y nuestros gobiernos, simplemente, las dejaron morir, y miles de empleos dejaron de ser remunerados. Millones de mexicanos se volvieron pobres en un gobierno que declara ser de ellos, por ellos y para ellos, y se sabe que son los más pobres quienes más sufren por esta pandemia.

Si la felicidad es aquello que colma nuestra alma y corazón y si la felicidad la encontramos en ese algo que se aprende, gestiona y armoniza en el día a día, por qué nos hemos dejado sojuzgar por cuarentenas juzgadas como penitenciarias en vez de convertirlas en días de re-encuentro con nosotros mismos y los nuestros. No podemos pasar por alto que la experiencia es reflexión, que la reflexión nos conduce a la armonía y que ésta habita en dónde nos aguarda la felicidad deseada, como dijera Norys Uribe Santana; pero no, pocos reflexionan y menos aún armonizan; los más se rebelan y enojan y desobedecen sugerencias del gobernante y de la experiencia global.

Me pregunto, cuáles hormonas segregamos hoy ante el Covid-19; desde luego que la dopamina u hormona de la confianza, y la serotonina u hormona de la felicidad y el placer se encuentran a la baja; ello podría probarse –lo señalo como hipótesis de investigación- a través de una resonancia magnética.

Nuestra vida está dimensionada por aquello que recordamos de ella, dándole singularidad, especificidad y particularidad, y el quiénes somos, por aquello que los demás recuerdan de nosotros. Si los recuerdos son gratificantes para nosotros y los demás, habremos tenido, seguramente, una vida excepcional.

¿Cuáles recuerdos tenemos cada quién de nuestras vidas en 2020, de encierro o de reencuentro, de detenimiento y retroceso en los derechos de las mujeres, las niñas, los ancianos, los indígenas, o de realización, de tristeza y amargura para quienes todo lo han perdido o de felicidad y confianza para quienes aún sobreviven?

En los confinamientos hubo quienes perdieron un poco del sentido del por qué levantarse cada mañana, pues en sus encuentros en la escuela, en el trabajo, en la compra, en el gimnasio o en la iglesia, dejaron de sentir la calidez de la cercanía. Hay quien dice que la vida se nos hizo más eficiente y eficaz en las reuniones de trabajo por zoom, y ello les alegró, pero sin duda, tales reuniones fueron un poco menos humanas y aún más deshumanizantes. No podemos olvidar que el principal propósito de la vida está en el Ser.

Si el Covid nos ha vuelto a enseñar la importancia de vivir en el presente del cada día, a entender que nada volverá ser como lo fue antes y a reconocer que nadie sabe cómo será el futuro, entonces, por qué nos cuesta tanto tomar consciencia de nuestra frágil esencia humana. Debemos –lo acepto- reencontrarnos con nuestros ideales aun en la intimidad de nuestros hogares, dedicándoles un tiempo adicional para platicar de lo suyo, de lo nuestro, de lo personal, de lo cotidiano… No podemos deshumanizarnos en lo inhumano del internet.

Me decía mi madre: Todo lo que deseas se hará realidad si en verdad lo deseas, y si lo deseas en verdad, te prepararás para lograrlo, le brindarás el tiempo que merezca sin escatimarle ni un instante y, una vez alcanzado, estarás listo para disfrutarlo y compartirlo.

Hoy queremos que el Covid pase y ello tardará lo que queda de 2021 y quizá de 2022: sin embargo, poco hemos mejorado en lo que él nos puso a prueba: Hoy no somos más resilientes que en marzo de 2020, tampoco hemos elevado nuestros apegos, ni siquiera hemos vuelto a mirar las bondades de nuestras ausencias en la naturaleza como cuando los delfines volvieron a Venecia o los cangrejos a Cuyutlán. Más aún, el tener ya varias vacunas para inmunizarnos del coronavirus tampoco nos infundió de un optimismo responsable; en diciembre, cuando se tuvieron las primeras vacunaciones, los contagios se agravaron en México, y me pregunto sobre qué nos hizo relajar los cuidados que habíamos logrado.

Quizá, solo quizá, dejó de funcionar en nosotros, adecuadamente, el cortisol o la hormona del estrés. Y esto, que parece negativo, es también lo correcto porque cuando el cortisol se mantiene elevado de manera crónica por largo tiempo –digamos una cuarentena- se producen dos efectos, uno físico y otro psicológico; en el primer caso, hay pérdida de cabello, problemas al tragar, colon irritado, artritis, fibromialgia, migrañas, taquicardias, sensación de falta de aire y más: a nivel psicológico hay cambios en los patrones del sueño, pérdida en la memoria de corto plazo e irritabilidad, lo que explica tanto pleitos, violencia y depresión en casa que sufre más la mujer y las hijas. En palabras de Wendy Suzuki, neurocientífica norteamericana y autora del libro Cerebro Humano y Vida Feliz: “El estrés crónico mata neuronas” y quizá altera nuestro cerebro moral.

De parte de ese relajamiento decembrino debemos culpar al actual gobierno porque, al instigar a la confrontación social, no tuvo tiempo de pensar en lo que nos dice Daniel Coleman: “La clave para alcanzar un alto coeficiente intelectual colectivo es la armonía social”, así que, cómo entender el bien colectivo si lo comunitario dejó de tener sentido y si, en la confrontación social está la base de permanecer en el poder para consolidar un proyecto que se deleita en resquebrajar a la nación.

Aun cuando se ha criticado a Masaru Emoto por sus afirmaciones pseudocientíficas sobre la fuerza de nuestras palabras, oraciones, sonidos y pensamientos dirigidos hacia un cierto volumen de agua y la formación armónica o caótica de los cristales de hielo obtenidos del mismo, no tengo duda de que nuestras palabras y pensamientos determinan nuestra salud emocional en esta pandemia. Es tiempo de hablar con esperanza y confianza, de forma respetuosa y cauta.

Se afirma que son los más pobres de México quienes más sufren pérdidas de vidas y empleos en esta pandemia y las razones son muchas, pero si ello fuere cierto, alguien en el gobierno podría ser responsable de aquellas muertes y, por tanto, culpable de un posible genocidio por negligencia y subordinación cobarde; la doctora Laurie Ann Ximénez-Fybie, jefa del Laboratorio de Genética Molecular de la UNAM y doctora en Ciencias Médicas por la Universidad de Harvard, quizá nos dé luces en su libro “Un Daño Irreparable”.

El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, ha reconocido que renunció a la entrega, ya programada, de un pedido importante de vacunas contra el Covid-19 para favorecer a otra nación y a su pueblo, y pregunto si acaso eso podría constituir una traición al pueblo mexicano por exponerlo a contagios y muertes evitables y, con aquella, a la patria. Y pregunto si por ambos hechos, acaso debería iniciarse un juicio político, presentándose una demanda penal en el Congreso de México o ante la Corte Internacional de La Haya, en contra de quién o quiénes, resulten responsables.

En México, a veces decimos: Me dio mala vibra, y en esto del Covid-19, tengo mala vibra sobre lo que hace el gobierno federal de México frente al coronavirus.

E-mail: benja_mora@yahoo.com

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JALISCO

Un comienzo con luces y sombras de Lemus en tragedia de desaparecidos

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Los Juegos del Poder, por Gabriel Ibarra Bourjac //

La crisis de desapariciones en México, y particularmente en Jalisco, es una herida abierta que refleja la descomposición del tejido social y la incapacidad del Estado para garantizar la seguridad y la justicia con gobernantes que han evadido su responsabilidad, minimizando el grave problema.

La llegada de Pablo Lemus al Gobierno de Jalisco despierta una mezcla de esperanza y escepticismo en un estado que carga con la vergüenza de ser líder nacional en desapariciones, con más de 15,000 personas perdidas en las sombras.

Lemus ha dado pasos iniciales que, al menos en el discurso, reconocen la gravedad del problema, algo que su predecesor, Enrique Alfaro, evitó con frases desafortunadas que culpaban a las víctimas, culpando a los medios de magnificar el problema.

La creación de la Secretaría de Inteligencia y Búsqueda de Personas Desaparecidas, aprobada en octubre de 2024 y jefaturada por Edna Montoya Sánchez, es una señal de intenciones. Promete centralizar esfuerzos, integrar tecnología forense y coordinarse con colectivos de buscadores, como Guerreros Buscadores de Jalisco. Reuniones con líderes como Indira Navarro, quien ha encontrado más fosas que muchas fiscalías, muestran una apertura que contrasta con el cerco de la administración anterior.

Sin embargo, las promesas no son nuevas. En 2018, Alfaro también anunció una “estrategia integral” que nunca llegó a puerto. La secretaría de Lemus, aunque bien intencionada, nace con dudas: el presupuesto de 65 millones 200 mil pesos se ve muy bajo si se trata de enfrentar y buscar solución al principal problema de Jalisco.

¿Evitará la burocracia que asfixia a la Comisión de Búsqueda? El anuncio de mesas de trabajo con la Universidad de Guadalajara y la FEU es positivo, pero suena a eco de iniciativas pasadas que se diluyeron en foros sin impacto.

Más preocupante es la falta de claridad sobre cómo enfrentará a la criminalidad tan poderosa en la entidad. Su respaldo a la investigación federal sobre el campo de entrenamiento y supuesto crematorio en el Izaguirre Ranch de Teuchitlán en marzo de 2025 sugiere disposición a colaborar con la Federación, pero delegar responsabilidades no basta en un estado donde la complicidad local es un secreto a voces.

Recursos, pero con condiciones

Jalisco no es cualquier estado. Con un presupuesto de 174 mil millones de pesos en 2024 y una economía pujante, Lemus tiene los medios para marcar una diferencia, pero solo si los usa con audacia. Puede transformar la Fiscalía Especial en Personas Desaparecidas, hoy un elefante blanco, con investigadores capacitados y libres de nexos con el crimen.

Puede invertir en un Centro Regional de Identificación Humana, como el de Coahuila, para procesar los restos de las más de 1,000 fosas clandestinas halladas en el estado desde 2018. Puede, también, liderar un esfuerzo legislativo que garantice derechos a las familias de los desaparecidos, desde permisos laborales hasta fondos de reparación, algo que estados como Chihuahua han implementado con éxito.

Un plan sin excusas

Si Pablo quiere ser recordado como el gobernador que enfrentó la crisis de desaparecidos, debe actuar con medidas concretas y medibles, no con discursos. Primero, dotar a la Secretaría de Inteligencia y Búsqueda de al menos 500 millones de pesos anuales, suficientes para contratar forenses, analistas de inteligencia y equipo de geolocalización. Esta secretaría debe rendir cuentas trimestrales, con metas claras: localizar 1,000 personas vivas o restos identificados en dos años. Los colectivos, que han hecho el trabajo del Estado, deben tener un asiento permanente en su consejo asesor, no solo reuniones protocolarias.

Auditar la Fiscalía Estatal y la Comisión de Búsqueda. Casos como el de Teuchitlán, donde colectivos hallaron restos ignorados por las autoridades, son una bofetada a la confianza ciudadana. Depurar a funcionarios corruptos o negligentes es impostergable.

Crear un fondo estatal de 100 millones de pesos para las familias de los desaparecidos, cubriendo asistencia psicológica, legal y económica, como lo pidió Blanca Yolanda, cuyo caso sigue sin respuesta desde 2024.

Las buscadoras, como Indira Navarro, necesitan escoltas en zonas de riesgo, tras episodios como la emboscada de Tlajomulco en 2023 que dejó seis policías muertos. Quinto, impulsar una campaña estatal que use estadios, escuelas y medios para educar y movilizar. Los Charros de Jalisco podrían dedicar juegos a las víctimas, y los artistas locales, como Alejandro Fernández, podrían sumarse a un mensaje de unidad.

El papel de la sociedad

La sociedad también tiene un rol. He visto cómo la indiferencia ciudadana perpetúa estas tragedias. Lemus debe convocar a los jaliscienses a romper el silencio, denunciando anónimamente fosas o apoyando a colectivos. Pero no puede cargar solo con la responsabilidad: la Comisión Estatal de Derechos Humanos, que dirige Luz del Carmen Godínez, designada en los tiempos del gobernador Enrique Alfaro, que ha sido tibia en el tema de los desaparecidos, debe asumir una actitud responsable y comprometida con las víctimas y un rol más protagónico, ya que se requiere su voz a favor de la justicia y poner un alto a esta tragedia que tanto dolor ha ocasionado entre las familias jaliscienses.

Pablo tiene mucho por hacer y sin duda este tema de los desaparecidos es su principal desafío: si logra resolverlo pasará a la historia como el mejor gobernador de los nuevos tiempos, un gobernador comprometido y responsable. Eso es lo que anhelan los jaliscienses, que hable menos y actúe con más determinación, con metas y resultados tangibles y medibles.

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JALISCO

Simulación vestida de protocolo: Los balcones del poder y la tragedia de los desaparecidos

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Crónicas de Pacheco, por Daniel Emilio Pacheco //

Nada más ridículo, nada más infame, que la simulación vestida de protocolo. El jueves 10 de abril, mientras 20 rostros de estudiantes desaparecidos clamaban justicia desde las fichas pegadas en los muros del centro de Guadalajara, el equipo de comunicación del gobernador de Jalisco, Pablo Lemus, montó su propio espectáculo desde el balcón del Palacio de Gobierno. No fue un acto de Estado. Fue un montaje. Un burdo teatro de crisis con telón de fondo, luces naturales y actores de reparto con cargo académico.

Allí estaban: la rectora general de la Universidad de Guadalajara, Karla Planter Pérez; la presidenta de la Federación de Estudiantes Universitarios, Zoé García Romero; y el secretario general universitario, César Barba Delgadillo. Todos ellos en fila, al sol, como si el guion les exigiera mostrar compromiso a base de insolación y sonrisa. Abajo, el dolor; arriba, la pose.

La escena no fue casual, fue deliberada. Y como suele ocurrir con las puestas en escena del poder, el tiempo fue el mejor cómplice. La cita originalmente pactada entre la rectora y el gobernador se iba a realizar en Casa Jalisco a las 11:30. Pero –¡oh divina coincidencia! – el encuentro se trasladó a Palacio de Gobierno a las 13:00 horas: justo cuando los estudiantes y familiares, con lágrimas y pancartas, tenían planeada su concentración frente al mismo edificio… ¡pura coincidencia!

¿Quién cree en coincidencias en política? Nadie con tres neuronas activas. Lo que vimos no fue la interrupción de una reunión para atender una protesta, sino la escenificación planeada de una falsa atención.

Lemus salió al balcón solo después de que los gritos desde la plaza lo obligaran. “¡gobernador, escúchanos, por favor!”, “¡somos estudiantes, no somos delincuentes!”, clamaban. Pero Lemus no se bajó a la plaza. En cambio, montó una mesa de trabajo a cielo abierto, en pleno balcón, como si los rayos del sol purificaran la hipocresía. ¿A quién carajos se le ocurrió ese patético espectáculo?

¿Y qué resultó de ese bochornoso espectáculo? La promesa de que habrá mesas de trabajo. Que habrá información. Que habrá coordinación con los tres niveles de gobierno. Palabrería hueca, reciclada de las promesas que no han impedido que Jalisco sea epicentro nacional de desapariciones. Que lo diga Teuchitlán. Que lo griten las familias que ya no duermen, que buscan en fosas y hospitales, en redes sociales y servicios forenses sobrepasados de cuerpos.

Lo más triste no fue Lemus. Fue ver a la rectora Karla Planter, a la dirigente estudiantil Zoé García y al secretario César Barba prestarse para semejante pantomima. ¿Qué hace una rectora sentada en un balcón mientras sus estudiantes exigen respuestas desde la calle? ¿A quién representa una líder estudiantil que se deja retratar como ornamento de la simulación institucional? ¿Dónde está la autonomía universitaria si el rectorado y su representación estudiantil se convierten en comparsa del Ejecutivo?

Planter, en un tuit posterior, habló de “coincidencias”. García Romero no cuestionó el cambio de sede ni de hora. Barba, en silencio. Y mientras tanto, la FEU difundía en sus redes: “¡Nos faltan estudiantes!”. ¿Nos faltan? Sí. Pero también nos sobran funcionarios indiferentes y dirigentes estudiantiles obedientes.

Los manifestantes pedían justicia, no una sesión de fotos. Exigían presencia del Estado, no una escena grotesca de conciliación ficticia. Lemus, experto en manejar el escaparate político, hizo lo que mejor sabe: montarse en una crisis para aprovechar una oportunidad. Nada nuevo. Así gobernó Zapopan. Así deslumbró en Guadalajara. Así inaugura su sexenio en Jalisco: entre cortinas, cámaras y balcones.

El mensaje no fue para las familias. Fue para los likes, para los reels, para los medios. Lo que logró el equipo de comunicación del gobierno de Jalisco fue una producción de redes sociales disfrazada de política pública. Una respuesta oportunista a una crisis estructural.

Pero lo más ofensivo fue que todo ocurrió unos días antes de Semana Santa, cuando los estudiantes están de vacaciones, cuando las escuelas están cerradas, cuando los pasillos universitarios están vacíos.

Este es el fondo del problema: mientras el dolor se expresa con marchas, el poder responde con puestas en escena. Mientras los familiares pegan fichas de búsqueda, el equipo de comunicación del gobernador pega frases hechas. Mientras se juega con el sufrimiento ajeno, se manipula a los medios con imágenes producidas desde Casa Jalisco.

Y no se engañen. Esto no es un error de cálculo, ni una falla de protocolo. Es estrategia. Es una narrativa de control que busca normalizar el horror con mesas, actas, sillas al sol y comunicados institucionales.

Pero hay cosas que no se maquillan. La ausencia de 20 estudiantes no se borra con videos. La responsabilidad del Estado no se elude con balconazos. La dignidad de una universidad pública no se entrega por un lugar en la escenografía oficial, olvidando que el líder moral del Grupo Universidad prefirió morir antes que claudicar… precisamente aprovechando las vísperas de una Semana Santa.

La gran pregunta que queda es: ¿hasta dónde están dispuestos los actores universitarios a prestarse al juego del Ejecutivo? Porque hoy, frente a todo Jalisco, su papel no fue el de contrapeso, sino el de patiños. Y si ese será el tono de los próximos seis años, entonces el guion está claro: los balcones seguirán llenos de sonrisas vacías, mientras las calles se llenan de nombres, rostros y ausencias.

Y ahí sí, ni con todos los reflectores del mundo podrán ocultar el vacío.

En X @DEPACHECOS

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NACIONALES

Daniel Cosío Villegas y el dominio presidencial

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Conciencia con Texto, por José Carlos Legaspi Íñiguez //

Muy certero el dicho aquel de “quien no conoce la historia está condenado a repetirla”.

Daniel Cosío Villegas, historiador, economista, catedrático, intelectual reconocido por tirios y troyanos, escribió varios libros que dieron luz para comprender cómo se hizo y cómo funcionó el Sistema Político Mexicano, confeccionado por revolucionarios, entre los que sobresalen, Álvaro Obregón, Venustiano Carranza, Plutarco Elías Calles, Lázaro Cárdenas y otros.

Don Daniel Cosío Villegas, quien tuvo que aclarar la mentirijilla que propagó de haber nacido en Colima, en 1900, cuando en verdad nació en la Ciudad de México en 1898, estableció en varios de sus libros, ensayos y textos, que México vivió alrededor de 70 años un sistema autoritario, presidencial y con un partido dominante.

Habrá que estar muy atentos a lo escrito por este sociólogo y diplomático que desnudó y encabritó a no pocos miembros de la élite que gobernó nuestro país desde que la Revolución se bajó del caballo hasta que llegó Fox con sus botas piteadas.

Don Daniel consideró que los poderes metaconstitucionales, de por sí concesionados en la Magna Carta de 1917, motivaron la Centralización del Poder en los rubros de política, economía y geografía. Esta concentración fue perversa, centralista y castrante para el resto de las entidades de la República. Tiempos hubo que en política “no se movía una hoja del árbol” sin la aprobación del Presidente de la República (así con mayúsculas) porque su poder era inmenso, total y arbitrario.

La subordinación de las autoridades municipales, estatales, así como de los poderes Legislativo y Judicial, al omnímodo poder presidencial se tornó, incluso, patético, absurdo y kafkiano.

El presidente priista en turno era un dios sexenal, que hacía y deshacía según su voluntad, su ánimo y sus intereses personales y de grupo. ¡Ay de aquél o aquellos que osaran ir en contra de la voluntad del todopoderoso presidente! Le esperaba cárcel, muerte política o… de veras.

Con esas condicionantes se canceló así la actividad política como factor de movilidad social; brilló la ausencia de un programa político claro y se apoderó del poder el oportunismo descarado y descarnado de las huestes “hienas” que pululan siempre buscando la carroña que dejan los “leones” de la grilla.

Un factor más fue el partido único, mediante el cual se legitimaron los cambios sexenales para aparentar la democracia hacia afuera, hacia los observadores mundiales. Mientras se mostraba esa falsa careta democrática al interior del partidazo y de otros partidos paleros, se practicaba la sumisión total al detentador del poder político.

Don Daniel Cosío Villegas publicó en 1972, bajo el auspicio de la Universidad de Texas, su ensayo “El sistema político mexicano, las posibilidades de cambio”.

Estableció que la creación del Partido Nacional Revolucionario, ideado en 1920, pero nacido hasta 1929, fue creado para eliminar el caudillismo de los neopolíticos postrevolucionarios, la mayoría hombres de armas, y así disminuir la violencia. Esto generó la “pax post revolución”, con el beneficio de sentar bases sólidas de la economía y algunos programas con objetivos sociales.

Octavio Paz, premio Nóbel de Literatura, solía decir que Cosío Villegas, “nos hizo conscientes de la dignidad humana”. Cosío Villegas fue director de la Escuela de Economía de la UNAM en 1933. Fue el primer director del Fondo de Cultura Económica, de 1934 a 1948 y presidente del Colegio de México de 1957 a 1963. Justamente don Daniel, siendo diplomático en Portugal, sugirió al entonces presidente Lázaro Cárdenas del Río, traer a México a los intelectuales españoles perseguidos por Francisco Franco por su afán republicano.

Ellos, los refugiados españoles fundaron la Casa de España, a la postre convertida en el Colegio de México. En 1943 el presidente Manuel Ávila Camacho aprueba y se crea el Colegio Nacional. Entre sus iniciadores está don Daniel Cosío Villegas y los jaliscienses, José Clemente Orozco, Enrique González Martínez, Mariano Azuela, acompañados por Manuel Sandoval Vallarta, Carlos Chávez, Alfonso Reyes, Alfonso y Antonio Caso, Ignacio Ochoterena, Diego Rivera, José Vasconcelos e Ignacio Chávez.

Cosío Villegas estableció que “el dominio presidencial mata todo espíritu cívico y convierte la vida política del país en una farsa profundamente aburrida”.

A este gran pensador mexicano se le consideró un liberal constitucionalista. Sus palabras parecieran resonar en estos tiempos de regresión al tiempo en que el sistema político mexicano se regía por el autoritarismo, la descalificación de los adversarios, la sumisión de los poderes, la compra de voluntades, el absolutismo y totalitarismo encarnado en un partido único al servicio del presidente en turno.

 

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