MUNDO
La explosión cambió todo: Beirut, ¿accidente o terrorismo?

Por Héctor Miranda Pérez (Sputnik Mundo) //
La explosión que sacudió a Beirut el 4 de agosto volvió los ojos del mundo hacia la capital libanesa, una urbe llena de historias y contrastes de todo tipo, donde convergen credos y posiciones extremas que hacen compleja la vida, sin restarle belleza.
En Beirut todo encanta: el clima, la arquitectura, esa aura de ciudad ribereña, el comercio, la cocina, las mujeres, la prisa de las personas por llegar a cualquier lugar y esa sensación perenne de ciudad en guerra, marcada por las barricadas hechas con sacos de arena, aunque haya pasado mucho tiempo desde que se disparó el último proyectil.
Un por ciento alto de las edificaciones guardan huellas de algún combate. Las marcas dejadas por las balas de fusiles y ametralladoras, o por proyectiles de mortero, y hasta de algún tanque, se pueden ver en cualquier lugar de una ciudad que disfruta de sí misma y que vive con intensidad cada uno de sus días.
El tráfico a veces aplasta como en cualquier otra urbe del mundo, pero, para el turista, la sensación de estar en Beirut suele ser única e inolvidable.
LA EXPLOSIÓN CAMBIÓ TODO
En unos segundos el rostro hermoso de la ciudad se bañó de sangre y escombros el 4 de agosto. Más de un centenar de personas murió, casi 5.000 resultaron heridas y un número indeterminado siguen desaparecidas. Miles de viviendas cayeron por la fuerza de la explosión y la onda expansiva se llevó ventanales y puertas por doquier.
Unos se preguntan si la mano del terrorismo estuvo detrás de la voladura del almacén donde se guardaban desde hacía seis años unas 2.700 toneladas de nitrato de amonio o fue solo el descuido el que generó la explosión de una sustancia con la cual se fabrican abonos para la agricultura, y también explosivos para la guerra o el terrorismo, entre otras cosas.
El Gobierno libanés, en primera instancia, se negó a aceptar investigadores foráneos y advirtió que los suyos eran capaces de preparar un informe certero de todo lo que había pasado, para lo cual dio un plazo de cinco días, en medio de una cruzada internacional de ayuda, y entre protestas de la oposición, que exige involucrar a expertos extranjeros en la investigación.
Las autoridades dijeron también que los daños estaban valorados en una cifra entre los 10.000 a 15.000 millones de dólares, todo eso en medio de una profunda crisis que llevó a cambios de gobiernos, incluso a largos periodos sin consenso para nombrar a un primer ministro u otro.
Para algunos, queda como consuelo que Israel no esté detrás de la explosión, porque lo admitió el Gobierno libanés y lo certificó la cúpula cercana a Benjamín Netanyahu, sobre todo en momentos en los cuales la tensión crecía en la frontera común después de producirse algún encontronazo entre el Ejército sionista y Hizbulá.
LA DURA RECONSTRUCCIÓN
La comunidad internacional, sumida en una profunda crisis por la pandemia del coronavirus, no le da la espalda al Líbano y desde muchas partes llegan las muestras de solidaridad y los envíos de ayuda humanitaria para una ciudad que puede demorar años, tal vez lustros, en recuperar lo que perdió con la explosión en su puerto.
El arribo al país del presidente francés, Emmanuel Macron, con la intención de «expresar la amistad y la hermandad de su país al pueblo libanés» y también «hacer conclusiones y ayudar a organizar el apoyo internacional a Beirut y a la población del Líbano», parece bien vista por todas las corrientes políticas, sobre todo por los nexos de siempre con París y la necesidad de respaldo internacional.
Sin embargo, habrá que esperar para ver cómo se desenvuelve la situación en un país carcomido por los conflictos desde hace años, en una región muy volátil y en medio de la pandemia generada por el coronavirus.
Los que adoran a Beirut saben que la ciudad se levantará una vez más, tal como ha hecho durante milenios, para volver a ser la urbe que encantó a todo el que estuvo en ella, desde aquellos que solo llegaron en funciones de trabajo hasta el más exigente de los turistas.
Deportes
Hulk Hogan, ícono mundial de la lucha libre, fallece a los 71 años

–Por Redacción Conciencia Pública
Terrence “Terry” Gene Bollea, mejor conocido como Hulk Hogan, murió este jueves 24 de julio de 2025 a los 71 años por un paro cardíaco en su casa de Clearwater, Florida.
Según el portal TMZ, personal de emergencias acudió a su domicilio durante la mañana tras un llamado de “cardiac arrest” y lo trasladaron en ambulancia, aunque fue declarado muerto en el lugar.
Legado en el ring y en la cultura pop
Hogan fue una figura fundamental en la transformación de la lucha libre profesional, convirtiendo la WWF (hoy WWE) en un fenómeno global. Debutó en la compañía en 1983 y se convirtió en seis veces campeón mundial.
Fue protagonista de eventos históricos como WrestleMania I y la legendaria lucha contra André the Giant en 1988. Su carisma, banda sonora “Real American” y frase “Whatcha gonna do, brother?” marcaron una era.
Carrera más allá del cuadrilátero
Además de su éxito en WWE, Hogan participó en cine y televisión, incluyendo papeles en Rocky III, No Holds Barred, Mr. Nanny y la serie Hogan Knows Best. Fue introducido al Salón de la Fama de la WWE en 2005 y nuevamente en 2020 como parte del grupo nWo. Más recientemente, en 2025, fungía como comisionado de Real American Freestyle, una nueva promoción de lucha libre amateur-profesional.
Reacciones y despedida
La WWE expresó su profundo pesar y extendió sus condolencias a su familia, amigos y fanáticos, reconociendo que Hogan fue una de las figuras más reconocibles del entretenimiento deportivo.
En redes sociales y medios, las reacciones fueron intensas, con seguidores recordando su impacto en la infancia y en la industria. Algunos también señalaron controversias del pasado, pero concordaron en su influencia duradera.
Entretenimiento
Ozzy Osbourne, el legendario “Príncipe de las Tinieblas” del rock, fallece a los 76 años

–Por Redacción Conciencia Pública
El vocalista británico Ozzy Osbourne murió hoy a los 76 años, rodeado de sus seres queridos, según confirmó su familia.
La noticia llega justo semanas después de su conmovedora presentación final junto a Black Sabbath en el estadio Villa Park de Birmingham, realizada el 5 de julio de 2025.
A mediados de los años 70, Osbourne alcanzó la fama como vocalista de Black Sabbath, una banda pionera en el heavy metal con éxitos como “Paranoid” e “Iron Man”. Su voz grave y sus letras oscuras ayudaron a definir un nuevo género musical, y con ellos, consolidó su lugar en la historia del rock.
Tras su separación del grupo a finales de los 70, Osbourne lanzó una exitosa carrera en solitario, con discos clave como Blizzard of Ozz, Diary of a Madman y No More Tears.
Su trayectoria en solitario también incluyó álbumes emblemáticos como Patient Number 9 (2022), el cual le valió un premio Grammy a Mejor Álbum de Rock. Además, impulsó el festival Ozzfest, que durante décadas reunió a pioneros y nuevas figuras del metal en Estados Unidos, Europa y Japón.
En televisión, su reality show The Osbournes lo convirtió en fenómeno de la cultura pop global, consolidando su imagen estrafalaria y carismática para una nueva generación.
Ozzy enfrentó múltiples desafíos personales: adicciones, un accidente de cuatrimoto en 2003 con secuelas físicas permanentes, y un diagnóstico de Parkin 2 (parkinsonismo) en 2020, que afectó severamente su movilidad. A pesar de los impedimentos, su espíritu de resistencia nunca flaqueó. Su última presentación fue interpretada literalmente sentado en un trono, debido a las limitaciones físicas que padecía.
Su influencia es inigualable: considerado el padrino del heavy metal, vendió más de 100 millones de discos entre Black Sabbath y su carrera solista, y fue reconocido con inducciones al Rock and Roll Hall of Fame como miembro de la banda y como solista.
Su estilo vocal y teatralidad escénica inspiraron a generaciones de artistas. Hoy, su legado vive en cada riff, en cada acorde oscuro y en el espíritu rebelde del rock que él ayudó a encarnar.
MUNDO
En busca de líderes que siembren paz

-Los Juegos del Poder, por Gabriel Ibarra Bourjac
Canta el poeta que las obras perduran, las personas se van, otros toman su lugar, y al final, la vida parece seguir igual. Pero, ¿es esto realmente cierto? ¿Acaso el mundo permanece inmutable, o cada generación lo transforma, para bien o para mal?
Basta con comparar el mundo que heredamos de nuestros padres con el que estamos dejando a nuestros hijos. El contraste es desgarrador. Hoy, el mundo enfrenta un torbellino de crisis: guerras, desigualdades, y una alarmante carencia de líderes con un auténtico sentido humanitario.
¿Dónde están las figuras que inspiraban paz y esperanza, como la Madre Teresa de Calcuta, Nelson Mandela o el Papa Juan Pablo II?
En su lugar, vemos a líderes atrapados en la arrogancia y la sed de poder, como Donald Trump, Vladimir Putin o Benjamin Netanyahu, cuya ambición parece anteponerse al valor de la vida humana.
Las atrocidades en Palestina, los ataques a Irán y las guerras alimentadas por el deseo de control y dominio son un reflejo de esta deriva moral.
Sin embargo, el poeta también nos recuerda que siempre hay por quién luchar, por quién amar y por quién derramar una lágrima.
Está tan revuelto el mundo que a los enfermos de poder sin un ápice de sentido humanitario, hasta los promueven para recibir el premio nobel de la paz. El mundo al revés.
Esta chispa de humanidad puede ser la llama que encienda un cambio. Podemos construir un mundo menos violento, más solidario; un mundo donde la paz triunfe sobre la guerra, donde el amor prevalezca sobre el odio.
La tarea es inmensa, pero no imposible. Depende de nosotros, de nuestras acciones, de nuestro compromiso con un futuro digno para las próximas generaciones. Que nuestras obras no sean de destrucción, sino de esperanza; que nuestras lágrimas no sean de derrota, sino de empatía; y que nuestro amor sea el cimiento de un mundo renovado.
Porque, al final, la vida no tiene por qué seguir igual: podemos hacerla mejor.