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NACIONALES

Análisis en ConcienciaTV: Seis años de gobernar, Morena fortalecido en lo político, pero sin cambios en lo económico

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Por Diego Morales Heredia //

A seis años de distancia y a punto de finalizar el mandato de Andrés Manuel López Obrador como presidente de la república, la Cuarta Transformación se quedó lejos de acercarse a movimientos históricos transformadores de la nación como la Independencia, la Reforma y la Revolución, es el resumen que se hizo en el programa de ConcienciaTV titulado: “El cambio de la 4T: el futuro de México en el sexenio”.

El invitado especial de la emisión fue Bernardo González Mora, destacado analista político, quien aseveró que López Obrador tiene un liderazgo indiscutible, ganado con el paso de los años de parte de un movimiento de izquierda, sin embargo, consideró que su proyecto de transformación del país se quedó corto y no se tocaron los temas de fondo, solo se dieron apoyos clientelares a los ciudadanos.

“Hay un liderazgo indiscutible, construido a través de muchos años, de Andrés Manuel López Obrador y otros intelectuales de izquierda, Cuauhtémoc Cárdenas es un factor importante para crear una fuerza política que se opusiera a las fuerzas políticas que habían dominado el país, como el PRI y el PAN. El gran ganador de este movimiento de izquierda ha sido López Obrador, pero hemos caído en una personalización de la fuerza política del país, concentrada en un hombre, que con todo respeto, no tiene una cultura política envidiable, es vengativo, que fue muy golpeado, efectivamente, su rabia no es gratuita, le robaron una presidencia con Felipe Calderón, con una visión crítica de lo que era el país, con cierta razón”.

Agregó: “El hecho de hablar de una Cuarta Transformación, más bien la personaliza, es una expresión de ego, de vanidad, más que un proyecto real, que no conocemos en todas sus partes. Lo que hemos vivido es la Independencia y la Reforma, la propia Revolución es el fortalecimiento de una república con un sentido social, con Juárez se expropiaron los bienes de la iglesia, ahí nacieron otros latifundios en el país, beneficiarios de esa repartición de la tierra. Con Porfirio Díaz, un hombre de orden y poder; en la visión de Madero, era una revolución de carácter político que obligó a un sentido social. El proceso de la Revolución, con todos sus defectos, estuvo alimentada de una ideología”.

En el mismo orden de ideas, González Mora cuestionó sobre qué pretende el proyecto de la 4T en un país como México, con una economía tan cercana con Estados Unidos.

“Ha habido desviaciones de gobiernos priistas y panistas, claro que los hubo, pero también hubo un proceso de transformación del país, se modificó la estructura social de México, se abatió el analfabetismo, gracias a la globalización se crearon empresas, hubo empleos, de ser una economía pseudo feudal, entramos a un proceso de industrialización. Este proceso genera otro tipo de estructura en las relaciones de producción y sociales. Surgen las clases medias, con posibilidades de vida mejores, la globalización es inevitable, somos una economía articulada con la de Estados Unidos”.

Subrayó: “¿Qué quiere transformar la 4T? el sistema económico, salirnos del proceso capitalista, crear una sociedad socialista, no hay un país así de modelo, la Unión Soviética fracasó, China está inserta en el proceso de globalización y es el segundo país más poderoso económicamente en este momento, su régimen político es el Partido Comunista de China, pero el proceso económico está insertado en el proceso de globalización. La gente que sigue a López Obrador no nos ha dicho en qué consiste este proyecto de Cuarta Transformación”.

De la misma manera, expuso que la atención a los pobres no ha sido en cuestión de humanismo sino en estrategia política, por lo cual en su análisis la Cuarta Transformación no permeó económica ni socialmente, solo en el fortalecimiento de los cuadros políticos del movimiento.

“Observo que no hay una vocación de atención a los pobres con humanismo, sino con estrategia política, dicho por López Obrador. Es una estrategia política ayudar a los pobres, de qué sirve que les estén dando dinero si la inflación no compensa el encarecimiento de la vida, los pobres no han mejorado, no ha mejorado el sistema de salud, no existen medicamentos, no están resolviendo el problema a los pobres. Para seguir conservando el poder, tienen una capacidad maquiavélica extraordinaria, conservando los espacios de poder, la oposición no tiene la imagen en la sociedad ni el prestigio, confianza, para competirle a López Obrador, no hay manera de que le ganen”.

Además: “No es factible modificar el modelo económico, no es posible revertir el desarrollo de las fuerzas productivas, no es posible revertir las relaciones de producción y sus articulaciones con el sistema económico mundial, no lo pueden modificar”.

FORTALECIMIENTO POLÍTICO

Con la narrativa de por el bien de todos primero los pobres, aunado a los programas sociales que maduraron con el paso del sexenio, la figura de López Obrador y la Cuarta Transformación se fortaleció políticamente, lo cual se vio reflejado en las urnas con el arrollador triunfo de Morena y sus aliados, es el gran logro de la 4T, así lo señaló el periodista y director general de Conciencia Pública, Gabriel Ibarra Bourjac.

“Hay una narrativa de primero los pobres, entendería que esto nos debería llevar a una redistribución de la riqueza. México ha tenido grandes cambios, pasamos del modelo rural al industrial, luego viene el modelo neoliberal que es la globalización que se acentúa, en el cual el gran producto más importante es el fortalecimiento de la clase media. Creo que, en el tema económico, esa síntesis es el mejor ejemplo. Este cambio se ha dado desde Miguel de la Madrid y Carlos Salinas de Gortari, que impulsaron cambios económicos en el país, generando riqueza con el Tratado de Libre Comercio, en el contexto del nuevo orden mundial de las economías regionales ha generado mucho empleo, el aparato exportador creció, con mucha riqueza acentuada entre 50 o 100 personas, una crítica que se ha hecho al neoliberalismo”.

Añadió: “En ese pendiente ha crecido el discurso y la narrativa de López Obrador, impulsando una política social basada en programas clientelares, que han venido a palear la desigualdad que le modelo ha generado, cuando había pensiones de 4 mil pesos mensuales, ahorita con las reformas crecieron esas pensiones. Este modelo generó que los pobres aumentaran, sí creció la clase media pero la franja de pobres es muy grande. Finalmente, una transformación tiene que impactar a una nación, qué cambios ha ofrecido López Obrador, creo que ninguno, porque los grupos económicos, la oligarquía y la banca sigue siendo inhumana, explotadora”.

Sin cambios en la economía ni en la parte social, la conclusión que hizo Gabriel Ibarra Bourjac es que la Cuarta Transformación en su primera etapa se quedó lejos de consolidarse como un movimiento transformador histórico en el país, a espera de los resultados en el mandato de Claudia Sheinbaum en donde tendrán la mayoría en ambas cámaras.

“En estos 6 años, lo que hizo el gobierno de López Obrador fue fortalecerse políticamente con la narrativa de primero los pobres y los programas sociales. Si bien es cierto la inflación les mengua los 3 mil pesos mensuales, para esa gente es mucho dinero, por las condiciones que han vivido, esa es la gran fuerza que permite que esa expresión política, con ese genio político que tiene el presidente como estratega, lo lleva a que instrumente esos programas y la gente los valora, ahí la narrativa de la corrupción y la mafia del poder tiene sus efectos, pero en lo económico no ha habido ningún cambio, cómo harás una transformación si la economía es fundamental en los cambios de la sociedad”, puntualizó.

 

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CARTÓN POLÍTICO

¿Dormirá tranquilo en Madrid?

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JALISCO

La justicia, un privilegio inalcanzable: Teuchitlán, la negación como crimen de Estado

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Crónicas de Pacheco, por Daniel Emilio Pacheco //

Hay maneras múltiples de negar un crimen, formas infinitas de enterrar un cuerpo, procedimientos diversos para desaparecer personas, ideas, realidades. En México, especialmente en Jalisco, el gobierno parece haberlas aprendido todas. El más reciente y grotesco episodio de negación oficial se escenifica alrededor de un rancho en Teuchitlán, cuyo nombre, «Izaguirre», se volvió sinónimo del horror: fosas, huesos quemados, restos calcinados, zapatos sin dueño.

Pero, según la fiscalía general del Estado, allí nunca hubo hornos crematorios. Así lo dijeron, con palabras oficiales, tranquilas, demasiado tranquilas, con la frialdad de quien niega para no actuar.

Héctor Flores, vocero del colectivo Luz de Esperanza, habla con el tono cansado de quien ya conoce todas las versiones oficiales. «Quieren minimizar la crisis, callar lo que dicen las familias y los medios», señala. No habla desde la teoría; lo suyo es la práctica cotidiana de una búsqueda desesperada, un intento de hacer justicia con propias manos, mientras el Estado responde con burocracia y negaciones. Y no habla solo de Teuchitlán, sino de una realidad que atraviesa todo México: más de 15,000 desaparecidos solo en Jalisco y decenas de miles más en todo el país. Números que aumentan, cifras que no despiertan acción sino indiferencia.

«La confianza está en las familias, no en las instituciones», sentencia Flores. Las palabras golpean con fuerza porque reflejan una verdad ya inocultable: el Estado ha dejado hace tiempo de ser garante de seguridad para convertirse en cómplice por omisión, por negligencia, por indiferencia. Flores lo explica sencillo, pero la simplicidad de su denuncia encierra toda la complejidad del fracaso institucional: «La federación no puede lavarse las manos echándole la culpa a los estados. La delincuencia organizada es competencia federal y tienen que actuar».

Pero México es el país donde los gobiernos siempre encuentran razones para no actuar. La Fiscalía argumenta que necesita denuncias formales para iniciar carpetas de investigación. Las familias responden que denunciar es ponerse en peligro, es exponerse a la violencia del crimen organizado, protegido por autoridades corruptas. La paradoja es brutal: se exige que las víctimas, ya violentadas, vulnerables, amenazadas, sean quienes se arriesguen aún más para hacer el trabajo que el Estado rechaza.

La negativa oficial sobre los hornos de Teuchitlán no solo busca invisibilizar la tragedia, sino evitar las consecuencias internacionales que podría acarrear el reconocimiento de un crimen que claramente constituye una violación masiva de derechos humanos. Flores apunta hacia organismos internacionales, como la Corte Interamericana de Derechos Humanos o la Corte Penal Internacional, advirtiendo que esta crisis, de ocurrir en cualquier país europeo, sería inmediatamente calificada como una emergencia global. Pero ocurre en México, donde los muertos pesan menos, donde los desaparecidos son culpables antes que víctimas.

La negación no es solo federal, es también local. Enrique Alfaro, gobernador saliente de Jalisco, dejó en herencia un récord macabro: pasó de 5,000 a más de 15,000 desaparecidos durante su mandato. Colectivos como «Por Amor a Ellxs» recuerdan cómo Alfaro prometió diálogo y puertas abiertas, pero solo entregó indiferencia y abandono. María del Refugio Torres resume así el gobierno de Alfaro: «ineficaz, lleno de omisiones y deficiencias».

Ahora la responsabilidad recae en Pablo Lemus, sucesor político que, al parecer, ante esta prueba está actuando a destiempo. En reuniones en noviembre del año pasado, previas a la toma de poder, Salvador Zamora, quien ahora es secretario general de Gobierno, asistió solo para sacarse la foto. No escuchó, no conversó, no actuó, en esta crisis, no ha aparecido.

La crisis institucional no se detiene en el Ejecutivo. Jonathan Ávila, del Centro de Justicia para la Paz y el Desarrollo (Cepad), denunciaba al finalizar la administración de Enrique Alfaro que no había ni siquiera un programa estatal de búsqueda en Jalisco y que el rezago en el Servicio Médico Forense alcanzaba niveles vergonzosos: más de 9,400 cuerpos sin identificar.

Mientras las autoridades siguen negando la realidad, las familias se organizan y protestan. Este sábado pasado, frente al Palacio de Gobierno de Jalisco, más de dos mil personas gritaron consignas claras y dolorosas: «El Estado sí sabía, Alfaro sí sabía». Lo sabían porque es imposible no saberlo, porque los campos del horror no nacen en secreto sino bajo el amparo de complicidades. Daniela Gómez, quien busca a su hermano desaparecido, resume el sentimiento común: «No es posible que haya más de 18,000 desaparecidos y solamente seis buscadores en el gobierno».

La vigilia del sábado fue otra demostración del dolor transformado en resistencia. Héctor Águila Carvajal, padre de otro desaparecido, pidió unidad: «Sigamos uniendo fuerzas, el dolor no cesa». Y no cesa porque la respuesta oficial sigue siendo mínima, burocrática, cínica.

Y lo de que Teuchitlán no se trata de un caso aislado. La lista de sitios donde se repite la tragedia es dolorosamente extensa: desde la macabra «Gallera» en Veracruz hasta los cuerpos disueltos en ácido por el infame «Pozolero» de Tijuana, pasando por la escalofriante cifra de restos en «La Bartolina», Tamaulipas. Un catálogo infernal de barbaries toleradas, acaso protegidas, por autoridades que prefieren mirar hacia otro lado.

Esta crisis no puede seguir siendo escondida bajo excusas burocráticas ni minimizada con comunicados oficiales. Los colectivos lo denuncian: Teuchitlán no es un caso aislado, sino un símbolo más de la impunidad institucionalizada. Héctor Flores alerta sobre al menos seis puntos más similares en Jalisco, que nadie quiere investigar porque nadie quiere reconocer lo evidente.

Desde Madrid hasta Nueva York, mexicanos en el exilio exigen lo básico: reconocer el término «sitios de exterminio», proteger efectivamente a las buscadoras, garantizar justicia y reparación. Es un grito desesperado, es una demanda urgente, y es, sobre todo, una advertencia: la negación no borrará los muertos, solo prolongará el sufrimiento.

Negar lo evidente es una forma más de violencia. México merece más que excusas. Las víctimas merecen más que palabras. Y la justicia, que debería ser obvia, hoy parece un privilegio inalcanzable.

En X @DEPACHECOS

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JALISCO

La bestia de Teuchitlán

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Opinión, por Fernando Plascencia //

¿Qué nos hace humanos? La dichosa pregunta se ha respondido de muchas maneras. Dirían los antiguos que la racionalidad, o que tenemos un alma incrustada y atrapada en el cuerpo que funge como cárcel, o más complejo, la capacidad de pensarnos a nosotros mismos como seres pensantes. La pregunta viene bien ahora.

Lo que ocurrió en Teuchitlán descompone cada supuesto de humanidad. La racionalidad se perdió, llegó el animalismo, se diría, pero ya Mary Midgley vino a decirnos que no hay animal más cruel que el humano, ni el feroz lobo es capaz de desollar a sus presas, porque no son rivales, son presas. ¿Nos distingue el alma? Pero quién con alma sería capaz de cometer atrocidades contra decenas de seres humanos, un desalmado. No se ve más el reflejo del alma en los ojos, los ojos solo reflejan desdicha y sufrimiento.

No importa a dónde vayamos, la violencia nos persigue y nos hace cada vez menos humanos. Nos persigue para condenarnos y llevarnos de su mano. Como sociedad no hemos sido capaces de evitarla. Como humanidad nos sentamos en comunidad, creamos normas, para no hacernos daño los unos a los otros, cuán lejos nos sabemos de eso.

El contrato social que nos hizo humanos en el principio – cuál principio – se rompe y se rompe a cada rato. Teuchitlán lo confirma, el desmoronamiento de lo que creíamos nos quita lo humano. ¿Qué somos ya?

Desde hace años se habla de deshumanización, de una extrañeza que nos invade y nos hace menos humanos. ¿Somos menos humanos con cada tragedia como la de Teuchitlán? ¿El humano que se atrevió a tanto con qué será comparado? No hay más comparación que con el mismo humano. La bestia que llevamos dentro emerge y no como bestia de la naturaleza, sino como la bestia que no conoce el límite moral, porque sí hay animales que viven con una moralidad más digna.

Nuestra humanidad se encuentra extraviada y con símbolos y con ríos de sangre y dolor lo comprobamos. 400 zapatos son la muestra de una capacidad infinita de derrotar al rival como sea necesario y con los medios que se tengan al alcance, pero más que derrotar al rival nos derrotamos a nosotros mismos. Fuimos capaces de crear un Estado, tan sofisticado en algunas partes con instituciones que resuelven el más pequeño inconveniente público, pero ahora no somos capaces de protegernos.

La humanidad se nos va de las manos, eso que se propuso como proyecto de humanidad no quedó más que en el papel de tratados morales y filosóficos. El trazado racional que por mucho tiempo hemos tratado de seguir se tambalea y estamos a la deriva no solo de una razón instrumental, sino de una lógica de violencia por la violencia. Lo que creamos para servirnos de protección ha dejado de servirnos y ha servido para incrementarla – la violencia -, con disposición para que unos cuanto sigan al margen. Pero lo que se predice es que la violencia está por atacarnos a todos y de una vez por todas no habrá quién se salve, será responder o morir.

Más que nunca es falso que somos los seres del centro de la vida social, qué limitados estamos para salir de la violencia, y es que ningún impulso nos ha sacado de ese baño de sangre. Divinizar la violencia es el camino más torpe que pudimos tomar o ¿será que el exceso de libertad nos trajo hasta aquí?

Lo que ocurrió en Teuchitlán debe ser llamado como uno de los peores actos que como sociedad nos han ocurrido. Qué lejos nos pone de una idea de sociedad que seguimos compartiendo muchos, donde la violencia debe ser el instinto más controlable que tengamos. La violencia es biológicamente natural, pero debemos entender cómo moderarla y evitar que los conflictos lleguen a más. La información más valiosa que tenemos es que la violencia no es el único impulso que tenemos, ni el mejor, sino que tenemos instintos que juegan un papel fundamental como sociedades: la cooperación o la empatía.

No reforzar la violencia y sus conductas es vital como humanidad, si no es real que el hombre es lobo para el hombre es porque tenemos más caminos y Teuchitlán no es el destino ineludible del que no podamos escapar, sino debe ser el inicio de entender que como sociedad y humanidad no es lo que queremos muchas, pero muchas personas.

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