NACIONALES
La reforma judicial en debate: Capitalismo injerencista y desatinado

Opinión, por Pedro Vargas Ávalos //
Las diferencias de Estados Unidos de Norteamérica y la nación mexicana, han sido proverbiales. Desde que nuestra Patria logró su independencia, el vecino del norte se mostró intervencionista. Basta recordar los inicios de la relación entre mexicanos y estadounidenses, para darnos cabal cuenta de lo difícil de esos lazos.
Lo más remoto fue trágico: el Padre Hidalgo, estando en Guadalajara, el 13 de diciembre de 1810, nombró al guatemalteco que estaba en nuestra Perla Tapatía, Pascasio Ortiz de Letona (1785-1811) como plenipotenciario para acudir a los Estados Unidos con el fin de “tratar, ajustar y arreglar una alianza ofensiva y defensiva, tratados de comercio útil y lucroso para ambas naciones y cuanto más convenga a nuestra mutua felicidad, accediendo y firmando cualesquiera artículos, pactos o convenios conducentes a dicho fin”.
En camino a cumplir su misión, este proto-embajador fue apresado por los realistas y enviado a la capital del virreinato; previendo su fatídico final prefirió suicidarse en enero de 1811. Insistente, el iniciador de la guerra de independencia nombró a otros personajes, -Ignacio Aldama y Fr. Juan de Salazar- quienes también se frustraron en su intento pues ni siquiera salieron a su destino. Enseguida designó Hidalgo al tamaulipeco Bernardo Gutiérrez de Lara, quien, si arribó a Washington, pero su recepción y apoyo solo buscaba anexionarse territorio mexicano, por lo que, tras varias peripecias, se frustró la encomienda: en pocas palabras, jamás nos ayudaron lealmente los norteamericanos para lograr nuestra independencia.
Con lo anterior se acredita no solo lo dificultoso de los vínculos de México con Estados Unidos, desde su inicio, sino que los anglosajones norteños siempre han ambicionado sacar provecho de toda relación, pues los gringos siempre han demostrado que honorabilidad y capital son discordantes.
El primer embajador yanki en México fue Joel R. Poinsett, quien había coadyuvado para adoptar la política de “América para los americanos” y luego, en 1822 con la ayuda del traidor Santa Anna, estuvo en la capital azteca como agente secreto con “instrucciones no escritas para ensanchar por cualquier medio que encontrara el territorio norteamericano a costa del mexicano”.
Así deambuló entre los mexicanos hasta que el uno de junio se le nombró embajador plenipotenciario por John Quincy Adams. Introdujo la masonería del rito yorkino, agitó a los políticos mexicanos, propuso comprar territorio nacional y finalmente, en 1829 fue expulsado por su intervencionismo. (Memoria Política de México, Biografía de J. R. Poinsett por Dora Alicia Carmona).
Por lo anterior, es que se justifica el punto de vista del filósofo irlandés (1947) John Holloway, al calificar al capitalismo tipo USA, como “La lucha de los poderosos es para separar”, en tanto la nuestra es para unificar. Dentro de tal lineamiento, es ahora la participación no pedida del embajador de los Estados Unidos de América en México desde septiembre de 2021, Ken Lee Salazar, quien fue secretario del interior en su país del año 2009 al 2013 con el presidente Barack Obama.
El contexto es que están como tema candente nacional, las reformas que el primer mandatario Andrés Manuel López Obrador envió al Congreso desde el 4 de febrero de este año. Entre las más destacadas iniciativas resalta la del Poder Judicial. Esta propuesta no tiene nada de extraña, puesto que busca ajustar los tres poderes constitucionales, al principio fundamental sostenido por nuestra Carta Magna en su artículo 39: que la soberanía radica en el pueblo, que todo poder público dimana de él y se establece para su beneficio, pudiendo la población (la ciudadanía) variar en cualquier tiempo la forma de gobierno.
Todo mundo está de acuerdo en que nuestro sistema judicial es anacrónico, corrupto en general y no cumple los principios legales de prontitud y gratuidad. Que está integrado por clanes que, con familiares y recomendados, lo tienen cautivo. Y que gozan de tales privilegios, que ni el mismo presidente de la república los tiene, comenzando con los altos ingresos y múltiples prestaciones que reciben, las cuales, por lo exageradas, resultan impúdicas y ofensivas para los mexicanos.
Finalmente, en ese poder, comenzando con los jueces y acabando con los ministros de la Suprema Corte, su conducta oficial es contraria al espíritu constitucional, a la austeridad republicana y a la honradez intelectual. Por ello, sus defensores son los que ahora se significan como opositores al régimen: políticos derechistas, los empresarios -nacionales y extranjeros- que han sido obligados a pagar impuestos, los burócratas que disfrutan canonjías y no admiten se les quite; los comentócratas, ahora desahuciados del presupuesto y los apapachos gubernamentales, etc.
En tales circunstancias, el pasado jueves 22, en conferencia de prensa, el señor Ken Salazar, expuso: la reforma judicial que auspicia el mandatario López Obrador presenta un “riesgo” para la democracia de México y “amenaza la histórica relación comercial que hemos construido”. Luego agregó: podría “hacer más fácil que los cárteles y otros actores malignos se aprovechen de jueces inexpertos con motivaciones políticas”, y, además, “creará turbulencia” a nivel económico y político durante años.
Las medidas, conjetura el metiche señor Salazar, le permitiría prácticamente a cualquiera que tenga un título en Derecho y unos pocos años de experiencia en la abogacía, convertirse en juez a través del voto popular. Reconoció el diplomático estadounidense, que extirpar la corrupción del sistema judicial de México no es una mala idea, pero la elección no lo logrará, expresando su profunda preocupación porque los jueces sean elegidos por voto popular, pues según aseveró, por experiencia sabe que ese sistema no da resultados. Todo lo anterior, lo hizo dizque para colaborar con México. Atinadamente replicó el espació de un diario: Si ese es el espíritu, mejor que no colabore el señor embajador. (La Jornada, La Rayuela, 24 agosto 2024).
Por su lado, el titular del Poder Ejecutivo federal manifestó: Durante muchos años…en Estados Unidos aplica una política injerencista en toda América, desde que definen lo de la doctrina Monroe y sostienen que América es para los americanos, entendiendo que América es Estados Unidos de América, “Y ellos decidían sobre las políticas en los países del continente: ponían, quitaban presidentes a su antojo, invadían países, creaban nuevos…(forjaban) protectorados”.
Enseguida narró AMLO los zarpazos de que México ha sido víctima, y cómo después de la revolución, cambió la táctica estadounidense para intervenir en nuestro país: sostuvieron no hacía falta invadir ni disparar un tiro, todo sería cosa de que adoctrinaran a los jóvenes mexicanos ambiciosos en las universidades de Estados Unidos. Y se cumplió la estrategia, la profecía, porque allá estudiaron… varios presidentes de la época neoliberal, los cuales impulsaron reformas estructurales privatizadoras para transferir, trasladar los bienes de la nación, del pueblo de México a particulares, nacionales y extranjeros; …esa política neoliberal, neoporfirista, antipopular, entreguista, nos llevó a una tremenda crisis, a una decadencia.
Como respuesta a lo antedicho, “los mexicanos, … un pueblo con tradición de lucha por la justicia, por la libertad, por la independencia, por la soberanía, dijo ‘basta’ y se inició esta nueva trasformación”. Es decir, la Cuatro T y se efectúa “lo que establece el artículo 89 de nuestra Constitución: hacer valer de que México es un país independiente y soberano, que estamos a favor de la no intervención, de la autodeterminación de los pueblos, de la solución pacífica de las controversias y de la cooperación para el desarrollo”. Por ello, lo realizado por el embajador, fue una “falta de respeto a nuestra soberanía… una declaración desafortunada, imprudente”, misma que ocasionó se enviara una nota de extrañamiento al gobierno de Biden. (Mañanera, 23 agosto 2024).
Al respecto, el canciller virtual Marcelo Ebrard, expresó tajante que las reformas en comento, de ningún modo afectarán el tratado de comercio con Estados Unidos y Canadá, en tanto que la presidenta electa, Claudia Sheinbaum declaró: en 43 de los 50 estados de los Estados Unidos de América se eligen los jueces por voto popular, y en cuanto a la transformación de la justicia federal, así lo mandató la ciudadanía el 2 de junio, por lo que “La reforma judicial que se está planteando es que al Poder Judicial lo elija el pueblo de México para que le rinda cuentas al pueblo de México”.
Como a la par del embajador norteamericano, también hizo su papelito desatinado el representante de Canadá en nuestro país, Graeme C. Clark, quien el mismo jueves 22 expuso que inversionistas canadienses le han transmitido sus preocupaciones sobre la reforma al Poder Judicial para elegirlo por voto, con lo que también se ganó su carta de extrañamiento, a nosotros como mexicanos, nos toca rechazar ese tipo de intervenciones, pues como enfatizó el presidente de la república, “no aceptamos injerencismos, no aceptamos que ningún representante de gobiernos extranjeros intervengan en asuntos que sólo nos corresponden resolver, dirimir, a los mexicanos”.
ENTREVISTAS
Francisco Reséndiz Neri, candidato a juez de distrito: Juzgar con pasión, servir con independencia

Por Francisco Junco //
“Quiero seguir siendo juez porque es mi vocación y mi pasión. No busco poder, sino servir”, afirma con convicción Francisco Reséndiz Neri, Juez Séptimo de Distrito en Jalisco, mientras enfrenta un proceso inédito en México: la elección popular de jueces el 1 de junio de 2025.
Con más de 20 años en el Poder Judicial y nueve como titular en materia penal, Reséndiz, identificado con el número 25, defiende su trayectoria y su amor por los derechos humanos como su principal carta de presentación.
Un camino desde abajo
Reséndiz comenzó en los escalones más bajos del sistema judicial, como meritorio, haciendo copias y aprendiendo desde la base. Su carrera incluye roles como actuario penal, secretario del Supremo Tribunal de Justicia de Jalisco, y juez federal en materia de cateos y arraigos en la Ciudad de México, hasta llegar a la titularidad del Juzgado Séptimo de Distrito.
“Me mueve, el hecho de que creo que esto tiene que mejorar en la selección y que se requerirán personas de experiencia, personas independientes, que contribuyan a que subsista lo que es propiamente la división de poderes, la democracia como la conocemos actualmente, porque la defensa más cercana que tiene el ciudadano y todas las personas contra cualquier acto arbitrario, es precisamente el juicio de amparo, único en el mundo que permite anular cualquier acto”, señala, destacando su compromiso con la división de poderes y la democracia.
Retos de una elección sin precedentes
En entrevista con Conciencia Pública, Reséndiz aborda con franqueza los desafíos de esta elección. “Será difícil que la gente vote con cientos de nombres en una boleta, sin partidos ni propuestas tangibles”, admite. Reconoce riesgos, como la posible influencia de poderes fácticos, incluido el crimen organizado, pero insiste en que la solución es simple: “Apegarse a la ley, al caso concreto y a la Constitución”. Su experiencia, dice, es su escudo contra presiones externas.
Dilemas judiciales
Francisco Reséndiz Neri reconoce que uno de los grandes dilemas actuales en la labor jurisdiccional es la falta de una postura clara de la Suprema Corte respecto a la jerarquía entre los tratados internacionales y la Constitución.
“Muchos jueces, actuando de manera fundada, han establecido que debe prevalecer el tratado sobre la Constitución en ciertos casos, especialmente cuando se trata de derechos humanos”, explica. Sin embargo, esa práctica ha generado reacciones del poder legislativo, que habla de afectaciones a la soberanía nacional. “El problema es que cuando un juez aplica el tratado por encima de la Constitución, aunque sea para proteger derechos humanos, puede ser señalado o etiquetado, y eso no debería pasar”, señala.
Una justicia humana y equitativa
Cuenta cómo, en un caso de abuso sexual contra un menor, “coincidía la edad con la de mi hija. Estás tentado a echarle más cosas, pero no puedes. Tienes que ser objetivo. No puedes decidir por lo que sientes” y reafirmó que la objetividad no lo aleja de la empatía, “hay que ponerse en los zapatos de los otros. Todos tienen un proyecto de vida, todos merecen respeto”.
Propuestas claras
¿Por qué votar por él? Reséndiz enumera tres razones:
“Quiero que votes por mí porque tienes derecho a una persona capacitada. Quiero que votes por mí porque tienes derecho a una persona que ha administrado justicia y que tiene noción de lo que es o son los actos injustos. Y, tres, quiero que votes por mí porque siempre dialogaré por la protección de los derechos de las personas. Esa es mi directriz”, subraya.
Deuda histórica con las víctimas
Para Reséndiz Neri, el sistema penal mexicano tiene una deuda histórica con las víctimas, “el sistema ha privilegiado la forma sobre el fondo”, lamenta. Y pone un ejemplo elocuente, “no es lo mismo liberar a alguien porque no se leyó un derecho a tiempo, que porque no se comprobó su responsabilidad. Hay que cuidar las formas, sí, pero sin perder de vista la justicia de fondo”, apunta. Desde esa visión, Francisco Reséndiz cree necesario revisar la legislación para que no se convierta en un laberinto que sirva como impunidad.
El juez habla con firmeza sobre temas que no todos tocan con tanta claridad, por ejemplo, aseguró que la diversidad llegó para quedarse. “No puede haber discriminación por preferencia sexual, por origen étnico o por discapacidad. Es una deuda histórica que tenemos con los grupos vulnerables”. Defiende los protocolos para juzgar con perspectiva de género, y asegura que su compromiso es procurar una justicia que no sólo sea formalmente igual, sino sustantivamente justa.
En un México donde la desconfianza hacia las instituciones prevalece, Reséndiz ofrece su trayectoria: nueve años como titular del Juzgado Séptimo de Distrito y una carrera forjada en la experiencia.
En la inédita elección de jueces del 1 de junio de 2025, lamenta no poder prometer resultados tangibles como un político que ofrece obras públicas. “Solo prometo proteger los derechos de quienes lleguen a mi juzgado, porque así lo manda la Constitución”, asegura con convicción. “No lo hago por poder, sino por deber”.
CARTÓN POLÍTICO
Herida abierta
NACIONALES
Daniel Cosío Villegas y el dominio presidencial

Conciencia con Texto, por José Carlos Legaspi Íñiguez //
Muy certero el dicho aquel de “quien no conoce la historia está condenado a repetirla”.
Daniel Cosío Villegas, historiador, economista, catedrático, intelectual reconocido por tirios y troyanos, escribió varios libros que dieron luz para comprender cómo se hizo y cómo funcionó el Sistema Político Mexicano, confeccionado por revolucionarios, entre los que sobresalen, Álvaro Obregón, Venustiano Carranza, Plutarco Elías Calles, Lázaro Cárdenas y otros.
Don Daniel Cosío Villegas, quien tuvo que aclarar la mentirijilla que propagó de haber nacido en Colima, en 1900, cuando en verdad nació en la Ciudad de México en 1898, estableció en varios de sus libros, ensayos y textos, que México vivió alrededor de 70 años un sistema autoritario, presidencial y con un partido dominante.
Habrá que estar muy atentos a lo escrito por este sociólogo y diplomático que desnudó y encabritó a no pocos miembros de la élite que gobernó nuestro país desde que la Revolución se bajó del caballo hasta que llegó Fox con sus botas piteadas.
Don Daniel consideró que los poderes metaconstitucionales, de por sí concesionados en la Magna Carta de 1917, motivaron la Centralización del Poder en los rubros de política, economía y geografía. Esta concentración fue perversa, centralista y castrante para el resto de las entidades de la República. Tiempos hubo que en política “no se movía una hoja del árbol” sin la aprobación del Presidente de la República (así con mayúsculas) porque su poder era inmenso, total y arbitrario.
La subordinación de las autoridades municipales, estatales, así como de los poderes Legislativo y Judicial, al omnímodo poder presidencial se tornó, incluso, patético, absurdo y kafkiano.
El presidente priista en turno era un dios sexenal, que hacía y deshacía según su voluntad, su ánimo y sus intereses personales y de grupo. ¡Ay de aquél o aquellos que osaran ir en contra de la voluntad del todopoderoso presidente! Le esperaba cárcel, muerte política o… de veras.
Con esas condicionantes se canceló así la actividad política como factor de movilidad social; brilló la ausencia de un programa político claro y se apoderó del poder el oportunismo descarado y descarnado de las huestes “hienas” que pululan siempre buscando la carroña que dejan los “leones” de la grilla.
Un factor más fue el partido único, mediante el cual se legitimaron los cambios sexenales para aparentar la democracia hacia afuera, hacia los observadores mundiales. Mientras se mostraba esa falsa careta democrática al interior del partidazo y de otros partidos paleros, se practicaba la sumisión total al detentador del poder político.
Don Daniel Cosío Villegas publicó en 1972, bajo el auspicio de la Universidad de Texas, su ensayo “El sistema político mexicano, las posibilidades de cambio”.
Estableció que la creación del Partido Nacional Revolucionario, ideado en 1920, pero nacido hasta 1929, fue creado para eliminar el caudillismo de los neopolíticos postrevolucionarios, la mayoría hombres de armas, y así disminuir la violencia. Esto generó la “pax post revolución”, con el beneficio de sentar bases sólidas de la economía y algunos programas con objetivos sociales.
Octavio Paz, premio Nóbel de Literatura, solía decir que Cosío Villegas, “nos hizo conscientes de la dignidad humana”. Cosío Villegas fue director de la Escuela de Economía de la UNAM en 1933. Fue el primer director del Fondo de Cultura Económica, de 1934 a 1948 y presidente del Colegio de México de 1957 a 1963. Justamente don Daniel, siendo diplomático en Portugal, sugirió al entonces presidente Lázaro Cárdenas del Río, traer a México a los intelectuales españoles perseguidos por Francisco Franco por su afán republicano.
Ellos, los refugiados españoles fundaron la Casa de España, a la postre convertida en el Colegio de México. En 1943 el presidente Manuel Ávila Camacho aprueba y se crea el Colegio Nacional. Entre sus iniciadores está don Daniel Cosío Villegas y los jaliscienses, José Clemente Orozco, Enrique González Martínez, Mariano Azuela, acompañados por Manuel Sandoval Vallarta, Carlos Chávez, Alfonso Reyes, Alfonso y Antonio Caso, Ignacio Ochoterena, Diego Rivera, José Vasconcelos e Ignacio Chávez.
Cosío Villegas estableció que “el dominio presidencial mata todo espíritu cívico y convierte la vida política del país en una farsa profundamente aburrida”.
A este gran pensador mexicano se le consideró un liberal constitucionalista. Sus palabras parecieran resonar en estos tiempos de regresión al tiempo en que el sistema político mexicano se regía por el autoritarismo, la descalificación de los adversarios, la sumisión de los poderes, la compra de voluntades, el absolutismo y totalitarismo encarnado en un partido único al servicio del presidente en turno.
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