NACIONALES
Los conceptos de la presidenta de la Suprema Corte: Acto constitucional, enfoques diversos y fin común

Opinión, por Pedro Vargas Ávalos //
El pasado domingo 5 de febrero se conmemoró el 106 aniversario de la promulgación de la Constitución Política de nuestra patria. El Congreso Constituyente, instalado en 1916 en el Teatro de la República de Querétaro, fue el escenario donde 200 diputados electos bajo los ideales de la triunfante revolución mexicana, discutieron el Proyecto de reformas a la Carta Magna de 1857, que, debido a lo profundo de dichas modificaciones, permitieron que se forjara una nueva Ley Suprema de los Estados Unidos Mexicanos.
En esas jornadas, lució el talento y civismo patriótico del jalisciense Luis Manuel Rojas (Ahualulco,1870- DF, 1949), diputado por Guadalajara, autor del Proyecto de constitución y presidente del Congreso Constituyente.
Los hablantes oficiales durante ese solemne acto, fueron el gobernador de Querétaro (por ser el anfitrión); los titulares de las mesas directivas de la Cámara de Diputados (Santiago Creel Miranda) y de Senadores, Alejandro Armenta Mier; la ministra presidenta de la Suprema Cortes de Justicia, Norma Lucía Piña Hernández y el Presidente de la República, Lic. Andrés Manuel López Obrador (Amlo). Muy interesante resultó el evento, pues de lo expresado por cada uno de los oradores, podemos entresacar lo que campea ideológicamente en la nación.
Abrió la sesión conmemorativa, el panista veracruzano Mauricio Kuri González, quien como dijimos, gobierna al Estado de Querétaro. Fue sensato, y enfatizó que “No hay momento ni lugar más oportuno que éste para hacer una reflexión del espíritu que anima la Constitución, de su carácter supremo, de su vocación democrática y de su celo por la justicia social y la defensa de las libertades.” Para este político blanquiazul, “sobre el acuerdo hecho Constitución en 1917, descansa la fundación del Estado, cuyo poder público se divide para su ejercicio en Legislativo, Ejecutivo y Judicial, cuyas independencias garantizan la estabilidad y la gobernabilidad.” Luego agregó que la federación se integra por estados libres y soberanos, remarcando que es muy importante, en dicha norma, se consagre al municipio libre como la célula fundamental del país.
En su intervención, enfatiza el papel de la democracia, porque “No hay libertad sin democracia. Libertad y democracia han sido las más caras aspiraciones políticas de la sociedad mexicana”. En una parte de su discurso, reconoce que en los años recientes se ha realizado un esfuerzo sin precedente para distribuir apoyos a los más necesitados, con lo se busca “cumplir el otro anhelo que tutela nuestra Constitución: alcanzar un México más justo, igualitario y solidario. Eso debemos reconocérselo, señor presidente”. Es decir, este panista, admite lo que el primer mandatario actual, ha llevado a cabo en su cruzada a favor de los pobres.
Enseguida hizo uso de la palabra, Santiago Creel Miranda, representante de la mesa directiva de los diputados federales. Para él, en Querétaro, “El diálogo triunfó sobre la división y eso es precisamente lo que hoy celebramos.” Es decir, en todo momento de nuestra historia, se avanzó gracias al diálogo. Señala que entre 1917-1930, ya vigente nuestra Constitución, “los revolucionarios volvieron a desdeñar el diálogo, sus causas se frustraron y la disputa por el poder se encarnizó. La violencia cobró la vida de casi todos los liderazgos… La falta de diálogo de Calles con la Iglesia provocó la guerra cristera…”.
En los tiempos del abuelo del PRI -el PNR- y su heredero _el PRM-, la “nueva hegemonía no dialoga; impone, simula, se arropa en el principio de la no reelección, crea un partido que dura en el poder más del doble del tiempo que el de la dictadura de Díaz. Su mérito es que logra, eso sí, un periodo de crecimiento, aunque gobierna sin diálogo”. Creel, subraya que el diálogo es el motor de nuestros avances, y al no haber genera magras vicisitudes como la guerra sucia y el “2 de octubre no se olvida”.
Sin embargo, todo eso sirvió para que el partido hegemónico acabara “por escuchar, por dialogar y por lograr, junto con la oposición, su apertura democrática. Sin esa voluntad, que hoy debemos de reconocer, difícilmente se hubiera dado un cambio político en paz y por la vía de las instituciones. Ahora son tiempos de coincidir, son tiempos de reconciliación; después, después vendrán tiempos para competir en la arena política electoral.” Momentos que está a la vista y que culminarán en 2024 con la liza presidencial.
Creel admite que “El principio democrático es que la mayoría decide, de eso no hay duda y no hay debate, la cuestión es cómo decide, se incluye o no a quienes piensan distinto. Al excluirlos, se deja fuera parte del pueblo, se mancilla la soberanía. Hoy más que nunca es hora de dialogar, es hora de dialogar para hacer realidad nuestra Constitución, para aplicarla, para ejecutarla, para que en esos medios podamos convenir los grandes acuerdos de la nación, y esos grandes acuerdos de la nación que se traduzcan en el bienestar social del pueblo de México. Esa es la mejor manera de honrar nuestra Constitución.” El diputado, al parecer olvida que tanto la independencia, como la Reforma y la Revolución Mexicana, fueron culminaciones no del parlamento, sino de la lucha armada.
El orador que prosiguió la ceremonia del 5 de febrero, fue el senador Alejandro Armenta Mier, de Morena y aspirante a la gubernatura de su entidad, Puebla. Para él, su enfoque es recordar que la separación del Estado y la Iglesia fue tan importante como lo es hoy y será en el futuro la separación del poder económico y del poder político para el beneficio de las y los mexicanos.” Ejemplo elocuente de los avances que auspicia la Ley de leyes, es que “los constituyentes de 1917 eran hombres; hoy, es una realidad, hay paridad de género y estamos avanzando”.
Nuestra Carta Magna, la Constitución de 1917, llegó pues a 106 años de edad, aun cuando con tantas modificaciones, que de la expedida en aquel ya lejano año citado a la fecha, pareciera que fue transfigurada. En efecto, a partir del 7 de julio de 1922, que arrancan las reformas que se han hecho a nuestra ley suprema, hasta el 18 de noviembre del año pasado de 2022, se han aprobado 252 decretos que implican 764 enmiendas de todo tipo, llevadas a cabo en 114 artículos de los 136 de que consta nuestra norma de normas legales, más los dispositivos transitorios. Precisamente, la más reciente reforma fue al transitorio quinto del decreto de 26 de marzo de 2019 cuando se creó la Guardia Nacional.
Para dimensionar esas mutaciones de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos (CPEUM), pensemos que “nuestro texto constitucional tenía poco más de 20 mil palabras cuando se promulgó; hoy cuenta con casi 80 mil palabras, solo considerando los 136 artículos, sin los transitorios”, manifestó Camilo Saavedra Herrera, académico del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la Universidad Nacional de México. (Excelsior, 4-Feb-2023).
Una oradora especial, fue la presidenta de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), Norma Lucía Piña. Como es natural, siendo la primera mujer que ocupa tan elevado cargo, anotó que “trabajaré porque esta representación en el Poder Judicial Federal se traduzca en una auténtica reducción de las brechas de género y, consecuentemente, en una sociedad más justa e igualitaria.”
Pero lo que llama la atención, es afirmar que los constituyentes no se limitaron a reformar la Constitución de 1857, sino que “fueron mucho más allá: encauzaron las reivindicaciones sociales emanadas de la Revolución mexicana, dando luz, en el mundo, a un pionero constitucionalismo social.” Y es que sucedió debido a que “Las injusticias generan inconformidad, descontento, enojo, violencia… Enfrentar estas injusticias ha sido el mejor motor de las causas de la humanidad.”
Nuestra Constitución, no obstante, los centenares de reformas, resiente una “deuda histórica con sujetos en particular y con enormes sectores de la sociedad”. Por ello, con mucha razón dice esta gran abogada, “Evitemos encuentros estériles, reuniones anuales con bellos ejercicios de oratoria, para tras ello, volver al escritorio con la falsa sensación de un deber cumplido. Tenemos que esforzarnos más, cuestionar y cuestionarnos, replantearnos cómo lograr un cumplimiento cabal de nuestra Constitución. La Ley Suprema tiene que ser una realidad en aras de la dignidad de cada persona”.
Enseguida formuló una idea que la prensa tradicional, y hasta las oposiciones han dicho como si ella hubiese sido su vocera: “el Poder Judicial —guiado por la Constitución— no sólo resuelve las controversias, no sólo pacifica los conflictos, sino que también promueve y cataliza el cambio social…Una judicatura independiente es pilar de nuestra democracia. Es el legado que nos transmite nuestra ley fundamental”.
Y por ello, maximizando y dando interpretaciones sesgadas, los medios de comunicación tradicionales hablaron de que la ministra “exigía” al primer mandatario, respetara la independencia judicial. Eso nunca aconteció, ella, con propiedad, pregonó lo importante de esa autonomía, la cual impera hoy por hoy, como nunca.
En otra parte de su mensaje, habló de que los juzgadores están siempre sujetos al imperio de la ley; en consecuencia, afirma, “Es sano y necesario ponderar la actividad de los jueces en virtud de las resoluciones que emiten, y nunca perder de vista la independencia judicial —la de los juzgadores y la de uno de los poderes constitutivos de la República. Una judicatura independiente es pilar de nuestra democracia.”
En lo cual tiene mucha razón, pues “La independencia judicial no es un privilegio de los jueces, es el principio que garantiza una adecuada impartición de justicia para hacer efectivas las libertades y la igualdad de las y los mexicanos. La independencia judicial es la principal garantía de imparcialidad del Poder Judicial, siempre, en beneficio de la sociedad. La Constitución es el pacto federal que nos permite superar nuestras diferencias y estar de acuerdo en lo fundamental, como lo expresara Mariano Otero.”
Solo que la ministra olvidó que a esa independencia, la debe acompañar una serie de requisitos que deben poseer los jueces y magistrados: capacidad, honradez y civismo. Sin estos ingredientes, la independencia judicial, en vez de ser útil, se convierte en lastre para la nación y sus aspiraciónes de justicia genuina, recta y expedita.
En su turno, que culminó la ceremonia, habló el primer mandatario nacional: aludió a los 136 artículos de la Constitución, promulgada el 5 de febrero de 1917, y a partir de entonces ley suprema del país, la cual significó ser, “por mucho tiempo, el programa de acción más popular, nacionalista y progresista de nuestra historia”.
Pero luego advirtió: “En los 36 años de política neoliberal se aprobaron reformas completamente antipopulares, entreguistas y contrarias al interés público.” Acto seguido, les dice a los oyentes que “es raro encontrar, y los convoco a que lo investiguen, es raro encontrar en el periodo neoliberal una reforma a la Constitución en beneficio del pueblo. Todo, todo, absolutamente todo se orientó a favorecer los intereses de una minoría nacional y extranjera”.
Por lo anterior, es que “Debemos seguir luchando por los ideales de la Revolución mexicana consagrados en la Constitución de 1917. No dejar de insistir en abolir, por la vía legal y democrática, las reformas contrarias al interés público impuestas durante el periodo neoliberal.” Por lo tanto, su gobierno continuará “proponiendo cambios al marco legal en beneficio del pueblo hasta devolver a nuestra ley máxima toda la grandeza de su humanismo original.”
Concluyó Amlo, con la idea de que “La política es hacer historia, es transformar, y ello implica pugnar siempre por lo que es justo y parece imposible de alcanzar. Si no se lucha en forma sostenida por convertir los sueños en realidad, no hay práctica política que valga la pena ni transformación posible, ni diferencia sustancial entre la vida y la nada.”
No cabe duda pues, que las visiones de los oradores en la celebración del CVI aniversario de la Constitución de 1917, son aleccionadoras, y acreditan que nuestra Carta Magna, “no ha muerto, vive en la transformación del México libre, justo, igualitario, democrático y fraterno de nuestros días”.
ENTREVISTAS
Francisco Reséndiz Neri, candidato a juez de distrito: Juzgar con pasión, servir con independencia

Por Francisco Junco //
“Quiero seguir siendo juez porque es mi vocación y mi pasión. No busco poder, sino servir”, afirma con convicción Francisco Reséndiz Neri, Juez Séptimo de Distrito en Jalisco, mientras enfrenta un proceso inédito en México: la elección popular de jueces el 1 de junio de 2025.
Con más de 20 años en el Poder Judicial y nueve como titular en materia penal, Reséndiz, identificado con el número 25, defiende su trayectoria y su amor por los derechos humanos como su principal carta de presentación.
Un camino desde abajo
Reséndiz comenzó en los escalones más bajos del sistema judicial, como meritorio, haciendo copias y aprendiendo desde la base. Su carrera incluye roles como actuario penal, secretario del Supremo Tribunal de Justicia de Jalisco, y juez federal en materia de cateos y arraigos en la Ciudad de México, hasta llegar a la titularidad del Juzgado Séptimo de Distrito.
“Me mueve, el hecho de que creo que esto tiene que mejorar en la selección y que se requerirán personas de experiencia, personas independientes, que contribuyan a que subsista lo que es propiamente la división de poderes, la democracia como la conocemos actualmente, porque la defensa más cercana que tiene el ciudadano y todas las personas contra cualquier acto arbitrario, es precisamente el juicio de amparo, único en el mundo que permite anular cualquier acto”, señala, destacando su compromiso con la división de poderes y la democracia.
Retos de una elección sin precedentes
En entrevista con Conciencia Pública, Reséndiz aborda con franqueza los desafíos de esta elección. “Será difícil que la gente vote con cientos de nombres en una boleta, sin partidos ni propuestas tangibles”, admite. Reconoce riesgos, como la posible influencia de poderes fácticos, incluido el crimen organizado, pero insiste en que la solución es simple: “Apegarse a la ley, al caso concreto y a la Constitución”. Su experiencia, dice, es su escudo contra presiones externas.
Dilemas judiciales
Francisco Reséndiz Neri reconoce que uno de los grandes dilemas actuales en la labor jurisdiccional es la falta de una postura clara de la Suprema Corte respecto a la jerarquía entre los tratados internacionales y la Constitución.
“Muchos jueces, actuando de manera fundada, han establecido que debe prevalecer el tratado sobre la Constitución en ciertos casos, especialmente cuando se trata de derechos humanos”, explica. Sin embargo, esa práctica ha generado reacciones del poder legislativo, que habla de afectaciones a la soberanía nacional. “El problema es que cuando un juez aplica el tratado por encima de la Constitución, aunque sea para proteger derechos humanos, puede ser señalado o etiquetado, y eso no debería pasar”, señala.
Una justicia humana y equitativa
Cuenta cómo, en un caso de abuso sexual contra un menor, “coincidía la edad con la de mi hija. Estás tentado a echarle más cosas, pero no puedes. Tienes que ser objetivo. No puedes decidir por lo que sientes” y reafirmó que la objetividad no lo aleja de la empatía, “hay que ponerse en los zapatos de los otros. Todos tienen un proyecto de vida, todos merecen respeto”.
Propuestas claras
¿Por qué votar por él? Reséndiz enumera tres razones:
“Quiero que votes por mí porque tienes derecho a una persona capacitada. Quiero que votes por mí porque tienes derecho a una persona que ha administrado justicia y que tiene noción de lo que es o son los actos injustos. Y, tres, quiero que votes por mí porque siempre dialogaré por la protección de los derechos de las personas. Esa es mi directriz”, subraya.
Deuda histórica con las víctimas
Para Reséndiz Neri, el sistema penal mexicano tiene una deuda histórica con las víctimas, “el sistema ha privilegiado la forma sobre el fondo”, lamenta. Y pone un ejemplo elocuente, “no es lo mismo liberar a alguien porque no se leyó un derecho a tiempo, que porque no se comprobó su responsabilidad. Hay que cuidar las formas, sí, pero sin perder de vista la justicia de fondo”, apunta. Desde esa visión, Francisco Reséndiz cree necesario revisar la legislación para que no se convierta en un laberinto que sirva como impunidad.
El juez habla con firmeza sobre temas que no todos tocan con tanta claridad, por ejemplo, aseguró que la diversidad llegó para quedarse. “No puede haber discriminación por preferencia sexual, por origen étnico o por discapacidad. Es una deuda histórica que tenemos con los grupos vulnerables”. Defiende los protocolos para juzgar con perspectiva de género, y asegura que su compromiso es procurar una justicia que no sólo sea formalmente igual, sino sustantivamente justa.
En un México donde la desconfianza hacia las instituciones prevalece, Reséndiz ofrece su trayectoria: nueve años como titular del Juzgado Séptimo de Distrito y una carrera forjada en la experiencia.
En la inédita elección de jueces del 1 de junio de 2025, lamenta no poder prometer resultados tangibles como un político que ofrece obras públicas. “Solo prometo proteger los derechos de quienes lleguen a mi juzgado, porque así lo manda la Constitución”, asegura con convicción. “No lo hago por poder, sino por deber”.
CARTÓN POLÍTICO
Herida abierta
NACIONALES
Daniel Cosío Villegas y el dominio presidencial

Conciencia con Texto, por José Carlos Legaspi Íñiguez //
Muy certero el dicho aquel de “quien no conoce la historia está condenado a repetirla”.
Daniel Cosío Villegas, historiador, economista, catedrático, intelectual reconocido por tirios y troyanos, escribió varios libros que dieron luz para comprender cómo se hizo y cómo funcionó el Sistema Político Mexicano, confeccionado por revolucionarios, entre los que sobresalen, Álvaro Obregón, Venustiano Carranza, Plutarco Elías Calles, Lázaro Cárdenas y otros.
Don Daniel Cosío Villegas, quien tuvo que aclarar la mentirijilla que propagó de haber nacido en Colima, en 1900, cuando en verdad nació en la Ciudad de México en 1898, estableció en varios de sus libros, ensayos y textos, que México vivió alrededor de 70 años un sistema autoritario, presidencial y con un partido dominante.
Habrá que estar muy atentos a lo escrito por este sociólogo y diplomático que desnudó y encabritó a no pocos miembros de la élite que gobernó nuestro país desde que la Revolución se bajó del caballo hasta que llegó Fox con sus botas piteadas.
Don Daniel consideró que los poderes metaconstitucionales, de por sí concesionados en la Magna Carta de 1917, motivaron la Centralización del Poder en los rubros de política, economía y geografía. Esta concentración fue perversa, centralista y castrante para el resto de las entidades de la República. Tiempos hubo que en política “no se movía una hoja del árbol” sin la aprobación del Presidente de la República (así con mayúsculas) porque su poder era inmenso, total y arbitrario.
La subordinación de las autoridades municipales, estatales, así como de los poderes Legislativo y Judicial, al omnímodo poder presidencial se tornó, incluso, patético, absurdo y kafkiano.
El presidente priista en turno era un dios sexenal, que hacía y deshacía según su voluntad, su ánimo y sus intereses personales y de grupo. ¡Ay de aquél o aquellos que osaran ir en contra de la voluntad del todopoderoso presidente! Le esperaba cárcel, muerte política o… de veras.
Con esas condicionantes se canceló así la actividad política como factor de movilidad social; brilló la ausencia de un programa político claro y se apoderó del poder el oportunismo descarado y descarnado de las huestes “hienas” que pululan siempre buscando la carroña que dejan los “leones” de la grilla.
Un factor más fue el partido único, mediante el cual se legitimaron los cambios sexenales para aparentar la democracia hacia afuera, hacia los observadores mundiales. Mientras se mostraba esa falsa careta democrática al interior del partidazo y de otros partidos paleros, se practicaba la sumisión total al detentador del poder político.
Don Daniel Cosío Villegas publicó en 1972, bajo el auspicio de la Universidad de Texas, su ensayo “El sistema político mexicano, las posibilidades de cambio”.
Estableció que la creación del Partido Nacional Revolucionario, ideado en 1920, pero nacido hasta 1929, fue creado para eliminar el caudillismo de los neopolíticos postrevolucionarios, la mayoría hombres de armas, y así disminuir la violencia. Esto generó la “pax post revolución”, con el beneficio de sentar bases sólidas de la economía y algunos programas con objetivos sociales.
Octavio Paz, premio Nóbel de Literatura, solía decir que Cosío Villegas, “nos hizo conscientes de la dignidad humana”. Cosío Villegas fue director de la Escuela de Economía de la UNAM en 1933. Fue el primer director del Fondo de Cultura Económica, de 1934 a 1948 y presidente del Colegio de México de 1957 a 1963. Justamente don Daniel, siendo diplomático en Portugal, sugirió al entonces presidente Lázaro Cárdenas del Río, traer a México a los intelectuales españoles perseguidos por Francisco Franco por su afán republicano.
Ellos, los refugiados españoles fundaron la Casa de España, a la postre convertida en el Colegio de México. En 1943 el presidente Manuel Ávila Camacho aprueba y se crea el Colegio Nacional. Entre sus iniciadores está don Daniel Cosío Villegas y los jaliscienses, José Clemente Orozco, Enrique González Martínez, Mariano Azuela, acompañados por Manuel Sandoval Vallarta, Carlos Chávez, Alfonso Reyes, Alfonso y Antonio Caso, Ignacio Ochoterena, Diego Rivera, José Vasconcelos e Ignacio Chávez.
Cosío Villegas estableció que “el dominio presidencial mata todo espíritu cívico y convierte la vida política del país en una farsa profundamente aburrida”.
A este gran pensador mexicano se le consideró un liberal constitucionalista. Sus palabras parecieran resonar en estos tiempos de regresión al tiempo en que el sistema político mexicano se regía por el autoritarismo, la descalificación de los adversarios, la sumisión de los poderes, la compra de voluntades, el absolutismo y totalitarismo encarnado en un partido único al servicio del presidente en turno.
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