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OPINIÓN

Cumplir con el Acuerdo de París: Políticas ambientales post COVID-19

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Comuna México, por Benjamín Mora //

Como nunca antes, el Covid-19 despertó los mayores temores de contagio y muerte por enfermedad en la inmensa mayoría de las mujeres y hombres en el mundo, en especial entre quienes ya somos mayores. El Covid-19 también dio cuenta de una naturaleza que, en breves días, sin la presencia de mujeres y hombres, sanaba sus heridas y cómo diversas especies animales retomaban los espacios que les habíamos arrebatado.

El mensaje parecía claro: Somos hijas e hijos malagradecidos dispuestos a exterminar a la Madre Tierra por capricho, soberbia y sed monetarista, aunque en ello viniese nuestra propia extinción y muerte.

En medio de la pandemia, nos vimos obligados a confinarnos y, al hacerlo, la economía mundial se contrajo en lo equivalente a muchos años de ganancias: millones de mujeres y hombres perdieron sus empleos y formas de sustento, y cientos de miles de empresas quebraron.

Las alarmas se encendieron y los más grandes laboratorios farmacéuticos, las universidades más prestigiadas del mundo y muchos gobiernos nacionales unieron sus mayores esfuerzos y recursos para encontrar la vacuna que contra el Covid-19, buscando que todo regresase a la normalidad lo más rápido posible: sin embargo, pareciese que perdimos el impulso inicial de la toma consciencia ambiental que hoy se diluye.

En México, gobiernos y empresarios han callado sus discursos ambientalistas para centrarse en una reapertura económica con sana distancia y cubrebocas que callen demandas verdes; lo mismo han desaparecido los colectivos de resistencia en el tema.

Nadie se pronuncia por una nueva consciencia ambiental, por una nueva política ambiental, por leyes cumplidas y actualizadas, por hacer realidad nuestros compromisos mundiales contenidos en tratados verdes… y al callar, otorgamos; a lo más que se llega es a criticar al Presidente López Obrador por su insensibilidad ambiental en Baja California, allá por la rumorosa, en Tabasco con su refinería, en las selvas del sureste con su tren maya y en el gran cementerio paleontológico de Santa Lucía en el Valle de México, entre otras acciones caprichosas.

Mientras México parece detenido, mientras, más allá de nuestras fronteras, suceden cosas maravillosas. Aquí dos ejemplos:

Boston Consulting Group (BCG) -gigante mundial de la consultoría- ha comprometido 400 millones de dólares en un plan de cero emisiones netas hacia 2030, tomando medidas significativas para reducir su huella de carbono y compensar cualquier impacto climático restante. BCG ha decidido ayudar a que gobiernos, industrias, ONG y coaliciones asuman una nueva cultura de impacto climático y ambiental para avanzar hacia la contaminación neta cero. BCG reducirá sus emisiones directas y relacionadas con la energía, conocidas como Alcance 1 y 2, para 2025 en comparación con una línea de base de 2018; asimismo, reducirá el impacto climático de sus viajes de negocios, que representa más del 80% de su huella de carbono total, en al menos un 30% por tiempo completo para 2025.

Hoy día, el 100 por ciento de la energía que BCG utiliza es renovable dentro de un programa de inversión continua en mejoras de eficiencia energética; además, las emisiones que hoy no se pueden erradicar se abordarán a través de un programa ampliado de compensación de carbono diseñado para generar un impacto climático neto cero para 2030. Adicionalmente, BCG ha asumido que todas sus soluciones de ingeniería estén basadas en la naturaleza.

BCG invertirá 35 dólares por cada tonelada de contaminante hacia 2025 para llegar a 80 dólares por tonelada en 2030. Hoy, la compensación voluntaria de carbono promedio mundial es de entre 3 a 6 dólares por tonelada.

Por otra parte, Microsoft se ha unido al Grupo de Líderes Corporativos Europeos (CLG Europe) en un compromiso de largo aliento: lograr emisiones de carbono “negativas netas” para 2030 y eliminar, para 2050, todo el carbono que la empresa ha emitido desde su creación en 1975, es decir, revertir todos sus impactos ambientales a lo largo de su historia a partir de algo que se conoce como neutralidad climática gracias a una política pública progresista.

Debo destacar que la Unión Europea tiene el compromiso de “convertirse en el primer continente del mundo con un clima neutro”, a pesar de la oposición de algunos estados miembros y grupos de la industria. Microsoft ha comprometido 1,000 millones de dólares para apoyar la creación de tecnologías de reducción y eliminación de carbono a través del Fondo de Inversión en el Carbono.

Estas realidades contrastan con las estrategias contra las energías limpias de Andrés Manuel López Obrador dispuesto a bloquear proyectos en proceso y ya existentes de energía eólica y solar y poner trabas para la puesta en marcha de nuevos proyectos ambientales, como lo hiciera en Baja California en una de sus giras. La política climática europea, por otra parte, busca que las políticas verdes estén al frente y en el centro de su paquete de recuperación post-COVID-19.

En ese contrasentido, el Estado mexicano no puede ser omiso en lo que se ha comprometido globalmente y debe asumir una política ambiental de cero emisiones netas hacia 2030; para lograrlo debe adoptar una estrategia muy exigente. Aquí mi sugerencia.

Que en 2021 se logren acuerdos para que, en 2030, alcancemos emisiones de carbono “negativas netas”, entre el Estado mexicano, las cámaras industriales y de comercio, los sindicatos, los centros de investigación y universidades y la sociedad civil organizada, de manera que, en diciembre de 2021, gobiernos, industriales y comerciantes entreguen un diagnóstico pormenorizado de sus impactos ambientales, así como un plan de mejora continua hasta llegar a 2030 con emisiones de carbono “negativas netas”, así como de las inversiones que deberá realizar.

Éstas podrían ser deducibles de impuestos en alguna medida. Quienes no se adhieran y cumplan, deberán pagar un impuesto adicional en la venta de sus bienes y servicios que los vuelva nada competitivos y los saquen del mercado en un plazo de 4 años. Adicionalmente, todo bien que se comercie en México deberá contener en su etiqueta la huella de carbono que alcanzó en su producción y transporte, destacando las mejoras alcanzadas en el año inmediato anterior para la toma de conciencia y decisión de compra del consumidor.

No hay otro camino para cumplir los objetivos del Acuerdo de París.

E-mail: benja_mora@yahoo.com

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Deportes

Edición 798: El drenaje profundo, un paso hacia el futuro en Guadalajara

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Lectores en teléfono celular: Para una mejor lectura, girar a la posición horizontal

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JALISCO

Año de la Mujer Indígena: Promesas vs silencio en la Comunidad Indígena de Mezquitán

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-Los Juegos del Poder, por Gabriel Ibarra Bourjac 

Entre el discurso oficial del gobierno de México, liderado por la presidenta Claudia Sheinbaum, y la cruda realidad de las comunidades indígenas, se abren fisuras que revelan contradicciones inquietantes.

En 2025, declarado «Año de la Mujer Indígena» por el Congreso de la Unión y respaldado por el Ejecutivo, se pretende enaltecer el rol histórico y cultural de estas mujeres, combatir la discriminación y fortalecer sus derechos con políticas inclusivas.

Sin embargo, esta intención noble choca con actos de violencia institucional perpetrados por dependencias del mismo gobierno, como se evidencia en el caso de la Comunidad Indígena de Mezquitán, en Zapopan Jalisco.

Desde 2001, esta comunidad lleva 24 años esperando una indemnización justa por la expropiación de 26.93 hectáreas de sus tierras, utilizadas para la ampliación de la carretera Guadalajara-Ixtlahuacán del Río-Saltillo.

Esta discrepancia plantea una pregunta crucial: ¿es el reconocimiento a las mujeres indígenas un compromiso genuino o un juego de poder simbólico?

UNA INJUSTICIA DE DOS DÉCADAS

El conflicto de Mezquitán comenzó en 2001, cuando la entonces Secretaría de Comunicaciones y Transportes (SCT), hoy Secretaría de Infraestructura, Comunicaciones y Transportes (SICT), expropió las tierras prometiendo una compensación de aproximadamente 40 millones de pesos. Sin embargo, solo se pagaron 6 millones como anticipo entre 2004 y 2005, dejando un adeudo pendiente que, conforme a la Ley Agraria y sentencias del Tribunal Superior Agrario, debe ajustarse a valor comercial.

Después de siete años de litigios contra la SICT (desde 2017) el Tribunal Agrario 16, y en noviembre de 2023, el Tribunal Superior Agrario les dio la razón a la Comunidad Indígena de Mezquitán, ordenando un avalúo por el INDAABIN para calcular el pago a valor comercial. Sin embargo, la SICT siguió interponiendo amparos frívolos, el último resuelto en diciembre de 2024, para retrasar lo inevitable.

Ahora lo que procede es que se ejecute la sentencia y que la SICT proceda al pago correspondiente, pero para ello se requiere el avaluó actualizado que debe realizar INDAABIN, donde ahora está el atorón con el tortuguismo de la dependencia.

Habrá que señalar que la Consejería Jurídica Federal del gobierno de la Presidenta Claudia Sheinbaum, coincide y recomienda, que lo que sigue es el cumplimiento de la sentencia y darle seguimiento hasta su conclusión, es decir, el pago en favor de la Comunidad.

Fue el 18 de junio pasado en el que mediante acuerdo, el Tribunal Agrario ordenó al Instituto de Administración y Avalúos de Bienes Nacionales (INDAABIN) que, en un plazo de 10 días, informe sobre el trámite del avalúo solicitado por la Secretaría de Infraestructura, Comunicaciones y Transportes (SICT), con apercibimiento de multa en caso de incumplimiento, pero a la fecha no tenemos conocimiento de que INDAABIN haya cumplido ese requerimiento.

Todos estos obstáculos del poder de la burocracia, de diversas formas, ha enfrentado la Comunidad Indígena de Mezquitán, diversas formas para retrasar el proceso de pago; ahora es el «tortuguismo» de INDAABIN, que ha ignorado plazos como el de 10 días establecido el 18 de junio de 2024, bajo amenaza de multa.

Esta demora impacta directamente a 333 familias, muchas lideradas por mujeres indígenas que enfrentan pobreza y marginación como resultado de esta injusticia prolongada.

Saúl Rodríguez Barajas, presidente del Comisariado de Bienes Comunales, expresó su frustración: “Llevamos 24 años luchando por nuestros derechos, mientras el gobierno promete justicia, pero no actúa”.

Esta situación no solo contradice el espíritu del «Año de la Mujer Indígena», sino que también desvirtúa la reforma constitucional de 2024, que reconoce a los pueblos indígenas como sujetos de derecho público y obliga a consultar y compensar por proyectos que afecten sus territorios.

CONTRADICCIÓN ENTRE DISCURSO Y REALIDAD

El gobierno de Sheinbaum ha desplegado iniciativas ambiciosas para apoyar a los pueblos indígenas. En su informe de 100 días, anunció un presupuesto de 221 mil millones de pesos para 2025 destinados al desarrollo de comunidades indígenas y afromexicanas, que incluye 17 planes de justicia ya en marcha y el inicio de 13 más.

Además, lanzó el programa Apoyo Financiero a Mujeres Indígenas y Afromexicanas Artesanas (MIAA) con 500 millones de pesos, y en diciembre de 2024 restituyó 2,178 hectáreas a comunidades rarámuris en la Sierra Tarahumara.

Estas acciones, combinadas con la designación de figuras históricas como Tecuichpo, Tz’ak-b’u Aha, Señora 6 Mono y Xiuhtlaltzin como emblemas del año, buscan visibilizar el legado de las mujeres indígenas.

No obstante, el caso de Mezquitán revela una desconexión alarmante. Mientras se celebran avances simbólicos, la SICT se resiste a pagar y INDAABIN incumple sentencias judiciales, dejando a las mujeres de esta comunidad sin la indemnización que les corresponde.

Esta contradicción no es un incidente aislado, sino un síntoma de un problema estructural: las políticas públicas, aunque bien intencionadas, a menudo no se traducen en justicia tangible. La reforma constitucional de 2024, que manda consultar y compensar, debería haber agilizado casos como este, pero la inacción gubernamental lo contradice, erosionando la confianza en las promesas de inclusión.

MÁS ALLÁ DE LOS JUEGOS DE PODER

La negativa de la SICT y el «tortuguismo» de INDAABIN en el caso de Mezquitán contradicen el espíritu del «Año de la Mujer Indígena». Esta comunidad, con sus 333 familias —muchas lideradas por mujeres que encarnan los valores que el gobierno dice proteger—, merece una resolución que trascienda la retórica.

Aunque Sheinbaum no ha abordado directamente el caso, su compromiso con la justicia social indica que, con información clara, podría impulsar una solución para que 2025 no sea un ejercicio vacío. El gobierno debe actuar con urgencia, asegurando el cumplimiento de las sentencias del Tribunal Agrario.

Solo así el discurso de reconocimiento a las mujeres indígenas se convertirá en hechos concretos, dejando atrás los juegos de poder y demostrando que la justicia no es negociable. La responsabilidad recae en Sheinbaum y sus dependencias: el tiempo apremia para alinear palabras con acciones.

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JALISCO

El expediente que ocultan de Eli Castro

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– Crónicas de Pacheco, por Daniel Emilio Pacheco

Por más vueltas que se le quiera dar, hay casos en los que el poder se exhibe en su versión más burda, más vulgar, más ofensiva. Tal es el caso de la señora Eli Castro, personaje de escasa trayectoria profesional —pero al parecer de relaciones estrechas con el poder—, quien durante semanas se mantuvo oculta en las nóminas y pasillos del SIAPA sin que nadie pudiera explicar a ciencia cierta qué hacía ahí, quién la nombró, bajo qué criterios fue contratada y, sobre todo, por qué ocupaba un puesto como «asesora técnica» sin tener un perfil técnico.

En estos tiempos de administración de la opacidad, cuando la transparencia es una palabra que se usa solo como adorno en los discursos oficiales, bastó con que se asomara el escándalo para que el Gobierno de Jalisco aplicara su fórmula favorita: «Ya hay una investigación en curso por parte de la Fiscalía Anticorrupción». Esa frase, que en otros países podría representar un paso hacia la rendición de cuentas, en Jalisco se ha convertido en la coartada perfecta para esconder todo lo que no quieren explicar. Detrás de esa frase se apagan los focos, se cierran los archivos y se invoca el silencio.

Pero el caso de Eli Castro no nació en SIAPA. Su historia con el gobierno jalisciense viene de tiempo atrás. Concretamente con las administraciones emecistas, la referencia es del año 2019, cuando la Secretaría de la Hacienda Pública, entonces encabezada por Juan Partida Morales -Si, el mismo funcionario que fue el administrador gubernamental de Enrique Alfaro durante su gobierno de Guadalajara y el gobierno de Jalisco y hoy director de IPEJAL-, decidió firmar con ella un contrato por la nada despreciable suma de 379 mil 170 pesos. El motivo: brindar apoyo administrativo y emitir opinión jurídica. Así, tal cual, como si se tratara de una abogada constitucionalista o de una analista con doctorado en administración pública.

¿Y cuál es la preparación académica de la contratada? El propio contrato, que le hicieron llegar a quien esto escribe, lo dice con claridad insultante: Eli Castro cuenta únicamente con estudios de secundaria. Ni una licenciatura, ni una cédula profesional, ni una especialidad. Y, aun así, el gobierno del estado decidió pagarle por emitir opinión jurídica. Como si en la Secretaría de la Hacienda Pública se hubieran quedado sin abogados, sin técnicos, sin funcionarios de carrera. Como si el presupuesto público se manejara como una bolsa personal para favorecer amigos o pagar favores.

Por si fuera poco, el periodista Pepe Toral destapó aún más esta cloaca en su cuenta en la red social X. Tras conocer el contrato, decidió hacer lo que el gobierno no hizo: pedir cuentas. Solicitó, por la vía de transparencia, los informes mensuales que la contratada debía entregar. Porque el contrato estipula —con toda claridad— que debía rendir informes mensuales sobre las actividades realizadas.

La respuesta que recibió Pepe Toral, ¡fue una joya del absurdo burocrático!: la Secretaría de la Hacienda Pública respondió que no tiene los informes, porque la contratada, en realidad, prestaba sus servicios en una dependencia distinta: el Instituto Jalisciense de Rehabilitación Social, más conocido como INJALRESO.

Pero esa respuesta es una tomadura de pelo lo que, en el caso de Pepe Toral, no es nada fácil. En ninguna parte del contrato revisado se establece que los informes puedan omitirse si la contratada es enviada a otra dependencia. Y mucho menos se menciona que INJALRESO sea la unidad responsable de vigilar el cumplimiento de sus obligaciones. El gobierno no entregó al periodista Pepe Toral los informes, ni explicó su contenido, ni señaló si alguien los recibió. Y peor aún: no hay constancia de que alguien se los haya exigido.

Frente a la falta de informes, el periodista decidió ir más allá. Solicitó que se le informara cuáles fueron los entregables, los productos concretos, los resultados derivados de la contratación. Y aquí es donde el disparate alcanza dimensiones kafkianas.

La Secretaría de la Hacienda Pública le respondió —y cito textualmente— que no puede entregar los resultados de la contratación «por tratarse de un hecho futuro a realizarse». Repito: un contrato que se firmó y concluyó en 2019, hace seis años, es considerado por la autoridad como un hecho futuro. No una omisión, no una irregularidad, no una burla: un hecho que aún no ocurre.

¿Estamos ante una administración que no distingue entre pasado y futuro? ¿O simplemente ante una estructura de encubrimiento sistemático de irregularidades?

Como si no fuera suficiente, la Secretaría también se negó a entregar copia de los cheques emitidos a nombre de Eli Castro. Alegaron que la información puede consultarse en el portal de nómina. Y, en efecto, ahí aparecen dos pagos: abril y mayo de 2019. Pero el contrato establecía una duración de abril a diciembre de ese año.

La opacidad no es casual. Es un sistema. Es una práctica. Es una forma de gobierno. Porque el caso de Eli Castro no es el único, pero sí es un emblema. Un emblema de cómo se administra el dinero público con lógica de compadrazgo, de cómo se burlan los controles internos, de cómo se simulan funciones para justificar plazas, contratos, favores.

En el fondo, el caso no trata solo de una mujer sin preparación cobrando como asesora. Trata de un gobierno que no da explicaciones, de instituciones que no documentan, de fiscalías que callan y de una sociedad que, con frecuencia, se resigna. La pregunta ya no es si Eli Castro debía o no ocupar ese cargo. La pregunta es: ¿cuántos más como ella hay incrustados en el aparato público? ¿Cuántas nóminas están infladas con nombres que no trabajan, no entregan nada y nadie los supervisa?

La indignación no debería durar solo el ciclo de una noticia. Este tipo de casos amerita un seguimiento constante, una presión sostenida, una exigencia colectiva. Porque mientras se normalice que se contrate a una presentadora de música para emitir opiniones jurídicas, sin estudios, sin experiencia, sin rendición de cuentas, no habrá reforma administrativa que valga ni discurso de austeridad que resista.

Pero, lo terrible en este caso es que, el director del SIAPA sigue sin dar la cara y dar explicaciones. Juan Partida acostumbrado a distribuir pagos generosos a su personal de confianza después de su intento de madruguete en IPEJAL para subirse el sueldo él y sus cercanos, sigue ahí.

¿Saldrá Luis García Sotelo secretario de la Hacienda Pública de Jalisco a explicar este cochinero? O ¿Solo la dejará pasar?

Y mientras la señora Castro cobraba sin rendir cuentas, el gobierno silbaba hacia otro lado… como si la corrupción, cuando es propia, no apestara.

En X @DEPACHECOS

 

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