OPINIÓN
De engaños y complicidades: Seguros Bancomer…¡no!, nunca más

Comuna México, por Benjamín Mora Gómez //
Las aseguradoras, se sabe, tienen dos departamentos principales: La que vende una póliza y la que evita pagar el daño reclamado hasta dónde sea posible a base de argumentos falsos y faltos de probidad; por ello no entiendo la insistencia de los gobiernos estatales en obligar al ciudadano a tener un seguro de autos y no interviene con las aseguradoras para obligarlas a cumplir sin malas mañas y sin engaños. Mi experiencia con Seguros BBVA Bancomer ha sido muy decepcionante y recomiendo ¡NO! contratarles jamás.
Idealmente, un seguro de autos es un mecanismo por el que se transfieren los riesgos relacionados al uso de nuestro vehículo a una empresa aseguradora, como lo son los daños materiales a nuestro auto, así como los daños ocasionados a terceros, la responsabilidad civil, los robos totales o de accesorios, los perjuicios causados por actos maliciosos o fenómenos naturales entre otros, dependiendo del tipo de seguro que contratemos.
Cuando contratamos un seguro de autos, optamos por la certeza de un pequeño pago, frente a la posibilidad de una pérdida futura o daño de gran magnitud; sin embargo, siempre hay el riesgo de ser abusados o engañados por reglas que las compañías aseguradoras imponen a los talleres automotrices que contrata. La más común es instar al asegurado a firmar su conformidad total sobre el arreglo de su automóvil cuando aún no se le entrega, argumentando que tiene garantía y deslindando al taller y la aseguradora de cualquier daño futuro. Eso se pretendió hacerme en el Grupo Automotriz Galván en Calzada de los Pirules 17, en Ciudad Granja de Zapopan.
En la página en internet de Seguros BBVA leo, al referir algunos datos a tener en cuenta para decidirse contratar uno de sus seguros de auto: “Si luego de un accidente se estima que los gastos de reparación son mayores al 50% del valor comercial del vehículo, se considerará pérdida total”, pero esto perderá su sentido pues la aseguradora, ayudada por el dueño del taller, podrá argumentar que el daño reclamado es debido a la antigüedad del carro y su desgaste natural, como me sucedió con Grupo Automotriz Galván.
En los hechos, es falso que “un seguro de auto es una protección que se contrata a través de una póliza para que, en caso de cualquier incidente relacionado con tu auto, puedas hacer efectivo ese apoyo”, como refiere Seguros BBVA en su página mencionada, pues esa protección contratada estará sujeta a argucias de no pago cuando el daño les resulte demasiado alto y el apoyo nunca será el deseable. No es, como dicen en Seguros BBVA de Bancomer, de tener con ellos la “certeza de asumir solo parte de los costos por daños ocasionados” pues siempre hay la posibilidad de necesitar pelear por una mala reparación, como me sucedió con Grupo Automotriz Galván y, al final, se nos argumente que hay reparaciones mecánicas imposibles de lograr como me dijo el señor Galván del taller referido… cuando no se es un buen taller, yo dijera. Veamos mi caso.
La Norma Oficial Mexicana 034-sct2-2010, referente al señalamiento horizontal y vertical de carreteras y vialidades urbanas, obliga a toda autoridad a advertir sobre la presencia de reductores de velocidad como son los llamados topes. Ello debe hacerse con leyendas de advertencia de su presencia, pintadas sobre el carril de circulación y el balizamiento de aquel con colores específicos y anchuras de las líneas; estable, además, las características constructivas de anchura y altura del tope.
Todo mal público empieza porque alguien no cumplió con sus obligaciones ciudadanas o mandatos de gobierno… principalmente éste. Durante el gobierno de Pablo Lemus en Zapopan, ordenó la construcción de varios topes sobre la avenida general Ramón Corona, por el rumbo del TEC de Monterrey, ajenos a la norma 034-sct2-2010 en sus características de construcción, sobre pasando, por mucho, la altura obligada. Además, tardó meses en presupuestar y mandar su balizamiento, que lo hizo con pintura de muy mala calidad y sin corresponder a los tonos de los colores obligados.
En ese inter, desde cuando se construyeron los topes a cuando se balizaron, al yo circular, muy de madrugada, por Ramón Corona, volé y caí sobre uno de ellos. Circulé unos 30 metros hasta llegar a mi destino, en dónde me di cuenta de que mi auto perdía aceite. Ese día yo saldría de viaje en avión y debía irme al aeropuerto. A mi regreso, llamé a Seguros BBVA Bancomer y recibí autorización de servicio automotriz por el ajustador Iván García en Grupo Automotriz Galván. Se trasladó con la ayuda de una grúa. El diagnóstico fue que los cárteres del motor y la transmisión se habían dañado; el primero se reparó y el segundo se cambió. En el mismo día en que se me entregó el auto, escuché un ruido muy fuerte que salía de la parte baja de aquel que nunca antes tuvo mi auto. El supervisor Martín García de Seguros BBVA Bancomer, por el chat al que él me sumó, me pidió llevar de vuelta el auto al taller para que lo arreglaran. Tras varios días, se me entregó con igual sonido, pero ahora las velocidades no cambiaban como lo hacían antes. Desde ese día, he insistido en el arreglo del ruido y de la transmisión, y desde ese día, el señor Galván y el supervisor Martín García me alegan, un día, que el daño de mi auto ya existía y, otras veces, que es por el desgaste natural de mi auto por sus años, lo que me parece un distractor mal intencionado; yo argumento que antes del accidente y trabajo en el taller, no tenía ese ruido y la caja de velocidades trabajaba bien. El costo máximo del arreglo podría sobrepasar los 24 mil pesos y mi auto vale 46 mil pesos, por tanto, merecería ser declarado como de pérdida total. Durante ese tiempo de reclamos míos y exclusas del señor Galván, dueño del taller, y el supervisor de Seguros BBVA Bancomer, al circular con mi auto, terminó por no cambiar sus velocidades y quedar totalmente inútil.
Insistiré ante Condusef, pero mientras eso se resuelve, me declaro un cliente muy insatisfecho de seguros BBVA Bancomer y por ello, recomiendo no comprar seguro alguno de esa compañía pues siempre encontrarán excusas para no pagar los daños en su totalidad y, además, sugiero elegir otro taller automotriz en caso de requerir algún arreglo pues los autos podrían salir peor a como entraron. Contrario a lo que nos promete, Seguros BBVA Bancomer no nos da certeza alguna en su servicio. Los mantendré informados.
Deportes
Edición 798: El drenaje profundo, un paso hacia el futuro en Guadalajara

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JALISCO
Año de la Mujer Indígena: Promesas vs silencio en la Comunidad Indígena de Mezquitán

-Los Juegos del Poder, por Gabriel Ibarra Bourjac
Entre el discurso oficial del gobierno de México, liderado por la presidenta Claudia Sheinbaum, y la cruda realidad de las comunidades indígenas, se abren fisuras que revelan contradicciones inquietantes.
En 2025, declarado «Año de la Mujer Indígena» por el Congreso de la Unión y respaldado por el Ejecutivo, se pretende enaltecer el rol histórico y cultural de estas mujeres, combatir la discriminación y fortalecer sus derechos con políticas inclusivas.
Sin embargo, esta intención noble choca con actos de violencia institucional perpetrados por dependencias del mismo gobierno, como se evidencia en el caso de la Comunidad Indígena de Mezquitán, en Zapopan Jalisco.
Desde 2001, esta comunidad lleva 24 años esperando una indemnización justa por la expropiación de 26.93 hectáreas de sus tierras, utilizadas para la ampliación de la carretera Guadalajara-Ixtlahuacán del Río-Saltillo.
Esta discrepancia plantea una pregunta crucial: ¿es el reconocimiento a las mujeres indígenas un compromiso genuino o un juego de poder simbólico?
UNA INJUSTICIA DE DOS DÉCADAS
El conflicto de Mezquitán comenzó en 2001, cuando la entonces Secretaría de Comunicaciones y Transportes (SCT), hoy Secretaría de Infraestructura, Comunicaciones y Transportes (SICT), expropió las tierras prometiendo una compensación de aproximadamente 40 millones de pesos. Sin embargo, solo se pagaron 6 millones como anticipo entre 2004 y 2005, dejando un adeudo pendiente que, conforme a la Ley Agraria y sentencias del Tribunal Superior Agrario, debe ajustarse a valor comercial.
Después de siete años de litigios contra la SICT (desde 2017) el Tribunal Agrario 16, y en noviembre de 2023, el Tribunal Superior Agrario les dio la razón a la Comunidad Indígena de Mezquitán, ordenando un avalúo por el INDAABIN para calcular el pago a valor comercial. Sin embargo, la SICT siguió interponiendo amparos frívolos, el último resuelto en diciembre de 2024, para retrasar lo inevitable.
Ahora lo que procede es que se ejecute la sentencia y que la SICT proceda al pago correspondiente, pero para ello se requiere el avaluó actualizado que debe realizar INDAABIN, donde ahora está el atorón con el tortuguismo de la dependencia.
Habrá que señalar que la Consejería Jurídica Federal del gobierno de la Presidenta Claudia Sheinbaum, coincide y recomienda, que lo que sigue es el cumplimiento de la sentencia y darle seguimiento hasta su conclusión, es decir, el pago en favor de la Comunidad.
Fue el 18 de junio pasado en el que mediante acuerdo, el Tribunal Agrario ordenó al Instituto de Administración y Avalúos de Bienes Nacionales (INDAABIN) que, en un plazo de 10 días, informe sobre el trámite del avalúo solicitado por la Secretaría de Infraestructura, Comunicaciones y Transportes (SICT), con apercibimiento de multa en caso de incumplimiento, pero a la fecha no tenemos conocimiento de que INDAABIN haya cumplido ese requerimiento.
Todos estos obstáculos del poder de la burocracia, de diversas formas, ha enfrentado la Comunidad Indígena de Mezquitán, diversas formas para retrasar el proceso de pago; ahora es el «tortuguismo» de INDAABIN, que ha ignorado plazos como el de 10 días establecido el 18 de junio de 2024, bajo amenaza de multa.
Esta demora impacta directamente a 333 familias, muchas lideradas por mujeres indígenas que enfrentan pobreza y marginación como resultado de esta injusticia prolongada.
Saúl Rodríguez Barajas, presidente del Comisariado de Bienes Comunales, expresó su frustración: “Llevamos 24 años luchando por nuestros derechos, mientras el gobierno promete justicia, pero no actúa”.
Esta situación no solo contradice el espíritu del «Año de la Mujer Indígena», sino que también desvirtúa la reforma constitucional de 2024, que reconoce a los pueblos indígenas como sujetos de derecho público y obliga a consultar y compensar por proyectos que afecten sus territorios.
CONTRADICCIÓN ENTRE DISCURSO Y REALIDAD
El gobierno de Sheinbaum ha desplegado iniciativas ambiciosas para apoyar a los pueblos indígenas. En su informe de 100 días, anunció un presupuesto de 221 mil millones de pesos para 2025 destinados al desarrollo de comunidades indígenas y afromexicanas, que incluye 17 planes de justicia ya en marcha y el inicio de 13 más.
Además, lanzó el programa Apoyo Financiero a Mujeres Indígenas y Afromexicanas Artesanas (MIAA) con 500 millones de pesos, y en diciembre de 2024 restituyó 2,178 hectáreas a comunidades rarámuris en la Sierra Tarahumara.
Estas acciones, combinadas con la designación de figuras históricas como Tecuichpo, Tz’ak-b’u Aha, Señora 6 Mono y Xiuhtlaltzin como emblemas del año, buscan visibilizar el legado de las mujeres indígenas.
No obstante, el caso de Mezquitán revela una desconexión alarmante. Mientras se celebran avances simbólicos, la SICT se resiste a pagar y INDAABIN incumple sentencias judiciales, dejando a las mujeres de esta comunidad sin la indemnización que les corresponde.
Esta contradicción no es un incidente aislado, sino un síntoma de un problema estructural: las políticas públicas, aunque bien intencionadas, a menudo no se traducen en justicia tangible. La reforma constitucional de 2024, que manda consultar y compensar, debería haber agilizado casos como este, pero la inacción gubernamental lo contradice, erosionando la confianza en las promesas de inclusión.
MÁS ALLÁ DE LOS JUEGOS DE PODER
La negativa de la SICT y el «tortuguismo» de INDAABIN en el caso de Mezquitán contradicen el espíritu del «Año de la Mujer Indígena». Esta comunidad, con sus 333 familias —muchas lideradas por mujeres que encarnan los valores que el gobierno dice proteger—, merece una resolución que trascienda la retórica.
Aunque Sheinbaum no ha abordado directamente el caso, su compromiso con la justicia social indica que, con información clara, podría impulsar una solución para que 2025 no sea un ejercicio vacío. El gobierno debe actuar con urgencia, asegurando el cumplimiento de las sentencias del Tribunal Agrario.
Solo así el discurso de reconocimiento a las mujeres indígenas se convertirá en hechos concretos, dejando atrás los juegos de poder y demostrando que la justicia no es negociable. La responsabilidad recae en Sheinbaum y sus dependencias: el tiempo apremia para alinear palabras con acciones.
JALISCO
El expediente que ocultan de Eli Castro

– Crónicas de Pacheco, por Daniel Emilio Pacheco
Por más vueltas que se le quiera dar, hay casos en los que el poder se exhibe en su versión más burda, más vulgar, más ofensiva. Tal es el caso de la señora Eli Castro, personaje de escasa trayectoria profesional —pero al parecer de relaciones estrechas con el poder—, quien durante semanas se mantuvo oculta en las nóminas y pasillos del SIAPA sin que nadie pudiera explicar a ciencia cierta qué hacía ahí, quién la nombró, bajo qué criterios fue contratada y, sobre todo, por qué ocupaba un puesto como «asesora técnica» sin tener un perfil técnico.
En estos tiempos de administración de la opacidad, cuando la transparencia es una palabra que se usa solo como adorno en los discursos oficiales, bastó con que se asomara el escándalo para que el Gobierno de Jalisco aplicara su fórmula favorita: «Ya hay una investigación en curso por parte de la Fiscalía Anticorrupción». Esa frase, que en otros países podría representar un paso hacia la rendición de cuentas, en Jalisco se ha convertido en la coartada perfecta para esconder todo lo que no quieren explicar. Detrás de esa frase se apagan los focos, se cierran los archivos y se invoca el silencio.
Pero el caso de Eli Castro no nació en SIAPA. Su historia con el gobierno jalisciense viene de tiempo atrás. Concretamente con las administraciones emecistas, la referencia es del año 2019, cuando la Secretaría de la Hacienda Pública, entonces encabezada por Juan Partida Morales -Si, el mismo funcionario que fue el administrador gubernamental de Enrique Alfaro durante su gobierno de Guadalajara y el gobierno de Jalisco y hoy director de IPEJAL-, decidió firmar con ella un contrato por la nada despreciable suma de 379 mil 170 pesos. El motivo: brindar apoyo administrativo y emitir opinión jurídica. Así, tal cual, como si se tratara de una abogada constitucionalista o de una analista con doctorado en administración pública.
¿Y cuál es la preparación académica de la contratada? El propio contrato, que le hicieron llegar a quien esto escribe, lo dice con claridad insultante: Eli Castro cuenta únicamente con estudios de secundaria. Ni una licenciatura, ni una cédula profesional, ni una especialidad. Y, aun así, el gobierno del estado decidió pagarle por emitir opinión jurídica. Como si en la Secretaría de la Hacienda Pública se hubieran quedado sin abogados, sin técnicos, sin funcionarios de carrera. Como si el presupuesto público se manejara como una bolsa personal para favorecer amigos o pagar favores.
Por si fuera poco, el periodista Pepe Toral destapó aún más esta cloaca en su cuenta en la red social X. Tras conocer el contrato, decidió hacer lo que el gobierno no hizo: pedir cuentas. Solicitó, por la vía de transparencia, los informes mensuales que la contratada debía entregar. Porque el contrato estipula —con toda claridad— que debía rendir informes mensuales sobre las actividades realizadas.
La respuesta que recibió Pepe Toral, ¡fue una joya del absurdo burocrático!: la Secretaría de la Hacienda Pública respondió que no tiene los informes, porque la contratada, en realidad, prestaba sus servicios en una dependencia distinta: el Instituto Jalisciense de Rehabilitación Social, más conocido como INJALRESO.
Pero esa respuesta es una tomadura de pelo lo que, en el caso de Pepe Toral, no es nada fácil. En ninguna parte del contrato revisado se establece que los informes puedan omitirse si la contratada es enviada a otra dependencia. Y mucho menos se menciona que INJALRESO sea la unidad responsable de vigilar el cumplimiento de sus obligaciones. El gobierno no entregó al periodista Pepe Toral los informes, ni explicó su contenido, ni señaló si alguien los recibió. Y peor aún: no hay constancia de que alguien se los haya exigido.
Frente a la falta de informes, el periodista decidió ir más allá. Solicitó que se le informara cuáles fueron los entregables, los productos concretos, los resultados derivados de la contratación. Y aquí es donde el disparate alcanza dimensiones kafkianas.
La Secretaría de la Hacienda Pública le respondió —y cito textualmente— que no puede entregar los resultados de la contratación «por tratarse de un hecho futuro a realizarse». Repito: un contrato que se firmó y concluyó en 2019, hace seis años, es considerado por la autoridad como un hecho futuro. No una omisión, no una irregularidad, no una burla: un hecho que aún no ocurre.
¿Estamos ante una administración que no distingue entre pasado y futuro? ¿O simplemente ante una estructura de encubrimiento sistemático de irregularidades?
Como si no fuera suficiente, la Secretaría también se negó a entregar copia de los cheques emitidos a nombre de Eli Castro. Alegaron que la información puede consultarse en el portal de nómina. Y, en efecto, ahí aparecen dos pagos: abril y mayo de 2019. Pero el contrato establecía una duración de abril a diciembre de ese año.
La opacidad no es casual. Es un sistema. Es una práctica. Es una forma de gobierno. Porque el caso de Eli Castro no es el único, pero sí es un emblema. Un emblema de cómo se administra el dinero público con lógica de compadrazgo, de cómo se burlan los controles internos, de cómo se simulan funciones para justificar plazas, contratos, favores.
En el fondo, el caso no trata solo de una mujer sin preparación cobrando como asesora. Trata de un gobierno que no da explicaciones, de instituciones que no documentan, de fiscalías que callan y de una sociedad que, con frecuencia, se resigna. La pregunta ya no es si Eli Castro debía o no ocupar ese cargo. La pregunta es: ¿cuántos más como ella hay incrustados en el aparato público? ¿Cuántas nóminas están infladas con nombres que no trabajan, no entregan nada y nadie los supervisa?
La indignación no debería durar solo el ciclo de una noticia. Este tipo de casos amerita un seguimiento constante, una presión sostenida, una exigencia colectiva. Porque mientras se normalice que se contrate a una presentadora de música para emitir opiniones jurídicas, sin estudios, sin experiencia, sin rendición de cuentas, no habrá reforma administrativa que valga ni discurso de austeridad que resista.
Pero, lo terrible en este caso es que, el director del SIAPA sigue sin dar la cara y dar explicaciones. Juan Partida acostumbrado a distribuir pagos generosos a su personal de confianza después de su intento de madruguete en IPEJAL para subirse el sueldo él y sus cercanos, sigue ahí.
¿Saldrá Luis García Sotelo secretario de la Hacienda Pública de Jalisco a explicar este cochinero? O ¿Solo la dejará pasar?
Y mientras la señora Castro cobraba sin rendir cuentas, el gobierno silbaba hacia otro lado… como si la corrupción, cuando es propia, no apestara.
En X @DEPACHECOS