OPINIÓN
Deshumanización

Opinión, por Miguel Ángel Anaya //
El concepto de ser humano define a nuestra especie, nos asocia a otros tipos de animales y a la vez nos distingue de ellos desde la idea que poseemos cualidades que creemos exclusivas de la humanidad, entre ellas destacan la conciencia de nuestros actos, aspectos como el lenguaje, el acceso a la cultura entre otros, todo esto sirve para definir al homo sapiens.
Cuando se establecen lazos entre diferentes individuos que comparten ciertas costumbres y tradiciones es cuando se conforma una sociedad. Otra particularidad del ser humano es que se trata de la única especie que es consciente de su finitud: es decir, los humanos somos los únicos en el planeta que sabemos que, en algún momento, vamos a morir, en muchos casos esto conlleva a creer en la existencia del alma o deidades que trascienden la experiencia corporal.
Se tomaron cientos de años para construir este concepto de humanidad, para poder definir lo que somos como especie, pero, nos lleva poco el señalar que cada vez estas cualidades se han ido perdiendo, ¿por qué? Porque vivimos en una época de deshumanización y esto es bastante preocupante. La deshumanización es el proceso por el cual las personas perdemos sensibilidad y empatía, olvidamos nuestras raíces y nuestra cultura, reduciendo nuestro raciocinio y limitando la idea de la existencia a la simple supervivencia.
Este fenómeno se vincula a la pérdida de valores éticos. Una persona se deshumaniza, cuando es indiferente ante el sufrimiento de una persona en situación de calle, cuando daña la convivencia con su vecino, cuando en la obtención de sus deseos es capaz de pasar encima de quien sea, sin importarle el daño a otros miembros de la sociedad, concentrándose únicamente en sí mismo. Esto la iguala a algunas especies de animales que al no tener noción o empatía por otras especies o los de su clase y que en la búsqueda de satisfacer sus necesidades recurren únicamente al instinto. Esta situación, cada vez más común en la sociedad actual se debe a distintos factores.
De manera lógica hay realidades sociales que han determinado esto, podemos hablar de como el vivir en una sociedad más plural y tolerante ha ocasionado abrir la mente, conocer distintas culturas, etc. Pero también ha llevado a ser más laxos en nuestra escala de valores desde la idea de que prácticamente todo es permitido, la bandera de la tolerancia en algunos casos ha llevado a los excesos y a la reproducción de comportamientos que atentan contra la sociedad. Por si fuera poco, estos actos que antes quedaban aislados en determinados grupos sociales o pequeñas comunidades hoy son reproducidos en internet, logrando conseguir mayor número de seguidores. Comportamientos que antes eran segregados hoy encuentran refugio en las redes sociales.
Para muestra tenemos casos de violencia, racismo, homofobia o misoginia, que, si bien en muchos casos son señalados y hasta censurados en las redes, siempre encuentran un espacio entre seguidores que justifican los actos y hasta los aplauden. Hace apenas unos días se viralizó en redes un video donde unos adolescentes, en el corazón de nuestra ciudad, a medio día, ¡enfrente de todos, sin que alguien haga algo! agreden brutalmente a una persona de la tercera edad, esto sin más motivo aparente que buscar replicar su “hazaña” en redes sociales buscando ganar likes o aprobación en las plataformas digitales.
Esto, que parecería ser un hecho aislado no lo es tanto, cada vez es más común encontrar videos de violencia, de agresiones, de acoso escolar, de personas que presumen portar armas, etc. No son temas menores, el maltrato hacia los más vulnerables es algo de lo cual escandalizarse, si la sociedad existe y el estado de derecho surge es por la necesidad de protegernos los unos a los otros.
Si nos deshumanizamos, las sociedades no tienen razón de ser, si somos indiferentes hacia las necesidades del vecino, se perderá el sentido de vivir en comunidad. No perdamos la capacidad de asombro, no seamos indiferentes ante el sufrimiento ajeno, no promovamos abusos de ningún tipo, seamos más empáticos, más conscientes, más humanos.
JALISCO
La ZMG en la era de las cavernas viales

– Conciencia con Texto, por José Carlos Legaspi Íñiguez
Antes, cuando éramos menos, los tapatíos éramos más creativos, más valientes, más inteligentes, más atrevidos, incluso. Y más amorosos con nuestro terruño. Fue con esos atributos que Guadalajara destacó a nivel nacional y, a veces, de manera internacional.
Así se forjaron ideas que luego fueron llevadas a la práctica con resultados favorables; quizá no con la contundencia de lo planeado, pero se corregía sobre la práctica lo que resultaba remediable: Guadalajara tenía uno de los sistemas de tránsito más eficientes. Se determinó, por ejemplo, asignar en los reglamentos de tránsito, una lógica para circular por las calles, calzadas y avenidas.
Decía el mayor Alfredo Medina Guerra, exdirector del Departamento de Tránsito, que antes de esas disposiciones y con la proliferación de automóviles y camiones, sobre todo, había choques al por mayor.
No había reglas, normas o dictámenes para los cruces de las calles. Quien se aproximaba a las intersecciones sonaba el claxon para “avisar” que iba a cruzar, para que le respetaran el paso. Pero, si otro auto también sonaba el claxon…terminaba en colisión.
Entonces, se asignó “preferencia” de paso a las calles de oriente a poniente y “circulación” a las de norte a sur. Por una razón: los que circulan de oriente a poniente, y viceversa, tendrán el sol en la frente en algún momento del día, mientras que los que corren de sur a norte o al revés tienen mejor visibilidad.
Se hizo una señalética con flechas de color verde para las “preferencias” y de rojo para las de “circulación”. Era tan fácil de entender que los forasteros captaban muy rápido la lógica de estas reglas; los novatos en conducir era lo primero que debían saber.
Excepto las avenidas y calzadas, que parece lo mismo, pero no es igual, tenían siempre preferencia de paso; también donde específicamente se balizaba con el letrero “alto” y con escudos rojos indicándolo. Tlaquepaque y Zapopan, “para distinguirse” tenían al revés sus normas de tránsito. Y sí, se distinguían por la cantidad de choques que registraban.
Hubo visionarios que planearon circuitos internos para dar fluidez a un tráfico que ya se vaticinaba abundante. Surgieron así las “circunvalaciones de Dr. R Michel Agustín Yáñez- López Mateos- División del Norte- Oblatos. Se suponía que cerraría al oriente por la calle Niños Héroes de Tlaquepaque.
También se planeó el Anillo Periférico; sin embargo, se frustró en… Tlaquepaque, allá por San Martín de las Flores y en Tonalá, para no quedarse atrás. ¿Las causas? Falta de planeación urbana; venta de tierras ejidales sin ton ni son y…complacencia de autoridades municipales y estatales ante el irrespeto a las proyecciones urbanas.
Mientras tanto, el transporte público mostró un avance cuando se construyó la Línea 1 del Tren Ligero. Por un tiempo fue eficiente, eficaz, funcional y hasta cómodo. Hoy, tenemos tres líneas y una cuarta esperando y de todas no se hace una… ¿Qué carajos espera el gobierno estatal para echarla a andar? Misterio. Culpas al retardo no faltan. Excusas idiotas, las de siempre, para iniciar lo que otro comenzó. Así pasó con la ruta 3.
En materia de transporte público, el llamado “pulpo camionero”, ése dónde no se sabía si empezaba en la CTM y terminaba en el gobierno estatal, dominaba y domina aún a su parecer qué rutas, dónde debe haberlas y cuánto debe costar el pasaje.
Antaño Heliodoro Hernández Loza mandaba sobre la Alianza de Camioneros; a su muerte, su primo Clodomiro Martínez Hernández quedó al frente. Luego se jubiló. Entonces surge Jorge Higareda, brazo fuerte en la contabilidad del organismo y luego socio, desplazando a los que creían eran “herederos” de este emporio.
Al morir Jorge sus hijos tomaron la dirección. Pero no sólo de los camiones; también del Macrobús, del Peribús y algunas rutas del Sistecozome, organismo estatal creado para dotar de servicio a las orillas de la zona metropolitana, donde no había ni hay calles. Una vez urbanizadas estas vías, entonces sí, la Alianza llega con su patente de corso para hacer el negocio, desplazando, con la ayuda oficial a quienes “abrieron brecha” y que, invariablemente, desaparecen al ser invadidas sus rutas. Y a sufrir las anomalías que todas las rutas de la Alianza tienen en el pésimo servicio que brinda y que, infortunadamente, repiten las del Sistecozome sin que a nadie en los gobiernos le importe en lo mínimo.
Los 125 ayuntamientos y el gobierno del estado tienen, así lo marca la Constitución de Jalisco, la responsabilidad y obligación de proporcionar el servicio público del transporte… ¡Ah!, pero también de concesionarlo. Fue así como se gestó el Pulpo Camionero. Obviamente ese poder de la empresa debe contar con “respaldo” o “apoyo” de funcionarios. Los de Vialidad, en primer término; los de los ayuntamientos, en segundo. Y las concesiones no sólo son de particulares; vía transparencia se descubrió que funcionarios municipales y estatales las detentan. Ni modo que se hagan el Harakiri.
Ese contubernio es el que tiene a la Zona Metropolitana de Guadalajara en la era de las cavernas en materia de transporte. La ineptitud, el valemadrismo y el cinismo de los gobernantes y funcionarios encargados de esta actividad, que solapan las anomalías del transporte son insultantes. No es cuestión de partidos, es cuestión de ganancia$. PRI, PAN, MC, han tolerado, incluso alentado, que ese sistema de transporte siga prevaleciendo en estas tierras de inundaciones pluviales, ineficiencias y caos viales.
Así que, como dijo don Teofilito: Así seguirán.
MUNDO
Tejiendo lo colectivo: La política más allá del individuo

– A título personal, por Armando Morquecho Camacho
En la mitología griega, existe un relato fascinante sobre las Moiras, esas tres hermanas encargadas de hilar, medir y cortar el destino de los hombres; de hecho, probablemente muchos más las recuerden por la famosa película de Disney: Hércules, donde son representadas por esas figuras enigmáticas y divertidas de un solo ojo que en algún punto de la película amenazan la vida de la amada de Hércules.
En esta historia, Cloto hilaba la hebra de la vida, Láquesis la medía y Átropos la cortaba cuando llegaba el final. Lo interesante de esta narración no es únicamente su carácter fatalista, sino la metáfora que encierra: ninguna hebra aislada tenía sentido por sí misma. El tejido de la vida es posible porque cada hilo se entrelaza con otros, formando un entramado que da consistencia a la existencia.
Por eso la política debería funcionar de la misma manera. No se trata de un solo individuo que define la ruta de una sociedad, sino de la capacidad de entrelazar múltiples hilos —experiencias, voces, demandas, historias— hasta construir un tejido común y, por ende, un movimiento plural articulado a través de causas que unan. Por eso, cuando olvidamos que la política es ante todo una tarea colectiva, corremos el riesgo de reducirla a un espectáculo personalista en el que se sobrevalora la figura del líder y se subestima la fuerza de la comunidad.
Nuestra cultura política ha sido moldeada por el mito del héroe. Desde tiempos antiguos, se nos ha enseñado a imaginar a los grandes líderes como Aquiles o Ulises: figuras que, gracias a su valor o astucia, logran conquistar batallas imposibles. El héroe se presenta como la encarnación de la voluntad y del destino de todo un pueblo. Sin embargo, esa visión, aunque seductora, es profundamente peligrosa cuando se traslada al ámbito de lo público.
Cuando la política se concentra en un solo rostro, en un nombre que se convierte en marca, se desdibuja la noción de comunidad y, por ende, el poder deja de responder a las necesidades colectivas, si no a la lógica de la autopreservación del líder, construyendo así una narrativa en la que la ciudadanía deja de ser protagonista y pasa a ser espectadora. Y sin ciudadanía activa, la democracia se vuelve frágil.
La democracia, en su sentido más profundo, no consiste en depositar un voto cada cierto tiempo, de hecho, la propia Constitución de nuestro país define a la democracia como un estilo de vida y una tarea constante a través de la cual se debe priorizar la construcción del destino común y el progreso constante.
En ese contexto, la democracia significa reconocernos como parte de una trama compartida, como hilos que sostienen un mismo tejido. Las grandes transformaciones políticas no han surgido de la genialidad de un individuo aislado, sino del esfuerzo conjunto de comunidades que se organizaron para reclamar justicia, igualdad o libertad.
El movimiento obrero del siglo XIX, las luchas feministas que han cambiado estructuras jurídicas y culturales, o los procesos de descolonización del siglo XX no habrían sido posibles sin una visión de lo colectivo. Ninguna de esas causas prosperó porque alguien decidiera “iluminar” a los demás, sino porque miles de voces se entrelazaron hasta hacerse escuchar como un clamor ineludible.
En contraposición, cuando los proyectos políticos se sostienen únicamente en figuras individuales, se vuelven endebles. La historia está llena de ejemplos de líderes que, al caer en desgracia, arrastraron consigo a toda una estructura de gobierno, esto debido a que un tejido construido en torno a un solo hilo inevitablemente se rompe.
Hoy vemos cómo muchas democracias sufren precisamente de este mal. La política se reduce a una competencia de carisma, o de opiniones mediáticas y controversiales que buscan dividir desde la confrontación; basta con ver a Ricardo Salinas Pliego. Lo colectivo queda relegado. Y lo más alarmante: la ciudadanía se acostumbra a delegar su responsabilidad, convencida de que “otro” debe resolverlo todo.
Por eso, la tarea urgente es volver a tejer comunidad, y eso a su vez implica repensar los espacios políticos no como arenas de competencia individual, sino como laboratorios de cooperación. Significa promover el diálogo, la escucha y la corresponsabilidad. En un mundo donde las redes sociales amplifican el protagonismo del individuo, necesitamos contrarrestar esa tendencia con proyectos que valoren lo común por encima del ego personal.
Construir política desde lo colectivo no significa anular la individualidad, sino integrarla en un horizonte compartido. Como en el telar de las Moiras, cada hebra conserva su singularidad, pero cobra sentido únicamente al entrelazarse con las demás.
El gran reto de nuestro tiempo es que vivimos en sociedades fragmentadas, donde la desconfianza se ha instalado como norma. Desconfianza hacia las instituciones, hacia los partidos, hacia los otros ciudadanos. Y sin confianza no hay tejido posible. La política colectiva requiere precisamente lo contrario: la certeza de que lo común vale la pena, de que cooperar produce más frutos que competir sin tregua.
Eso demanda nuevas formas de organización social y política. Demandará partidos que funcionen menos como maquinarias electorales y más como espacios de deliberación ciudadana. Demandará gobiernos que consulten y construyan con la gente, no solo para la gente. Y demandará ciudadanos que asuman su papel no como espectadores, sino como coautores del destino común.
Quizá ha llegado el momento de desplazar al héroe individual y recuperar la épica de lo colectivo. No necesitamos más relatos donde un líder salva a todos; necesitamos narrativas donde todos nos salvamos a nosotros mismos al reconocernos como parte de la misma trama.
Así como en la Grecia antigua el mito de las Moiras recordaba que ningún destino estaba aislado del conjunto, hoy debemos recordar que ningún proyecto político puede sostenerse en soledad. La política que realmente transforma es aquella que se teje desde abajo, desde los barrios, desde los colectivos, desde las voces diversas que encuentran en la pluralidad su mayor riqueza.
La política futura debe ser colectiva para fortalecer la democracia y enfrentar desafíos. Apostar por el individualismo arriesga liderazgos frágiles y sociedades divididas, debilitando el tejido común.
Si, en cambio, entendemos que nuestro destino depende de la fortaleza del tejido, podremos enfrentar con mayor solidez los desafíos de nuestro tiempo: la desigualdad, la crisis climática, la violencia, la polarización.
El hilo aislado se rompe con facilidad; el tejido entrelazado resiste el paso del tiempo. Esa es la lección que la mitología griega, con su sabiduría ancestral, nos recuerda. Y esa es la lección que deberíamos aplicar a la política: dejar de pensar en términos de “yo” para construir un sólido “nosotros”.
MUNDO
Amenaza de la supervivencia humana: La naturaleza depredadora del poder imperial

– Actualidad, por Alberto Gómez R.
(Parte 2) El caso de Irak ofrece quizás el ejemplo más claro de saqueo contemporáneo bajo pretextos falsos. La invasión de 2003, justificada con las inexistentes armas de destrucción masiva, permitió a Estados Unidos y sus aliados controlar las segundas mayores reservas petroleras del mundo, con aproximadamente «45 mil millones de barriles explotables».
Veinte años después de la invasión, como documenta uno de los artículos analizados, Irak sigue siendo un país devastado física, económica y socialmente. Un habitante de Bagdad resume así la situación: «Los estadounidenses vinieron y dijeron, les daremos todo lo que necesiten: raciones de alimentos completas, caminos pavimentados, sistemas de alcantarillado y electricidad. Nada de esto sucedió. Simplemente vinieron, destruyeron el país, robaron la riqueza y luego se fueron».
La corrupción sistémica que siguió a la invasión ha sido identificada como uno de los mecanismos clave para el saqueo de los recursos iraquíes. Según Transparencia Internacional, Irak ocupa el puesto 157 de 180 países en el índice de corrupción. Esta corrupción no es accidental, sino estructural al proceso de dominación imperial, que requiere de élites locales colaboracionistas que faciliten la extracción de recursos.
Paradójicamente, a pesar de ser el quinto país del mundo en reservas de petróleo y el segundo dentro de la OPEP, Irak es incapaz de proveer servicios básicos a su población. La economía permanece estancada, con una tasa de desempleo que ha pasado del 8,9% en 2002 al 16,5% en la actualidad 6. El petróleo representa el 95% de los ingresos federales, pero esta riqueza no se traduce en bienestar para la población.
Patrón similar se observa en los casos de Libia y Siria, donde intervenciones directas o por poderes creados por los intereses estadounidenses han destruido estados funcionales que poseían importantes recursos energéticos, reservas de agua o ubicaciones geoestratégicas clave. En ambos casos, como en Irak, la destrucción de la infraestructura estatal ha facilitado el saqueo de recursos y la transferencia de riquezas hacia corporaciones occidentales.
VENEZUELA EN LA MIRA: EL PATRÓN QUE SE REPITE
Venezuela posee las mayores reservas petroleras certificadas del mundo, superiores incluso a las de Arabia Saudita, además de inmensas reservas de gas natural, oro, coltán, diamantes y otros recursos estratégicos. Esta abundancia de riquezas naturales, en lugar de ser una bendición, se ha convertido en una maldición que atrae las ambiciones imperiales.
El patrón de acoso contra Venezuela sigue una lógica similar a la observada previamente en Panamá, Irak y Libia. Se comienza con una campaña de demonización del liderazgo político, continuando con sanciones económicas que asfixian la economía y generan malestar social, para luego justificar intervenciones más directas bajo pretextos humanitarios o de lucha contra el narcotráfico.
NORUEGA: EL PRETEXTO NARCOTERRORISTA
Como en el caso de Noriega en Panamá, el gobierno venezolano ha sido acusado de narcotráfico y terrorismo, acusaciones que expertos independientes consideran ampliamente exageradas o directamente falsas. La militarización del Caribe bajo el pretexto de combatir el narcotráfico, con despliegues de buques, aviones y miles de militares estadounidenses, evoca memorias preocupantes de lo sucedido en Panamá en 1989.
Distintos analistas señalan que «el régimen (de Nicolás Maduro) teme una incursión más allá del mar e incluso miente asegurando que tiene más de 4 millones de milicianos dispuestos a defender a la dictadura, cuando en realidad esa fuerza miliciana no existe» Esta retórica recuerda a la utilizada contra Saddam Hussein antes de la invasión de Irak, cuando se exageraba la amenaza de sus armas de destrucción masiva.
LA GUERRA ECONÓMICA Y LAS SANCIONES COMO ARMA
Un componente clave de la estrategia contra Venezuela ha sido el uso de sanciones económicas comprehensivas que constituyen, según expertos en derecho internacional, medidas coercitivas unilaterales prohibidas por la Carta de las Naciones Unidas. Estas sanciones, que impiden a Venezuela exportar petróleo e importar alimentos y medicinas, han tenido un efecto devastador sobre la economía y la población civil.
El uso de sanciones como arma de guerra económica representa una evolución de los métodos imperiales tradicionales, permitiendo lograr objetivos similares a los de una invasión militar, pero con costos políticos menores y un rechazo internacional más moderado.
Estados Unidos muestra hoy claras señales de declive relativo en el escenario global. El ascenso de China, la consolidación de bloques regionales alternativos y el fracaso relativo de sus intervenciones militares más recientes indican que la unipolaridad ha llegado a su fin. En las primeras décadas del siglo XXI, Estados Unidos ha sido la primera potencia mundial en términos de PIB nominal, fuerza militar y tecnológica, pero ya en el comienzo del siglo XXI, China surgió con fuerza como otro país susceptible de poder desafiar el poderío estadounidense, y lo está haciendo.
La historia enseña que los imperios en declive suelen volverse más agresivos y peligrosos en sus intentos por mantener la hegemonía, como un animal herido de muerte. La transición hegemónica rara vez ocurre de manera pacífica, y el riesgo de conflictos de gran escala aumenta en estos periodos de reacomodo global. La tendencia a la guerra, cuando una potencia emergente amenaza con desplazar a una potencia hegemónica existente es lo que se llama la “trampa de Tucídides”.
El saqueo imperial, que ha tomado formas diferentes a lo largo de los siglos, permanece como una constante en las relaciones internacionales. Desde los tributos exigidos por los antiguos imperios a sus territorios conquistados, hasta las sanciones económicas y las guerras por procuración del siglo XXI, la lógica de extracción violenta de recursos persiste como característica del sistema internacional.
La comunidad global enfrenta el desafío de construir un nuevo orden basado en la cooperación y el respeto mutuo, superando la lógica depredadora que ha caracterizado a los imperios a través de la historia. La alternativa es perpetuar un ciclo de violencia y saqueo que, en la nueva era nuclear, amenaza la propia supervivencia de la humanidad.
Este artículo está dedicado a las incontables víctimas del imperialismo a lo largo de la historia, desde los habitantes de Babilonia hasta los niños de Fallujah.
ALEJANDRA HERNANDEZ
22 de noviembre de 2021 at 13:22
EXCELENTE TEMA.