Connect with us

OPINIÓN

La educación que queremos

Publicado

el

Por Isabel Venegas Salazar //

Sigamos hablando de “evaluación educativa” porque lo que hemos dicho hasta este momento, queda claro que solo es el principio.

Decir que necesitamos mecanismos objetivos para medir el avance que contrasta con las metas planteadas, parece un argumento que nadie podría rechazar; lo que generó el tema de discusión fue que no debíamos quedarnos nada más en la estandarización, haría falta la parte subjetiva (aunque todavía no sepamos mucho de cómo hacerlo) más aún, antes de eso habremos de plantearnos: cómo es la escuela que queremos.

Es indispensable considerar los aspectos finos de cada espacio, del aula, de las condiciones en las que el profesor atiende a los alumnos, de los tiempos que le quedan para hacer más tareas, más estudios… o simplemente para relajarse y ser feliz, para luego contagiar a sus alumnos.

Hablar de escuelas de calidad, o de educación con calidad, nos adentra en temas mucho más complejos pero que justifica el porqué es necesario que sigamos hablando de perfeccionar la evaluación para orientar, corregir y enriquecer los ejercicios de cada día. No desestimar los errores que se han cometido en el pasado y tenerlos en consideración para no volverlo a hacer.

Comencemos pensando en cuántas veces hemos “importado” modelos educativos de otros países, que si bien es cierto allá son un éxito, no necesariamente lo tendrían que ser al implementarse en nuestro contexto geográfico. Finlandia es el país con el primer lugar en logros educativos, y no falta el político al que le parece buenísima idea implementar aquí esa forma de trabajar, aunque no haga las gestiones necesarias para que la economía de México y su clima se parezcan; por ejemplo, la población de Finlandia es casi la mitad de la que hay tan solo en el estado de Jalisco, en promedio, el invierno dura de 105 a 120 días en el archipiélago y 180 días en Laponia, significa que las regiones del sur están cubiertas por nieve entre 3 y 4 meses al año, y hay zonas al norte que lo están hasta 7 meses, además en cuanto a economía es uno de los diez países más ricos del mundo por renta per cápita.

¡Vaya!, no es la gana de no querer imitar al mejor, se trata más bien de tener la claridad de qué cosas son las que aplican, o porqué está funcionando un modelo allá, y cómo haríamos para que pudiera operar con las condiciones que tenemos acá.

He visto a los padres de familia buscar una “buena” escuela para sus hijos, y supongamos que por cualquiera de las razones, su búsqueda se delimita a la escuela pública. ¿Cómo podría saber cuál es la mejor? Es decir, no porque elija llevar a sus hijos a la educación que ofrece el estado, ésta debería quedar condicionada al plantel que se ubica a la vuelta de la casa.

Un padre de familia no suele llegar preguntando a la primaria o al preescolar si cuenta con ISO 9000, o si su modelo educativo se parece al de Finlandia o al de España, necesita más bien saber si su hijo va a aprender a leer, a escribir y a desarrollar habilidades para la vida; necesita sobre todo saber si su hijo va a ser feliz.

Debemos entonces dialogar sobre nuestra realidad, poner sobre la mesa con mucha mayor honestidad nuestra situación, para que a partir de ahí nos quede muy claro el criterio y el anhelo que se pretende en cada una de las aulas de la escuela mexicana. Mencionemos algunas de las premisas más plausibles:

  • La evaluación de los estudiantes necesita ser medida por criterios objetivos y más o menos estandarizados, de acuerdo con el nivel escolar y deben estar alineados de acuerdo con los planes y programas a nivel nacional.

  • La evaluación que acredita a los profesores frente a grupo, también requiere de un conjunto de elementos objetivos que lo califiquen para el ejercicio de la docencia. Estos criterios forman parte de un profesiograma, es decir, el perfil, parámetros e indicadores como mínimos requeridos para ingresar al servicio magisterial.

  • Un conjunto de elementos subjetivos deberá enriquecer la evaluación, a fin de dar consideración a la serie de circunstancias que se vive en cada uno de los espacios educativos. Debe formar parte de la discusión en las academias y colectivos docentes, y construir documentos sólidos para nutrir la investigación educativa, pero no para condicionar laboralmente a los docentes.

  • Los individuos capaces de hacer la evaluación subjetiva, son aquellos que “verdaderamente” se encuentran en contacto diario con la vida del aula; sin que hasta ahora hayamos planteado los criterios, los agentes y los juicios de valor que están en juego.

  • Los padres de familia deben tomar un rol mucho más activo en la calificación de la escuela, considerar el perfil de egreso del estudiante y los anhelos de la formación para la que se está trabajando; eso es importante para la objetividad, pero en el plano de la subjetividad el tutor simplemente sabe cuándo sus hijos disfrutan de ir a la escuela, o no.

Para bien y para mal, la brecha entre la escuela privada y la pública en México, es la más corta de toda Latinoamérica; para bien porque hace que las posibilidades de mejora arranquen de un piso más parejo, para mal, porque ha sido la escuela de paga la que ha bajado sus estándares de calidad en lugar de que la pública hubiese hecho una serie de correcciones.

Si queremos que nuestro país avance, y que sea la educación el arma real para la transformación profunda y permanente, debemos apoderarnos de las aulas, participar comprometidos como comunidad y dejar de pensar que “el gobierno” no nos da la escuela que merecemos, porque luego se nos vuelve en contra aquella máxima de que el pueblo tiene “el gobierno que se merece”; recuerda que todos nuestros gobernantes pasaron por lo menos, en algunos años de su vida, por un salón de clases.

Correo electrónico: isa_venegas@hotmail.com

Continuar Leyendo
Click to comment

Leave a Reply

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

NACIONALES

El mundo al revés

Publicado

el

Conciencia con texto, por José Carlos Legaspi Íñiguez //

Cuando era niño, cada año una mueblería ubicada en el barrio de San Juan de Dios, cerca de Pedro Moreno, regalaba calendarios. Me gustaban por la creatividad y comicidad mostrada. Se llamaba “El mundo al revés” y cada uno tenía una litografía diferente: un toro “toreando” al torero; perros llevando humanos con correa y bozal; un maestro chimpancé mostrando la evolución de humanos a simios; peces viendo a humanos en una pecera, etc.

Algunos eran hilarantes. Hoy día, el mundo al revés parece consolidarse en este siglo de ausencias. Faltan personas congruentes, verticales, humanitarias, más que humanistas. Lo que fue una charada, hoy es una terrible realidad. Los patos les tiran a las escopetas. La irrealidad de antaño es lo real del presente.

Los políticos, servidores públicos, adueñados de los mandos que corresponden a quienes los eligieron como representantes; los delincuentes mandando sobre los policías y fuerzas de seguridad; las minorías apoderadas de la voluntad mayoritaria; la hombría de bien menospreciada; la femineidad, despreciada y combatida por un puñado de mujeres inconformes con todo y con todos; el trabajo honrado, un “elemento” de esclavismo; la flojera colectiva, fomentada por gobiernos encargados, supuestamente, de respaldar al trabajo como clave del desarrollo personal y colectivo.

La educación, la que se da en los hogares, en plena picada; la instrucción de primaria a profesional, vituperada y degradada por supuestos licenciados, masters y aún, “doctores” académicos.

Cuando en filosofía nos hablaban de Heráclito de Éfeso, filósofo griego que basó su pensamiento en el axioma “el cambio es la única constante” o “el cambio es lo único permanente”, entendimos que el mundo tiene transformaciones permanentemente, porque, también lo dijo Heráclito, la naturaleza misma de la vida es…el cambio; el cambio es la vida misma y resistirse a éste es hacerlo a la vida.

Hasta aquí no hay dudas. Los cambios son consustanciales a la vida. Pero esos cambios no significan evolución siempre. Por ello Heráclito lloraba y se le quedó el mote de “filósofo llorón”. Heráclito lloraba porque veía el tipo de cambios de la humanidad. Ya desde entonces no eran lo deseable, por lo visto.

¿Cómo serían las litografías actuales en los calendarios de El Mundo al Revés?

Los delincuentes custodiando en la cárcel a la gente honrada; los policías brindando con los rateros; los alumnos reprobando a los maestros; los hombres luciendo faldas, las mujeres bigote y pelo en pecho; los ancianos trabajando, los jóvenes viviendo del gobierno; las prostitutas y chulos dando clases de moral por YouTube; los corruptos pontificando sobre la honradez; los empleados pagándole al patrón por trabajar; los partidos políticos sosteniendo económicamente al gobierno; los heterosexuales escondidos en virtuales closets.

Los gobiernos pagando impuestos al pueblo; las redes sociales erigidas en juzgados populares; los empresarios exigiendo su pago de bienestar; los militares con botones de “amor y paz” y flores en las bayonetas; los albañiles haciendo proyectos arquitectónicos y los arquitectos poniendo ladrillos en muros; los niños corrigiendo a los mayores y las computadoras derrochando inteligencia mientras los humanos quedando analfabetos.

¿Ya se entiende por qué Heráclito de Éfeso lloraba al filosofar sobre el cambio?

Un cambio que se avecina nos guste o no, es del gobierno de Estados Unidos de América. Donald Trump garantiza que el próximo gobierno norteamericano estará lleno de cambios. Algunos ya esperados, tras sus pronunciamientos públicos sobre cómo le gustaría que funcionara el mundo. ¿Qué esperar de Trump una vez acodado en la poltrona del ala este de la Casa Blanca? Obvio: lo peor. No pueden esperarse cambios favorables a la humanidad con las declaraciones de quien será nuevamente presidente del país más poderoso del mundo.

Así que, no es recomendable echar en saco roto lo que Trump ha dicho (que raya en lo insano) en este muy largo periodo de espera de su nuevo régimen. Tampoco hay que quitar la vista de lo que los gobiernos emanados de MORENA pretenden hacer cuando su poder se convierta en totalitario (afán de los morenistas).

Seguramente Heráclito lloraba al ver que la reversa también es cambio.

Continuar Leyendo

MUNDO

Dos visiones tras un objetivo similar

Publicado

el

Opinión, por Miguel Anaya //

La relación bilateral entre México y Estados Unidos ha sido un tema de constante análisis, especialmente en un contexto actual marcado por la llegada de Donald Trump a la presidencia y la visión política y social de Claudia Sheinbaum. Si bien los retos son notorios, es crucial resaltar las vastas oportunidades que se presentan para México en el ámbito económico y en la lucha contra la desigualdad.

Desde la anterior administración de Trump, se han implementado políticas que han desafiado el status quo del comercio entre ambos países. Sin embargo, esta situación también ha impulsado a México a redefinir su papel en la economía regional.

La renegociación del Tratado de Libre Comercio, que culminó en el T-MEC, no solo representó un esfuerzo por mantener el acceso a un mercado vital, sino que también abrió la puerta a la modernización de sectores clave, brindando a México la oportunidad de convertirse en líder de la manufactura avanzada y procesos de innovación, misma que aún falta por ser mejor aprovechada.

La interdependencia económica entre México y Estados Unidos es una realidad innegable. Ambos países se benefician de un comercio robusto que impulsa sus economías. La manufactura mexicana en sectores como el automotriz y la electrónica, es un pilar fundamental que permite a las empresas estadounidenses optimizar costos y mejorar su competitividad. Esta sinergia es una oportunidad dorada para que México fortalezca su posición en la cadena de suministro de América del Norte, convirtiéndose en el aliado preferido de un mundo cada vez más interconectado.

Adicionalmente, la escasez de mano de obra en Estados Unidos en sectores como la agricultura y la construcción abre una ventana de oportunidad para que México colabore en la provisión de talento. La creación de políticas migratorias que faciliten la movilidad laboral puede ser beneficiosa para ambos países, garantizando que los sectores más necesitados en Estados Unidos cuenten con la mano de obra necesaria, al tiempo que se generan ingresos y oportunidades para los mexicanos, pero esto solo es posible si antes, nuestro país genera ciertas condiciones como reducir la pobreza y los altos índices de violencia.

Si el gobierno de Claudia Sheinbaum logra reducir la pobreza, logrará un triunfo clave en la narrativa, pues conseguir un país más equitativo no solo es un objetivo ético, sino una estrategia pragmática que fortalecería la estabilidad social y política de México. Invirtiendo en educación y capacitación, mejorará la movilidad social y la competitividad del país. Esta visión inclusiva puede ser un atractivo poderoso para los inversionistas que buscan no solo la rentabilidad momentánea, sino también objetivos a largo plazo en sus decisiones de inversión.

Asimismo, el combate al crimen organizado y la violencia es fundamental para garantizar el libre desarrollo de los mexicanos y claro, un entorno seguro y propicio para los negocios. Más allá de las declaraciones estridentes de Donald Trump es evidente y alarmante el crecimiento de las células delincuenciales en el país y también lo es que las autoridades nacionales deberán construir una relación de confianza con el vecino del norte.

Pensando en esto, habrá que prestar atención en la petición de Estados Unidos de combatir al crimen organizado de origen mexicano con sus fuerzas armadas; aunque este no es el plan preferido del gobierno mexicano, seguramente habrá puntos de acuerdo, pues la reducción de la violencia es una necesidad urgente para ambas naciones.

Finalmente, no podemos pasar por alto la reciente dimisión del líder canadiense Justin Trudeau, en una nación que muestra una clara tendencia a instaurar un nuevo gobierno de derecha que pondere el desarrollo económico antes de la inclusión social o la política de fronteras abiertas.

En conclusión, a pesar de los desafíos que presenta la relación bilateral con Estados Unidos las oportunidades son vastas y prometedoras, los puntos clave de comercio, seguridad y migración tienen soluciones multifactoriales donde convergen la educación, los valores, la cultura y, sobre todo, la aplicación de un estado de derecho fuerte y eficiente.

La capacidad de ofrecer dichas soluciones y aprovechar el crisol de oportunidades que se presentan dependerá de la voluntad de las y los líderes involucrados y la capacidad para trabajar juntos, caminado hacia una región más próspera, equitativa y sostenible. El futuro de México y Norteamérica está en sus manos.

 

Continuar Leyendo

JALISCO

Tejido urbano fracturado: Torres de Babel en Guadalajara y Zapopan

Publicado

el

A título personal, por Armando Morquecho Camacho //

En el horizonte de la Zona Metropolitana de Guadalajara, las torres de departamentos se alzan como un bosque de concreto, una metáfora de un crecimiento desmedido y poco armonioso. Estas estructuras, que prometen modernidad y desarrollo, son también reflejo de un sistema que, como un río desbordado, ha dejado a su paso problemas que no pueden ignorarse: especulación inmobiliaria, saturación de servicios y la sombra persistente de algunos vicios.

De acuerdo con algunos datos que leí la semana pasada, desde el año 2010, cuando comenzaron a proliferar estos desarrollos verticales, la narrativa del progreso tomó forma en edificios de más de veinte niveles que cambiaron el rostro de colonias tradicionales como Providencia, Colomos y Vallarta. En apenas trece años, los proyectos registrados pasaron de 54 en 2010 a la asombrosa cifra de 291 en 2023. Este crecimiento, lejos de responder a una planeación adecuada, parece más bien el resultado de un apetito voraz por la urbanización a cualquier costo.

Ciertamente este tema no es para menos y debería ser un pilar en la agenda pública, ya que el impacto de estas construcciones no se limita al paisaje urbano. La especulación inmobiliaria ha convertido la vivienda en un lujo inalcanzable para muchos. En lugar de responder a la demanda real de hogares accesibles, las torres han inflado los precios de terrenos y propiedades a niveles que excluyen a una gran parte de la población. La ciudad, antaño accesible, ahora se parece más a una vitrina donde solo algunos pueden pagar el precio de la entrada.

Pero los costos económicos no son los únicos que pesan. Los servicios públicos de estas zonas, diseñados para una densidad habitacional mucho menor, enfrentan ahora el desafío de atender a una población multiplicada. Las vialidades, como arterias obstruidas, se colapsan bajo el peso de un tráfico cada vez más intenso. El suministro de agua, la recolección de basura y los servicios de drenaje muestran sus límites, poniendo en evidencia una infraestructura que no fue concebida para soportar este nivel de urbanización.

La pregunta inevitable es cómo se llegó hasta aquí. Parte de la respuesta yace en la flexibilización de normativas y, en algunos casos, en la omisión deliberada de regulaciones que deberían haber garantizado un crecimiento ordenado. Aunque los desarrolladores han argumentado que estos proyectos traen inversión y empleo, no puede ignorarse que muchos han encontrado la manera de sortear las reglas para maximizar sus beneficios.

Un ejemplo claro es el uso del Coeficiente de Uso del Suelo (C.U.S.) y el Coeficiente de Ocupación del Suelo (C.O.S.), cuyos parámetros, diseñados para regular la densidad y la ocupación máxima de los terrenos, han sido objeto de modificaciones discrecionales, como lo es la creación del CUSMAX que permite a los desarrolladores incrementar la densidad de construcción en áreas específicas, promoviendo un uso más ‘’eficiente’’ del suelo y fomentando el desarrollo urbano en zonas estratégicas, pero omitiendo tomar medias para contener el desarrollo inmobiliario vertical a través de los planes parciales de desarrollo urbano.

De esta manera, las autoridades han permitido el aumento en la densidad de construcción bajo argumentos como el «impacto positivo» o el «interés público», pero sin aumentar o incrementar los espacios de servicios públicos tales como parques, hospitales, obras de infraestructura hidráulica, para garantizar un verdadero impacto positivo o un crecimiento sustentable.

Sin embargo, estas decisiones suelen carecer de transparencia, dejando espacio para negociaciones opacas entre las partes involucradas y que suelen priorizar beneficios económicos inmediatos sobre el bienestar colectivo, dando como resultado que aquello que debió ser una herramienta para garantizar un crecimiento urbano sostenible se han convertido en piezas clave de un sistema donde la flexibilidad normativa sirve más a los intereses privados que al bien común.

De esta manera, este fenómeno deja entrever un problema más profundo que debe de ser también una invitación a reflexionar sobre los mecanismos que determinan cómo se otorgan los permisos de construcción, quién supervisa su cumplimiento y qué intereses se protegen en el proceso, preguntas que adquieren aún más relevancia cuando recordamos que cuando las leyes se convierten en sugerencias y los reglamentos en meros obstáculos burocráticos, el costo lo paga la ciudad entera.

En este contexto, la metáfora de las torres de Babel cobra un nuevo significado. Al igual que en el mito bíblico, estas construcciones parecen levantarse sin considerar las limitaciones del entorno, en un intento por alcanzar alturas que desafían la lógica y la sostenibilidad. Pero mientras en la historia original el castigo fue la confusión de las lenguas, aquí el resultado es un tejido urbano fracturado, donde los intereses privados eclipsan el bien común.

Es importante señalar que la crítica a este modelo de desarrollo no busca detener el progreso ni satanizar la urbanización vertical. Las ciudades necesitan adaptarse y crecer, pero este crecimiento debe ser resultado de una planeación estratégica que considere las necesidades de sus habitantes y respete la capacidad de sus servicios garantizando un desarrollo verdaderamente sostenible que a su vez brinde un verdadero equilibrio entre densidad y calidad de vida, entre inversión y regulación, entre lo público y lo privado.

Por eso mismo, el caso de Guadalajara y Zapopan, la proliferación de torres nos obliga a repensar el modelo de ciudad que estamos construyendo. ¿Queremos un espacio donde la modernidad se mida en metros de altura o una ciudad que priorice la equidad, la funcionalidad y la habitabilidad?

Ciertamente el reto que tenemos en frente es monumental, pero pese a esto no es imposible. Requiere de autoridades que actúen con integridad y voluntad política, de ciudadanos que exijan transparencia y participen en los procesos de decisión, y de desarrolladores que asuman su responsabilidad social. Solo así será posible transformar este paisaje urbano, para que las torres que ahora parecen desafiarnos desde su altura sean testimonio de un progreso auténtico y no de un sistema que ha perdido su rumbo.

La ciudad, como cualquier organismo vivo, necesita equilibrio. No basta con construir edificios; es imprescindible construir comunidad. La ambición desmedida sin planeación ni equilibrio puede fragmentar incluso las estructuras más imponentes. La verdadera pregunta es si seremos capaces de construir una ciudad que priorice el bienestar colectivo sobre los intereses particulares.

 

Continuar Leyendo

Tendencias

Copyright © 2020 Conciencia Pública // Este sitio web utiliza cookies para personalizar el contenido y los anuncios, para proporcionar funciones de redes sociales y para analizar nuestro tráfico. También compartimos información sobre el uso que usted hace de nuestro sitio con nuestros socios de redes sociales, publicidad y análisis, que pueden combinarla con otra información que usted les haya proporcionado o que hayan recopilado de su uso de sus servicios. Usted acepta nuestras cookies si continúa utilizando nuestro sitio web.