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MUNDO

Múnich: De Putin a Vance, el entierro del «Atlanticismo»

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Panorama Internacional, por Ángel Palacios y Lorenzo Carrasco //

El histórico discurso del vicepresidente de Estados Unidos, James David Vance, (conocido por sus iniciales JD Vance), en la Conferencia de Seguridad de Múnich (FSC, por sus siglas en inglés) el viernes 14 de febrero, hablando en nombre del presidente Donald Trump, asestó un golpe potencialmente fatal al atlanticismo, la alianza de Estados Unidos, Canadá y Europa en la desastrosa Guerra Fría en Occidente.

El punto más llamativo del mensaje fue su afirmación de que la mayor amenaza para Europa proviene de renunciar al basamento cultural que los había unido: «La amenaza que más temo en relación con Europa no es Rusia, China o cualquier otro actor externo. Lo que más temo es la amenaza que viene de adentro. El abandono por parte de Europa de algunos de sus valores más fundamentales, valores compartidos con Estados Unidos».

Entre esos valores, citó la defensa de la democracia, criticando la forma «arrogante» en que los líderes europeos defendieron la reciente anulación de las elecciones de Rumania en diciembre después de que un candidato que no era prorruso ganara la primera vuelta.

«Cuando vemos que los tribunales europeos cancelan elecciones y altos funcionarios amenazan con cancelar otras, debemos preguntarnos si estamos manteniendo estándares adecuadamente altos», dijo.

Y con dureza se refirió a la censura aplicada a las redes sociales: «Miro a Bruselas, donde la Comisión Europea ha advertido a los ciudadanos de que tiene la intención de bloquear las redes sociales durante periodos de tensión civil, en el momento en que detecten lo que consideran ‘contenidos de odio’.

«Ahora, para muchos de nosotros al otro lado del Atlántico, esto se parece cada vez más a los viejos intereses arraigados detrás de las feas palabras de la era soviética como desorientación y desinformación, a quienes simplemente no les gusta la idea de que alguien con un punto de vista diferente pueda expresar una opinión diferente y, Dios no lo quiera, votar de manera diferente o, peor aún, ganar una elección», dijo.

«Europa se enfrenta a muchos desafíos. Pero la crisis a la que se enfrenta este continente en este momento, la crisis a la que creo que nos enfrentamos todos juntos, fue de nuestra propia creación. Si estás huyendo por miedo a tus propios votantes, no hay nada que Estados Unidos pueda hacer por ti. Ni nada que puedan hacer por el pueblo estadounidense, que me eligió a mí y al presidente Trump».

Seamos realistas, una lección de valores democráticos por parte del vicepresidente de Estados Unidos no era algo esperado por las élites «atlanticistas».

El discurso de Vance se produjo apenas dos días después de una conversación telefónica de hora y media entre los presidentes Trump y Putin en la que expusieron su intención de negociar un rápido fin de la guerra en Ucrania, una negociación en la que los europeos no tendrán voz, como ya ha dejado claro Washington.

Vale la pena recordar que en una reunión de Múnich en 2007, el presidente ruso Vladimir Putin señaló con el dedo los peligros de la unipolaridad pretendida. En ese momento, dijo: «Es bien sabido que la seguridad internacional abarca mucho más que cuestiones relacionadas con la estabilidad militar y política. Implica la estabilidad de la economía mundial, la superación de la pobreza, la seguridad económica y el desarrollo de un diálogo entre civilizaciones.

«Este carácter universal e indivisible de la seguridad se expresa como el principio básico de que ‘la seguridad para uno es seguridad para todos. (…) «El mundo unipolar que se había propuesto después de la Guerra Fría tampoco ocurrió. (…) «Es un mundo en el que hay un amo, un soberano. Y al final del día, esto es pernicioso, no solo para todos dentro de ese sistema, sino también para el soberano mismo, porque se destruye a sí mismo desde adentro. (…) «No hay razón para dudar de que el potencial económico de los nuevos centros de crecimiento económico mundial se convertirá inevitablemente en influencia política y fortalecerá la multipolaridad».

ARANCELES EN LOS EUA: LA LECCIÓN DE LA GRAN DEPRESIÓN

Por Mario Lettieri y Paolo Raimondi //

(MSIa Informa Desde Roma).- En su discurso de toma de posesión, el presidente estadounidense Donald Trump dijo: “Aplicaremos aranceles e impuestos a países extranjeros para enriquecer a nuestros ciudadanos”.

Esto no puede ser catalogado como una simplificación extrema o un slogan electoral: Es una declaración preocupante, reveladora de una falta de entendimiento del funcionamiento de las complejas economías nacionales e internacionales en la actualidad.

Algunos ideólogos estadounidenses argumentan que Trump nos encaminará a una desordenada desglobalización, en favor de un nacionalismo económico exasperado y casi autárquico. En realidad, ningún país, mucho menos los Estados Unidos, que ambicione dictar sus condiciones al resto del mundo, pueden vivir en aislamiento progresivo y, al mismo tiempo, ejercer una dominación unilateral.

Primero, los aranceles producen inevitablemente reacciones políticas y económicas legítimas. Generalmente generan contra-aranceles, al igual que sanciones. ¿Por qué una gran nación debería sufrir con eso sin responder? ¿Pudiésemos pensar que Canadá o México serían inducidos a someterse por miedo al vecino gigante? ¿Pero y China? ¿Y el grupo de países BRICS, todos juntos? ¿Y, por qué no, la Unión Europa? Esto llevaría a una guerra económica global con repercusiones geopolíticas extremadamente peligrosas.

Normalmente, los aranceles se imponen para garantizar que, en lugar de importar ciertos bienes, estos puedan producirse en territorio propio, en este caso, en los EUA. 

Es verdad, por ejemplo, que China tiene un superávit comercial favorable de 270 mil millones de dólares con los Estados Unidos. Europa también tiene un superávit de 130 mil millones de dólares. Durante el año pasado, China exportó más productos hacia los EUA de los que importó.

El desequilibrio es, por encima de todo, resultado de la política estadounidense de “outsourcing” (tercerización), que ya lleva décadas, es decir, la opción de transferir empresas hacia países donde la mano de obra es barata y donde es posible hacer cosas que serían prohibidas en los EUA, por ejemplo, por las leyes ambientales.

Esta política fue implementada no solamente con China, sino también con México. De hecho, centenas de las llamadas “maquiladoras” surgieron a lo largo de la frontera, donde empresas, muchas de ellas controladas por capitales estadounidenses, producen para el mercado de los EUA a precios muy bajos. Situación creada por las multinacionales estadounidenses.

Ahora, por ende, viene una pregunta obligatoria: ¿Las empresas estadounidenses conseguirán sustituir rápidamente los productos que no llegarán de otros países a causa de los aranceles? ¿Son capaces de hacer esto? Y si lo es, ¿cuánto tiempo necesitarán para crear y operar negocios locales capaces de llenar el vacío creado?

Estados Unidos no son Rusia. Cuando las sanciones les fueron impuestas, después de la anexión de Crimea, Moscú lanzó inmediatamente una política centralizada de apoyo a las empresas locales, para sustituir los productos bloqueados e intentó, especialmente con China, cubrir rápidamente ciertas importaciones tecnológicas ausentes. ¿Trump tiene una política dirigista de esa magnitud? ¿O dejará al mercado hacerle el servicio? Puede ser un error de cálculo.

Además de esto, los aranceles sobre productos importados aumentarán los precios al consumidor en Estados Unidos. Tal vez, no inmediatamente 10% como los aranceles impuestos a China. Pero ciertamente aumentarán en algunos puntos porcentuales. ¿Y cuánto aumentarán a lo largo del tiempo? Arancel no es una palabra mágica para enriquecer ciudadanos norteamericanos a costa de otros países. Por el contrario, existe un riesgo de empobrecimiento.

Los efectos generales de las restricciones al comercio mundial o deben subestimarse. Para conocerlos, bastaría desempolvar los estudios hechos sobre las consecuencias negativas generadas por las políticas tarifarias impuestas después de la gran crisis de Wall Street de 1929.

En ese entonces, el gobierno de Herbert Hoover firmó la famosa Ley Arancelaria Smooth-Hawley, imponiendo tasas de más del 20% sobre todos los productos importados. Por lo menos 20 países respondieron con tarifas similares. De 1929 a 1933, las exportaciones e importaciones estadounidenses cayeron un 67%, y con ellas el comercio mundial.

Los efectos de la crisis financiera y de los aranceles sobre el resto del mundo produjeron la Gran Depresión, con alta inflación, colapso de la producción y millones de desempleados. Ella solamente fue derrotada por las políticas de renacimiento del New Deal de Franklin Delano Roosvelt.

Alguien debería recordar y explicar todo esto al presidente Trump. Una ayuda para un mejor entendimiento también podría venir de la Unión Europea. Ya que la UE también será afectada por los aranceles, ¿por qué no unir fuerzas con el grupo BRICS y mandar un mensaje claro al presidente estadounidense, para no cometer un error semejante? No es un desafío, sino un consejo amigable, y también una invitación para ojear al mundo y asumir el control de un urgente orden geopolítico multilateral, en relación al actual peligroso desorden global.

EL «ANARCOCAPITALISMO» POR SU BOCA MUERE

Por Lorenzo Carrasco //

(MSIa Informa). El extravagante presidente argentino Javier Milei, a quien le gusta presentarse como un anarcocapitalista, con su lema «¡Viva la libertad,!», se ha metido en un problema de dimensiones patagónicas.

El viernes 14 publicó en su cuenta en la red social X (antes Twitter) un entusiasta apoyo a una criptomoneda llamada $Libra, hasta entonces prácticamente desconocida: «Este proyecto privado se dedicará al crecimiento de la economía argentina, apoyando a las pequeñas y medianas empresas. El mundo quiere invertir en Argentina $Libra».

A raíz del tuit presidencial, el valor del $Libra se disparó en pocas horas, de 0,30 a 4.900 dólares, para desplomarse con la misma rapidez, en un claro golpe de los estafadores profesionales. En la madrugada del sábado, tras la estampida de ganado y varias advertencias de expertos financieros, Milei borró la publicación, pero el daño ya estaba hecho, causando pérdidas de casi 300 millones de dólares a unas 75 mil personas.

Empeorando su situación, se sabe que Milei tiene relaciones aún no aclaradas con dos de los “empresarios” encargados de la negociación, ambos con registros de asistencia a la Casa Rosada y a la residencia oficial de Olivos.

El lunes, un bufete de abogados argentino especializado en fraude financiero presentó una solicitud de investigación ante el Departamento de Justicia de Estados Unidos y el FBI, debido a que ciudadanos estadounidenses y argentinos residentes en Estados Unidos resultaron perjudicados por el complot.

Ahora, el presidente argentino está muy preocupado por el desenlace del caso, que hasta podrían llevar a su destitución. Esta es la verdad del «anarcocapitalismo» profesado por Milei: sin un marco regulatorio firme por parte del Estado, cada engañador puede crear su propia pirámide y perjudicar a sus vecinos incautos ávidos de ganancias fácilmente seducidos por el canto de las sirenas.

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MUNDO

Bojayá y la esperanza de paz

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Opinión, por Miguel Anaya //

A finales de los años noventa y principios de los 2000, Colombia vivió una crisis de violencia que superaba a la que actualmente enfrenta México. Uno de los departamentos más afectados fue el de Chocó, donde operaban las FARC, grupos delictivos y autodefensas.

El 2 de mayo de 2002, la pequeña comunidad de Bojayá se convirtió en el escenario de una de las tragedias más devastadoras del conflicto armado. En medio de intensos enfrentamientos entre las FARC y grupos paramilitares, cientos de habitantes buscaron refugio en la iglesia del pueblo, confiando en que sus paredes consagradas los protegerían del horror que se vivía afuera.

Alrededor de las 3 de la tarde, un cilindro-bomba impactó directamente en el templo, causando la muerte instantánea de 79 personas, entre ellas 48 niños. Los cuerpos quedaron mutilados y las paredes de la iglesia manchadas de sangre. Días después, el número de víctimas fatales alcanzó las 119, ya que muchos no sobrevivieron a las heridas.

Este acto brutal puso de manifiesto la vulnerabilidad de las comunidades atrapadas entre las fuerzas violentas. A raíz de este y otros eventos que conmocionaron al país, Colombia emprendió un camino hacia la pacificación y la reconstrucción social. Las políticas implementadas, que combinaban estrategias de seguridad con inversión social y económica, comenzaron a dar frutos en las dos décadas siguientes.

Según datos del Banco Mundial, la tasa de homicidios en Colombia pasó de 70 por cada 100 mil habitantes en 2002 a 25 en 2022. En ese contexto, la ciudad de Medellín llegó a tener una tasa alarmante de 380 homicidios por cada 100 mil habitantes.

El entonces gobierno colombiano aplicó la estrategia de ‘Seguridad Democrática’. Esta política implicó el despliegue masivo de fuerzas de seguridad para recuperar el control territorial, fortalecer las capacidades de inteligencia y aumentar la presencia del Estado en zonas rurales, donde guerrillas y grupos paramilitares habían establecido su dominio. La creación de redes de informantes y la colaboración con las comunidades fueron fundamentales para desmantelar estructuras criminales y reducir los enfrentamientos armados.

Tras el debilitamiento militar de las FARC, el gobierno reconoció que la violencia era también un efecto de problemas estructurales como la pobreza y la falta de oportunidades en las regiones rurales.

En respuesta, se implementaron programas de desarrollo rural que incluyeron la construcción de infraestructura, carreteras y electrificación, con el fin de conectar comunidades aisladas con el resto del país.

Además, se promovieron programas de acceso a créditos para pequeños agricultores y cooperativas rurales, incentivando la sustitución de cultivos ilícitos por productos agrícolas comerciales.

En el ámbito social, las políticas de reparación y reconciliación jugaron un papel central. La creación de una Unidad para las Víctimas permitió que quienes sufrieron violencia fueran reconocidos y compensados, generando un proceso de catarsis social.

La inversión en educación y salud fue un eje central: entre 2002 y 2022, el acceso a la educación secundaria aumentó en un 20 por ciento, mientras que la cobertura de salud pública se amplió significativamente en las zonas rurales. A pesar de que aún persisten desafíos en materia de seguridad, el avance en Colombia ha sido notable.

Esta experiencia ofrece lecciones valiosas para México. La implementación de políticas que fortalezcan instituciones, promuevan el desarrollo económico, social y fomenten la cohesión social son esenciales para revertir la tendencia de violencia.

La profesionalización de las fuerzas de seguridad, la recuperación del control territorial y la implementación de programas sociales en zonas marginadas son pasos fundamentales para reconstruir el tejido social. Políticas de desarrollo rural, como las aplicadas en el país sudamericano, podrían replicarse en México para incentivar la economía local, alejar a los jóvenes de las dinámicas del crimen organizado y generar alternativas económicas en comunidades atrapadas en el ciclo de la violencia.

En conclusión, la trágica masacre de Bojayá simboliza el profundo sufrimiento que la violencia puede infligir a una nación. Sin embargo, también demuestra que por muy cruda que sea la realidad violenta que nos rodea, esta puede cambiar con voluntad política y estrategias integrales adecuadas.

El caso de Teuchitlán debe ser un llamado a la acción colectiva. Debemos abrir los ojos y encontrar en la experiencia de otros países una guía para diseñar e implementar políticas efectivas que conduzcan a un futuro más seguro y próspero.

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MUNDO

La cumbre no es eterna: El peso del poder y la caída inevitable

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A título personal, por Armando Morquecho Camacho //

La historia está repleta de ejemplos de líderes que, enceguecidos por la ambición, olvidaron la fragilidad de su posición. Luis XVI, convencido de que su linaje era suficiente para sostener su trono, ignoró las señales del descontento popular hasta que el filo de la guillotina le enseñó lo contrario. Napoleón, tras haber conquistado media Europa, creyó que Rusia sería otra joya en su corona, solo para encontrar en la crudeza del invierno su Waterloo anticipado.

El ascenso y la caída de los poderosos no es un fenómeno reciente ni exclusivo de una geografía en particular. Desde la antigüedad, los imperios han crecido con el ímpetu de la ambición y se han desplomado con la misma rapidez con la que olvidaron los límites de su propio poder.

Alejandro Magno conquistó medio mundo, pero murió sin dejar un heredero capaz de sostener su imperio. Julio César creyó que su popularidad y victorias militares lo hacían intocable, hasta que sus propios aliados decidieron que representaba una amenaza mayor que un beneficio. La política, como la historia, es una danza peligrosa entre la gloria y la ruina, donde el exceso de confianza suele ser el último paso antes de la caída.

El mito de Ícaro nos recuerda precisamente esto: el peligro de volar demasiado alto sin medir las consecuencias. Ícaro, fascinado por su recién adquirida capacidad de volar, olvidó la advertencia de su padre y ascendió hacia el sol, hasta que el calor derritió la cera de sus alas y cayó al mar.

La política, como la vida misma, requiere de equilibrio. Quien se eleva sin mesura, sin comprender la delgada línea que separa el éxito de la caída, está condenado a desplomarse con mayor fuerza. El poder tiene un peso que pocos pueden sostener sin perder la compostura. No se trata solo de alcanzar alturas, sino de saber mantenerse en ellas.

Pero si Ícaro es el ejemplo de la caída, Sísifo representa la otra cara de la moneda: el castigo de quienes están atrapados en una lucha interminable. Su condena consistió en empujar una roca cuesta arriba solo para verla rodar de nuevo al punto de partida. En la política, muchas veces la lucha es constante y el esfuerzo parece nunca rendir frutos.

Sin embargo, el verdadero peligro no está en la repetición del intento, sino en la ilusión de que la cima es un lugar permanente. Muchos políticos creen que el poder les pertenece, que su ascenso es definitivo y que su esfuerzo no necesita ajustes. Pero la realidad es que la piedra siempre caerá, y lo único que define a los grandes es cómo afrontan la inevitable repetición del ciclo.

No hay imperio ni liderazgo que sea eterno. La historia es cíclica, y los excesos suelen conducir al mismo desenlace. En México y en el mundo, las trayectorias políticas están marcadas por ascensos meteóricos y caídas estrepitosas. Basta con observar cómo en cada sexenio surgen figuras que, creyendo haber conquistado la cima, terminan en el olvido o el descrédito. Quienes llegan al poder suelen olvidar que su estancia en la cúspide es efímera, que la rueda del destino sigue girando y que lo que hoy es gloria mañana puede ser polvo.

El sistema político parece diseñado para producir nuevos Sísifos, figuras condenadas a empujar sus delitos cuesta arriba, solo para verlos rodar nuevamente cuando cambian las administraciones. Cada sexenio, cada legislatura, cada relevo de poder trae consigo un ajuste de cuentas disfrazado de justicia o renovación, donde los caídos de ayer se convierten en los verdugos de hoy y los actuales intocables pronto serán las nuevas piezas sacrificables. La impunidad no es eterna, pero sí cíclica, y quienes creen haber asegurado su permanencia descubren, tarde o temprano, que la roca siempre vuelve a caer.

Las reformas, los cambios de gobierno y los giros políticos no son más que un nuevo acto en esta obra repetitiva, donde las promesas de castigo a la corrupción se mezclan con la selectividad de la justicia. Los escándalos que hoy cimbran las instituciones terminan convertidos en anécdotas cuando el tiempo y la indiferencia los diluyen, hasta que nuevos nombres ocupan los titulares y el proceso vuelve a empezar. En este juego de relevos, algunos consiguen deslizarse entre las grietas del sistema, mientras que otros terminan aplastados por el peso de sus propias ambiciones.

Y así, en un ciclo interminable, la historia se repite de forma tal que la pregunta no es si caerán, sino cuándo y con qué consecuencias. Algunos lo harán con estrépito, arrastrando consigo estructuras enteras y exhibiendo las miserias del sistema; otros, con sigilo, desaparecerán en la sombra de negociaciones y pactos que les garanticen una caída suave. Pero la constante es ineludible: nadie se mantiene en la cumbre para siempre, y aquellos que creen haber burlado el destino solo están posponiendo lo inevitable.

La enseñanza es clara: la política requiere mesura, prudencia y un entendimiento profundo de la transitoriedad del poder. Nadie es eterno en el cargo, y quienes lo olvidan terminan consumidos por el peso de sus propias decisiones.

En la vida, como en la política, el equilibrio lo es todo. El dinero, el éxito y la influencia pueden convertirse en espejismos que hacen olvidar el propósito inicial. La historia nos ha enseñado que aquellos que se ven a sí mismos como intocables, como dueños de un destino inalterable, terminan siendo arrastrados por la corriente de su propia soberbia. La verdadera habilidad no está en acumular poder, sino en administrarlo sin perder el sentido de la realidad.

El desafío es claro: no ser Ícaro ni Sísifo, sino aprender a volar sin olvidar que siempre habrá una caída, y a empujar la piedra con la consciencia de que el esfuerzo nunca es definitivo. Porque en la política, como en la vida, nadie es eterno en la cumbre, y solo aquellos que lo entienden logran caer con dignidad y levantarse con sabiduría.

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Los narcos gringos, primera parte

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Opinión, por Gerardo Rico //

“La violencia urbana en Estados Unidos, que en ciudades como Chicago, Baltimore, Los Ángeles y Nueva York arroja estadísticas preocupantes de por lo menos una persona asesinada a diario, está directamente ligada a la venta de drogas y por ende al narcotráfico mexicano.

Sin embargo, en una sociedad como la estadounidense, con su gobierno acostumbrado a buscar fuera de sus fronteras a los culpables del problema de la demanda y el consumo de drogas, los asesinatos cometidos todos los días por pandilleros o entre pandillas no son algo que valga la pena resaltar a nivel nacional; es más, si el muerto o los muertos son afroamericanos o hispanos, el gobierno hace todo lo posible por meter el asunto debajo de la alfombra”.

En la Unión Americana no existen estructuras lineales en las organizaciones del narco, como las hay en México y otras naciones latinoamericanas. Los narcos gringos trabajan con cualquier cártel y con varios al mismo tiempo cuando es posible. Son operadores que se encargan de la logística para transportar, distribuir y vender drogas. Su tajada se reparte entre muchos, son como una cadena de trabajadores independientes que prestan sus servicios a los narcos extranjeros.

“Lo que no hay en Estados Unidos son cárteles, no hay una estructura piramidal de capos entre los narcos gringos, menos aún un narcotraficante estadounidense destacado en comparación con los logros criminales alcanzados por delincuentes como Pablo Escobar Gaviria, Rafael Caro Quintero o el Chapo Guzmán”.

Este es apenas un bosquejo del libro “Los narcos gringos”, una radiografía inédita del tráfico de drogas en Estados Unidos, que fue escrito por el periodista Jesús Esquivel, corresponsal de la revista Proceso desde 1989 en Washington D.C., acreditado ante la Casa Blanca, el Congreso Federal y el Departamento de Estado de Estados Unidos. Hay que destacar que el libro fue editado en el 2016 y los derechos de edición son de Penguin Random House.

Ante las medidas del presidente Donald Trump, quien declaró como grupos terroristas a los cárteles de la droga en México, y las advertencias de funcionarios de su administración que podrían intervenir militarmente en nuestro país para terminar con estos, se me hizo muy interesante realizar una reseña de este libro que describe cómo opera el narco en el vecino país del norte.

“Las narcas gringas no son como las buchonas sinaloenses ni andan subiendo fotos al Facebook acompañadas de “su hombre” o ataviadas con joyas y vestidos de diseñador; son casi imperceptibles: están en todos lados, pero no se ven. Viven en grandes urbes como Nueva York, visten como ejecutivas y en algunos casos lo son, pero están más concentradas en hacer dinero fácil”.

En la Gran Manzana no llama la atención ver a una mujer blanca caminando por Park Avenue vestida con un traje sastre y con un portafolios en la mano: alguien así se puede considerar una más de las abogadas, empresarias o vendedoras de acciones financieras en Wall Street.

La lucha contra la violencia urbana es la guerra del gobierno estadounidense contra sus narcotraficantes y contra el comercio de drogas, pero aquel no lo admite y prefiere mantenerla disfrazada como “lucha contra la violencia”. En la DEA se desarrolló la Estrategia de ahogamiento, concentrada en su totalidad a combatir el tráfico de drogas al nivel de los pandilleros.

El objetivo de esta estrategia fue el identificar a los intermediarios estadounidenses de los cárteles mexicanos, personajes que se encargan de establecer la relación directa de un cártel con las pandillas de Estados Unidos. Los intermediarios son los que reclutan a los pandilleros y uno de los lugares favoritos para este objetivo es el sistema carcelario a nivel estatal y local.

Con cifras de hace nueve años, el autor del libro precisa que “para tener una idea del problema solo hay que mirar lo que sucede en Chicago: tiene el sistema carcelario municipal más grande de Estados Unidos y del mundo, el cual alberga entre 9,000 y 13,000 presos, de los cuales más del 80% purgan condenas por delitos relacionados con la violencia urbana pandillera y la venta de narcóticos”.

“La gravedad y el tamaño de la epidemia del consumo de drogas en Estados Unidos es auténticamente una calamidad; la muerte de jóvenes estadounidenses por sobredosis de narcóticos parece un hoyo negro sin fondo. Desde el gobierno federal de este país, la mejor práctica para enfrentar el problema del tráfico internacional de narcóticos sigue siendo buscar responsables fuera de sus fronteras; en este contexto de irresponsabilidad y de delegar a otros las culpas y las consecuencias de sus problemas de salud pública y educación, se augura que México seguirá siendo el villano favorito de la Casa Blanca y del Capitolio”.

Los Narcos Gringos, de Jesús Esquivel, además de ser una lectura amena, describe cómo operan los brókers, los narco motociclistas y narco camioneros, las narco pandillas los informantes y la narco corrupción gringa, entre otros capítulos por demás interesantes y que no pierden actualidad.

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