OPINIÓN
¿Hare Krishna o harakiri?

Comuna México, por Benjamín Mora //
Con la resolución de la Cámara de Representantes de Estados Unidos de Norteamérica de llevar a juicio político al presidente Donald Trump, hay que plantearnos que nos pasará en México por la sumisión que le ha guardado el presidente Andrés Manuel López Obrador una y otra vez todo este año.
Fuera de México, 2019 fue un mal año para Donald Trump, y me parece prácticamente imposible que se reelija; más aún, no veo cómo los republicanos podrán ganar a los demócratas con cualquier otro candidato sacado como de la chistera de algún mago.
Están tarde y en política eso cuenta y cuesta, y como siempre, se paga entregando el poder. Los republicanos entregarán el Senado y los demócratas aumentarán su poder en la Cámara de Representantes; más aún, ganarán algunos estados, hoy en manos de los republicanos.
Pero eso es historia de otra latitud geográfica y democrática. En México, durante todo el año, la historia la escribió y describió Donald Trump: Afirmó que estima mucho a Andrés Manuel López Obrador, pero, una y otra vez le llamó o mandó recaditos, de incuestionable cumplimiento, como el de levantar un muro humano en la frontera sur con Guatemala; le ordenó expulsar del país a Evo Morales, y hoy recomienda a sus connacionales no venir a México por los niveles de inseguridad en que vivimos y enfrentamos con la muerte. Hoy, en México, la muerte dejó de ser cosa festiva como en Coco, la película.
Quizá, antes que se complique la verdadera seguridad norteamericana desde México, Donald Trump nos pondrá en orden y mandará la expulsión de Israel Arconada Gómez, conocido como Katu Arkonada, ex separatista y terrorista de Euskadi Ta Askatasuna, mejor recordada como “ETA”, quien hoy asesora a Morena en su pretendida lucha por traer a México la Revolución Bolivariana de Hugo Chávez y Nicolás Maduro… Fernández Noroña, Yeickol Polensky y amigos. Trump es lento y ahora está metido en sus problemas de enjuiciamiento político, pero de que pedirá su expulsión de México, no tengo duda y Andrés Manuel obedecerá. Si Trump detuvo su declaratoria de terrorismo por los narcos, no se tocará el corazón ante la presencia de Arconada Gómez.
A Donald Trump y a los republicanos SÍ les importa el crecimiento de nuestra inseguridad pública (secuestros, asesinatos, robo de mercancías en trenes y transporte carretero…), pero sus razones no son las del amigo sino son de evidente conveniencia económica. Saben que, con la igualdad salarial, la democracia sindical y las pérdidas económicas por la inseguridad creciente, las industrias norteamericanas asentadas en México terminarán por regresar a casa. Lo que no logró Trump con amenazas a sus grandes empresarios, AMLO lo hará sin percatarse.
¿Andrés Manuel López Obrador navega a la deriva o está más fuerte de lo que suponen sus fifi-enemigos… o en Washington?
Durante todo 2019, Andrés Manuel, día tras día, develó sus carencias de gobernante al punto que la Secretaría de Gobernación buscó a empresas encuestadoras para que hagan un sondeo profundo de los impactos que AMLO pierde en su narrativa mañanera y los grandes yerros que tienen detenida a nuestra economía; sus resultados se quedarán tras las puertas cerradas de Palacio Nacional. Sin embargo, en las próximas encuestas que sí conoceremos, las torpezas de Seade respecto de la firma de la adenda al T-MEC y la exoneración de Manuel Bartlett por la titular de la Secretaría de la Función Pública, Irma Eréndira Sandoval, le restará más puntos al ego de López Obrador.
Este miércoles pasado, en una reunión de amigos, nos preguntábamos si AMLO perdería en las elecciones intermedias. Las opiniones sí dividieron. Hubo quien anticipó que habrá una cena de caníbales entre las huestes de Morena, tal cual pasó en sus recientes asambleas, y que solitos se aniquilarán; y otros que imaginan que refrendará sus mayorías. Ninguno de los presentes es chairo; sin embargo, todos coinciden en que Andrés Manuel es un hombre con suerte… no tiene, desde la oposición, quién le haga sombra; quizá, y eso lo digo yo, sea el propio AMLO su peor enemigo. Estoy convencido de que, si los morenistas demuestran sus antropofagias aficiones, Andrés Manuel López Obrador abandonará Morena y formará un nuevo partido, con el que podría volver a ganar si no surge algún líder opositor con altura de miras, extraordinaria imagen y que arrope tanto a los fifis como a los no pejistas y los miles de decepcionados de haber votado por él.
No sé bien a bien hacia dónde nos lleva el gobierno de Andrés Manuel López Obrador. A veces nos hace abrigar esperanzas como en el día en que se firmó la adenda al T-MEC y otras nos hace sentirnos burlados como cuando supimos a qué nos comprometió con dicha firma, quizá por no leer la letra chica o quizá porque, leyéndola, la orden de firmarla vino de Washington. ¿Acaso chamaquearon a Andrés Manuel López Obrador, Marcelo Ebrard y Jesús Seade? Recordemos las palabras de Nancy Pelosi: “No comimos su lunch”.
Durante 2019, Marcelo Ebrard se ganó el distintivo de ser el ajonjolí de todos los moles del actual gobierno… pero lo que parece estar detrás de ello es una jugada magistral del equipo de Trump: Ebrard evitó que se cerrara la frontera norteamericana a nuestras exportaciones a cambio de nosotros construir el muro humano que Washington quería en México en la frontera con Guatemala y otro en la frontera con EEUU, y ahora destraba la firma del T-MEC con la aceptación de una adenda a modo norteamericano. Parece pues que sí es el ajonjolí que amarga los moles a los que se le agrega.
Algo sucede similar a lo que acontecía en la Sociedad Internacional para la Conciencia de Krisna, con sus cantos Hare Krisna en calles y aeropuertos de San Francisco, Los Ángeles y Nueva York, que tenían la prohibición de razonar al afirmar que ello es solo especulación mental. Se obedece y punto. Hoy, todos los de la 4T obedecen a Andrés Manuel, y éste a Donald, haciéndose harakiri… claro, sin la dignidad samurái… y nos arrastra a todos.
JALISCO
Contratación bajo investigación

Luchas Sociales, por Mónica Ortiz //
De los problemas que actualmente enfrenta el Sistema Intermunicipal de Agua Potable y Alcantarillado (SIAPA), el escándalo por la contratación de la conductora de televisión Eli Castro, un personaje polémico que se mantiene en circunstancias similares la mayor parte del tiempo, demuestra una vez más que la política se desvía sin duda del objetivo que debería tener: el bienestar, la transparencia y la calidad de los servidores públicos.
Es muy lamentable que, ante el aumento injustificado de las tarifas de un sistema de agua potable, también saliera a la luz un tema tan desagradable que opaca el servicio público y la política. Este hecho carece de justificación y evidencia corrupción y opacidad.
En este sentido, lo que toca es analizar la intervención de los entes públicos encargados de esclarecer este bochornoso episodio, que afectará la imagen pública del partido que hoy gobierna Jalisco. Será lógicamente imposible justificar que la conductora tenga el perfil para ocupar el cargo de asesora técnica y que la manera de haber llegado a él fue bajo absoluta transparencia y control.
Por lo tanto, que esté en la nómina del SIAPA con un salario de alto rango, comisionada sin asistir, y que argumente públicamente que su caso es un asunto de resentimiento social, por ser una persona que consigue lo que se propone, es un tema delicado que evidencia prácticas de corrupción.
En este contexto, habrá que estar atentos a la intervención de la Fiscalía Anticorrupción del Estado de Jalisco. Las declaraciones de la conductora, involucrada en escándalos mediáticos, también sugieren abiertamente que está a un par de años de jubilarse, tras más de 27 años como servidora pública. Esto resulta enormemente dudoso y podría demostrar que, desde hace más dos décadas, ha estado en las nóminas del servicio público por conocidos en la política.
Entonces, tendríamos que analizar los escándalos de Pensiones del Estado de Jalisco para determinar si esta será una «pensión dorada» para alguien que, presuntamente, nunca fungió como servidora pública. Sería imposible asistir a trabajar y tener dos o tres empleos más; en términos laborales, hablaríamos de incompatibilidad de jornadas laborales.
Por lo tanto, podríamos estar ante la figura coloquialmente llamada «aviadora» —término que se le da a quien cobra en el servicio público, pero no trabaja—. Esta situación es lo más denigrante que puede tener un gobierno en funciones.
En Jalisco, contamos con un Sistema Estatal Anticorrupción, del cual se desprende la Fiscalía Anticorrupción, que anunció que abrió una investigación de oficio por la contratación de Eli Castro. El caso de la contratación de Eli Castro en el SIAPA es un claro ejemplo de cómo la corrupción y la opacidad socavan la confianza pública y desvían los recursos que deberían destinarse al bienestar de la ciudadanía.
Más allá de la legalidad de la contratación en sí, lo verdaderamente preocupante es la aparente falta de transparencia en el proceso y la ausencia de un perfil técnico idóneo para el puesto de asesor técnico. Esto, sumado a las declaraciones de la propia conductora sobre sus años de «servicio» y una posible «pensión dorada», pinta un panorama alarmante de prácticas arraigadas en el sistema político y público.
La intervención de la Fiscalía Anticorrupción de Jalisco es crucial en este punto. No solo debe investigar a fondo las denuncias de nepotismo y posibles desvíos de recursos, sino que también tiene la obligación de comunicar los hallazgos de manera transparente y abierta a la sociedad.
Es imperativo que se apliquen las sanciones correspondientes a quienes resulten responsables, tanto a la persona que cobró posiblemente sin trabajar, como a quienes permitieron y facilitaron esta situación.
Este episodio no solo afecta la imagen del SIAPA y del partido en el gobierno, sino que también erosiona profundamente la confianza de los ciudadanos en las instituciones públicas. Para recuperar esa seguridad, es fundamental que el Sistema Estatal Anticorrupción demuestre su efectividad y que se envíe un mensaje claro: la corrupción no será tolerada y aquellos que abusan de su poder para beneficio personal serán llevados ante la justicia. La calidad de los servidores públicos y la transparencia en la gestión son pilares de un buen gobierno, y este caso es una oportunidad para reafirmarlos.
NACIONALES
Que no son lo que son

Opinión, por Luis Manuel Robles Naya //
En el oficialismo, que incluye en este caso al gobierno, Poder Legislativo y partido, se han empeñado en no reconocer y negar lo que es evidente: la construcción de un Estado policial y la oficialización de la censura gubernamental atacando la libertad de expresión. La conversación se ha seguido en los medios públicos y privados con las voces del régimen negando y la oposición acusando la coartación de las libertades civiles.
Dos son los argumentos oficiales destacados; el primero es la necesidad que tiene el estado de combatir con mayor eficacia al crimen organizado y el segundo es que la oposición exagera para beneficiarse electoralmente y que en realidad ya todo está en la legislación y solo se adecua.
Se puede coincidir en que la presencia criminal se ha extendido territorialmente y diversificado en su actividad delictiva, así como también en que el Estado requiere mejores instrumentos para combatirla; y que bueno que así se piense, pues eso implica que el Estado retome su potestad del uso legítimo de la fuerza para mantener el orden y la observancia de la ley.
En lo que no se puede estar de acuerdo es en que para hacerlo tenga que convertir a toda la población en potenciales delincuentes, sospechosos solo por poseer teléfonos celulares o participar en redes sociales. Poco importa que digan que se requerirá una disposición judicial para escudriñar las vidas de particulares, cuando el nuevo poder judicial está poblado por incondicionales del régimen.
Aceptemos que la presencia criminal se ha extendido territorialmente y diversificado en su actividad delictiva, pero también que las competencias de las policías municipales y de los estados está severamente limitada por falta de recursos que la federación ha preferido destinar a la Guardia Nacional y a las fuerzas armadas, y que la expansión de los grupos delincuentes fue posible por la desidia y la indiferencia de las fuerzas federales dedicadas por seis años a solo hacer presencia y dar abrazos y no balazos, sin descontar la posible connivencia o complicidad de políticos, policías y gobernantes, tolerada con conveniente disimulo.
El giro de timón que ha tenido la estrategia gubernamental, persiguiendo y apresando delincuentes, no sabemos si obedece a una real voluntad de acabar con el problema o solo ha administrarlo en tanto baja la presión del gobierno estadounidense que ha exigido un combate a fondo de los grupos criminales y su asociación con los poderes del Estado. En todo caso, a pesar de los resultados estadísticos favorables, los carteles avanzan y controlan amplias franjas del territorio nacional y no se entiende cómo la censura y el uso faccioso y político de los datos personales puedan coadyuvar a detenerlos.
Se dice también que la nueva CURP con datos biométricos coadyuvará en la búsqueda de personas desaparecidas, así como unificar datos de la población para trámites y servicios. Esto implica un peligro adicional para la ciudadanía, porque conocemos la ineptitud del gobierno para manejar este volumen de información con seguridad y secrecía, y no sería remoto, dada la penetración del crimen en las estructuras gubernamentales, que los datos personales cayeran en malas manos.
Sin embargo, podríamos dar el beneficio de la duda y abonar las buenas intenciones del gobierno, si no fuera por la estructura totalitaria que se está construyendo alrededor.
El ogro filantrópico se ha venido construyendo sistemáticamente. Las bases se sentaron el sexenio anterior y no mintieron al decir que seguiría un segundo piso. Hoy el Estado subsidia y anestesia la pobreza, censura y cohesiona a medios y comentaristas, hizo ficción a la división de poderes, eliminó los órganos e instituciones autónomas e independientes y desnaturalizó a las fuerzas armadas garantes hoy de la seguridad pública.
Lo que queda por hacer es dominar, controlar y sujetar las libertades individuales para hacer imposible la disidencia.
En ese objetivo es donde encuadran todas estas reformas que presentan como útiles para recobrar la seguridad y hacer más efectiva la actuación de las fuerzas armadas utilizando las herramientas de la inteligencia y equipos cibernéticos. No existe en las leyes que han propuesto límite alguno para que el Estado utilice los datos personales para los fines que juzgue convenientes, sean en efecto para perseguir delincuentes o para presionar e intimidar a opositores o a simples ciudadanos.
Ejemplos recientes nos muestran el uso selectivo de la justicia, al menos en el Tribunal electoral en casos de violencia de género y no hay garantía de que esa conducta no se vuelva rutinaria en el régimen en configuración, especialmente cuando desde la tribuna presidencial se trata a los críticos como adversarios y a los opositores como traidores. El uso y abuso faccioso del poder es propio de tiranos, aunque digan que no lo son. La democracia es a partir de ahora, escenografía.
NACIONALES
Nombramientos sin mérito

Opinión, por Iván Arrazola //
La discusión sobre si los cargos públicos deben asignarse con base en el mérito o la lealtad es tan antigua como la política misma. Se trata de una tensión permanente entre dos principios fundamentales: por un lado, el mérito, entendido como la selección de personas con competencias técnicas, experiencia comprobada y formación adecuada para desempeñar sus funciones con eficacia; y por el otro, la lealtad, asociada a la necesidad de los gobernantes de rodearse de personas de su confianza ideológica o personal para garantizar cohesión, control y ejecución política.
Si bien ambos criterios pueden coexistir en ciertas circunstancias, en la práctica se suele imponer uno sobre el otro, con consecuencias directas en la calidad del gobierno y en la percepción pública sobre la legitimidad de los nombramientos. En este sentido, vale la pena analizar dos casos recientes que han generado amplia polémica en México.
El reciente nombramiento de Hugo López-Gatell, exsubsecretario de Salud durante el gobierno de Andrés Manuel López Obrador, como representante de México ante la Organización Mundial de la Salud (OMS), ha generado una fuerte polémica. La presidenta de la República, Claudia Sheinbaum, defendió su decisión señalando: “Yo reivindico a Hugo como un gran profesionista y creo que va a desempeñar un buen papel en la Organización Mundial de la Salud”. Sin embargo, no profundizó en los criterios específicos que motivaron su designación. Frente a las críticas, la presidenta ha atribuido los cuestionamientos a motivaciones políticas.
Desde una lógica institucional, este nombramiento resulta difícil de justificar bajo criterios de mérito. La gestión de López-Gatell durante la pandemia de COVID-19 fue severamente criticada por múltiples sectores sociales y médicos: desde la negativa inicial para recomendar el uso generalizado del cubrebocas, la falta de aplicación masiva de pruebas rápidas, la centralización opaca de la estrategia de vacunación, hasta su retórica polarizadora, como cuando llamó “golpeadores” a los padres de niños con cáncer que protestaban por el desabasto de medicamentos.
A pesar de que Sheinbaum defendió el nombramiento señalando su formación académica (es egresado de Johns Hopkins), lo cierto es que la percepción social de su desempeño es negativa. Informes independientes estiman que el número real de fallecimientos por la pandemia superó los 800 mil, muy por encima de las cifras oficiales que hablan de 300 mil muertes.
En este contexto, el nombramiento de López-Gatell no parece responder a una evaluación técnica o a un reconocimiento por resultados, sino más bien a un acto de lealtad política. Se premia a un aliado, se protege a una figura del obradorismo, aunque su desempeño haya sido profundamente cuestionado.
El segundo caso ilustra otra faceta del problema: el uso patrimonialista de los recursos públicos. Se trata de la comunicadora Eli Castro, quien recientemente fue exhibida por ocupar una plaza como asesora técnica en el Sistema Intermunicipal de Agua Potable y Alcantarillado (SIAPA) en Jalisco, con un salario de más de 73 mil pesos mensuales. La polémica surgió a partir de una transmisión en vivo, en la que un ciudadano cuestionó sus capacidades técnicas para desempeñar el cargo.
En lugar de presentar credenciales técnicas, Castro se limitó a presumir su trayectoria en el gobierno, señalando que ha trabajado con diversas administraciones y que ha ocupado cargos en cada una de ellas, incluyendo el Consejo Estatal de Trasplantes, las Fiestas de Octubre y la entonces Secretaría de Vialidad. Concluyó su intervención afirmando con orgullo: “por eso estoy donde estoy”. En la misma transmisión, reconoció que estaba comisionada y no realizaba funciones técnicas, lo que agravó la controversia. El SIAPA, en respuesta, emitió un comunicado para deslindarse, afirmando que el contrato era temporal y que no se renovaría. El propio director del organismo señaló que las tareas de comunicación que Castro debía realizar ya las ejecutaba él mismo.
Este caso no solo revela una designación sin méritos técnicos, sino además una falta total de control institucional: la autoridad estatal no tenía conocimiento del nombramiento, y las explicaciones posteriores resultaron insatisfactorias. En un contexto de crisis hídrica en la Zona Metropolitana de Guadalajara, con colonias que enfrentan desabasto, agua sucia y aumentos en las tarifas, el caso profundiza la desconfianza ciudadana hacia las autoridades responsables del servicio.
Ambos casos ejemplifican la arbitrariedad en el ejercicio del poder público y el debilitamiento del principio del mérito como criterio de selección. En el caso de López-Gatell, se premia a un funcionario sin rendición de cuentas por decisiones que costaron miles de vidas. En el caso de Eli Castro, se revela un uso discrecional de la nómina pública como si fuera propiedad privada del funcionario en turno.
Lo más preocupante es que, en ambos casos, el daño no se limita al escándalo mediático, sino que impacta directamente en la calidad de los bienes públicos: la salud y el acceso al agua, derechos fundamentales que hoy están en entredicho.
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