MUNDO
La realidad del Siglo XXI: Enfermedades que nos empobrecen, sistemas de salud arcaicos
Por María Luisa Ramos Urzagaste //
Lo cierto es que el COVID-19 ha expuesto una cruda realidad: no estamos preparados para enfrentar pandemias, epidemias ni nuevas enfermedades. El mundo cruza los dedos para que China logre frenar su expansión. Pues en la mayoría de los países, los sistemas de salud están obsoletos y no son de acceso universal.
El mundo ha cambiado radicalmente en las últimas cuatro décadas. La globalización impulsada por el modelo neoliberal ha provocado un mayor consumismo, una creciente urbanización, un mayor hacinamiento, predominio de alimentos ultraprocesados, el sedentarismo va en ascenso, nuestra vida diaria no se concibe sin el uso de químicos y el aire que respiramos está contaminado.
Esta situación ha generado nuevas vulnerabilidades. Todo esto lleva a que los sistemas sanitarios actuales estén ingresando a una peligrosa zona de obsolescencia. Peor aún, estos sistemas (pobres) no son de acceso universal.
A pesar de ello, el mundo no toma conciencia de que ha ocurrido una especie de metamorfosis epidemiológica, y cada vez tienen más peso las enfermedades no transmisibles, crónicas, como las cardiovasculares y respiratorias crónicas, el cáncer y la diabetes. Han surgido nuevos males, contagiosos, a los cuales los humanos somos altamente vulnerables.
Si bien aún no se reportan casos de COVID-19 en Latinoamérica, el Caribe ni en África, no se debe relajar la vigilancia por el peligro de una expansión global.
Lo cierto es que el coronavirus ya es una especie de pandemia mediática que además está afectando a múltiples sectores como al turismo y el comercio. El FMI ha dicho que habrá una afectación económica.
¿QUIÉN PAGA LOS GASTOS?
Pero mientras los medios y las redes sociales se enfocan primordialmente en el coronavirus, en lo que va del año 2020, se han reportado más de 125 mil casos de dengue en las Américas. En Bolivia, Honduras, México y Paraguay hay más casos de dengue en las primeras cuatro semanas de 2020 que en el mismo periodo de 2019.
El pasado año, más de tres millones de casos de dengue fueron reportados en la región de las Américas, según informó la Organización Panamericana de la Salud (OPS). A Brasil le corresponde el 70% de afectados, con más de dos millones y más del 50% de las muertes. México reportó más de 268.000, seguido por Nicaragua, Colombia y Honduras con más de 100.000 afectados cada uno.
¿Pero quién asume los costos de los tratamientos? ¿Quién debería garantizar la salubridad del entorno? ¿Quién pierde cuando miles de ciudadanos no pueden ir a trabajar o tienen la salud deteriorada?
No, no es un virus el que mató a 41 millones de personas en 2019 en el mundo: según la OMS, las enfermedades no transmisibles, como las enfermedades cardíacas, la diabetes y el cáncer, son responsables de más del 70% de todas las muertes anuales en el planeta.
La OMS advierte que, de continuar las tendencias actuales, habrá un aumento del 60% de los casos de cáncer en el mundo en el transcurso de los próximos dos decenios. El aumento mayor (81%) en el número de casos nuevos tendrá lugar en los países de ingresos bajos y medianos, donde las tasas de supervivencia actualmente son las más bajas.
En los países de América Latina, el cáncer es la segunda causa de muerte. En 2018, se diagnosticaron 3,8 millones de casos y 1,4 millones de personas murieron por esta enfermedad. La OMS dijo que «si las personas tienen acceso a la atención primaria y luego a los sistemas de derivación, es posible detectar temprano el cáncer, tratarlo eficazmente y curarlo».
Los pronósticos no son alentadores: se prevé que para el 2030, en esta región, el número de personas diagnosticadas con cáncer aumentará un 32% y ascenderá a más de cinco millones de personas por año, debido a que la población está envejeciendo y a la exposición a factores de riesgo, entre otras razones.
A este lóbrego panorama se suma el VIH/SIDA, que mata a casi un millón de personas por año en el mundo. Desde el comienzo de la epidemia, 70 millones de personas contrajeron la infección y alrededor de 35 millones murieron. En la actualidad, 37 millones viven con VIH en el mundo.
NO NOS ALIMENTAMOS, SOLO ‘INGERIMOS’
Cada año, 600 mil personas mueren en América Latina y El Caribe debido a enfermedades relacionadas con la obesidad, diabetes, hipertensión y enfermedades cardiovasculares.
La prevalencia de la obesidad en adultos en América Latina y el Caribe se ha triplicado desde los niveles que había en 1975 y afecta a casi un cuarto de la población. El aumento más considerable en adultos se observó en el Caribe, donde creció de 6% en 1975 a 25%, un incremento de 760.000 a 6,6 millones de personas.
El ritmo de la vida y los problemas hacen que las personas coman cualquier cosa. Comer no significa necesariamente nutrirse o alimentarse, tiene que ver más bien con el verbo ingerir, y a menudo consumimos productos muy procesados, que conducen al deterior de la salud, como la obesidad.
LA POBLACIÓN MUNDIAL ENVEJECE A MAYOR RITMO
Otro aspecto muy actual en la discusión de nuestros sistemas de salud es el referido a la atención de los adultos mayores.
Según la ONU, el envejecimiento de la población está a punto de convertirse en una de las transformaciones sociales más significativas del siglo XXI, con consecuencias para el mercado laboral y financiero y la demanda de bienes y servicios así como para la estructura familiar y los lazos intergeneracionales.
Los países deben tomar previsiones. Para 2050, una de cada seis personas en el mundo tendrá más de 65 años y solo el 5,6% de la población mundial vive en países que, conforme a la legislación nacional, ofrecen una cobertura de los cuidados de larga duración a toda persona que los necesite.
Nuestros países son parte del 94% que no cuenta con esas atenciones y cuidados adecuados.
ENFERMEDADES DE CARÁCTER SOCIAL
En un informe de un relator especial de la ONU sobre el derecho de toda persona al disfrute del más alto nivel posible de salud física y mental, indicó que los estereotipos y la estigmatización en el marco de la comunidad, la familia, la escuela y en el trabajo socavan las relaciones saludables y desmantelan los entornos de apoyo e inclusión que se requieren para la buena salud mental y el bienestar de todos.
«La xenofobia y la intolerancia generan entornos emocionales y psicosociales hostiles y erosionan la calidad de las relaciones humanas, lo que genera desconfianza y desprecio en el seno de la vida social» y recomienda a los Estados formular políticas encaminadas a reducir o eliminar la toxicidad del entorno físico y psicosocial.
La reducción de las desigualdades es una condición indispensable para promover la salud mental y atenuar los principales factores de riesgo, como la violencia y la exclusión social.
Son tantos los millones de personas que sufren de depresión, ansiedad y otros trastornos que esta área de la salud es una de las mayores fuentes de ingreso de las empresas transnacionales farmacéuticas por ventas de ansiolíticos. Por ejemplo, en España son los medicamentos más vendidos.
Y es que hay un problema serio, de fondo: las políticas actuales de salud mental se han visto afectadas en gran medida por el predominio del modelo biomédico y las intervenciones biomédicas.
Dicho modelo, que rige desde el siglo XVIII, no corresponde a la realidad social, económica y ambiental del mundo actual.
El enfoque biomédico estima que cualquier patología tiene una única causa, de naturaleza estrictamente física, lo que conlleva a que se busca curar la dolencia mediante una manipulación quirúrgica o farmacológica.
Según el relator de la ONU, «ese modelo ha dado lugar no solo al abuso de la coacción en el caso de discapacidades psicosociales, intelectuales y cognitivas, sino también a la medicalización de las reacciones normales a las múltiples presiones de la vida, incluidas las formas moderadas de ansiedad social, tristeza, timidez, absentismo escolar y comportamiento antisocial».
Este es un desafío importante para un modelo de salud pública que aborde nuevos problemas sociales, más allá del modelo biomédico reduccionista.
El relator concluye que «las tendencias mundiales apuntan a una proliferación de políticas y prácticas que socavan activamente los principios universales de derechos humanos o que aplican esos derechos de manera selectiva. (…) La falta de voluntad política para invertir de manera integral en salud mental y bienestar exacerba ese ciclo de discriminación, desigualdad, exclusión social y violencia».
ENFERMEDADES QUE EMPOBRECEN
El siglo pasado, la humanidad logró avances importantes en el combate de enfermedades como la tuberculosis, el sarampión, la difteria, tos ferina, fiebre amarilla, polio, hepatitis, entre otras, mediante el uso de vacunas.
Pero la pobreza persiste y la insalubridad mata a millones con enfermedades que se pueden prevenir, si los Estados tomaran medidas adecuadas. Pese a los progresos históricos que se han hecho para reducir su carga mundial, las enfermedades transmisibles siguen siendo un importante problema.
La mitad de la población mundial, al menos, está privada de servicios de salud esenciales, según se desprende de un informe del Banco Mundial y la OMS.
Las prioridades han cambiado, hay enfermedades que se atienden como emergencia cuando en realidad se pueden prevenir si se promueve un sistema sanitario vigilado y fuerte.
En el informe quinquenal 2013-2017, la OMS dijo que «resulta totalmente inaceptable que la mitad del mundo aún carezca de cobertura para servicios de salud que son absolutamente esenciales» y propone que para 2017-2021 se priorice una cobertura sanitaria universal.
Asimismo, cada año hay un gran número de familias que se ven sumidas en la pobreza porque no pueden pagar de su propio bolsillo la atención sanitaria. La falta de acceso a los medicamentos es uno de los obstáculos más complejos para mejorar la salud.
LOS DESAFÍOS
Este comprimido panorama muestra lo lejos que estamos de los principios establecidos en la Constitución de la OMS referido a que «la salud es un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades».
Al ser las actuales enfermedades predominantes producto del mundo globalizado, de un sistema económico altamente consumista y por ende contaminador, los Estados deberían responder a sus ciudadanos con enfoques holísticos, adecuados a esta realidad.
Por esta misma razón, es clave que instituciones internacionales como la OMS y la OPS lideren los nuevos desafíos, desburocratizadas, guardando distancias con las transnacionales que lucran con la salud y defendiendo el bienestar de los más necesitados.
Es imperativo regular el monopolio que poseen las trasnacionales farmacéuticas con patentes sobre medicamentos, a favor de la población.
Hace falta superar no solo la visión reduccionista biomédica, pero también asumir el principio de precaución ante nuevas tecnologías, como la transgénica, que pueden exacerbar más la deteriorada salud de millones.
El involucramiento de las universidades públicas y centros de investigación es clave, pues quienes lideran hoy las investigaciones, el desarrollo de nuevas medicinas y enfermedades son las transnacionales farmacéuticas, en los sectores más lucrativos, buscando solo incrementar sus ganancias.
En algunos países, las movilizaciones sociales piden un incremento en el presupuesto que se destina a la salud, lo cual es justo, pero habría que ir más allá que eso, pues se trata de buscar un enfoque que no solo cure las enfermedades, pero también las prevenga.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK
MUNDO
El nacionalismo de Donald Trump: ¿Una solución o un riesgo?
Opinión, por Samantha Contreras Guerrero //
La victoria de Donald Trump, basada en un mensaje de fuerte nacionalismo, marca un cambio que impactará tanto a Estados Unidos como al resto del mundo. Sus promesas de traer empleos de vuelta y proteger la economía estadounidense responden al descontento de muchos de sus votantes.
Su idea de “América Primero” busca hacer que Estados Unidos sea más independiente y fuerte, pero en un mundo tan conectado, esta visión enfrenta muchos retos y posibles problemas.
Para los estadounidenses, en un mercado donde casi todo se produce a través de cadenas internacionales, enfocarse en lo nacional podría hacer que los precios aumenten y haya menos opciones para los consumidores. Este tipo de enfoque proteccionista no solo implica costos altos para las empresas, sino que podría dar una falsa idea de seguridad económica, ya que el crecimiento estaría limitado solo al mercado interno, dejando de lado oportunidades con otros países.
En el ámbito internacional, el enfoque nacionalista de Estados Unidos genera preocupación entre sus aliados. Países como México, que dependen en gran medida del comercio y la inversión estadounidense, ven en riesgo la posibilidad de mantener relaciones estables e igualitarias.
El decremento en sectores como el nearshoring —donde América Latina ha visto una oportunidad de crecimiento— podrían ser afectados con este tipo de políticas. Además, al alejarse de acuerdos internacionales, Estados Unidos podría debilitar el sistema de cooperación global, necesario para enfrentar problemas complejos como el conflicto en Oriente Medio o la crisis climática.
La gran pregunta es si este regreso al proteccionismo es una solución real a los problemas económicos actuales. La inflación y la desigualdad están en aumento en todo el mundo, y Estados Unidos no es la excepción. En lugar de cerrarse, podría beneficiarse de una política que tome en cuenta las necesidades de todos sus sectores, buscando reducir las diferencias internas como la acumulación de riquezas, sin renunciar a los beneficios del comercio global.
El nacionalismo de Trump es una reacción a los problemas de un sistema económico que ha dejado atrás a muchas personas en Estados Unidos. Sin embargo, en un mundo hiperconectado, el aislamiento no puede evitar generar preocupación. Aunque la intención de proteger a los ciudadanos es válida, esta ideología corre el riesgo de afectar a largo plazo a aquellos mismos sectores que busca ayudar, reduciendo la capacidad de Estados Unidos para influir y crecer en la economía global.
E-mail: samcg2002@gmail.com
MUNDO
Querámoslo o no, Donald Trump ha vuelto
Desde los campos del poder, por Benjamín Mora Gómez //
Lo recuerdo, era mi cumpleaños 20 y también domingo, y corría el año de 1973, y mi padre me regalaba “El Gran Gatsby”, la muy apasionante novela de F. Scott Fitzgerald, dos de sus ejes contenidos me cautivaron: La alienación y el impulso de Jay Gatsby por sentirse aceptado por una alta sociedad segregante, aun y a pesar de ser inmensamente rico, realidad que quizá se expresa más claramente en una frase de la obra: “La vida es una lucha de apariencias, una lucha de lograr y de tener más de lo que uno merece”.
Donald Trump es un claro ejemplo, muy actual y presente en el mundo, de la fuerza del impulso de tenerlo todo: Poder económico y poder político. Donal Trump está entre los hombres más ricos de Estados Unidos, y fue el 45º y será el 47º presidente de aquella nación.
Donald, quien perdió en 2020 ante Joe Biden al buscar reelegirse como presidente de Estados Unidos, cuatro años después descarriló a Biden en su también anhelada reelección, obligándolo a abandonar la carrera presidencial, y derrotó ampliamente a Kamala Harris, la relevo en el Partido Demócrata.
Donald Trump ha vuelto al poder más fuerte de lo jamás imaginado para cumplir con sus planes de preeminencia y grandeza norteamericana e imponer su visión conservadora de Estados Unidos ante sí mismo y ante el mundo. Trump es un hombre transparente; jamás deja nada a la imaginación y dudas de sus seguidores y detractores. Así, por ejemplo, para él, la Teoría de Género tiene los días contados en EEUU y sus promotores sabrán que tienen ante sí a su peor pesadilla.
El presidente Donald Trump, a partir del 20 de enero próximo, actuará con todo el poder para poner orden en su frontera con México en dos temas fundamentales, las acciones de los cárteles de la droga, declarándolos terroristas, y el tráfico humano, ambos vistos como gravísimas omisiones del expresidente Andrés Manuel López Obrador. Marco Rubio, próximo secretario de Estado norteamericano, lo ha acusado públicamente, y nos lo recordará todos los días. Rubio es de palabra dura y mano aún más dura. Para Trump y Rubio los narcotraficantes son terroristas y los perseguirá con toda la fuerza del Estado norteamericano.
La esperanza nunca debería sustentarse en la venganza. No entiendo a quiénes cifran la satisfacción de su venganza hacia López Obrador en Marco Rubio. Sea cual fuere el resultado de la dureza del nuevo secretario de Estado norteamericano, es mi deseo que México vuelva, de mutuo propio, al orden y la paz, y que el gobierno y el congreso mexicanos no nos convoquen a rasgarnos las vestiduras ante las exigencias norteamericanas. Son justas.
En México, muchos de quienes estaban a favor de Kamala Harris, hoy se muestran muy a favor de Donald Trump. Su nacionalismo se mantiene muy firme; sin embargo, aceptan que ya es tiempo de poner en orden las cosas en México pues el estado mexicano, sin duda, está doblegado y resquebrajado ante los cárteles de la droga. Claudia Sheinbaum no ha demostrado estar dispuesta a cumplir a cabalidad con su mandato presidencial en materia de seguridad a pesar de los buenos oficios de Omar García Harfuch pues, peor, no desea tomar el mando que aun detenta López Obrador.
Sheinbaum deberá entender que solo tiene de dos sopas, o se arma de valor ante los cárteles y los traficantes de gente y los combate con toda la fuerza del Estado mexicano, o los gringos cumplirán con esa su obligación constitucional, interviniendo aun en nuestro territorio. Que de nada le valdrán las bravatas de Marcelo Ebrard en materia económica ante los gobiernos norteamericano y canadiense.
Que esto nos es pleito entre escolapios en donde uno echará al otro a su padre que es bombero y lo mojará con su manguera, y el otro a su padre que es policía y lo llevará a la cárcel. Que en cosas de gobierno se actúa conforme a la ley y se cumple con los tratados internacionales. Que Naciones Unidas tiene un centro en contra del terrorismo que a México obliga.
Un adelanto de la presión internacional que el gobierno de México enfrentará en los años próximos ya lo recibimos en esta semana. La calificadora Moody’s cambió de estable a negativa la perspectiva económica de México por el debilitamiento de nuestro Estado de derecho por la reforma judicial y el deteriorado entorno institucional gubernamental, el esperado aumento en el costo de la deuda internacional de México y la mayor rigidez del gasto público, que podrían socavar nuestros resultados fiscales y económicos.
Tanto Moody’s, como los principales analistas de los futuros económicos en el mundo, coinciden en calificar como de muy alto riesgo la reciente reforma aprobada por Morena, PT y Verde al Poder Judicial. Sheinbaum, obedeciendo a López Obrador, ha decidido alterar los controles y equilibrios del poder político y económico en México, y eso se le, se nos, cobrará muy caro.
Quiero invitarte a pensar en que Trump no está para salvarnos, ni Rubio para vengarnos. Ellos tienen sus tareas más allá del Rio Bravo. De este lado, todo depende de nosotros. Vamos, ni Sheinbaum hará nada para salvarnos; a ella solo le interesa obedecer a López.
MUNDO
En riesgo la hegemonía estadounidense: El retorno de Donald Trump; retos económicos y sociales
Actualidad, por Alberto Gómez R. //
En los últimos cuatro años, la economía y la cohesión social de Estados Unidos han enfrentado un deterioro significativo, marcando uno de los periodos más complicados en su historia reciente.
La administración de Joe Biden, aunque intentó implementar políticas para estimular la recuperación tras la pandemia de COVID-19, dejó profundas brechas económicas y sociales que ahora desafían al presidente electo Donald Trump. Con un escenario global en transformación y un entorno interno polarizado, Estados Unidos se encuentra en un momento crítico de redefinición de su papel como potencia mundial.
LA ECONOMÍA BAJO LA ADMINISTRACIÓN DE BIDEN
La inflación se convirtió en uno de los mayores retos durante la administración Biden. La epidemia de Covid-19 dejó tras de sí trastornos económicos; en junio de 2022, la inflación alcanzó un pico histórico del 9.1%, las tasas más altas que los estadounidenses han experimentado en 40 años, según la Oficina de Estadísticas Laborales (BLS) lo que, por supuesto, en la práctica suponía un recorte salarial. La explosión del gasto militar para apoyar las guerras en Ucrania y Gaza también ha alimentado la inflación.
Como resultado, el nivel de vida de las y los trabajadores estadounidenses ha disminuido bajo la administración Biden, mientras que el auge del mercado de valores ha ayudado a las y los estadounidenses más ricos a hacerlo bastante bien. Este fenómeno, impulsado por interrupciones en las cadenas de suministro globales, estímulos fiscales masivos y el aumento de los precios de la energía, erosionó el poder adquisitivo de las familias estadounidenses. Aunque las medidas de la Reserva Federal lograron reducir la inflación a un 3.7% al cierre de 2024, esta cifra seguía por encima del objetivo del 2%, lo que refleja un entorno económico aún frágil.
El aumento del costo de vida se manifestó en productos esenciales. Según la Administración de Información Energética (EIA), el precio promedio de la gasolina aumentó un 40% entre 2020 y 2024. Asimismo, los alimentos básicos experimentaron un incremento promedio del 25%, afectando especialmente a las familias de ingresos medios y bajos. Esta situación exacerbó la desigualdad, ya que los salarios reales apenas crecieron un 3% durante el mismo periodo, según el Economic Policy Institute.
DÉFICIT FISCAL Y DEUDA PÚBLICA
El déficit fiscal alcanzó los $1.7 billones en 2024, mientras que la deuda pública superó los $36 billones, según la Oficina de Presupuesto del Congreso (CBO), un incremento alarmante respecto a los $27 billones reportados al inicio de la administración Biden. Este nivel de endeudamiento, alimentado por programas de estímulo económico y políticas de infraestructura, limita la capacidad del gobierno para responder a futuras crisis económicas. Además, el creciente costo del servicio de la deuda, derivado del aumento de las tasas de interés, se ha convertido en una carga significativa para el presupuesto federal.
La brecha económica continuó ampliándose durante la administración Biden. El 1% más rico de la población concentró el 38% de la riqueza total en 2023, mientras que los sectores más vulnerables enfrentaron mayores dificultades para acceder a empleos estables, y apenas aumentaron un 4% en términos reales, según un informe de la Oficina del Censo. Según el Departamento de Trabajo, el empleo precario representó el 30% de los nuevos puestos creados entre 2020 y 2024, con un aumento notable en los contratos temporales y trabajos a tiempo parcial. Esto ha exacerbado la pobreza en comunidades vulnerables, con un índice de pobreza que aumentó del 11.4% en 2020 al 14.7% en 2024.
En 2016, Hillary Clinton demostró su desprecio por los partidarios de Trump, entonces abrumadoramente blancos, etiquetándolos como “los deplorables”, en lugar de tratar de reconocer la fuente de su ira: la gran desigualdad en el statu quo económico. Ocho años después, con un apoyo a Trump mayor en prácticamente todos los grupos demográficos, es imposible ignorar la desesperación económica que alejó del Partido Demócrata a las y los electores, cuando Biden seguía presumiendo de que la economía estadounidense durante su mandato es “la más fuerte del mundo”.
FACTORES SOCIALES: POLARIZACIÓN Y RADICALIZACIÓN
La polarización política se ha intensificado, dando lugar a movimientos separatistas que, aunque minoritarios, representan una amenaza para la unidad del país. Uno de los fenómenos más alarmantes es el resurgimiento de movimientos secesionistas en estados como Texas y California.
Líderes locales y organizaciones políticas han planteado referendos para separarse de la unión federal, alegando incompatibilidades políticas y económicas. Aunque estos movimientos no tienen un apoyo mayoritario, su existencia refleja una fragmentación preocupante en la unidad nacional. Grupos como «Texit», que abogan por la independencia de Texas, han ganado tracción en sectores conservadores descontentos con las políticas federales. Estas iniciativas reflejan el creciente desencanto con el sistema político.
La radicalización ideológica también se ha intensificado. Los crímenes de odio aumentaron un 18% entre 2020 y 2024, según el FBI, afectando principalmente a comunidades afroamericanas, asiáticas, judías y musulmanas. Este aumento está vinculado al resurgimiento de grupos extremistas y al uso de las redes sociales como plataformas para propagar discursos de odio.
RETOS ECONÓMICOS Y SOCIALES
Con la reelección de Donald Trump, Estados Unidos se adentra en un periodo de grandes desafíos. Su promesa de «recuperar la grandeza estadounidense» enfrenta múltiples obstáculos, tanto internos como externos.
Trump ha anunciado un ambicioso plan para reindustrializar Estados Unidos y reducir la dependencia de las cadenas de suministro globales. Sin embargo, implementar esta estrategia requerirá superar barreras como la resistencia de aliados comerciales y la necesidad de inversiones masivas en infraestructura. También deberá manejar las tensiones con China, el principal socio comercial de Estados Unidos, en un momento en que las relaciones bilaterales están en su punto más bajo en décadas.
El presidente electo ha prometido recortes de impuestos para estimular el crecimiento económico, pero esta medida podría agravar el déficit fiscal si no se acompaña de reducciones en el gasto público. Además, la capacidad de implementar estas políticas dependerá de su habilidad para negociar con un Congreso dividido, donde los demócratas probablemente resistirán cualquier iniciativa que reduzca programas sociales.
El enfoque de Trump en políticas ultraderechistas, incluida la restricción de la inmigración y la eliminación de regulaciones ambientales, podría generar más divisiones. Aunque estas medidas cuentan con el apoyo de su base electoral, enfrentan la oposición de sectores progresistas y moderados, lo que podría derivar en mayores tensiones sociales.
EL FIN DE LA HEGEMONÍA ESTADOUNIDENSE
El bloque BRICS+ ha emergido como un desafío significativo para la hegemonía estadounidense. Con la inclusión de nuevos miembros como Arabia Saudita, este grupo busca crear un sistema financiero alternativo que reduzca la dependencia del dólar. Según el Banco Mundial, el comercio intrabloque creció un 15% anual durante los últimos cuatro años, fortaleciendo su influencia económica y política.
El dólar, pilar del sistema financiero internacional, está perdiendo su posición dominante. Según el Fondo Monetario Internacional (FMI), la proporción de reservas globales en dólares cayó del 61% en 2020 al 55% en 2024. Este descenso refleja una creciente diversificación hacia monedas como el yuan chino y el euro, impulsada por iniciativas del BRICS+ y otros bloques emergentes.
En el ámbito militar y geopolítico, Estados Unidos enfrenta el ascenso de China como potencia dominante en el Pacífico y la reactivación de Rusia en Europa del Este. Además, la influencia de potencias regionales como Irán y Arabia Saudita en el Medio Oriente limita la capacidad de Estados Unidos para mantener su dominio en esta región estratégica.
El futuro socioeconómico de Estados Unidos dependerá en gran medida de la capacidad de la administración Trump para manejar una economía debilitada, una deuda insostenible y una sociedad fracturada. La reconciliación política y la creación de un camino inclusivo para el desarrollo serán cruciales para evitar una crisis prolongada.
Aunque Trump tiene un historial de promover el crecimiento económico, los riesgos asociados con su estilo confrontacional y sus políticas divisivas no pueden ser ignorados. El equilibrio entre reformar el status quo y evitar una mayor radicalización será la prueba definitiva para su liderazgo.
Estados Unidos enfrenta uno de los periodos más complejos de su historia contemporánea. La administración Biden dejó un legado de desafíos económicos y sociales que el presidente electo Donald Trump deberá abordar en un contexto de polarización interna y competencia internacional.
El éxito o fracaso de las políticas de Trump determinará no solo el rumbo de Estados Unidos, sino también el equilibrio de poder en el mundo. Sin embargo, para superar estos retos, será necesario un liderazgo que trascienda la retórica divisiva y busque soluciones inclusivas y sostenibles. En un mundo cada vez más multipolar, el destino de Estados Unidos dependerá de su capacidad para adaptarse a las nuevas realidades globales sin perder de vista los principios democráticos y la cohesión interna que alguna vez lo definieron como nación.
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