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MUNDO

Neoliberalismo y agenda identitaria se pasaron de la raya: Vladimir Putin

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Publicado en el sitio web del Movimiento de Solidaridad Iberoamericana //

El presidente ruso Vladimir Putin en sus intervenciones en la prensa occidental ha sido muy directo al exponer sin rodeos los elementos de la actual crisis global. Recordemos, por ejemplo, su célebre artículo en el New York Times del 11 de septiembre de 2013, desaprobando abiertamente el “excepcionalismo” profesado por el “establishment” de Estados Unidos.

En ese entonces afirmó ser “extremadamente peligroso incentivar a las personas a verse como excepcionales, cualquiera que sea la motivación de esto, recordando que “todos somos diferentes, pero, cuando pedimos la bendición del Señor, no debemos olvidarnos de que Dios nos creó a todos igualmente”. 

Ahora, en extensa entrevista para el diario británico Financial Times londinense, Putin apuntó el dedo hacia el otro pilar de la hegemonía disfrutada por la oligarquía transnacional encabezada por el eje anglo-americano, el liberalismo y su expresión económica, la globalización. Para él, el liberalismo, simplemente, se pasó del punto y agotó sus posibilidades históricas, generando un abismo cada vez más profundo entre los intereses de las elites dirigentes y los de la gran mayoría de la población.

Publicada el 27 en junio pasado, en vísperas del viaje de Putin a Osaka, Japón, para participar en la cumbre del G-20, la entrevista concedida al editor Lionel Barber, un historiador especialista en asuntos europeos y alemanes y al corresponsal en Moscú, Henry Foy, el tema provocó las esperadas airadas reacciones de los representantes del status quo, las cuales reproducimos en nota aparte. 

Para Putin, el actual escenario global es más peligroso que el del período de la Guerra Fría.

(…) Durante la Guerra Fría…había por lo menos algunas reglas a las que todos los participantes de la comunicación internacional más o menos se adherían o intentaban seguir. Ahora parece que no hay reglas. En este sentido, el mundo se volvió más fragmentado y menos previsible, lo cual es más importante y lamentable”.

En especial, golpeó fuerte en la globalización financiera:

¿Alguien ya pensó en quien realmente se benefició o que beneficios se obtuvieron con la globalización, cuyo desarrollo hemos observado y del que participamos en los últimos 25 años, desde los años 90? China hizo uso de la globalización, en particular para sacar a millones de chinos de la pobreza. ¿Lo que aconteció en Estados Unidos es como esto? En los Estados Unidos, las principales empresas norteamericanas –las empresas, sus gerentes, accionistas y socios- hicieron uso de esos beneficios. La clase media difícilmente se benefició de la globalización. El salario líquido en los EUA (probablemente, hablaremos más tarde del ingreso real de Rusia, que necesita de la atención especial del gobierno). La clase media en los Estados Unidos, no se benefició de la globalización; quedó fuera cuando el pastel se dividió”.

En la parte más citada de la entrevista, Putin arremetió en lo que el propio FT describió como “la ideología occidental dominante desde el fin de la II Guerra Mundial”, además de apuntar el propósito frontal de cualquier Estado nacional soberano efectivamente comprometido con un principio del bien común:

¿Qué está ocurriendo en Occidente? ¿Cuál es la razón para el fenómeno Trump, como usted lo llama, en los Estados Unidos? ¿Qué está ocurriendo también en Europa? -Las elites dominantes se separan del pueblo. El problema obvio es la diferencia entre los intereses de las elites y los intereses de una mayoría abrumadora del pueblo”, afirmó.

Claro, debemos tener esto en mente. Una de las cosas que necesitamos hacer en Rusia es nunca olvidar que el propósito del funcionamiento y de la existencia de cualquier gobierno es crear una vida estable, normal, segura y previsible para el pueblo y trabajar en dirección hacia un futuro mejor.

MULTICULTURALISMO

En la entrevista, Putin también se refirió a aspectos políticos y culturales. Así afirmó:

Existe también la idea liberal, que sobrepasó a su propósito original, nuestros socios occidentales admitirán que algunos elementos de la idea liberal, como el multiculturalismo, ya no son sustentables”.

Cuando el problema de la migración llegó al auge, muchas personas admitieron que la política del multiculturalismo no es eficaz y que los intereses de la población central deben ser considerados. Aunque aquellos que tuvieron dificultades por causa de problemas políticos en sus países de origen necesiten de nuestra ayuda también. Esto es óptimo, pero ¿los intereses de su propia población? Me pregunto, en la situación actual cuando el número de migrantes que se dirigen hacia Europa Occidental no es solamente un puñado de personas, sino millares o centenas de millares”.

De esta manera, la idea liberal se tornó obsoleta. Entró en conflicto con los intereses de la abrumadora mayoría de la población. O considere los valores tradicionales. No estoy intentando insultar a nadie, porque fuimos condenados por una supuesta homofobia. Verdad es que los rusos absolutamente no tenemos problemas con las personas LGBT. ¡Dios nos libre! Que todos vivan como quieran. Pero alunas cosas parecen excesivas a los ojos de los rusos. Ellos alegan ahora que los niños pueden desempeñar cinco o seis veces papeles de género. Yo no puedo ni decir exactamente cuáles son esos géneros, no tengo noción. Que todos sean felices, no tenemos problemas con eso. Pero no debe permitirse que ese ideario se sobreponga a la cultura, a las tradiciones y los valores familiares tradicionales de millones de personas que componen la población principal”.

Comparado a Trump, su ex-consejero Steve Bannon y a otros críticos liberales, él defendió una diversidad de ideas como principio organizador de la sociedad, con reservas:

(…) Pero los liberales no pueden simplemente dictar cualquier cosa para alguien, como lo han intentado hacer en las últimas décadas. El diktat puede observarse en todos los lugares: tanto en la prensa como en la vida real. Hasta mencionar algunos tópicos es declarado impropio. Y ¿por qué? Por esta razón, no estoy de acuerdo en cerrar, amarrar, clausurar, deshacer todo, prender a todo mundo o dispersar a todo mundo. Claro que no. La idea liberal también no puede ser destruida; tienen el derecho de existir y debe incluso apoyarse en algunas cosas. Pero nade tiene ninguna autorización para presentarse como el factor determinante absoluto. Ese es el punto”.

VENENO DEL LAICISMO RADICAL 

Instado por Barber, Putin resaltó el papel de la religión en el proceso civilizatorio y volvió a criticar al liberalismo.

La religión debe desempeñar el papel que tenga en cada momento. No puede ser empujada hacia afuera de este espacio cultural. No debemos abusar de nada. Rusia es una nación cristiana ortodoxa y siempre hubo problemas entre el cristianismo ortodoxo y el mundo católico. Exactamente por eso tengo algunas palabras sobre los católicos. ¿Hay ahí algún problema? Sí, hay, pero los problemas no pueden ser exagerados y usados para destruir a la propia Iglesia Católica Romana. No puede admitirse. A veces, tengo la impresión de que esos círculos liberales están comenzando a usar ciertos elementos y problemas de la Iglesia Católica como herramienta para destruir a la propia iglesia. Ahí está lo que me parece incorrecto y peligroso”.

¿Será que todos olvidamos de que todos nosotros vivimos en un mundo basado en valores bíblicos? Hasta los ateos y otros viven en este mundo”.

Nosotros no tenemos que pensar sobre eso todos los días, frecuentar la iglesia y orar, para demostrar así que somos devotos cristianos o musulmanes o judíos. Sin embargo, en el fondo, debe haber algunas reglas humanas fundamentales y valores morales. En este sentido, los valores tradicionales son más estables y más importantes para millones de personas que esa idea liberal que en mi opinión, está realmente desapareciendo, dejando de existir”.

Cuestionado sobre los líderes mundiales de su admiración, el líder del Kremlin apuntó al Zar Pedro el Grande (1682-1721), quien inició un proceso de modernización de Rusia, y al ex-presidente francés Jacques Chirac (1995-2007), “un verdadero intelectual, verdadero profesor, hombre muy equilibrado y muy interesante”. Chirac, según Putin, “cuando era presidente, tenía su propia opinión sobre cada asunto, sabía cómo defenderla y siempre respetaba las opiniones de sus socios”. No lo dijo, pero Chirac, fue también el último líder de una potencia hegemónica europea en demostrar una disposición de contrariar la agenda hegemónica de los EUA, como en el caso de la invasión a Irak, en 2003.

NO, SEÑOR PUTIN, EL LIBERALISMO OCCIDENTAL NO ESTÁ OBSOLETO

Publicado por: MSIa Informa //

Al Financial Times no se hizo esperar. Al día siguiente de su publicación, el 28 de junio, el periódico publicó un inflamado editorial con el título que tomamos prestado para esta nota.

Lastimados en su orgullo, los editorialistas del heraldo de la City de Londres reiteraron que la democracia liberal “sigue siendo el principio organizador en la mayor parte de los países no-petroleros con el más alto nivel de vida”.

Sin embargo, en lo que parece ser un acto fallido, enseguida admiten ser real “el desafío de los populistas nacionalistas, ya que el dominio global pos-Guerra Fría de los Estados Unidos y de la Unión Europea y el sistema que representan se acabó”. Por eso, afirman, “los principales políticos de los EUA y de la Unión Europea deben trabajar más duramente para defender valores y enfocar el malestar”.

Aún así, insisten, “es hacia Occidente que los pobres del mundo y los oprimidos todavía se dirigen abrumadoramente”.

El mismo día, el también londinense Daily Telegraph se juntó a la contrabatería de artillería contra Putin, rotulado como el “dictador del Kremlin”.

El problema no son los excesos de liberalismo, sino donde la libertad económica se desacopló de la libertad política. Si por lo menos los chinos pudieran disfrutar plenamente de los frutos del liberalismo, probablemente, esto tornaría un desarrollo más justo y más equitativamente distribuido, pues la experiencia de la Historia es que cuanto más libres son los pueblos, mayor es su calidad de vida.

Esta es una lección que el Sr. Putin, obviamente, no tiene disposición de encarar: él no puede tolerar el escrutinio, porque, si lo hiciera, su propio régimen esclerotizado y autoritario, seguramente, se desmoronaría. No solamente quiere causar problemas en el exterior, sino también quiere construir un raciocinio ideológico para su dictadura en casa” (…)

En su furia, los editorialistas del Telegraph dejaron de comentar que Putin fue electo y reelecto en elecciones monitoreadas por organizaciones internacionales, quienes jamás apuntaron irregularidades de importancia en las mismas, con niveles de aprobación inigualados por ninguno de sus colegas en Europa o en América del Norte.

En Osaka, para la cumbre del G-20, el presidente de la Unión Europea, Donald Tusk, también ofreció su contribución: “Quien quiera que proclame que la democracia liberal está obsoleta, también afirma que las libertades son obsoletas, que el mando de la ley está obsoleto y que los derechos humanos son obsoletos…Lo que creo realmente obsoleto, son el autoritarismo, los cultos a la personalidad, el mando de oligarcas, aunque, a veces, puedan parecer efectivos (Euractiv, 28 de junio de 2019).

El hecho de que Putin parezca haber tocado un nervio expuesto del Establishment oligárquico quedó evidenciado en la columna de esta semana del editor del FT, Martin Wolf, quien ha hecho sensatas críticas a la hegemonía de la globalización financiera, pero no se tragó las críticas a su ideología de estimación. En el texto el “Liberalismo resistirá, si fuera renovado”, hasta se dispone a sustentar sus críticas a la globalización, pero no admite que estas provengan de Putin, a quien considera oriundo de la “autocracia zarista”.

Para él, “bajo el comando de Putin, Rusia se apartó del liberalismo. En gran medida como resultado de esto, la economía de Rusia está en su peor estado”. Además, dice, “el exhibicionismo (sic) de Putin en el escenario mundial es una forma de desviar la atención de pueblo ruso de la corrupción de su régimen y del hecho de que su gobierno no haya proporcionado una vida mejor a los rusos”.

No obstante, admite que el presidente ruso no está del todo errado:

Putin, no obstante, está cierto en una cosa. Las democracias liberales encuentran dificultades, pero notablemente no se refiere a su capacidad de absorber inmigrantes y de administrar la desigualdad. Las sociedades liberales de hecho necesitan de identidad y de valores compartidos. Esto es perfectamente compatible con la inmigración y la tolerancia a las diferencias culturales. Pero ambas necesitan administrarse: de otra forma, el descontento popular va a elevar al poder a líderes que desprecian las normas de la democracia liberal. El frágil equilibrio, entonces, puede despedazarse (…).

El liberalismo en mucho puede tener una perspectiva bien exitosa. En muchas democracias liberales, sin embargo, las personas, en especial las élites, parecen haberse olvidado del equilibrio que necesita ser alcanzado entre individuo y sociedad, entre global y doméstico y entre libertad y responsabilidad”.

Pero, al final, vuelve a arremeter contra Putin, quien, para él, “no logra conseguir un orden social que no se fundamente en la fuerza y en el fraude” –afirmación que, de hecho, se aplica mejor al núcleo duro del eje anglo-americano, de cuyo brazo financiero Wolf es uno de los principales portavoces. Por eso, de forma casi aflictiva, aplaude a sus pares: “Sabemos más de lo que es eso. Pero también necesitamos hacer más, mucho más”.

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Bojayá y la esperanza de paz

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Opinión, por Miguel Anaya //

A finales de los años noventa y principios de los 2000, Colombia vivió una crisis de violencia que superaba a la que actualmente enfrenta México. Uno de los departamentos más afectados fue el de Chocó, donde operaban las FARC, grupos delictivos y autodefensas.

El 2 de mayo de 2002, la pequeña comunidad de Bojayá se convirtió en el escenario de una de las tragedias más devastadoras del conflicto armado. En medio de intensos enfrentamientos entre las FARC y grupos paramilitares, cientos de habitantes buscaron refugio en la iglesia del pueblo, confiando en que sus paredes consagradas los protegerían del horror que se vivía afuera.

Alrededor de las 3 de la tarde, un cilindro-bomba impactó directamente en el templo, causando la muerte instantánea de 79 personas, entre ellas 48 niños. Los cuerpos quedaron mutilados y las paredes de la iglesia manchadas de sangre. Días después, el número de víctimas fatales alcanzó las 119, ya que muchos no sobrevivieron a las heridas.

Este acto brutal puso de manifiesto la vulnerabilidad de las comunidades atrapadas entre las fuerzas violentas. A raíz de este y otros eventos que conmocionaron al país, Colombia emprendió un camino hacia la pacificación y la reconstrucción social. Las políticas implementadas, que combinaban estrategias de seguridad con inversión social y económica, comenzaron a dar frutos en las dos décadas siguientes.

Según datos del Banco Mundial, la tasa de homicidios en Colombia pasó de 70 por cada 100 mil habitantes en 2002 a 25 en 2022. En ese contexto, la ciudad de Medellín llegó a tener una tasa alarmante de 380 homicidios por cada 100 mil habitantes.

El entonces gobierno colombiano aplicó la estrategia de ‘Seguridad Democrática’. Esta política implicó el despliegue masivo de fuerzas de seguridad para recuperar el control territorial, fortalecer las capacidades de inteligencia y aumentar la presencia del Estado en zonas rurales, donde guerrillas y grupos paramilitares habían establecido su dominio. La creación de redes de informantes y la colaboración con las comunidades fueron fundamentales para desmantelar estructuras criminales y reducir los enfrentamientos armados.

Tras el debilitamiento militar de las FARC, el gobierno reconoció que la violencia era también un efecto de problemas estructurales como la pobreza y la falta de oportunidades en las regiones rurales.

En respuesta, se implementaron programas de desarrollo rural que incluyeron la construcción de infraestructura, carreteras y electrificación, con el fin de conectar comunidades aisladas con el resto del país.

Además, se promovieron programas de acceso a créditos para pequeños agricultores y cooperativas rurales, incentivando la sustitución de cultivos ilícitos por productos agrícolas comerciales.

En el ámbito social, las políticas de reparación y reconciliación jugaron un papel central. La creación de una Unidad para las Víctimas permitió que quienes sufrieron violencia fueran reconocidos y compensados, generando un proceso de catarsis social.

La inversión en educación y salud fue un eje central: entre 2002 y 2022, el acceso a la educación secundaria aumentó en un 20 por ciento, mientras que la cobertura de salud pública se amplió significativamente en las zonas rurales. A pesar de que aún persisten desafíos en materia de seguridad, el avance en Colombia ha sido notable.

Esta experiencia ofrece lecciones valiosas para México. La implementación de políticas que fortalezcan instituciones, promuevan el desarrollo económico, social y fomenten la cohesión social son esenciales para revertir la tendencia de violencia.

La profesionalización de las fuerzas de seguridad, la recuperación del control territorial y la implementación de programas sociales en zonas marginadas son pasos fundamentales para reconstruir el tejido social. Políticas de desarrollo rural, como las aplicadas en el país sudamericano, podrían replicarse en México para incentivar la economía local, alejar a los jóvenes de las dinámicas del crimen organizado y generar alternativas económicas en comunidades atrapadas en el ciclo de la violencia.

En conclusión, la trágica masacre de Bojayá simboliza el profundo sufrimiento que la violencia puede infligir a una nación. Sin embargo, también demuestra que por muy cruda que sea la realidad violenta que nos rodea, esta puede cambiar con voluntad política y estrategias integrales adecuadas.

El caso de Teuchitlán debe ser un llamado a la acción colectiva. Debemos abrir los ojos y encontrar en la experiencia de otros países una guía para diseñar e implementar políticas efectivas que conduzcan a un futuro más seguro y próspero.

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La cumbre no es eterna: El peso del poder y la caída inevitable

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A título personal, por Armando Morquecho Camacho //

La historia está repleta de ejemplos de líderes que, enceguecidos por la ambición, olvidaron la fragilidad de su posición. Luis XVI, convencido de que su linaje era suficiente para sostener su trono, ignoró las señales del descontento popular hasta que el filo de la guillotina le enseñó lo contrario. Napoleón, tras haber conquistado media Europa, creyó que Rusia sería otra joya en su corona, solo para encontrar en la crudeza del invierno su Waterloo anticipado.

El ascenso y la caída de los poderosos no es un fenómeno reciente ni exclusivo de una geografía en particular. Desde la antigüedad, los imperios han crecido con el ímpetu de la ambición y se han desplomado con la misma rapidez con la que olvidaron los límites de su propio poder.

Alejandro Magno conquistó medio mundo, pero murió sin dejar un heredero capaz de sostener su imperio. Julio César creyó que su popularidad y victorias militares lo hacían intocable, hasta que sus propios aliados decidieron que representaba una amenaza mayor que un beneficio. La política, como la historia, es una danza peligrosa entre la gloria y la ruina, donde el exceso de confianza suele ser el último paso antes de la caída.

El mito de Ícaro nos recuerda precisamente esto: el peligro de volar demasiado alto sin medir las consecuencias. Ícaro, fascinado por su recién adquirida capacidad de volar, olvidó la advertencia de su padre y ascendió hacia el sol, hasta que el calor derritió la cera de sus alas y cayó al mar.

La política, como la vida misma, requiere de equilibrio. Quien se eleva sin mesura, sin comprender la delgada línea que separa el éxito de la caída, está condenado a desplomarse con mayor fuerza. El poder tiene un peso que pocos pueden sostener sin perder la compostura. No se trata solo de alcanzar alturas, sino de saber mantenerse en ellas.

Pero si Ícaro es el ejemplo de la caída, Sísifo representa la otra cara de la moneda: el castigo de quienes están atrapados en una lucha interminable. Su condena consistió en empujar una roca cuesta arriba solo para verla rodar de nuevo al punto de partida. En la política, muchas veces la lucha es constante y el esfuerzo parece nunca rendir frutos.

Sin embargo, el verdadero peligro no está en la repetición del intento, sino en la ilusión de que la cima es un lugar permanente. Muchos políticos creen que el poder les pertenece, que su ascenso es definitivo y que su esfuerzo no necesita ajustes. Pero la realidad es que la piedra siempre caerá, y lo único que define a los grandes es cómo afrontan la inevitable repetición del ciclo.

No hay imperio ni liderazgo que sea eterno. La historia es cíclica, y los excesos suelen conducir al mismo desenlace. En México y en el mundo, las trayectorias políticas están marcadas por ascensos meteóricos y caídas estrepitosas. Basta con observar cómo en cada sexenio surgen figuras que, creyendo haber conquistado la cima, terminan en el olvido o el descrédito. Quienes llegan al poder suelen olvidar que su estancia en la cúspide es efímera, que la rueda del destino sigue girando y que lo que hoy es gloria mañana puede ser polvo.

El sistema político parece diseñado para producir nuevos Sísifos, figuras condenadas a empujar sus delitos cuesta arriba, solo para verlos rodar nuevamente cuando cambian las administraciones. Cada sexenio, cada legislatura, cada relevo de poder trae consigo un ajuste de cuentas disfrazado de justicia o renovación, donde los caídos de ayer se convierten en los verdugos de hoy y los actuales intocables pronto serán las nuevas piezas sacrificables. La impunidad no es eterna, pero sí cíclica, y quienes creen haber asegurado su permanencia descubren, tarde o temprano, que la roca siempre vuelve a caer.

Las reformas, los cambios de gobierno y los giros políticos no son más que un nuevo acto en esta obra repetitiva, donde las promesas de castigo a la corrupción se mezclan con la selectividad de la justicia. Los escándalos que hoy cimbran las instituciones terminan convertidos en anécdotas cuando el tiempo y la indiferencia los diluyen, hasta que nuevos nombres ocupan los titulares y el proceso vuelve a empezar. En este juego de relevos, algunos consiguen deslizarse entre las grietas del sistema, mientras que otros terminan aplastados por el peso de sus propias ambiciones.

Y así, en un ciclo interminable, la historia se repite de forma tal que la pregunta no es si caerán, sino cuándo y con qué consecuencias. Algunos lo harán con estrépito, arrastrando consigo estructuras enteras y exhibiendo las miserias del sistema; otros, con sigilo, desaparecerán en la sombra de negociaciones y pactos que les garanticen una caída suave. Pero la constante es ineludible: nadie se mantiene en la cumbre para siempre, y aquellos que creen haber burlado el destino solo están posponiendo lo inevitable.

La enseñanza es clara: la política requiere mesura, prudencia y un entendimiento profundo de la transitoriedad del poder. Nadie es eterno en el cargo, y quienes lo olvidan terminan consumidos por el peso de sus propias decisiones.

En la vida, como en la política, el equilibrio lo es todo. El dinero, el éxito y la influencia pueden convertirse en espejismos que hacen olvidar el propósito inicial. La historia nos ha enseñado que aquellos que se ven a sí mismos como intocables, como dueños de un destino inalterable, terminan siendo arrastrados por la corriente de su propia soberbia. La verdadera habilidad no está en acumular poder, sino en administrarlo sin perder el sentido de la realidad.

El desafío es claro: no ser Ícaro ni Sísifo, sino aprender a volar sin olvidar que siempre habrá una caída, y a empujar la piedra con la consciencia de que el esfuerzo nunca es definitivo. Porque en la política, como en la vida, nadie es eterno en la cumbre, y solo aquellos que lo entienden logran caer con dignidad y levantarse con sabiduría.

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Los narcos gringos, primera parte

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Opinión, por Gerardo Rico //

“La violencia urbana en Estados Unidos, que en ciudades como Chicago, Baltimore, Los Ángeles y Nueva York arroja estadísticas preocupantes de por lo menos una persona asesinada a diario, está directamente ligada a la venta de drogas y por ende al narcotráfico mexicano.

Sin embargo, en una sociedad como la estadounidense, con su gobierno acostumbrado a buscar fuera de sus fronteras a los culpables del problema de la demanda y el consumo de drogas, los asesinatos cometidos todos los días por pandilleros o entre pandillas no son algo que valga la pena resaltar a nivel nacional; es más, si el muerto o los muertos son afroamericanos o hispanos, el gobierno hace todo lo posible por meter el asunto debajo de la alfombra”.

En la Unión Americana no existen estructuras lineales en las organizaciones del narco, como las hay en México y otras naciones latinoamericanas. Los narcos gringos trabajan con cualquier cártel y con varios al mismo tiempo cuando es posible. Son operadores que se encargan de la logística para transportar, distribuir y vender drogas. Su tajada se reparte entre muchos, son como una cadena de trabajadores independientes que prestan sus servicios a los narcos extranjeros.

“Lo que no hay en Estados Unidos son cárteles, no hay una estructura piramidal de capos entre los narcos gringos, menos aún un narcotraficante estadounidense destacado en comparación con los logros criminales alcanzados por delincuentes como Pablo Escobar Gaviria, Rafael Caro Quintero o el Chapo Guzmán”.

Este es apenas un bosquejo del libro “Los narcos gringos”, una radiografía inédita del tráfico de drogas en Estados Unidos, que fue escrito por el periodista Jesús Esquivel, corresponsal de la revista Proceso desde 1989 en Washington D.C., acreditado ante la Casa Blanca, el Congreso Federal y el Departamento de Estado de Estados Unidos. Hay que destacar que el libro fue editado en el 2016 y los derechos de edición son de Penguin Random House.

Ante las medidas del presidente Donald Trump, quien declaró como grupos terroristas a los cárteles de la droga en México, y las advertencias de funcionarios de su administración que podrían intervenir militarmente en nuestro país para terminar con estos, se me hizo muy interesante realizar una reseña de este libro que describe cómo opera el narco en el vecino país del norte.

“Las narcas gringas no son como las buchonas sinaloenses ni andan subiendo fotos al Facebook acompañadas de “su hombre” o ataviadas con joyas y vestidos de diseñador; son casi imperceptibles: están en todos lados, pero no se ven. Viven en grandes urbes como Nueva York, visten como ejecutivas y en algunos casos lo son, pero están más concentradas en hacer dinero fácil”.

En la Gran Manzana no llama la atención ver a una mujer blanca caminando por Park Avenue vestida con un traje sastre y con un portafolios en la mano: alguien así se puede considerar una más de las abogadas, empresarias o vendedoras de acciones financieras en Wall Street.

La lucha contra la violencia urbana es la guerra del gobierno estadounidense contra sus narcotraficantes y contra el comercio de drogas, pero aquel no lo admite y prefiere mantenerla disfrazada como “lucha contra la violencia”. En la DEA se desarrolló la Estrategia de ahogamiento, concentrada en su totalidad a combatir el tráfico de drogas al nivel de los pandilleros.

El objetivo de esta estrategia fue el identificar a los intermediarios estadounidenses de los cárteles mexicanos, personajes que se encargan de establecer la relación directa de un cártel con las pandillas de Estados Unidos. Los intermediarios son los que reclutan a los pandilleros y uno de los lugares favoritos para este objetivo es el sistema carcelario a nivel estatal y local.

Con cifras de hace nueve años, el autor del libro precisa que “para tener una idea del problema solo hay que mirar lo que sucede en Chicago: tiene el sistema carcelario municipal más grande de Estados Unidos y del mundo, el cual alberga entre 9,000 y 13,000 presos, de los cuales más del 80% purgan condenas por delitos relacionados con la violencia urbana pandillera y la venta de narcóticos”.

“La gravedad y el tamaño de la epidemia del consumo de drogas en Estados Unidos es auténticamente una calamidad; la muerte de jóvenes estadounidenses por sobredosis de narcóticos parece un hoyo negro sin fondo. Desde el gobierno federal de este país, la mejor práctica para enfrentar el problema del tráfico internacional de narcóticos sigue siendo buscar responsables fuera de sus fronteras; en este contexto de irresponsabilidad y de delegar a otros las culpas y las consecuencias de sus problemas de salud pública y educación, se augura que México seguirá siendo el villano favorito de la Casa Blanca y del Capitolio”.

Los Narcos Gringos, de Jesús Esquivel, además de ser una lectura amena, describe cómo operan los brókers, los narco motociclistas y narco camioneros, las narco pandillas los informantes y la narco corrupción gringa, entre otros capítulos por demás interesantes y que no pierden actualidad.

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