MUNDO
Perfiles conciliadores y de negociación: Nuevo gabinete de México, ¿prevención para la elección de EUA?

Política Global, por Jorge López Portillo Basave //
La presidenta electa anunció parte del que será su gabinete. Este no sería un tema internacional para esta columna, pero dos de los seis designados podrían ser parte de la carta de presentación en caso de que en EUA la elección resulte adversa al partido de Joe Biden. Por lo general no opinamos sobre temas nacionales salvo que estén íntimamente relacionados con temas regionales o globales.
Creemos que esta es una de esas ocasiones en las que, por acierto, error o por estrategia México tendrá un gabinete negociador para temas internacionales que esté a tono con las dos corrientes globales de integración supranacional con políticas globales verticales llamada “Nuevo Orden Mundial” y la de coordinación internacional con respeto a la identidad llamada “Nuevo Nacionalismo”.
En estas semanas la DEA, el embajador de EUA en México y varios políticos de EUA han hecho fuertes señalamientos con relación a la seguridad pública, al narcotráfico en México y sus efectos en el país del Tío Sam. Todo esto no es gratis. Los tiempos son clave. Naturalmente es innegable que los problemas de seguridad pública en México han afectado a turistas o visitantes que vienen a nuestro país de paseo, de trabajo o a invertir al punto que hace unos días se suspendió la exportación de aguacates por los ataques que sufrieron inspectores de agricultura de EUA que visitaron Michoacán. Esto al mismo tiempo en que en nuestro país se da el debate por la reforma Judicial y plantas de autos como Nissan presionan y amenazan con cerrar algunas plantas. Naturalmente hay un componente nacional innegable que sabemos y podemos leer en todos los medios locales, pero los tiempos de EUA también juegan en este momento.
La elección del parlamento europeo mandó una fuerte señal a los partidos llamados progresistas de izquierda o de centro del G7 y de la UE. Los electores votaron por partidos que ofrecían soluciones a problemas económicos, energéticos y migratorios. En su mayoría estos partidos eran de una supuesta derecha, pero también los partidos de izquierda que ofrecieron soluciones a estos tres temas ganaron. Es decir, aunque se percibe como un tema de derecha vs izquierda no es así. Es un tema de soluciones a problemas evidentes. En ese orden de ideas los EUA están a menos de 5 meses de la elección general y 4 días del primer debate presidencial del que hablaremos la semana próxima.
Dicho sea de paso y como nota en México no hubo elección de partidos de izquierda vs derecha sino de modelos sociales con diferencias en regulaciones a la iniciativa privada pero ambas propuestas eran progresistas ambas en general pro Biden tal vez la del PRIAN más pro Biden quien es de izquierda que la de Morena, pero muy similares.
Así las cosas, tres, pero en particular dos de los seis secretarios designados por la presidenta electa tendrán una relación directa con sus contrapartes globales y en especial y de forma muy regular con sus contrapartes en EUA y Canadá. Nos referimos obviamente a Marcelo Ebrard como secretario de Economía, Juan Ramón de la Fuente como Canciller y en menor medida la actual Canciller y futura secretaria de Medio Ambiente, Alicia Bárcena.
Los currículums de los tres son impresionantes, al menos en papel, y por la razón que sea parecen estar alineados con las políticas globales progresistas y ambientalistas que enarbola Joe Biden, pero al mismo tiempo y tal vez por si las dudas, la experiencia personal de Ebrard y de Juan Ramón de la Fuente pueden ser útiles en caso de que Trump gane.
Para poder analizar el posible efecto de la elección en EUA debemos recordar algunos aspectos relevantes del pasado reciente y nuestra relación con ese país. Tomemos como base el 2016 es decir el año de la campaña entre Hilary y Trump. México es el principal proveedor de los EUA vía el TMEC que Trump impulsó para sustituir al TLC. Así las cosas, los temas cotidianos, aunque no los únicos son la migración, el comercio, la inversión extranjera y el flujo de dinero que afecta el tipo cambiario, la inseguridad y ahora se suma el tema de energías alternativas llamadas limpias.
Hablemos primero del tema de comercio a mediano plazo que además de las mercancías también afecta el tipo de cambio y la inversión. El TMEC tiene una cláusula que indica que se debe revisar en el 2006 y podría extenderse por 16 años más o dejar de existir así de simple. Todos recordamos que cuando Trump ganó el gabinete de Peña decía que cambiar el TLC era imposible y que Trump no se atrevería. La historia mostró que estaban mal. El TMEC fue negociado por parte del equipo saliente de Peña y cerrado por el gabinete y Senado entrante con AMLO. Veamos, si gana Joe habrá menos drama público en la revisión y podríamos obtener una ampliación de 16 años que también permite el texto del actual tratado.
Pero que sea Biden presidente o Kamala en caso de que por su edad y razones de salud Joe deje la silla al día siguiente de entrar en funciones para su segundo periodo, no garantiza una renovación sin problemas o exigencias por parte de EUA. Es verdad que las exigencias serán menos públicas con Biden-Kamala, pero la historia muestra que existirán y podrían ser igual o más fuertes que las de Trump solo que nos las dirán de bonito modo y claro mezclado declaraciones públicas y privadas.
Si gana Biden debemos recordar que el actual embajador y el propio presidente de EUA no olvidan que AMLO y por consecuencia Ebrard tardaron mucho en felicitarle cuando ganó en el 2020 porque como sabemos la verdad sea dicha Trump y AMLO se llevaban bien a pesar de las profundas diferencias ideológicas, por lo que Marcelo deberá ser cuidadoso y tal vez dejar que el canciller y otros integrantes del gabinete tengan roles más activos sin dejar de ser el responsable final. De todos modos, recordemos que Marcelo tiene amigos en el partido demócrata incluida la muy poderosa Hillary Clinton a quien ayudó en su campaña fallida del 2016. Ahora que si gana Trump es innegable que Marcelo es una carta a favor y los más pro ONU como la actual canciller Alicia Bárcena y el futuro canciller deberán ser menos protagonistas ya que sus políticas se alinean más con las de Biden.
En otra ocasión hablaremos más a detalle de los puntos de comercio, seguridad, migración y energía que arriba señalamos, pero es evidente que si gana Biden la relación será más en el sentido de continuar con una migración masiva a través de nuestro territorio rumbo a USA y en el sentido de organismos supranacionales con facultades ampliadas a la ONU como las de la OMS mismas que se copiarán como facultades ampliadas a los presidentes y a los gobernadores. Si gana Trump las presiones serán para cerrar el flujo migratorio y evitar que China utilice al TMEC para sentar casa en México y desde aquí enviar productos sin impuestos a ese mercado. Pero el tema de inseguridad será utilizado por ambos para presionar a México y claro sacar concesiones en todos los campos. Nuestro tipo de cambio se verá afectado en consecuencia, no olvidemos que el dólar bajó de casi los $25 pesos por dólar a menos de $17 pesos en este sexenio lo que es inédito en nuestra historia cambiaría.
El tema energético y del agua será realmente interesante, en especial porque es el mero mole de la nueva presidenta de nuestro país. Biden quiere una transformación acelerada en pro de autos eléctricos y de la salida de cualquier combustible fósil Trump quiere utilizar todas las energías incluida la nuclear. México con AMLO utilizó petróleo como Trump y ha habido un desarrollo de parques solares, pero veremos si la Dra. Claudia le invierte a todo o solo a una parte en especial porque las políticas de izquierda progresista de que el gobierno sea dueño de todo o de altos impuestos y regulaciones, dificultan la inversión privada en áreas de oportunidad.
El tema de la inseguridad y el narcotráfico también es un tema de política que se ve con los americanos, si gana Biden podemos esperar la clásica política de presión, pero permisiva ya que en EUA es evidente que las drogas no solo se permiten, sino que hasta se fomentan en las ciudades gobernadas por los demócratas. Si gana Trump veremos una presión fuerte para bajar el flujo de drogas e incluso presiones bancarias y comerciales para perseguir a los traficantes incluso con agentes de EUA en Mex. Finalmente, ambos Joe y Trump deberán hacer algo con los más de 22 millones de personas sin documentos migratorios que habitan en su país y eso también será parte de la relación bilateral en especial porque ni Demócratas ni Republicanos han dado un trato preferente a los mexicanos a pesar de ser vecinos.
Hoy a meses de la elección de EUA y a meses de que la presidenta Claudia Sheinbaum entre en funciones podemos asegurar que si gana Biden el ala izquierda del gabinete se fortalecerá mientras que si gana Trump Marcelo y el ala más de centro será vital para la relación. No descartemos cambios de gabinete como fue con Peña y con AMLO a consecuencia de las elecciones del 2016 y del 2020. Tal vez no se haya leído la letra pequeña en el anuncio presidencial, pero las designaciones de la semana pasada están sujetas a lo que suceda en Washington el mes de noviembre.
Por lo pronto reiteró que, por acierto, error, por visión o por compromisos de partido las designaciones de Marcelo, de Juan Ramón y de Bárcena le permiten a la presidenta Sheinbaum la posibilidad de un diálogo con los dos modelos político-económicos que se están disputando el mundo. Pero nada es gratis en este mundo y Joe Biden es el presidente de EUA y como tal pedirá o presionará a AMLO y al equipo de Sheinbaum para que le ayuden con el voto chicano en la elección. Esto es como siempre un volado porque si gana Joe pues le habríamos atinado, pero si pierde seguro nos la cobrarán y ahí es donde Marcelo cobraría más valor.
CARTÓN POLÍTICO
Edición 806: Segundo piso en López Mateos: ¿Solución rápida o error costoso?
Si prefiere descargar el PDF en lugar de leer online: CLICK AQUÍ
Lectores en teléfono celular: Para una mejor lectura online, girar a la posición horizontal.
LAS CINCO PRINCIPALES:
Segundo piso en López Mateos: ¿Solución rápida o error costoso?
Colomos III: La batalla por el patrimonio ecológico de Jalisco
Convención Estatal de MC: Asume Mirza Flores dirigencia estatal del partido naranja
Primer informe de labores legislativas de Claudia Salas: «La gente quiere resultados, no pleitos»
MUNDO
El dilema mexicano: Entre Caracas, Pekín y Washington

– Opinión, por Miguel Anaya
México tiene la mala costumbre de creer que los conflictos internacionales son películas que se ven desde la butaca, con palomitas en mano y distancia segura. Pero lo que hoy ocurre en el Caribe, con barcos estadounidenses hundiendo lanchas venezolanas y un Nicolás Maduro agitando la bandera de resistencia, no es un espectáculo ajeno: es una tormenta que, tarde o temprano, alcanzará nuestras costas.
La posible intervención de Estados Unidos en Venezuela —sea directa o disfrazada de “operativo contra el narcotráfico”— nos recuerda varias cosas incómodas. La primera: que Washington sigue viendo a América como su jardín trasero, y que cuando la Casa Blanca mueve barcos y marines hacia el sur, México queda automáticamente dentro del perímetro de seguridad. No se nos pregunta si queremos, se nos asume dentro del esquema.
La segunda: que cada bomba que caiga en el Caribe traerá repercusiones en nuestras fronteras. No se necesita ser un experto en migración para imaginar lo que significaría una oleada de venezolanos huyendo de un conflicto bélico. Ya con los flujos actuales, el Estado mexicano colapsa en recursos y paciencia social; con una guerra en Sudamérica, el caos migratorio se multiplicaría. Y, como siempre, la presión no llegaría solo de los migrantes, sino de Estados Unidos exigiendo que México sea muro, policía y albergue al mismo tiempo.
El aspecto económico tampoco es menor. Si Venezuela, el país con las mayores reservas probadas de petróleo en el mundo, se incendia, el mercado energético se agita. Podría ser una oportunidad para que México venda más crudo, pero también un riesgo de volatilidad y chantaje. Estados Unidos exigiría “solidaridad energética” a cambio de no apretarnos más en otros frentes. Y mientras tanto, China, Rusia y Corea del Norte —muy juntos, muy sonrientes en el reciente desfile de Pekín— lanzarían el mensaje de que existe un bloque alternativo para quienes no se sometan al viejo orden. Un coqueteo tentador, pero peligroso, porque México no puede darse el lujo de enemistarse con su principal socio comercial y cultural.
¿Y qué papel debe jugar la presidenta Sheinbaum? Aquí es donde la película se vuelve mexicana. Sheinbaum no puede limitarse al guion tradicional de “neutralidad” y “no intervención”, fórmulas diplomáticas que sirven en conferencias de prensa, pero no en medio de una crisis migratoria, militar y energética.
México debe anticiparse: diseñar políticas de contención migratoria con dignidad y sin colapso; blindar su economía para resistir turbulencias externas; y, sobre todo, plantear una estrategia clara frente a Washington. Porque la historia nos dice que, cuando el imperio se pone nervioso, México no es invitado a opinar: es arrastrado.
El dilema es cruel, pero inevitable: si nos alineamos ciegamente con Estados Unidos, perdemos margen de soberanía; si coqueteamos demasiado con Pekín y Moscú, arriesgamos represalias inmediatas. Lo que no podemos hacer es fingir que nada pasa. Porque cuando los cañones apuntan hacia el sur y las banderas ondean en Pekín, lo que está en juego no es la geopolítica abstracta, sino nuestra seguridad, nuestras fronteras y nuestra estabilidad interna. Una situación geopolítica muy complicada que deberá resolverse.
En suma, México no tiene opción de hacerse el distraído: lo que se juega en el Caribe no es un pleito lejano entre Maduro y Trump, sino un recordatorio brutal de que la geopolítica siempre cobra factura. El estado mexicano deberá decidir si quiere ser jugador con estrategia o simple ficha movida por inercia.
Y aunque la tentación nacional sea encogerse de hombros y decir “eso es problema de ellos”, lo cierto es que cuando los cañones rugen en el sur, los migrantes caminan hacia el norte y entre tanto, el centro tiembla. Lo irónico es que México siempre quiso ser neutral; lo triste es que, en este tablero, la neutralidad es el nombre elegante de la indefensión.
MUNDO
Tejiendo lo colectivo: La política más allá del individuo

– A título personal, por Armando Morquecho Camacho
En la mitología griega, existe un relato fascinante sobre las Moiras, esas tres hermanas encargadas de hilar, medir y cortar el destino de los hombres; de hecho, probablemente muchos más las recuerden por la famosa película de Disney: Hércules, donde son representadas por esas figuras enigmáticas y divertidas de un solo ojo que en algún punto de la película amenazan la vida de la amada de Hércules.
En esta historia, Cloto hilaba la hebra de la vida, Láquesis la medía y Átropos la cortaba cuando llegaba el final. Lo interesante de esta narración no es únicamente su carácter fatalista, sino la metáfora que encierra: ninguna hebra aislada tenía sentido por sí misma. El tejido de la vida es posible porque cada hilo se entrelaza con otros, formando un entramado que da consistencia a la existencia.
Por eso la política debería funcionar de la misma manera. No se trata de un solo individuo que define la ruta de una sociedad, sino de la capacidad de entrelazar múltiples hilos —experiencias, voces, demandas, historias— hasta construir un tejido común y, por ende, un movimiento plural articulado a través de causas que unan. Por eso, cuando olvidamos que la política es ante todo una tarea colectiva, corremos el riesgo de reducirla a un espectáculo personalista en el que se sobrevalora la figura del líder y se subestima la fuerza de la comunidad.
Nuestra cultura política ha sido moldeada por el mito del héroe. Desde tiempos antiguos, se nos ha enseñado a imaginar a los grandes líderes como Aquiles o Ulises: figuras que, gracias a su valor o astucia, logran conquistar batallas imposibles. El héroe se presenta como la encarnación de la voluntad y del destino de todo un pueblo. Sin embargo, esa visión, aunque seductora, es profundamente peligrosa cuando se traslada al ámbito de lo público.
Cuando la política se concentra en un solo rostro, en un nombre que se convierte en marca, se desdibuja la noción de comunidad y, por ende, el poder deja de responder a las necesidades colectivas, si no a la lógica de la autopreservación del líder, construyendo así una narrativa en la que la ciudadanía deja de ser protagonista y pasa a ser espectadora. Y sin ciudadanía activa, la democracia se vuelve frágil.
La democracia, en su sentido más profundo, no consiste en depositar un voto cada cierto tiempo, de hecho, la propia Constitución de nuestro país define a la democracia como un estilo de vida y una tarea constante a través de la cual se debe priorizar la construcción del destino común y el progreso constante.
En ese contexto, la democracia significa reconocernos como parte de una trama compartida, como hilos que sostienen un mismo tejido. Las grandes transformaciones políticas no han surgido de la genialidad de un individuo aislado, sino del esfuerzo conjunto de comunidades que se organizaron para reclamar justicia, igualdad o libertad.
El movimiento obrero del siglo XIX, las luchas feministas que han cambiado estructuras jurídicas y culturales, o los procesos de descolonización del siglo XX no habrían sido posibles sin una visión de lo colectivo. Ninguna de esas causas prosperó porque alguien decidiera “iluminar” a los demás, sino porque miles de voces se entrelazaron hasta hacerse escuchar como un clamor ineludible.
En contraposición, cuando los proyectos políticos se sostienen únicamente en figuras individuales, se vuelven endebles. La historia está llena de ejemplos de líderes que, al caer en desgracia, arrastraron consigo a toda una estructura de gobierno, esto debido a que un tejido construido en torno a un solo hilo inevitablemente se rompe.
Hoy vemos cómo muchas democracias sufren precisamente de este mal. La política se reduce a una competencia de carisma, o de opiniones mediáticas y controversiales que buscan dividir desde la confrontación; basta con ver a Ricardo Salinas Pliego. Lo colectivo queda relegado. Y lo más alarmante: la ciudadanía se acostumbra a delegar su responsabilidad, convencida de que “otro” debe resolverlo todo.
Por eso, la tarea urgente es volver a tejer comunidad, y eso a su vez implica repensar los espacios políticos no como arenas de competencia individual, sino como laboratorios de cooperación. Significa promover el diálogo, la escucha y la corresponsabilidad. En un mundo donde las redes sociales amplifican el protagonismo del individuo, necesitamos contrarrestar esa tendencia con proyectos que valoren lo común por encima del ego personal.
Construir política desde lo colectivo no significa anular la individualidad, sino integrarla en un horizonte compartido. Como en el telar de las Moiras, cada hebra conserva su singularidad, pero cobra sentido únicamente al entrelazarse con las demás.
El gran reto de nuestro tiempo es que vivimos en sociedades fragmentadas, donde la desconfianza se ha instalado como norma. Desconfianza hacia las instituciones, hacia los partidos, hacia los otros ciudadanos. Y sin confianza no hay tejido posible. La política colectiva requiere precisamente lo contrario: la certeza de que lo común vale la pena, de que cooperar produce más frutos que competir sin tregua.
Eso demanda nuevas formas de organización social y política. Demandará partidos que funcionen menos como maquinarias electorales y más como espacios de deliberación ciudadana. Demandará gobiernos que consulten y construyan con la gente, no solo para la gente. Y demandará ciudadanos que asuman su papel no como espectadores, sino como coautores del destino común.
Quizá ha llegado el momento de desplazar al héroe individual y recuperar la épica de lo colectivo. No necesitamos más relatos donde un líder salva a todos; necesitamos narrativas donde todos nos salvamos a nosotros mismos al reconocernos como parte de la misma trama.
Así como en la Grecia antigua el mito de las Moiras recordaba que ningún destino estaba aislado del conjunto, hoy debemos recordar que ningún proyecto político puede sostenerse en soledad. La política que realmente transforma es aquella que se teje desde abajo, desde los barrios, desde los colectivos, desde las voces diversas que encuentran en la pluralidad su mayor riqueza.
La política futura debe ser colectiva para fortalecer la democracia y enfrentar desafíos. Apostar por el individualismo arriesga liderazgos frágiles y sociedades divididas, debilitando el tejido común.
Si, en cambio, entendemos que nuestro destino depende de la fortaleza del tejido, podremos enfrentar con mayor solidez los desafíos de nuestro tiempo: la desigualdad, la crisis climática, la violencia, la polarización.
El hilo aislado se rompe con facilidad; el tejido entrelazado resiste el paso del tiempo. Esa es la lección que la mitología griega, con su sabiduría ancestral, nos recuerda. Y esa es la lección que deberíamos aplicar a la política: dejar de pensar en términos de “yo” para construir un sólido “nosotros”.