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OPINIÓN

Día de la Libertad de Expresión: Los políticos pasan, la prensa permanece

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Por Remberto Hernández Padilla //

Sin duda que el periodista es el más auténtico representante de la sociedad, especialmente en estos tiempos en que predominan los gobernantes que se creen eternos y que realizan acciones que lo sociedad reprueba; y, ¡claro! cuando ellos son periodísticamente criticados, entonces abjuran de quienes no los alaban.

Al llegar a la Presidencia de la República Andrés Manuel López Obrador implementó una política de austeridad por lo que hizo desaparecer las denominadas oficinas de prensa en casi todas las secretarías de Estado, departamentos y entidades descentralizadas del gobierno federal; y además, como complemento, recortó sustantivamente las partidas de publicidad para los medios de comunicación, especialmente para la prensa escrita.

Esa política de austeridad trajo como consecuencia que muchos profesionales de la comunicación y elementos de las plantillas laborales de esas referidas oficinas perdieran su fuente de empleo; vino pronto una fortísima campaña gubernamental en contra de varios medios de comunicación y periodistas críticos.

En Jalisco, el Gobernador Enrique Alfaro implementó la política de imitar al Presidente López Obrador en el tema de la intolerancia a la crítica periodística; ahora, ambos gobernantes son valorados por esa nefanda acción por la ciudadanía, misma que concluye en que: el Presidente, aún con malas decisiones siempre sale bien librado porque sabe comunicar y, además, lo secundan millones simpatizantes que utilizan los diferentes medios de comunicación para amedrentar a quien se atreve a criticar a su pastor; en cambio, al Gobernador Alfaro no hay quien lo defienda, ni siquiera él, de sí mismo.

GOBIERNOS INTOLERANTES A LA CRÍTICA

El antecedente para establecer un control sobre la prensa y amedrentamiento a los periodistas críticos se encuentra en un libro definido como “La Biblia de los Políticos” (escrita en 1864 por Maurice Joly); ahí, en un supuesto diálogo entre Maquiavelo y Montesquieu, que sorprende por sus “consejos” y sus conceptos filosóficos bien pueden ser aplicados en estos momentos de la vida pública de México. Tal pareciera que en ese supuesto diálogo existe una dedicatoria especial. Veamos:

Maquiavelo: “¡Valla calamidad! Nada más que simple solicitud para algunos periodistas malos y malintencionados que todo lo atacan, todo lo denigran, conduciéndose con los gobiernos como esos salteadores de caminos que aguardan a los viajeros empuñando la escopeta. Viven constantemente fuera de la ley; ¡bien merecen que se los ponga de algún modo dentro de ella!… Tenéis plumas, escribid; más recordar: me reservo el derecho en qué momento me siento atacado…

Me atrevo a decir que ningún gobierno ha concebido, hasta el día de hoy, una idea más audaz que la que voy a exponeros…los gobiernos sucumben casi siempre por obra de la prensa; pues bien, vislumbro la posibilidad de neutralizar a la prensa por medio de la prensa misma. Puesto que el periodismo es una fuerza tan poderosa, ¿sabéis que hará mi gobierno? Se hará periodista, será la encarnación del periodismo…Contaré el número de periódicos que representen lo que vos llamáis la oposición. Si hay diez por la oposición, yo tendré veinte a favor del gobierno; si veinte, cuarenta; si ellos cuarenta, yo ochenta…”

¡No!, no fue Andrés Manuel López Obrador el que escribió estos conceptos, fue Maquiavelo, en el libro de referencia. El Presidente denosta, un día sí, y otro también, a los medios y periodistas que osan criticarlo; y desde el púlpito, que es la denominada “mañanera”, polariza a los mexicanos; además, “motiva” a una jauría de “chairos” para que ataquen a los medios de comunicación y a los periodistas que lo critican.

Y, ante los “consejos” que aporta la “Biblia de los Políticos” el Gobernador de Jalisco Enrique Alfaro también podría aplicar lo siguiente: “Atacaré principalmente a los periódicos, en tanto que empresas de publicidad. Les hablaré de la siguiente manera: Pude suprimirlos a todos, no lo hice; aún puedo hacerlo y os dejo vivir, más, por supuesto, con una condición: no entorpeceréis mi marcha ni desacreditaréis mi poder. No quiero verme obligado a iniciar procesos todos los días, ni a interpretar la ley sin cesar para reprimir vuestras infracciones; tampoco puedo tener una legión de censores encargados de examinar hoy lo que editaréis mañana. Tenéis plumas, escribid; mas recordad lo que voy a deciros: me reservo para mí mismo y para mis agentes, el derecho a juzgar en qué momento me siento atacado. Nada de sutilezas. Si me atacáis, lo sentiré, y también vosotros lo sentiréis…”

Y, ¡no! no fue Enrique Alfaro el que hizo del conocimiento del público esta advertencia, fue Maquiavelo en el libro referido.

EL DÍA DE LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN

Por muchos años se ha acostumbrado conmemorar el 7 de junio como el “Día de la Libertad de Expresión”. Pero la verdad debe ser conocida en todo su antecedente: el jueves 7 de junio de 1951, se reunieron algunos empresarios del periodismo con el presidente de la República para darle las gracias por los dineros que sus publicaciones recibían del gobierno; y, al año siguiente los editores determinaron reunirse y celebrar, cada 7 de junio, lo que ellos constituyeron como “Día de la Libertad de Prensa”.

A partir de esa fecha, y en reciprocidad, año con año, agradecidos funcionarios del gobierno felicitaban a los empresarios de los medios de comunicación por su adhesión a las acciones y decisiones gubernamentales; ese comportamiento se extendió a toda la República, con el agregado de que fueron incluidos y premiados los periodistas adeptos al sistema gubernamental.

En Jalisco, en el transcurrir de los años algunos entes de la pluma asumieron para sí tal conmemoración, es por ello que la costumbre pervive desde 1972; y, fuimos integrantes del Club de Periodistas de Jalisco, A.C., los que comenzamos a rendir homenaje, precisamente un 7 de junio, al mexicano más representativo de la expresión del pensamiento: Francisco Zarco Mateos.

Desde hace pocos años, y separado totalmente del aparato gubernamental, varios periodistas integrantes del prestigiado Club de Periodistas de México, A.C; tomaron para sí esa efeméride para reconocer a los sobresalientes integrantes del gremio que, por su desempeño profesional se hacen merecedores a ser reconocidos y, ese galardón que se entrega cada 7 de junio se hace de periodistas a favor de periodistas. (Quien estas líneas escribe recibió el “Premio Nacional de Periodismo 2019).

ADENDA PARA EL BUEN ENTENDEDOR:

Los más bajos comportamientos humanos están presentes en la permanente campaña de desprestigio e intolerancia en contra de medios de comunicación y periodistas; ahí están feroces francotiradores quienes desde las redes sociales disparan permanentementes “tuits” en contra de los críticos del poder; ante ello la ciudadanía está indignada por las campañas orquestadas desde la agencia del gobierno “Notimex” que la han convertido en agencia de Estado para amedrentar a los críticos del gobierno lopezobradorista.

Y, ahí está, también, el Gobernador de Jalisco Enrique Alfaro, quien pretende emular el nefando comportamiento en contra de la prensa y periodistas y quien “no canta mal las rancheras”. Pero, bien sabemos que esa polarización de los gobiernos federal y estatal traerá consecuencias; y los entes de la pluma apuestan al tiempo porque: los políticos pasan, y el periodista permanece.

* El autor es el periodista y escritor Remberto Hernández Padilla.

Premio Nacional de Periodismo / Premio México de Periodismo

Presidente H.V. del Colegio de Periodistas de Jalisco

Adulto Mayor Distinguido / Correo: remegida@gmail.com

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JALISCO

El horror de Teuchitlán alcanza a Alfaro

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De Frente al Poder, por Óscar Ábrego //

La primera semana de diciembre del año pasado escribí en este espacio una colaboración que titulé “Alfaro y el karma de la vida”.

En esa ocasión afirmé:

Enrique Alfaro deja con su adiós una larga estela de agravios.

“Durante su estancia en el poder siempre privilegió satisfacer su apetito egocéntrico.

“Se sabe muy bien que con el tiempo creció su agrado por la sumisión absoluta de sus colaboradores.

“El control férreo fue su sello particular.

“Incluso algunos de sus chiqueados más cercanos admitían en lo corto que sus furiosas reacciones no eran más que una proyección de su personalidad soberbia e intolerante.

“Se dice del karma que toda acción tiene una consecuencia y que todo lo que se envía al universo volverá a nosotros.

“Si atendemos esto, entonces quizás el ahora ex gobernador de Jalisco debe prepararse para carear las consecuencias de esta ley inevitable”.

No pasó mucho tiempo para que el horror de Teuchitlán lo alcanzara.

Lo que son las cosas, mientras disfrutaba de lo lindo en Europa, se le apareció el rostro macabro de lo que fue su sexenio en materia de desaparecidos.

Las consecuencias serán muchas.

Por lo pronto, me aseguran que Pablo Lemus ni siquiera tiene ganas de responderle las llamadas y que derivado de este y otros asuntos, emprenderá una serie de medidas para despojar a Jalisco y a su gobierno de todo aquello que huela a alfarismo.

Tomar el control de partido MC sería una de sus primeras acciones.

Por cierto, en el centro del drama heredado por Alfaro Ramírez, es pertinente colocar el nombre de quien fue la mente perversa de la pasada gestión: Hugo Luna.

Sabemos que al margen de haber sido el zalamero más cercano, toda decisión institucional pasaba por su aduana, de tal modo que en la mira del actual gobierno su persona se vuelve un objetivo prioritario.

El fuero es un tema que ya está en revisión.

Al respecto, no sé si la justicia se encargará de estos dos personajes; sin embargo tengo fe en que el veredicto de la historia los colocará en el lugar que se merecen, porque ambos –hay que decirlo con toda claridad- se comportaron como unos miserables con los colectivos de padres y madres buscadoras.

Les ignoraron, descalificaron y re-victimizaron.

Por eso creo que podrán escapar de la ley, pero del karma, jamás.

En X: @DeFrentealPoder

*Óscar Ábrego es empresario, consultor en los sectores público y privado, escritor y analista

político.

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JALISCO

La justicia, un privilegio inalcanzable: Teuchitlán, la negación como crimen de Estado

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Crónicas de Pacheco, por Daniel Emilio Pacheco //

Hay maneras múltiples de negar un crimen, formas infinitas de enterrar un cuerpo, procedimientos diversos para desaparecer personas, ideas, realidades. En México, especialmente en Jalisco, el gobierno parece haberlas aprendido todas. El más reciente y grotesco episodio de negación oficial se escenifica alrededor de un rancho en Teuchitlán, cuyo nombre, «Izaguirre», se volvió sinónimo del horror: fosas, huesos quemados, restos calcinados, zapatos sin dueño.

Pero, según la fiscalía general del Estado, allí nunca hubo hornos crematorios. Así lo dijeron, con palabras oficiales, tranquilas, demasiado tranquilas, con la frialdad de quien niega para no actuar.

Héctor Flores, vocero del colectivo Luz de Esperanza, habla con el tono cansado de quien ya conoce todas las versiones oficiales. «Quieren minimizar la crisis, callar lo que dicen las familias y los medios», señala. No habla desde la teoría; lo suyo es la práctica cotidiana de una búsqueda desesperada, un intento de hacer justicia con propias manos, mientras el Estado responde con burocracia y negaciones. Y no habla solo de Teuchitlán, sino de una realidad que atraviesa todo México: más de 15,000 desaparecidos solo en Jalisco y decenas de miles más en todo el país. Números que aumentan, cifras que no despiertan acción sino indiferencia.

«La confianza está en las familias, no en las instituciones», sentencia Flores. Las palabras golpean con fuerza porque reflejan una verdad ya inocultable: el Estado ha dejado hace tiempo de ser garante de seguridad para convertirse en cómplice por omisión, por negligencia, por indiferencia. Flores lo explica sencillo, pero la simplicidad de su denuncia encierra toda la complejidad del fracaso institucional: «La federación no puede lavarse las manos echándole la culpa a los estados. La delincuencia organizada es competencia federal y tienen que actuar».

Pero México es el país donde los gobiernos siempre encuentran razones para no actuar. La Fiscalía argumenta que necesita denuncias formales para iniciar carpetas de investigación. Las familias responden que denunciar es ponerse en peligro, es exponerse a la violencia del crimen organizado, protegido por autoridades corruptas. La paradoja es brutal: se exige que las víctimas, ya violentadas, vulnerables, amenazadas, sean quienes se arriesguen aún más para hacer el trabajo que el Estado rechaza.

La negativa oficial sobre los hornos de Teuchitlán no solo busca invisibilizar la tragedia, sino evitar las consecuencias internacionales que podría acarrear el reconocimiento de un crimen que claramente constituye una violación masiva de derechos humanos. Flores apunta hacia organismos internacionales, como la Corte Interamericana de Derechos Humanos o la Corte Penal Internacional, advirtiendo que esta crisis, de ocurrir en cualquier país europeo, sería inmediatamente calificada como una emergencia global. Pero ocurre en México, donde los muertos pesan menos, donde los desaparecidos son culpables antes que víctimas.

La negación no es solo federal, es también local. Enrique Alfaro, gobernador saliente de Jalisco, dejó en herencia un récord macabro: pasó de 5,000 a más de 15,000 desaparecidos durante su mandato. Colectivos como «Por Amor a Ellxs» recuerdan cómo Alfaro prometió diálogo y puertas abiertas, pero solo entregó indiferencia y abandono. María del Refugio Torres resume así el gobierno de Alfaro: «ineficaz, lleno de omisiones y deficiencias».

Ahora la responsabilidad recae en Pablo Lemus, sucesor político que, al parecer, ante esta prueba está actuando a destiempo. En reuniones en noviembre del año pasado, previas a la toma de poder, Salvador Zamora, quien ahora es secretario general de Gobierno, asistió solo para sacarse la foto. No escuchó, no conversó, no actuó, en esta crisis, no ha aparecido.

La crisis institucional no se detiene en el Ejecutivo. Jonathan Ávila, del Centro de Justicia para la Paz y el Desarrollo (Cepad), denunciaba al finalizar la administración de Enrique Alfaro que no había ni siquiera un programa estatal de búsqueda en Jalisco y que el rezago en el Servicio Médico Forense alcanzaba niveles vergonzosos: más de 9,400 cuerpos sin identificar.

Mientras las autoridades siguen negando la realidad, las familias se organizan y protestan. Este sábado pasado, frente al Palacio de Gobierno de Jalisco, más de dos mil personas gritaron consignas claras y dolorosas: «El Estado sí sabía, Alfaro sí sabía». Lo sabían porque es imposible no saberlo, porque los campos del horror no nacen en secreto sino bajo el amparo de complicidades. Daniela Gómez, quien busca a su hermano desaparecido, resume el sentimiento común: «No es posible que haya más de 18,000 desaparecidos y solamente seis buscadores en el gobierno».

La vigilia del sábado fue otra demostración del dolor transformado en resistencia. Héctor Águila Carvajal, padre de otro desaparecido, pidió unidad: «Sigamos uniendo fuerzas, el dolor no cesa». Y no cesa porque la respuesta oficial sigue siendo mínima, burocrática, cínica.

Y lo de que Teuchitlán no se trata de un caso aislado. La lista de sitios donde se repite la tragedia es dolorosamente extensa: desde la macabra «Gallera» en Veracruz hasta los cuerpos disueltos en ácido por el infame «Pozolero» de Tijuana, pasando por la escalofriante cifra de restos en «La Bartolina», Tamaulipas. Un catálogo infernal de barbaries toleradas, acaso protegidas, por autoridades que prefieren mirar hacia otro lado.

Esta crisis no puede seguir siendo escondida bajo excusas burocráticas ni minimizada con comunicados oficiales. Los colectivos lo denuncian: Teuchitlán no es un caso aislado, sino un símbolo más de la impunidad institucionalizada. Héctor Flores alerta sobre al menos seis puntos más similares en Jalisco, que nadie quiere investigar porque nadie quiere reconocer lo evidente.

Desde Madrid hasta Nueva York, mexicanos en el exilio exigen lo básico: reconocer el término «sitios de exterminio», proteger efectivamente a las buscadoras, garantizar justicia y reparación. Es un grito desesperado, es una demanda urgente, y es, sobre todo, una advertencia: la negación no borrará los muertos, solo prolongará el sufrimiento.

Negar lo evidente es una forma más de violencia. México merece más que excusas. Las víctimas merecen más que palabras. Y la justicia, que debería ser obvia, hoy parece un privilegio inalcanzable.

En X @DEPACHECOS

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JALISCO

La bestia de Teuchitlán

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Opinión, por Fernando Plascencia //

¿Qué nos hace humanos? La dichosa pregunta se ha respondido de muchas maneras. Dirían los antiguos que la racionalidad, o que tenemos un alma incrustada y atrapada en el cuerpo que funge como cárcel, o más complejo, la capacidad de pensarnos a nosotros mismos como seres pensantes. La pregunta viene bien ahora.

Lo que ocurrió en Teuchitlán descompone cada supuesto de humanidad. La racionalidad se perdió, llegó el animalismo, se diría, pero ya Mary Midgley vino a decirnos que no hay animal más cruel que el humano, ni el feroz lobo es capaz de desollar a sus presas, porque no son rivales, son presas. ¿Nos distingue el alma? Pero quién con alma sería capaz de cometer atrocidades contra decenas de seres humanos, un desalmado. No se ve más el reflejo del alma en los ojos, los ojos solo reflejan desdicha y sufrimiento.

No importa a dónde vayamos, la violencia nos persigue y nos hace cada vez menos humanos. Nos persigue para condenarnos y llevarnos de su mano. Como sociedad no hemos sido capaces de evitarla. Como humanidad nos sentamos en comunidad, creamos normas, para no hacernos daño los unos a los otros, cuán lejos nos sabemos de eso.

El contrato social que nos hizo humanos en el principio – cuál principio – se rompe y se rompe a cada rato. Teuchitlán lo confirma, el desmoronamiento de lo que creíamos nos quita lo humano. ¿Qué somos ya?

Desde hace años se habla de deshumanización, de una extrañeza que nos invade y nos hace menos humanos. ¿Somos menos humanos con cada tragedia como la de Teuchitlán? ¿El humano que se atrevió a tanto con qué será comparado? No hay más comparación que con el mismo humano. La bestia que llevamos dentro emerge y no como bestia de la naturaleza, sino como la bestia que no conoce el límite moral, porque sí hay animales que viven con una moralidad más digna.

Nuestra humanidad se encuentra extraviada y con símbolos y con ríos de sangre y dolor lo comprobamos. 400 zapatos son la muestra de una capacidad infinita de derrotar al rival como sea necesario y con los medios que se tengan al alcance, pero más que derrotar al rival nos derrotamos a nosotros mismos. Fuimos capaces de crear un Estado, tan sofisticado en algunas partes con instituciones que resuelven el más pequeño inconveniente público, pero ahora no somos capaces de protegernos.

La humanidad se nos va de las manos, eso que se propuso como proyecto de humanidad no quedó más que en el papel de tratados morales y filosóficos. El trazado racional que por mucho tiempo hemos tratado de seguir se tambalea y estamos a la deriva no solo de una razón instrumental, sino de una lógica de violencia por la violencia. Lo que creamos para servirnos de protección ha dejado de servirnos y ha servido para incrementarla – la violencia -, con disposición para que unos cuanto sigan al margen. Pero lo que se predice es que la violencia está por atacarnos a todos y de una vez por todas no habrá quién se salve, será responder o morir.

Más que nunca es falso que somos los seres del centro de la vida social, qué limitados estamos para salir de la violencia, y es que ningún impulso nos ha sacado de ese baño de sangre. Divinizar la violencia es el camino más torpe que pudimos tomar o ¿será que el exceso de libertad nos trajo hasta aquí?

Lo que ocurrió en Teuchitlán debe ser llamado como uno de los peores actos que como sociedad nos han ocurrido. Qué lejos nos pone de una idea de sociedad que seguimos compartiendo muchos, donde la violencia debe ser el instinto más controlable que tengamos. La violencia es biológicamente natural, pero debemos entender cómo moderarla y evitar que los conflictos lleguen a más. La información más valiosa que tenemos es que la violencia no es el único impulso que tenemos, ni el mejor, sino que tenemos instintos que juegan un papel fundamental como sociedades: la cooperación o la empatía.

No reforzar la violencia y sus conductas es vital como humanidad, si no es real que el hombre es lobo para el hombre es porque tenemos más caminos y Teuchitlán no es el destino ineludible del que no podamos escapar, sino debe ser el inicio de entender que como sociedad y humanidad no es lo que queremos muchas, pero muchas personas.

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