OPINIÓN
Opinión Invitada: La ciencia y la manifestación de las ideas

Por Isabel Venegas Salazar //
Me llaman para decirme: “Isabel, necesitamos organizar una marcha para exigir al gobierno mayores apoyos a la ciencia, la situación ¡Es grave!”
Sí, sí lo es; no puedo entender cómo un gobierno que en campaña enarbolaba la bandera en defensa de la educación, ya estando en el poder decide no dar prioridad en su agenda a temas de apoyo a instancias como la de Conacyt, -por ejemplo-, al mismo tiempo que otorga los puestos directivos a personas que, si bien podrían tener mucha capacidad en ciertos campos, no necesariamente sería lo mismo en el ámbito de la Ciencia y la Tecnología, para entender eso necesitaríamos platicar con el área de recursos humanos para ver el proceso de evaluación y contratación.
Pero lejos de cualquier sarcasmo e ironía, quiero llegar al punto: ¿Será que hasta ahora no hemos podido encontrar una mejor forma de plantear temas, que el de las marchas? ¿Cómo se hace un posicionamiento con cartulinas que solo permiten mostrar una frase? ¿Eso es lo que empujaría a la ciudadanía a “solidarizarse” con el tema para apoyar la defensa de los temas científicos?
Vayamos por partes: Cuando se habla de “innovación”, la mayoría de las personas recurre a sus referentes tecnológicos: el celular, la red de internet, la computadora, la robótica y la inteligencia artificial; estos instrumentos son resultado de una chispa de ingenio que creció y se desarrolló con base no solo en el talento de alguien o de todo un equipo de personas, sino en la propia necesidad, por la intención de facilitar la vida de quienes tal vez en su momento, ni siquiera fueron capaces de visualizar esa carencia.
Hablar de innovación entonces, nos debe hacer ir más allá del pensamiento que remite al hecho de cubrir necesidades tangibles demandadas por la sociedad y el mercado, mismo que además de irlas requiriendo y generando su propia oferta, también delimita un ciclo de vida que cada vez tiende a hacerse más breve, debido a muchos factores que intervienen en su reclamo, y es que como cita Yori Conill:
“El mito al progreso, es compartido no solo por las clases dominantes del sector industrial y económico, sino por la mayor parte de la ciudadanía, los cuales vislumbran transformaciones significativas ante cada innovación”
Es claro que cada una de las propuestas que implican esa transformación, debería tener el poder, y quizá la obligación de asegurar que los cambios serían además de sustantivos, positivos para la sociedad; la investigación estaría entonces sumamente implicada en debates, análisis y revisiones profundas. Los colegios, universidades, las editoriales, deberían tener un panel de diálogo abierto para conocer los avances de las discusiones, proponer líneas de trabajo mayormente inter-disciplinarias, y comprender desde la ciencia, el compromiso que cada uno tenemos para poder ejercer con bastante objetividad y criterio esos avances.
Y es que nos sigue haciendo falta fortalecer tanto la cultura del análisis y la criticidad, como la de la participación activa y comprometida con nuestro entorno; es claro que no se trata de ir por la vida especulando sobre cada aspecto, dudando de cada cosa que nos dicen o de la inocuidad de cada artefacto, considerando esto desde la definición de la Real Academia de la Lengua Española, “especular” significa, hacer conjeturas de algo sin conocimiento suficiente; la intención va más en el sentido de retomar todos los esfuerzos y reposicionar las preguntas que nos ayuden a entender la importancia de pensar tanto en los bienes tangibles a través de un ejercicio pragmático, al mismo tiempo que la considera como un elemento cuya visión debe ser universal en aras de la correcta evolución social, es decir, transformar nuestra propia forma de pensar y no tener miedo a enfrentar cambios paradigmáticos profundos.
Innovar es, desde una postura que intenta mediar entre la filosofía humanista y la filosofía analítica, seguir en la búsqueda de las estrategias que faciliten a todos: crecer en la curiosidad, despertar y mantener vivo ese deseo por descubrir cosas nuevas, bellas y placenteras. La gran pregunta sería ¿Cómo aporta la ciencia a que la ciencia se difunda, se incremente y se multiplique?
Habiendo reposicionado el tema de la ciencia y la innovación, con la intención de continuar después con el meta-análisis, volvamos ahora al punto inicial: Y si hacemos una marcha, ¿Qué podría llevar mi cartel? ¡La ciencia, unida, jamás será vencida! O como leí hace poco ¡Sin ciencia, no hay futuro! Como si el futuro dependiera de ti, de mí, o del presupuesto para Conacyt.
El futuro es la cosa más efímera que hay, deja de serlo a cada segundo, pero además no nos compete, en tanto que ni siquiera tenemos la posibilidad de asegurar estar mañana para responder a lo que en su momento generamos.
Es el presente el que está lleno de acciones y decisiones, incluso dejar de hacer algo me implica la responsabilidad del desperdicio de tiempo que ejercí, y que de hecho automáticamente habrá quedado en el pasado. Siendo así, decido gastar cada segundo en oprimir una por una, las teclas de estas letras en lugar de tomar mi auto, e ir a obstruir una vía restándole minutos a otros que están esperando atravesar por “la manifestación”, y bien pudieron a su vez, gastar sus momentos en otra cosa más o menos provechosa.
Deportes
Atlas, de la gloria reciente al futuro incierto

-Por Diego Morales Heredia
A punto de cumplir 109 años de existencia, el Atlas es uno de los equipos con más tradición en el futbol mexicano. A lo largo de su historia, el conjunto rojinegro ha sido reconocido por su futbol vistoso y ofensivo, por la formación de talentos en su academia y por su afición, acostumbrada al sufrimiento y la esperanza, conocida con orgullo como “La Fiel”.
Durante más de ocho décadas, el club fue manejado por una Asociación Civil integrada por empresarios destacados de Jalisco. Sin embargo, los problemas financieros, la falta de resultados y decisiones divididas obligaron a que en 2013 el equipo fuera vendido a Grupo Salinas.
Bajo el mando de la televisora, si bien el conjunto del Paradero retomó estabilidad financiera, el Atlas vivió una etapa de altibajos, marcada por constantes cambios de técnico, bajo rendimiento en la cancha y una creciente desconexión con su afición.
Durante la presidencia de Gustavo Guzmán, también se rompió el vínculo histórico con los socios, pues el primer equipo, fuerzas básicas y femenil dejaron de utilizar las sedes tradicionales de Colomos, Chapalita y Country, generando un vacío en la identidad atlista.
Para sorpresa de muchos, en 2019 se anunció un nuevo cambio de administración: Grupo Orlegi, encabezado por Alejandro Irarragorri, tomó el control del club. Con ellos llegó la modernización bajo el lema “infraestructura, estructura y procesos”. Y con ello, también, la gloria: los títulos del Apertura 2021 y Clausura 2022 rompieron una sequía de más de 70 años sin campeonato de liga. Además, se consolidó la Academia AGA en Nextipac como símbolo del nuevo modelo formativo.
Hoy, a solo días de cumplir 109 años, Grupo Orlegi ha iniciado el proceso de venta del club, con el objetivo de cumplir las reglas de la Liga MX que prohíben la multipropiedad. La directiva ha optado por conservar a Santos Laguna, y poner al Atlas en el mercado por una cifra cercana a los 250 millones de dólares.
Y para “La Fiel”, vuelve la incertidumbre. La esperanza de que el legado rojinegro quede en buenas manos, que los colores, el escudo y la esencia del club no sean alterados. Serán meses largos, llenos de especulaciones, anhelos y miedo al cambio. Una vez más, los atlistas tienen su corazón en vilo.
¿Quién compra al Atlas?
Deportes
Edición 798: El drenaje profundo, un paso hacia el futuro en Guadalajara

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JALISCO
Año de la Mujer Indígena: Promesas vs silencio en la Comunidad Indígena de Mezquitán

-Los Juegos del Poder, por Gabriel Ibarra Bourjac
Entre el discurso oficial del gobierno de México, liderado por la presidenta Claudia Sheinbaum, y la cruda realidad de las comunidades indígenas, se abren fisuras que revelan contradicciones inquietantes.
En 2025, declarado «Año de la Mujer Indígena» por el Congreso de la Unión y respaldado por el Ejecutivo, se pretende enaltecer el rol histórico y cultural de estas mujeres, combatir la discriminación y fortalecer sus derechos con políticas inclusivas.
Sin embargo, esta intención noble choca con actos de violencia institucional perpetrados por dependencias del mismo gobierno, como se evidencia en el caso de la Comunidad Indígena de Mezquitán, en Zapopan Jalisco.
Desde 2001, esta comunidad lleva 24 años esperando una indemnización justa por la expropiación de 26.93 hectáreas de sus tierras, utilizadas para la ampliación de la carretera Guadalajara-Ixtlahuacán del Río-Saltillo.
Esta discrepancia plantea una pregunta crucial: ¿es el reconocimiento a las mujeres indígenas un compromiso genuino o un juego de poder simbólico?
UNA INJUSTICIA DE DOS DÉCADAS
El conflicto de Mezquitán comenzó en 2001, cuando la entonces Secretaría de Comunicaciones y Transportes (SCT), hoy Secretaría de Infraestructura, Comunicaciones y Transportes (SICT), expropió las tierras prometiendo una compensación de aproximadamente 40 millones de pesos. Sin embargo, solo se pagaron 6 millones como anticipo entre 2004 y 2005, dejando un adeudo pendiente que, conforme a la Ley Agraria y sentencias del Tribunal Superior Agrario, debe ajustarse a valor comercial.
Después de siete años de litigios contra la SICT (desde 2017) el Tribunal Agrario 16, y en noviembre de 2023, el Tribunal Superior Agrario les dio la razón a la Comunidad Indígena de Mezquitán, ordenando un avalúo por el INDAABIN para calcular el pago a valor comercial. Sin embargo, la SICT siguió interponiendo amparos frívolos, el último resuelto en diciembre de 2024, para retrasar lo inevitable.
Ahora lo que procede es que se ejecute la sentencia y que la SICT proceda al pago correspondiente, pero para ello se requiere el avaluó actualizado que debe realizar INDAABIN, donde ahora está el atorón con el tortuguismo de la dependencia.
Habrá que señalar que la Consejería Jurídica Federal del gobierno de la Presidenta Claudia Sheinbaum, coincide y recomienda, que lo que sigue es el cumplimiento de la sentencia y darle seguimiento hasta su conclusión, es decir, el pago en favor de la Comunidad.
Fue el 18 de junio pasado en el que mediante acuerdo, el Tribunal Agrario ordenó al Instituto de Administración y Avalúos de Bienes Nacionales (INDAABIN) que, en un plazo de 10 días, informe sobre el trámite del avalúo solicitado por la Secretaría de Infraestructura, Comunicaciones y Transportes (SICT), con apercibimiento de multa en caso de incumplimiento, pero a la fecha no tenemos conocimiento de que INDAABIN haya cumplido ese requerimiento.
Todos estos obstáculos del poder de la burocracia, de diversas formas, ha enfrentado la Comunidad Indígena de Mezquitán, diversas formas para retrasar el proceso de pago; ahora es el «tortuguismo» de INDAABIN, que ha ignorado plazos como el de 10 días establecido el 18 de junio de 2024, bajo amenaza de multa.
Esta demora impacta directamente a 333 familias, muchas lideradas por mujeres indígenas que enfrentan pobreza y marginación como resultado de esta injusticia prolongada.
Saúl Rodríguez Barajas, presidente del Comisariado de Bienes Comunales, expresó su frustración: “Llevamos 24 años luchando por nuestros derechos, mientras el gobierno promete justicia, pero no actúa”.
Esta situación no solo contradice el espíritu del «Año de la Mujer Indígena», sino que también desvirtúa la reforma constitucional de 2024, que reconoce a los pueblos indígenas como sujetos de derecho público y obliga a consultar y compensar por proyectos que afecten sus territorios.
CONTRADICCIÓN ENTRE DISCURSO Y REALIDAD
El gobierno de Sheinbaum ha desplegado iniciativas ambiciosas para apoyar a los pueblos indígenas. En su informe de 100 días, anunció un presupuesto de 221 mil millones de pesos para 2025 destinados al desarrollo de comunidades indígenas y afromexicanas, que incluye 17 planes de justicia ya en marcha y el inicio de 13 más.
Además, lanzó el programa Apoyo Financiero a Mujeres Indígenas y Afromexicanas Artesanas (MIAA) con 500 millones de pesos, y en diciembre de 2024 restituyó 2,178 hectáreas a comunidades rarámuris en la Sierra Tarahumara.
Estas acciones, combinadas con la designación de figuras históricas como Tecuichpo, Tz’ak-b’u Aha, Señora 6 Mono y Xiuhtlaltzin como emblemas del año, buscan visibilizar el legado de las mujeres indígenas.
No obstante, el caso de Mezquitán revela una desconexión alarmante. Mientras se celebran avances simbólicos, la SICT se resiste a pagar y INDAABIN incumple sentencias judiciales, dejando a las mujeres de esta comunidad sin la indemnización que les corresponde.
Esta contradicción no es un incidente aislado, sino un síntoma de un problema estructural: las políticas públicas, aunque bien intencionadas, a menudo no se traducen en justicia tangible. La reforma constitucional de 2024, que manda consultar y compensar, debería haber agilizado casos como este, pero la inacción gubernamental lo contradice, erosionando la confianza en las promesas de inclusión.
MÁS ALLÁ DE LOS JUEGOS DE PODER
La negativa de la SICT y el «tortuguismo» de INDAABIN en el caso de Mezquitán contradicen el espíritu del «Año de la Mujer Indígena». Esta comunidad, con sus 333 familias —muchas lideradas por mujeres que encarnan los valores que el gobierno dice proteger—, merece una resolución que trascienda la retórica.
Aunque Sheinbaum no ha abordado directamente el caso, su compromiso con la justicia social indica que, con información clara, podría impulsar una solución para que 2025 no sea un ejercicio vacío. El gobierno debe actuar con urgencia, asegurando el cumplimiento de las sentencias del Tribunal Agrario.
Solo así el discurso de reconocimiento a las mujeres indígenas se convertirá en hechos concretos, dejando atrás los juegos de poder y demostrando que la justicia no es negociable. La responsabilidad recae en Sheinbaum y sus dependencias: el tiempo apremia para alinear palabras con acciones.