NACIONALES
Impunidad garantizada

Opinión, por Luis Manuel Robles Naya //
Desde el largo periplo que lo llevó a la presidencia de la República, Andrés Manuel López Obrador usó una retórica basada en la crítica a los regímenes neoliberales, autoritarios y corruptos del PRIAN. Para remarcar la diferencia repetía como estribillo, “no somos iguales”, y convirtió en su villano favorito al expresidente Salinas de Gortari. Una gran ironía resulta que al término de su mandato resulten, salvo algunas proporciones guardadas, muy parecidos.
El autoritarismo es uno de los puntos de semejanza, al igual que el éxito electoral de sus políticas. Al término de su mandato Salinas conservó para su partido 30 entidades federativas y un congreso afín; López Obrador entrega 24 estados a su partido y el congreso con mayorías absolutas. Al final de la gestión de Salinas la economía quedó prendida de alfileres, con López Obrador también, pero con mayores salvaguardas, paradójicamente, dejadas por Salinas y los neoliberales satanizados.
En las diferencias, que son muchas, resalta la forma de ejercer el poder, particularmente en su relación con los estados de la federación. Lázaro Cárdenas y Carlos Salinas utilizaron el poder para afianzar su liderazgo, el primero urgido de sacudirse el Maximato Callista y el segundo para borrar la imagen de ilegitimidad de su elección fundamentalmente; el primero removió a 19 gobernadores durante su mandato y el segundo movió a 17 gobernadores, 8 por motivos electorales y el resto por conflictos en sus entidades o desencuentros políticos o por ser llamados al gabinete.
En ambos casos, esto sirvió para afianzar la gobernabilidad y establecer sin dudas la magnitud de su poder. En el caso de López Obrador, la relación con los gobernadores fue basada en la sumisión y obediencia. El poder fue ejercido en plenitud y los gobernadores comparsas, aún los de oposición que, sin un liderazgo partidista que los protegiera entregaron sus estados.
A diferencia de sus dos referentes presidenciales, uno admirado y el otro vilipendiado, López Obrador no necesitó mover gobernadores; centralizó el poder, la obra pública y lo demás lo hizo la ineficiencia de los gobernantes que recibieron a cambio cotos de impunidad.
Sin importar lo bueno o malo de las administraciones, bastaba la obediencia para ganar el favor presidencial y el reparto de embajadas y consulados fue generoso sin que denuncias de corrupción e ilegalidades fueran óbice. Así se incorporaron al servicio exterior: Carlos Ayza exgobernador de Campeche, Claudia Pavlovich de Sonora, Quirino Ordaz de Sinaloa, Omar Fayad de Hidalgo y Carlos Joaquín Gonzáles de Quintana Roo, todos ellos con cuestionamientos serios al final de su gobierno.
Hoy la práctica continúa; tras la elección del 2 de junio, 9 gobernadores han dejado la silla y unos han recibido la promesa de ubicación privilegiada mientras otros ya la ocupan, es el caso de Martí Batres que despacha en el ISSSTE, o Rutilio Escandón de Chiapas que será Cónsul en Miami, y Salomón Céspedes de Puebla en el Instituto Nacional de Migración, siguiendo con Carlos Merino de Tabasco y Cuitláhuac García de Veracruz que tienen prometido un “cargo estratégico”.
Atenidos a los hechos, López Obrador premió las deslealtades a sus partidos de los gobernadores de oposición y Claudia Sheinbaum estará pagando las cuentas de su antecesor en tanto se gana la lealtad de los sucesores.
Resalta el hecho de que, a diferencia de los presidentes anteriores, los de la denominada Cuarta Transformación no defenestran a nadie, ni siquiera a quien como Rocha Moya en Sinaloa altera las evidencias de un crimen del cual es sospechoso natural y que ha confesado que llegó al poder pactando con el narcotráfico, o a Cuitláhuac García cuyo gobierno está señalado como el peor que ha tenido su estado, o a Rutilio Escandón que dejó a su entidad inmersa en la violencia con comunidades enteras desplazadas y refugiadas en el extranjero. Por mucho menos que esto cayeron gobernadores priistas y hay exgobernadores en la cárcel o perseguidos y los que no, se han refugiado en Morena con cuya afiliación quedan libres de culpas, o protegidos como Javier Corral.
Se dice que todo esto sucedía también en el PRI del siglo pasado y que la complicidad protegía a los amigos dándoles impunidad y fueros, pero AMLO dijo que no eran iguales en Morena y que cambiaría el régimen para bien. No ha sido así, los priistas premiaban y castigaban, aquí no se castiga.
La corrupción campea por sus fueros, la opacidad es distintivo y la militancia garantía de impunidad. Definitivamente no son iguales, aunque en otros modos, malos modos, se parezcan demasiado.
ENTREVISTAS
Francisco Reséndiz Neri, candidato a juez de distrito: Juzgar con pasión, servir con independencia

Por Francisco Junco //
“Quiero seguir siendo juez porque es mi vocación y mi pasión. No busco poder, sino servir”, afirma con convicción Francisco Reséndiz Neri, Juez Séptimo de Distrito en Jalisco, mientras enfrenta un proceso inédito en México: la elección popular de jueces el 1 de junio de 2025.
Con más de 20 años en el Poder Judicial y nueve como titular en materia penal, Reséndiz, identificado con el número 25, defiende su trayectoria y su amor por los derechos humanos como su principal carta de presentación.
Un camino desde abajo
Reséndiz comenzó en los escalones más bajos del sistema judicial, como meritorio, haciendo copias y aprendiendo desde la base. Su carrera incluye roles como actuario penal, secretario del Supremo Tribunal de Justicia de Jalisco, y juez federal en materia de cateos y arraigos en la Ciudad de México, hasta llegar a la titularidad del Juzgado Séptimo de Distrito.
“Me mueve, el hecho de que creo que esto tiene que mejorar en la selección y que se requerirán personas de experiencia, personas independientes, que contribuyan a que subsista lo que es propiamente la división de poderes, la democracia como la conocemos actualmente, porque la defensa más cercana que tiene el ciudadano y todas las personas contra cualquier acto arbitrario, es precisamente el juicio de amparo, único en el mundo que permite anular cualquier acto”, señala, destacando su compromiso con la división de poderes y la democracia.
Retos de una elección sin precedentes
En entrevista con Conciencia Pública, Reséndiz aborda con franqueza los desafíos de esta elección. “Será difícil que la gente vote con cientos de nombres en una boleta, sin partidos ni propuestas tangibles”, admite. Reconoce riesgos, como la posible influencia de poderes fácticos, incluido el crimen organizado, pero insiste en que la solución es simple: “Apegarse a la ley, al caso concreto y a la Constitución”. Su experiencia, dice, es su escudo contra presiones externas.
Dilemas judiciales
Francisco Reséndiz Neri reconoce que uno de los grandes dilemas actuales en la labor jurisdiccional es la falta de una postura clara de la Suprema Corte respecto a la jerarquía entre los tratados internacionales y la Constitución.
“Muchos jueces, actuando de manera fundada, han establecido que debe prevalecer el tratado sobre la Constitución en ciertos casos, especialmente cuando se trata de derechos humanos”, explica. Sin embargo, esa práctica ha generado reacciones del poder legislativo, que habla de afectaciones a la soberanía nacional. “El problema es que cuando un juez aplica el tratado por encima de la Constitución, aunque sea para proteger derechos humanos, puede ser señalado o etiquetado, y eso no debería pasar”, señala.
Una justicia humana y equitativa
Cuenta cómo, en un caso de abuso sexual contra un menor, “coincidía la edad con la de mi hija. Estás tentado a echarle más cosas, pero no puedes. Tienes que ser objetivo. No puedes decidir por lo que sientes” y reafirmó que la objetividad no lo aleja de la empatía, “hay que ponerse en los zapatos de los otros. Todos tienen un proyecto de vida, todos merecen respeto”.
Propuestas claras
¿Por qué votar por él? Reséndiz enumera tres razones:
“Quiero que votes por mí porque tienes derecho a una persona capacitada. Quiero que votes por mí porque tienes derecho a una persona que ha administrado justicia y que tiene noción de lo que es o son los actos injustos. Y, tres, quiero que votes por mí porque siempre dialogaré por la protección de los derechos de las personas. Esa es mi directriz”, subraya.
Deuda histórica con las víctimas
Para Reséndiz Neri, el sistema penal mexicano tiene una deuda histórica con las víctimas, “el sistema ha privilegiado la forma sobre el fondo”, lamenta. Y pone un ejemplo elocuente, “no es lo mismo liberar a alguien porque no se leyó un derecho a tiempo, que porque no se comprobó su responsabilidad. Hay que cuidar las formas, sí, pero sin perder de vista la justicia de fondo”, apunta. Desde esa visión, Francisco Reséndiz cree necesario revisar la legislación para que no se convierta en un laberinto que sirva como impunidad.
El juez habla con firmeza sobre temas que no todos tocan con tanta claridad, por ejemplo, aseguró que la diversidad llegó para quedarse. “No puede haber discriminación por preferencia sexual, por origen étnico o por discapacidad. Es una deuda histórica que tenemos con los grupos vulnerables”. Defiende los protocolos para juzgar con perspectiva de género, y asegura que su compromiso es procurar una justicia que no sólo sea formalmente igual, sino sustantivamente justa.
En un México donde la desconfianza hacia las instituciones prevalece, Reséndiz ofrece su trayectoria: nueve años como titular del Juzgado Séptimo de Distrito y una carrera forjada en la experiencia.
En la inédita elección de jueces del 1 de junio de 2025, lamenta no poder prometer resultados tangibles como un político que ofrece obras públicas. “Solo prometo proteger los derechos de quienes lleguen a mi juzgado, porque así lo manda la Constitución”, asegura con convicción. “No lo hago por poder, sino por deber”.
CARTÓN POLÍTICO
Herida abierta
NACIONALES
Daniel Cosío Villegas y el dominio presidencial

Conciencia con Texto, por José Carlos Legaspi Íñiguez //
Muy certero el dicho aquel de “quien no conoce la historia está condenado a repetirla”.
Daniel Cosío Villegas, historiador, economista, catedrático, intelectual reconocido por tirios y troyanos, escribió varios libros que dieron luz para comprender cómo se hizo y cómo funcionó el Sistema Político Mexicano, confeccionado por revolucionarios, entre los que sobresalen, Álvaro Obregón, Venustiano Carranza, Plutarco Elías Calles, Lázaro Cárdenas y otros.
Don Daniel Cosío Villegas, quien tuvo que aclarar la mentirijilla que propagó de haber nacido en Colima, en 1900, cuando en verdad nació en la Ciudad de México en 1898, estableció en varios de sus libros, ensayos y textos, que México vivió alrededor de 70 años un sistema autoritario, presidencial y con un partido dominante.
Habrá que estar muy atentos a lo escrito por este sociólogo y diplomático que desnudó y encabritó a no pocos miembros de la élite que gobernó nuestro país desde que la Revolución se bajó del caballo hasta que llegó Fox con sus botas piteadas.
Don Daniel consideró que los poderes metaconstitucionales, de por sí concesionados en la Magna Carta de 1917, motivaron la Centralización del Poder en los rubros de política, economía y geografía. Esta concentración fue perversa, centralista y castrante para el resto de las entidades de la República. Tiempos hubo que en política “no se movía una hoja del árbol” sin la aprobación del Presidente de la República (así con mayúsculas) porque su poder era inmenso, total y arbitrario.
La subordinación de las autoridades municipales, estatales, así como de los poderes Legislativo y Judicial, al omnímodo poder presidencial se tornó, incluso, patético, absurdo y kafkiano.
El presidente priista en turno era un dios sexenal, que hacía y deshacía según su voluntad, su ánimo y sus intereses personales y de grupo. ¡Ay de aquél o aquellos que osaran ir en contra de la voluntad del todopoderoso presidente! Le esperaba cárcel, muerte política o… de veras.
Con esas condicionantes se canceló así la actividad política como factor de movilidad social; brilló la ausencia de un programa político claro y se apoderó del poder el oportunismo descarado y descarnado de las huestes “hienas” que pululan siempre buscando la carroña que dejan los “leones” de la grilla.
Un factor más fue el partido único, mediante el cual se legitimaron los cambios sexenales para aparentar la democracia hacia afuera, hacia los observadores mundiales. Mientras se mostraba esa falsa careta democrática al interior del partidazo y de otros partidos paleros, se practicaba la sumisión total al detentador del poder político.
Don Daniel Cosío Villegas publicó en 1972, bajo el auspicio de la Universidad de Texas, su ensayo “El sistema político mexicano, las posibilidades de cambio”.
Estableció que la creación del Partido Nacional Revolucionario, ideado en 1920, pero nacido hasta 1929, fue creado para eliminar el caudillismo de los neopolíticos postrevolucionarios, la mayoría hombres de armas, y así disminuir la violencia. Esto generó la “pax post revolución”, con el beneficio de sentar bases sólidas de la economía y algunos programas con objetivos sociales.
Octavio Paz, premio Nóbel de Literatura, solía decir que Cosío Villegas, “nos hizo conscientes de la dignidad humana”. Cosío Villegas fue director de la Escuela de Economía de la UNAM en 1933. Fue el primer director del Fondo de Cultura Económica, de 1934 a 1948 y presidente del Colegio de México de 1957 a 1963. Justamente don Daniel, siendo diplomático en Portugal, sugirió al entonces presidente Lázaro Cárdenas del Río, traer a México a los intelectuales españoles perseguidos por Francisco Franco por su afán republicano.
Ellos, los refugiados españoles fundaron la Casa de España, a la postre convertida en el Colegio de México. En 1943 el presidente Manuel Ávila Camacho aprueba y se crea el Colegio Nacional. Entre sus iniciadores está don Daniel Cosío Villegas y los jaliscienses, José Clemente Orozco, Enrique González Martínez, Mariano Azuela, acompañados por Manuel Sandoval Vallarta, Carlos Chávez, Alfonso Reyes, Alfonso y Antonio Caso, Ignacio Ochoterena, Diego Rivera, José Vasconcelos e Ignacio Chávez.
Cosío Villegas estableció que “el dominio presidencial mata todo espíritu cívico y convierte la vida política del país en una farsa profundamente aburrida”.
A este gran pensador mexicano se le consideró un liberal constitucionalista. Sus palabras parecieran resonar en estos tiempos de regresión al tiempo en que el sistema político mexicano se regía por el autoritarismo, la descalificación de los adversarios, la sumisión de los poderes, la compra de voluntades, el absolutismo y totalitarismo encarnado en un partido único al servicio del presidente en turno.
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