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MUNDO

La modelación de nuevas sociedades; apuntes sobre guerra simbólica: ¿Qué pasó en Bolivia?

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Por José Negrón Valera //

Durante la presidencia de Evo Morales Bolivia logró reducir la pobreza a la mitad. Fue el país que más creció en Latinoamérica en los últimos años, logró una redistribución de la pobreza y el respeto a las identidades locales de poblaciones históricamente excluidas. No le sirvió de nada. ¿Por qué? Porque se subestima el poder del imaginario colectivo.

Con Chávez ocurrió algo similar. Nunca antes en Venezuela se vivió tal nivel de bienestar como el que se alcanzó en el periodo entre 2006 y 2012. Miles de venezolanos, la mayoría de ellos opositores a la revolución bolivariana, viajaron por el mundo con dólares preferenciales producto de la bonanza petrolera de esos años.

Mejoraron su posición económica, adquiriendo viviendas y automóviles, producto de las políticas de créditos sociales y del enorme poder adquisitivo del bolívar. Aun así, nunca cambiaron su opinión adversa al presidente venezolano.

¿Qué pasó? Por qué las realidades de bienestar concreto, real, vivido, no permiten a las personas cambiar sus percepciones. Por qué, por ejemplo, son capaces de seguir atadas al discurso ‘antisocialismo’, aun cuando tiene en sus manos pruebas concretas de la eficacia de dicho sistema.

LA CLAVE ESTÁ EN LO INMATERIAL

En la novela Reyes y dinosaurios se describe la manera en que se diseñan los programas de ingeniería social disfrazados de programas gubernamentales, tendencias filosóficas y movimientos artísticos. En un fragmento de dicha obra uno de los agentes encargados de pensar cómo los símbolos pueden ser usados para derrocar Gobiernos comenta sus hallazgos:

«Había dado con el entendimiento cierto sobre la dimensión omnipresente del poder. Aquel cuya imposición no es visible. Aquel que actúa sin la figura del represor, sino a través de su sospecha, por intermedio de la intuición, de lo que sobrevendrá. (…) Usa el miedo para cohesionar su legión, pero no a través del miedo a perder, sino a dejar de-ser-eso-que-se-les-ha-prometido. Perfeccionó e hizo herramienta útil la muy patrocinada necesidad de pertenecer a la élite. La gente gusta de estar en grupos, pero no en cualquier grupo, sino en aquel que es más manada que el resto, aquel que come el pasto verde mientras los otros se conforman con la sal y la melaza. Hizo suyo el mito colonial, la segregación de las castas y los linajes, institucionalizó la subordinación e hizo del eurocentrismo su núcleo, su meca a la cual voltean y doblan sus rodillas el resto de ansiosos aspirantes.

Los que desean adorar, los que temen no embarcarse en el tren que los conducirá hacia otra clase de existencia, los que temen que el mundo siga su marcha y los deje atrás. (…) Crea una élite, un estamento que obedece y que olvida su pasado, su origen, el vientre materno, los juegos triviales; les borra el rastro de vuelta y los convierte en esclavos, en los edulcorados y muy eunucos ciudadanos del mundo, donde no hay patria y el arraigo avergüenza, donde la tradición huele a derrota y los ancestros saben a metal, a oxidado metal, a pesados grilletes». 

Los dos símbolos más potentes que se utilizaron para modelar las sociedades latinoamericanas fueron el discurso religioso y el mito del progreso. Perder «eso-que-se-les-ha-prometido» se concreta, literalmente, en el miedo a no alcanzar el American Way of Life, de la maquinaria propagandística, pero también a evitar la castradora culpa del ‘pecado original’ católico. 

Un ‘paraíso prometido’ y un ‘sueño americano’ blanco, occidental y liberal, que por cierto, dejó por fuera esta existencia al 99% de la población latinoamericana, primero en el siglo XVI y luego con la avanzada imaginacional que puso a Estados Unidos como el modelo a seguir luego de la Segunda Guerra Mundial.

Quienes no entran en el estereotipo, tienen tres caminos desde el punto de vista de la élite: Someterse silenciosamente, canalizar su frustración convirtiéndose en verdugos de sus iguales o ser aniquilados como ocurre en Chile, Haití, Ecuador, Bolivia.

El mecanismo mitad culpa y mitad endorracismo adquiere entonces la forma de militares hincados ante una biblia minutos antes de cumplir la guerra santa que el neoliberalismo impuso en Latinoamérica a través de un Plan Cóndor y de una colonización medieval que aún se mantienen vigentes.

«La gente no vota por realidades sino por expectativas»… es una ley del márquetin electoral. Usualmente se les paga muy bien a los consultores solo para decir esa frase en conferencias. Lo dramático es que tienen razón. Aunque casi nunca explican el por qué ocurre esto.

 

EL EXPERIMENTO DE LOS CLARCK

Los indígenas que en Bolivia han participado en el golpe de Estado son esclavos de algo que no logran entender. Está allí, sí, como una molestia a la que no pueden ponerle nombre. Que los hace actuar con una violencia descarnada, derrotados ante un amo invisible que les ha gobernado desde niños.

Algo que han aprendido quienes se dedican al modelaje social es que los bloques constitutivos de la colonización comienzan a erigirse en la infancia.

Es en esta edad donde el efecto resulta más estremecedor y perecedero. ¿Se ha preguntado usted por qué cuando coloca un video infantil en Youtube, la publicidad que aparece usualmente es de un cantante de reguetón? Siendo las herramientas altamente específicas para lograr un mejor posicionamiento y segmentación de la audiencia, ¿usted cree que es casual que a su niño de cinco años lo bombardeen con material de consumo de adultos? Sabe por qué lo hacen. Porque están garantizando su próxima generación de consumidores a través de un modelado de sus percepciones.

No es un invento de los productores musicales, ya Thomas Bernays el creador de la teoría de la propaganda (sobrino de Freud, por cierto) estaba muy claro en que si las sociedades democráticas (entiéndase de nuevo las gobernadas por blancos, anglosajones, liberales) querían perpetuarse debían apelar a estrategias mucho más profundas que la fuerza.

Bernays ideó una ‘teoría del consentimiento’ explicada en los siguientes términos:

«La manipulación consciente e inteligente de los hábitos y opiniones organizados de las masas es un elemento importante en la sociedad democrática. Aquellos que manipulan este mecanismo invisible de la sociedad constituyen un Gobierno invisible, que es el verdadero poder gobernante de nuestro país. Somos gobernados, nuestras mentes son moldeadas, nuestros gustos formados, nuestras ideas sugeridas, en gran medida por hombres de los que nunca hemos oído hablar. Este es un resultado lógico de la forma en que está organizada nuestra sociedad democrática».

Cómo se llega a esto. Es aquí donde entran los medios masivos de difusión de contenido (TV, Prensa, Radio), pero también el saber que se produce en las universidades, los movimientos artísticos y las tendencias que inundan las narrativas, las estéticas, los gustos musicales. Nada queda fuera de ello. ¿Si es efectivo o no para dirigir el destino de las sociedades?, pues nada más tenemos que atender al experimento realizado en los cuarenta por los sociólogos estadounidenses Kenneth y Mamie Clark. 

Estos científicos sociales reunieron un grupo de niños y les hicieron preguntas sobre dos muñecas, una blanca y una negra.  Los resultados fueron un electroshock para quienes desde el statu quo deseaban mantener oculto el racismo terrible de la sociedad norteamericana.

«El 63% de ellos dijo que preferiría jugar con la muñeca blanca. La mayoría dijo que la muñeca blanca era más bonita que la muñeca negra y, en la respuesta más conmovedora de todas, el 44% de los niños negros dijo que la muñeca blanca se parecía más a ellos».

Para el profesor de la Universidad de Harvard William Julius Wilson, el que los niños consideraran que el «blanco era más hermoso que el negro» resultó absolutamente ‘devastador’ para la opinión pública de aquel momento y fue usado para comenzar a poner fin a las leyes de segregación. ¿Les fue bien?

En el 2009 el programa estadounidense Good Morning América replicó el experimento de los Clark para ver qué había cambiado. A pesar de que en la reseña que hace la cadena, se consideran optimistas sobre cuánto ha avanzado la sociedad estadounidense, ver el video es un despertar automático para quien cree que el debate político actual es sobre meros modelos económicos.

«LA MENTE DE LA HUMANIDAD»: EL OBJETIVO

La verdadera guerra que hay que ganar es la cultural. La lucha es civilizatoria y se encuentra en efervescencia por todo el globo.

Las redes de tanques de pensamiento, concentradas en El Movimiento, la iniciativa impulsada por Steve Bannon, exasesor de Trump, llevan un trecho largo de ventaja sobre los pueblos.

La razón es que ellos sí entienden que para apuntalar las transformaciones económicas que necesitan, lo primero en que deben influir es «en el cuerpo viviente de la cultura», para así conquistar «la mente de la humanidad», tal como lo explica Luis Britto García en su obra El imperio contracultural. 

Lo alarmante es que sí lo están logrando.

En 2006, las corporaciones Disney, Time Warner, NBC Universal, Fax Studios (NewsCorp) y Viacom representaban el 79% de la producción cinematográfica y el 55% de la distribución mundial, según el investigador español Manuel Castell.

Una monopolización de lo que vemos y por supuesto, del cómo pensamos. Sin embargo, mientras en la pantalla se nos aletarga con la idea de que avanzamos hacia una sociedad tecnológica de progreso ilimitado, las imágenes que nos llegan de la realidad cruda y concreta nos cuentan algo muy distinto.

Se nos venden viajes a Marte, inteligencia artificial, transhumanos, pero en la vida verdadera no salimos del ciclo de violencia, del racismo colonial, de las masacres de niños como las que en estos momentos se silencian en Palestina. Una realidad medieval, edulcorada por los filtros de las redes sociales.

Esta contradicción no es casual. Lo que se nos está diciendo, y prácticamente a gritos, es que en la fiesta idílica del futuro no estamos invitados. Y que además, nos guste o no, tendremos que conformarnos con despedazarnos los unos a los otros, mientras los que tiran de los hilos terminan de decidir qué hacer con nosotros.

Para todos los que resistimos en El Alto, en Gaza, en Yemen, en Caracas, en Santiago;  Para quienes no aceptaremos resignados y con los brazos cruzados, se vienen tiempos interesantes. Ya lo decía Edward Said, la historia está repleta de opresiones e injusticias, pero también de heroísmos y resistencias, y «en la abrumadora mayoría de los casos», estas últimas son las que han terminado triunfando.

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El nacionalismo de Donald Trump: ¿Una solución o un riesgo?

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Opinión, por Samantha Contreras Guerrero //

La victoria de Donald Trump, basada en un mensaje de fuerte nacionalismo, marca un cambio que impactará tanto a Estados Unidos como al resto del mundo. Sus promesas de traer empleos de vuelta y proteger la economía estadounidense responden al descontento de muchos de sus votantes.

Su idea de “América Primero” busca hacer que Estados Unidos sea más independiente y fuerte, pero en un mundo tan conectado, esta visión enfrenta muchos retos y posibles problemas.

Para los estadounidenses, en un mercado donde casi todo se produce a través de cadenas internacionales, enfocarse en lo nacional podría hacer que los precios aumenten y haya menos opciones para los consumidores. Este tipo de enfoque proteccionista no solo implica costos altos para las empresas, sino que podría dar una falsa idea de seguridad económica, ya que el crecimiento estaría limitado solo al mercado interno, dejando de lado oportunidades con otros países.

En el ámbito internacional, el enfoque nacionalista de Estados Unidos genera preocupación entre sus aliados. Países como México, que dependen en gran medida del comercio y la inversión estadounidense, ven en riesgo la posibilidad de mantener relaciones estables e igualitarias.

El decremento en sectores como el nearshoring —donde América Latina ha visto una oportunidad de crecimiento— podrían ser afectados con este tipo de políticas. Además, al alejarse de acuerdos internacionales, Estados Unidos podría debilitar el sistema de cooperación global, necesario para enfrentar problemas complejos como el conflicto en Oriente Medio o la crisis climática.

La gran pregunta es si este regreso al proteccionismo es una solución real a los problemas económicos actuales. La inflación y la desigualdad están en aumento en todo el mundo, y Estados Unidos no es la excepción. En lugar de cerrarse, podría beneficiarse de una política que tome en cuenta las necesidades de todos sus sectores, buscando reducir las diferencias internas como la acumulación de riquezas, sin renunciar a los beneficios del comercio global.

El nacionalismo de Trump es una reacción a los problemas de un sistema económico que ha dejado atrás a muchas personas en Estados Unidos. Sin embargo, en un mundo hiperconectado, el aislamiento no puede evitar generar preocupación. Aunque la intención de proteger a los ciudadanos es válida, esta ideología corre el riesgo de afectar a largo plazo a aquellos mismos sectores que busca ayudar, reduciendo la capacidad de Estados Unidos para influir y crecer en la economía global.

E-mail: samcg2002@gmail.com

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Querámoslo o no, Donald Trump ha vuelto

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Desde los campos del poder, por Benjamín Mora Gómez //

Lo recuerdo, era mi cumpleaños 20 y también domingo, y corría el año de 1973, y mi padre me regalaba “El Gran Gatsby”, la muy apasionante novela de F. Scott Fitzgerald, dos de sus ejes contenidos me cautivaron: La alienación y el impulso de Jay Gatsby por sentirse aceptado por una alta sociedad segregante, aun y a pesar de ser inmensamente rico, realidad que quizá se expresa más claramente en una frase de la obra: “La vida es una lucha de apariencias, una lucha de lograr y de tener más de lo que uno merece”.

Donald Trump es un claro ejemplo, muy actual y presente en el mundo, de la fuerza del impulso de tenerlo todo: Poder económico y poder político. Donal Trump está entre los hombres más ricos de Estados Unidos, y fue el 45º y será el 47º presidente de aquella nación.

Donald, quien perdió en 2020 ante Joe Biden al buscar reelegirse como presidente de Estados Unidos, cuatro años después descarriló a Biden en su también anhelada reelección, obligándolo a abandonar la carrera presidencial, y derrotó ampliamente a Kamala Harris, la relevo en el Partido Demócrata.

Donald Trump ha vuelto al poder más fuerte de lo jamás imaginado para cumplir con sus planes de preeminencia y grandeza norteamericana e imponer su visión conservadora de Estados Unidos ante sí mismo y ante el mundo. Trump es un hombre transparente; jamás deja nada a la imaginación y dudas de sus seguidores y detractores. Así, por ejemplo, para él, la Teoría de Género tiene los días contados en EEUU y sus promotores sabrán que tienen ante sí a su peor pesadilla.

El presidente Donald Trump, a partir del 20 de enero próximo, actuará con todo el poder para poner orden en su frontera con México en dos temas fundamentales, las acciones de los cárteles de la droga, declarándolos terroristas, y el tráfico humano, ambos vistos como gravísimas omisiones del expresidente Andrés Manuel López Obrador. Marco Rubio, próximo secretario de Estado norteamericano, lo ha acusado públicamente, y nos lo recordará todos los días. Rubio es de palabra dura y mano aún más dura. Para Trump y Rubio los narcotraficantes son terroristas y los perseguirá con toda la fuerza del Estado norteamericano.

La esperanza nunca debería sustentarse en la venganza. No entiendo a quiénes cifran la satisfacción de su venganza hacia López Obrador en Marco Rubio. Sea cual fuere el resultado de la dureza del nuevo secretario de Estado norteamericano, es mi deseo que México vuelva, de mutuo propio, al orden y la paz, y que el gobierno y el congreso mexicanos no nos convoquen a rasgarnos las vestiduras ante las exigencias norteamericanas. Son justas.

En México, muchos de quienes estaban a favor de Kamala Harris, hoy se muestran muy a favor de Donald Trump. Su nacionalismo se mantiene muy firme; sin embargo, aceptan que ya es tiempo de poner en orden las cosas en México pues el estado mexicano, sin duda, está doblegado y resquebrajado ante los cárteles de la droga. Claudia Sheinbaum no ha demostrado estar dispuesta a cumplir a cabalidad con su mandato presidencial en materia de seguridad a pesar de los buenos oficios de Omar García Harfuch pues, peor, no desea tomar el mando que aun detenta López Obrador.

Sheinbaum deberá entender que solo tiene de dos sopas, o se arma de valor ante los cárteles y los traficantes de gente y los combate con toda la fuerza del Estado mexicano, o los gringos cumplirán con esa su obligación constitucional, interviniendo aun en nuestro territorio. Que de nada le valdrán las bravatas de Marcelo Ebrard en materia económica ante los gobiernos norteamericano y canadiense.

Que esto nos es pleito entre escolapios en donde uno echará al otro a su padre que es bombero y lo mojará con su manguera, y el otro a su padre que es policía y lo llevará a la cárcel. Que en cosas de gobierno se actúa conforme a la ley y se cumple con los tratados internacionales. Que Naciones Unidas tiene un centro en contra del terrorismo que a México obliga.

Un adelanto de la presión internacional que el gobierno de México enfrentará en los años próximos ya lo recibimos en esta semana. La calificadora Moody’s cambió de estable a negativa la perspectiva económica de México por el debilitamiento de nuestro Estado de derecho por la reforma judicial y el deteriorado entorno institucional gubernamental, el esperado aumento en el costo de la deuda internacional de México y la mayor rigidez del gasto público, que podrían socavar nuestros resultados fiscales y económicos.

Tanto Moody’s, como los principales analistas de los futuros económicos en el mundo, coinciden en calificar como de muy alto riesgo la reciente reforma aprobada por Morena, PT y Verde al Poder Judicial. Sheinbaum, obedeciendo a López Obrador, ha decidido alterar los controles y equilibrios del poder político y económico en México, y eso se le, se nos, cobrará muy caro.

Quiero invitarte a pensar en que Trump no está para salvarnos, ni Rubio para vengarnos. Ellos tienen sus tareas más allá del Rio Bravo. De este lado, todo depende de nosotros. Vamos, ni Sheinbaum hará nada para salvarnos; a ella solo le interesa obedecer a López.

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En riesgo la hegemonía estadounidense: El retorno de Donald Trump; retos económicos y sociales

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Actualidad, por Alberto Gómez R. //

En los últimos cuatro años, la economía y la cohesión social de Estados Unidos han enfrentado un deterioro significativo, marcando uno de los periodos más complicados en su historia reciente.

La administración de Joe Biden, aunque intentó implementar políticas para estimular la recuperación tras la pandemia de COVID-19, dejó profundas brechas económicas y sociales que ahora desafían al presidente electo Donald Trump. Con un escenario global en transformación y un entorno interno polarizado, Estados Unidos se encuentra en un momento crítico de redefinición de su papel como potencia mundial.

LA ECONOMÍA BAJO LA ADMINISTRACIÓN DE BIDEN

La inflación se convirtió en uno de los mayores retos durante la administración Biden. La epidemia de Covid-19 dejó tras de sí trastornos económicos; en junio de 2022, la inflación alcanzó un pico histórico del 9.1%, las tasas más altas que los estadounidenses han experimentado en 40 años, según la Oficina de Estadísticas Laborales (BLS) lo que, por supuesto, en la práctica suponía un recorte salarial. La explosión del gasto militar para apoyar las guerras en Ucrania y Gaza también ha alimentado la inflación.

Como resultado, el nivel de vida de las y los trabajadores estadounidenses ha disminuido bajo la administración Biden, mientras que el auge del mercado de valores ha ayudado a las y los estadounidenses más ricos a hacerlo bastante bien. Este fenómeno, impulsado por interrupciones en las cadenas de suministro globales, estímulos fiscales masivos y el aumento de los precios de la energía, erosionó el poder adquisitivo de las familias estadounidenses. Aunque las medidas de la Reserva Federal lograron reducir la inflación a un 3.7% al cierre de 2024, esta cifra seguía por encima del objetivo del 2%, lo que refleja un entorno económico aún frágil.

El aumento del costo de vida se manifestó en productos esenciales. Según la Administración de Información Energética (EIA), el precio promedio de la gasolina aumentó un 40% entre 2020 y 2024. Asimismo, los alimentos básicos experimentaron un incremento promedio del 25%, afectando especialmente a las familias de ingresos medios y bajos. Esta situación exacerbó la desigualdad, ya que los salarios reales apenas crecieron un 3% durante el mismo periodo, según el Economic Policy Institute.

DÉFICIT FISCAL Y DEUDA PÚBLICA

El déficit fiscal alcanzó los $1.7 billones en 2024, mientras que la deuda pública superó los $36 billones, según la Oficina de Presupuesto del Congreso (CBO), un incremento alarmante respecto a los $27 billones reportados al inicio de la administración Biden. Este nivel de endeudamiento, alimentado por programas de estímulo económico y políticas de infraestructura, limita la capacidad del gobierno para responder a futuras crisis económicas. Además, el creciente costo del servicio de la deuda, derivado del aumento de las tasas de interés, se ha convertido en una carga significativa para el presupuesto federal.

La brecha económica continuó ampliándose durante la administración Biden. El 1% más rico de la población concentró el 38% de la riqueza total en 2023, mientras que los sectores más vulnerables enfrentaron mayores dificultades para acceder a empleos estables, y apenas aumentaron un 4% en términos reales, según un informe de la Oficina del Censo. Según el Departamento de Trabajo, el empleo precario representó el 30% de los nuevos puestos creados entre 2020 y 2024, con un aumento notable en los contratos temporales y trabajos a tiempo parcial. Esto ha exacerbado la pobreza en comunidades vulnerables, con un índice de pobreza que aumentó del 11.4% en 2020 al 14.7% en 2024.

En 2016, Hillary Clinton demostró su desprecio por los partidarios de Trump, entonces abrumadoramente blancos, etiquetándolos como “los deplorables”, en lugar de tratar de reconocer la fuente de su ira: la gran desigualdad en el statu quo económico. Ocho años después, con un apoyo a Trump mayor en prácticamente todos los grupos demográficos, es imposible ignorar la desesperación económica que alejó del Partido Demócrata a las y los electores, cuando Biden seguía presumiendo de que la economía estadounidense durante su mandato es “la más fuerte del mundo”.

FACTORES SOCIALES: POLARIZACIÓN Y RADICALIZACIÓN

La polarización política se ha intensificado, dando lugar a movimientos separatistas que, aunque minoritarios, representan una amenaza para la unidad del país. Uno de los fenómenos más alarmantes es el resurgimiento de movimientos secesionistas en estados como Texas y California.

Líderes locales y organizaciones políticas han planteado referendos para separarse de la unión federal, alegando incompatibilidades políticas y económicas. Aunque estos movimientos no tienen un apoyo mayoritario, su existencia refleja una fragmentación preocupante en la unidad nacional. Grupos como «Texit», que abogan por la independencia de Texas, han ganado tracción en sectores conservadores descontentos con las políticas federales. Estas iniciativas reflejan el creciente desencanto con el sistema político.

La radicalización ideológica también se ha intensificado. Los crímenes de odio aumentaron un 18% entre 2020 y 2024, según el FBI, afectando principalmente a comunidades afroamericanas, asiáticas, judías y musulmanas. Este aumento está vinculado al resurgimiento de grupos extremistas y al uso de las redes sociales como plataformas para propagar discursos de odio.

RETOS ECONÓMICOS Y SOCIALES

Con la reelección de Donald Trump, Estados Unidos se adentra en un periodo de grandes desafíos. Su promesa de «recuperar la grandeza estadounidense» enfrenta múltiples obstáculos, tanto internos como externos.

Trump ha anunciado un ambicioso plan para reindustrializar Estados Unidos y reducir la dependencia de las cadenas de suministro globales. Sin embargo, implementar esta estrategia requerirá superar barreras como la resistencia de aliados comerciales y la necesidad de inversiones masivas en infraestructura. También deberá manejar las tensiones con China, el principal socio comercial de Estados Unidos, en un momento en que las relaciones bilaterales están en su punto más bajo en décadas.

El presidente electo ha prometido recortes de impuestos para estimular el crecimiento económico, pero esta medida podría agravar el déficit fiscal si no se acompaña de reducciones en el gasto público. Además, la capacidad de implementar estas políticas dependerá de su habilidad para negociar con un Congreso dividido, donde los demócratas probablemente resistirán cualquier iniciativa que reduzca programas sociales.

El enfoque de Trump en políticas ultraderechistas, incluida la restricción de la inmigración y la eliminación de regulaciones ambientales, podría generar más divisiones. Aunque estas medidas cuentan con el apoyo de su base electoral, enfrentan la oposición de sectores progresistas y moderados, lo que podría derivar en mayores tensiones sociales.

EL FIN DE LA HEGEMONÍA ESTADOUNIDENSE

El bloque BRICS+ ha emergido como un desafío significativo para la hegemonía estadounidense. Con la inclusión de nuevos miembros como Arabia Saudita, este grupo busca crear un sistema financiero alternativo que reduzca la dependencia del dólar. Según el Banco Mundial, el comercio intrabloque creció un 15% anual durante los últimos cuatro años, fortaleciendo su influencia económica y política.

El dólar, pilar del sistema financiero internacional, está perdiendo su posición dominante. Según el Fondo Monetario Internacional (FMI), la proporción de reservas globales en dólares cayó del 61% en 2020 al 55% en 2024. Este descenso refleja una creciente diversificación hacia monedas como el yuan chino y el euro, impulsada por iniciativas del BRICS+ y otros bloques emergentes.

En el ámbito militar y geopolítico, Estados Unidos enfrenta el ascenso de China como potencia dominante en el Pacífico y la reactivación de Rusia en Europa del Este. Además, la influencia de potencias regionales como Irán y Arabia Saudita en el Medio Oriente limita la capacidad de Estados Unidos para mantener su dominio en esta región estratégica.

El futuro socioeconómico de Estados Unidos dependerá en gran medida de la capacidad de la administración Trump para manejar una economía debilitada, una deuda insostenible y una sociedad fracturada. La reconciliación política y la creación de un camino inclusivo para el desarrollo serán cruciales para evitar una crisis prolongada.

Aunque Trump tiene un historial de promover el crecimiento económico, los riesgos asociados con su estilo confrontacional y sus políticas divisivas no pueden ser ignorados. El equilibrio entre reformar el status quo y evitar una mayor radicalización será la prueba definitiva para su liderazgo.

Estados Unidos enfrenta uno de los periodos más complejos de su historia contemporánea. La administración Biden dejó un legado de desafíos económicos y sociales que el presidente electo Donald Trump deberá abordar en un contexto de polarización interna y competencia internacional.

El éxito o fracaso de las políticas de Trump determinará no solo el rumbo de Estados Unidos, sino también el equilibrio de poder en el mundo. Sin embargo, para superar estos retos, será necesario un liderazgo que trascienda la retórica divisiva y busque soluciones inclusivas y sostenibles. En un mundo cada vez más multipolar, el destino de Estados Unidos dependerá de su capacidad para adaptarse a las nuevas realidades globales sin perder de vista los principios democráticos y la cohesión interna que alguna vez lo definieron como nación.

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