JALISCO
Claudia Sheinbaum ante la agresión gringa
Desde los Campos del Poder, por Benjamín Mora Gómez //
Sostengo que la democracia no es para cualquiera, pues exige de una gran responsabilidad al discernir y elegir a quién le daremos el poder de gobernar la patria, y eso pesa mucho para las conciencias insípidas, para la gente de onanismos mentales. Por ello, muchos de quienes viven de la política sucumben en medio del juego de meretrices, hombres y mujeres, del poder.
Hoy, una realidad superior e implacable se impone a Claudia Sheinbaum y a Morena con sus aliados: El supuesto segundo piso de la 4T, hoy se dirige desde la Casa Blanca. Su otrora líder —Andrés Manuel López Obrador— se apaga ante los rayos y centellas de Donald Trump. Los acentos con timbre tabasqueño han dejado de retumbar ante el terror de acallarse tras rejas y muros sordos norteamericanos. La justicia estadounidense resolverá las injusticias mexicanas y los abusos de quien recién dejó Palacio Nacional.
Hoy, cada vez que Donald Trump abre su boca para amenazar a México, temo se destapen nuevas cloacas del pasado inmediato y lejano. Trump ofende, hiere y atemoriza a quienes se sintieron inviolables, aunque ellos y ellas violentaran todo cuanto estuvo a su alcance.
Así es de simple: no hay otro Trump y aún le queda tiempo para cumplir sus caprichos transcritos en órdenes ejecutivas que en México también se cumplen. A pregunta reciente de un periodista norteamericano, Donald Trump dejó en claro que los políticos de la más alta estirpe también están en su mira, léase la presidenta, expresidentes, gobernadores y exgobernadores, legisladores federales y locales de hoy y ayer, y munícipes.
Juan Ramón de la Fuente, secretario de Relaciones Exteriores, encabezó la delegación mexicana de seguridad nacional que incluyó a Omar García Harfuch, secretario de Seguridad y Protección Ciudadana, así como a Alejandro Gertz Manero, fiscal general de la República; a Ricardo Trevilla Trejo, secretario de la Defensa, y Raymundo Morales Ángeles, de Marina, se reunieron en Washington con sus homólogos norteamericanos, para recibir, acaso, sus siguientes instrucciones a cumplir.
Ese mismo día, 29 destacados delincuentes del narco fueron “trasladados” por el gobierno de Claudia Sheinbaum a EEUU, obedeciendo la orden/petición de Washington. Sheinbaum obedeció y por ello ni siquiera mereció las gracias de Trump. Seis de aquellos 29 podrían ser sentenciados a la pena de muerte y otros a ser recluidos para siempre en celdas en las que no hallarán paz ni conciliación con su pasado criminal.
Se saben culpables, pero jamás se imaginaron pisar una corte norteamericana; acá, en “su México rendido”, ellos seguían mandando aun estando detenidos; allá, sus realidades serán distintas. Llegan al país del norte acusados, además de los delitos de narcotráfico, de ser terroristas y por ello la pasarán muy mal, tal cual sufrieron sus víctimas en México y EEUU. Esta acción dimensiona los alcances que tendrá la guerra declarada por Trump a los cárteles de la droga mexicanos.
Para la justicia norteamericana, este traslado simplemente se describe como el “aseguramiento de criminales”, acusándolos de actuar “colectivamente”, y es visto como resultado de una “acción de fuerza, valentía y ferocidad” del presidente Donald Trump. Nuestra presidenta ha dejado de ser esa mujer maravillosa que Trump recién alababa. La narrativa norteamericana ha cambiado.
Hay una verdad profunda: Hoy, desde EEUU se manda un mensaje muy claro para cada criminal de la droga en México. Si no lo entienden y se retiran, pronto podrían ocupar alguna celda norteamericana; en México, nadie los salvará, pues quien a ello se atreva también será “trasladado” al gringo.
Claudia Sheinbaum es hoy una presidenta a quien nadie obedece en Morena, ni en el Congreso y quizá, ni en su gobierno. Es la presidenta en funciones que ya no funciona. Claudia Sheinbaum obedece al gobierno de Estados Unidos. Nuestra soberanía e independencia están en vilo. El pasado de Sheinbaum la persigue. Con mañas, Morena y sus aliados se hicieron de una mayoría legislativa que hoy de nada les sirve y sí les acusa.
El pueblo mexicano se ha obligado a enmudecer ante calles violentadas, hijos y padres desaparecidos, negocios quebrantados, propiedades arrancadas a sus legítimos dueños, abigeato descarado, pueblos abandonados y sueños convertidos en pesadillas.
Muchos se han rasgado las vestiduras desde su quizá malentendida soberanía sin detenerse a mirar desde la real política. Denuncian indignación por una Sheinbaum que ha acatado, sucumbido, a las peticiones yanquis de entregarles a 29 delincuentes mexicanos requeridos por cortes norteamericanas, 6 con posibles penas de muerte, sin cumplir con lo que la ley le manda.
Sheinbaum obedece, pues trata, simplemente, de protegerse, pagando caro su ingenuidad presidencial al creer que ella construiría el segundo piso de una transformación ya fallida. López Obrador le heredó a Claudia Sheinbaum un gobierno quebrado y fracasado. La verdad última es que nada apaciguará a Donald Trump; aún tiene 3 años y meses para jugar al gato y el ratón con la presidenta.
