MUNDO
La derrota de EEUU en Afganistán: El mensaje al mundo, de terroristas a mandatarios con anuencia estadounidense
Política Global, por Jorge López Portillo Basave
Recuerdo que en la mañana del martes 11 de septiembre del 2001 escuché en la radio sobre el accidente luego conformado por el ataque en contra de las Torres Gemelas en Nueva York.
Ese fue el ataque más fuerte que habían sufrido los EUA desde Pearl Harbor en la Segunda Guerra Mundial. Si Las Vegas hubiese pensado en apuestas para lo que pasó el 11 de septiembre del 2021 a veinte años del ataque, estoy seguro que nadie habría imaginado lo que sucedería en Afganistán.
DEL 9/11/01 AL 9/11/21
Los talibanes decidieron tomar protesta a su nuevo gobierno el día 11 de septiembre. Pudiendo hacerlo en cualquier otro día han decidido que esa es la fecha correcta para enviar un mensaje a sus seguidores y al mundo. Así es, los nuevos responsables del país no pudieron pedir mejor fecha que el vigésimo aniversario del día que Bin Laden escogió para asesinar a más de cinco mil inocentes en distintos ataques y en consecuencia cambiar al mundo, nuestra forma de viajar y hasta nuestro lenguaje.
Mohammad Hasan Akhund ha sido escogido por sus seguidores talibanes como el nuevo jefe del gobierno interino afgano. El gobierno se forma después de unas semanas de haber tomado el control del país por la fuerza y provocado la salida del gobierno electo con el beneplácito de los EUA.
Akhun se encuentra hasta este día en una lista negra emitida por la ONU de personas con sanciones por actos terroristas, él se desempeñaba como encargado de asuntos exteriores y después viceprimer ministro del gobierno talibán en Afganistán de 1996 al 2001 cuando los EUA los derrocaron por haber sido el asiento de Bin Laden y presuntamente coorganizadores del ataque contra EUA.
Al nuevo jefe de gobierno afgano se le conoce como Mullah, palabra de origen persa que significa doctor de la ley religiosa que es el Corán. Los Mullah son líderes político-religiosos que usan un turbante de color negro si son descendientes de Mahoma o blanco si no lo son. La junta de gobierno talibán es un grupo de jefes militares religiosos que forman ahora el gobierno nacional de dicho país. Así las cosas, durante los últimos 20 años Afganistán estuvo bajo un gobierno de ocupación norteamericana que promovía la participación de la mujer a la par de los hombres, la libertad de prensa, la libertad religiosa y otras prácticas consideradas como pecaminosas y que en consecuencia deben ser castigadas con golpes o la muerte.
Mullah Akhun era uno de los hombres más cercanos a Osama Bin Laden, ahora dirige los destinos de ese país. El ahora Jefe de Gobierno del Emirato Talibán declaró hace unos días que Osama era inocente de dicho ataque y que ahora que ellos estaban a cargo de Afganistán se respetarían los derechos de las mujeres pero bajo la ley islámica que los talibanes profesan. Esto ha incluido golpizas a mujeres y a quienes se atrevan a cuestionar las nuevas reglas.
MUERE LA REPÚBLICA DE AFGANISTÁN
20 años después del ataque, los talibanes se salen con la suya. Después de haber sido derrocados por los norteamericanos y de que muchos de sus líderes fueron encarcelados por su complicidad con Al Qaeda. El movimiento religioso político Talibán fue removido y reemplazado por un gobierno semidemocrático con el respaldo militar de los EUA durante todos estos años.
A la salida de las tropas de los aliados, los líderes talibanes de inmediato tomaron la mayoría de las ciudades y como sabemos la capital hace tres semanas reinstaurando su forma de gobierno teocrático.
Hace tres días circuló por redes sociales un video de dos jóvenes periodistas con fuertes golpes en todo el cuerpo, ellos confesaron que habían sido atacados a palos y a fuetazos por policías que se molestaron porque ellos estaban filmando una protesta de mujeres en contra del régimen a las que también sometieron a golpes. Durante la golpiza les dijeron que tenían suerte de no ser decapitados. Esta es la vida bajo el nuevo sistema Talibán, que para la Casa Blanca en Washington es un grupo con mentalidad de “profesionales y un modelo con mente empresarial”. ¡Que declaración tan ridícula y falta de visión!
Del nuevo gabinete afgano-talibán se reconocen además del líder Mullah Ahkun, a al menos a otros 13 que también están en la lista negra de terroristas o asociados emitida por la ONU. Entre ellos resalta el nombre del encargado de seguridad tanto pública como nacional, Sirajuddin Haqqani en contra del que hay una recompensa de $10 millones de dólares para su captura ¿Qué? Así es, si usted ingresa a la página del FBI de EUA verá el nombre de ese señor y el de su tío (por el que se ofrecen $5 millones de dólares), ambos como altos blancos del gobierno americano, por lo que si quiere, avíseles que están en las oficinas del Departamento de Gobierno de Afganistán, usted se gana una muy buena lana y nos comparte la recompensa.
En esas listas de los nuevos integrantes del gabinete afgano, también están otros cinco líderes que estuvieron detenidos en la base norteamericana de Guantánamo en Cuba por actividades terroristas hasta que en el 2014 fueron liberados por Obama quien los intercambió por un soldado desertor que se había tratado de sumar a los locales y fue capturado por ellos quienes pensaban que era un agente de la CIA. El gabinete del Emirato es una lista de “quién es quién” en el terrorismo regional con varios integrantes que son buscados por las autoridades internacionales.
Varios de los ahora altos líderes políticos talibanes, son un grupo de liberados por los gobiernos de EUA en acuerdos con la administración Obama y la Administración Trump. ¿Coincidencia que Biden no quisiera matar a Osama Bin Laden en el 2011? Sea como sea, a los talibanes Biden no les es ajeno, como se sabe durante el Gobierno de Obama, Bin Laden pidió no tratar de matar a Biden durante su viaje a la región.
LA FOTO DEL ANIVERSARIO DEL 9/11
En una postura humillante y casi de súplica el gobierno de EUA se apresura a echar porras al nuevo gobierno Talibán por permitir que salgan personas del país, a pesar de que los mantiene detenidos por días en los aviones ya en pista, diciendo que son un “nuevo Talibán” con “mentalidad casi empresarial”, esto mientras en las calles se persigue y golpea a los disidentes y a las mujeres que van sin hombres que las acompañe, ni pensar en mujeres con cargos de poder. Se asesina a los homosexuales y muchas cosas por el estilo. Vasta escuchar las declaraciones del vocero del nuevo gobierno el pasado 9 de septiembre sobre la posible participación de la mujer en el nuevo gobierno “…No es necesario para una mujer estar en el gabinete. Una mujer no puede ser ministro… Ellas deben dedicarse a dar a luz y a criar a los niños de acuerdo con la Ley islámica…”
Como advertí hace unas semanas, China, Rusia e Irán estarían atentos a lo que sucediese a la salida de los poderes occidentales encabezados por los EUA.
Mientras que en EUA los políticos se enfrentan para ver quién fue menos tonto y más patriota en este vigésimo aniversario del ataque terrorista de Bush a Biden, en Kabul la foto es un gobierno encabezado por los mismos talibanes que se suponía serían derrotados por haber apoyado a Al Qaeda; en EUA los jóvenes piden menos nacionalismo mientras que en Afganistán el gobierno sólo habla de haber expulsado a los infieles extranjeros; mientras que en EUA los familiares de las víctimas del atentado y de los soldados muertos durante esa guerra de 20 años recuerdan a sus muertos, en Afganistán, los talibanes elevan la bandera de ese grupo en la que fue la Embajada de los EUA en dicho país hasta hace tres semanas. Finalmente los americanos se enfrentan por las vacunas o el uso del lenguaje mientras que China, Rusia e Irán son los invitados de honor en la muy exclusiva toma de protesta del gobierno Talibán a la que únicamente invitaron a seis naciones, todo ello el mismo día 11 de septiembre del 2021. De paso China recuerda que Taiwán es parte de China y se afila los dientes para culminar el trabajo ahora que puede.
En Afganistán Mullah Akhun y sus aliados festejan su regreso victorioso sobre los EUA y en Occidente se lamen las heridas. Un nuevo Vietnam pero mucho más penoso. La retórica de los líderes de Al Qaeda apoyados por el régimen Talibán de la época, que estaba formado casi por los mismos individuos que hoy regresan al poder era clara, “Alá nos dará la victoria”. El hombre que planeó el ataque, digamos la mente maestra debajo de Osama Bin Laden, Khalid Sheikh Mohammed dijo al Juez de su caso en Guantánamo Cuba “…venceremos porque los americanos no se dan cuenta que no necesitamos ganar militarmente, sólo necesitamos pelear por el tiempo suficiente para que ellos mismos se derroten…” irónicamente este sujeto sigue aún en prisión, en espera de su sentencia a pesar de que se declaró culpable. Su confesión fue desechada por el gobierno de Obama quien quería sacarlo de la prisión militar y pasarlo a un juzgado civil, cuando dejó libres a cinco talibanes que ahora son integrantes del gabinete afgano. El organizador confeso sub alterno de Osama no ha sido juzgado y ahora festeja que sus amigos están de nuevo en el poder de Afganistán en el exacto aniversario de su ataque.
La televisión del nuevo gobierno afgano ha estado pasando un video de 40 minutos en los que presume su campamento de soldados suicidas Al-Fatih, reiterando que lo que pasó en EUA hace 20 años fue culpa de los propios americanos quienes son el origen del mal que les atacó. El líder militar del nuevo gobierno sentenció “… los egresados de este campo han realizado muchos sacrificios durante los últimos 20 años, incrementaremos nuestros esfuerzos para aumentar la fuerza y equipo de este grupo (escuadrones suicidas), usaremos todos los recursos de acuerdo con la guía del Sharía del Islam” que según ellos da sustento al Jihadista ultra radical.
A veinte años del atentado, hay que recordar que muchos de nuestros paisanos legales o ilegales residentes en NY también fallecieron, ya sea sepultados como trabajadores en las torres o como voluntarios en el auxilio de las víctimas y por ellos hay que orar. Algunos incluso anónimos u otros con reconocimiento tardío como por el héroe jalisciense Rafael Hernández quien falleció el 24 de Septiembre del 2011 por complicaciones en los pulmones ocasionadas porque asistió como voluntario en los servicios de emergencia de esa trágica mañana del martes 11 de Septiembre del 2001.
MUNDO
El nacionalismo de Donald Trump: ¿Una solución o un riesgo?
Opinión, por Samantha Contreras Guerrero //
La victoria de Donald Trump, basada en un mensaje de fuerte nacionalismo, marca un cambio que impactará tanto a Estados Unidos como al resto del mundo. Sus promesas de traer empleos de vuelta y proteger la economía estadounidense responden al descontento de muchos de sus votantes.
Su idea de “América Primero” busca hacer que Estados Unidos sea más independiente y fuerte, pero en un mundo tan conectado, esta visión enfrenta muchos retos y posibles problemas.
Para los estadounidenses, en un mercado donde casi todo se produce a través de cadenas internacionales, enfocarse en lo nacional podría hacer que los precios aumenten y haya menos opciones para los consumidores. Este tipo de enfoque proteccionista no solo implica costos altos para las empresas, sino que podría dar una falsa idea de seguridad económica, ya que el crecimiento estaría limitado solo al mercado interno, dejando de lado oportunidades con otros países.
En el ámbito internacional, el enfoque nacionalista de Estados Unidos genera preocupación entre sus aliados. Países como México, que dependen en gran medida del comercio y la inversión estadounidense, ven en riesgo la posibilidad de mantener relaciones estables e igualitarias.
El decremento en sectores como el nearshoring —donde América Latina ha visto una oportunidad de crecimiento— podrían ser afectados con este tipo de políticas. Además, al alejarse de acuerdos internacionales, Estados Unidos podría debilitar el sistema de cooperación global, necesario para enfrentar problemas complejos como el conflicto en Oriente Medio o la crisis climática.
La gran pregunta es si este regreso al proteccionismo es una solución real a los problemas económicos actuales. La inflación y la desigualdad están en aumento en todo el mundo, y Estados Unidos no es la excepción. En lugar de cerrarse, podría beneficiarse de una política que tome en cuenta las necesidades de todos sus sectores, buscando reducir las diferencias internas como la acumulación de riquezas, sin renunciar a los beneficios del comercio global.
El nacionalismo de Trump es una reacción a los problemas de un sistema económico que ha dejado atrás a muchas personas en Estados Unidos. Sin embargo, en un mundo hiperconectado, el aislamiento no puede evitar generar preocupación. Aunque la intención de proteger a los ciudadanos es válida, esta ideología corre el riesgo de afectar a largo plazo a aquellos mismos sectores que busca ayudar, reduciendo la capacidad de Estados Unidos para influir y crecer en la economía global.
E-mail: samcg2002@gmail.com
MUNDO
Querámoslo o no, Donald Trump ha vuelto
Desde los campos del poder, por Benjamín Mora Gómez //
Lo recuerdo, era mi cumpleaños 20 y también domingo, y corría el año de 1973, y mi padre me regalaba “El Gran Gatsby”, la muy apasionante novela de F. Scott Fitzgerald, dos de sus ejes contenidos me cautivaron: La alienación y el impulso de Jay Gatsby por sentirse aceptado por una alta sociedad segregante, aun y a pesar de ser inmensamente rico, realidad que quizá se expresa más claramente en una frase de la obra: “La vida es una lucha de apariencias, una lucha de lograr y de tener más de lo que uno merece”.
Donald Trump es un claro ejemplo, muy actual y presente en el mundo, de la fuerza del impulso de tenerlo todo: Poder económico y poder político. Donal Trump está entre los hombres más ricos de Estados Unidos, y fue el 45º y será el 47º presidente de aquella nación.
Donald, quien perdió en 2020 ante Joe Biden al buscar reelegirse como presidente de Estados Unidos, cuatro años después descarriló a Biden en su también anhelada reelección, obligándolo a abandonar la carrera presidencial, y derrotó ampliamente a Kamala Harris, la relevo en el Partido Demócrata.
Donald Trump ha vuelto al poder más fuerte de lo jamás imaginado para cumplir con sus planes de preeminencia y grandeza norteamericana e imponer su visión conservadora de Estados Unidos ante sí mismo y ante el mundo. Trump es un hombre transparente; jamás deja nada a la imaginación y dudas de sus seguidores y detractores. Así, por ejemplo, para él, la Teoría de Género tiene los días contados en EEUU y sus promotores sabrán que tienen ante sí a su peor pesadilla.
El presidente Donald Trump, a partir del 20 de enero próximo, actuará con todo el poder para poner orden en su frontera con México en dos temas fundamentales, las acciones de los cárteles de la droga, declarándolos terroristas, y el tráfico humano, ambos vistos como gravísimas omisiones del expresidente Andrés Manuel López Obrador. Marco Rubio, próximo secretario de Estado norteamericano, lo ha acusado públicamente, y nos lo recordará todos los días. Rubio es de palabra dura y mano aún más dura. Para Trump y Rubio los narcotraficantes son terroristas y los perseguirá con toda la fuerza del Estado norteamericano.
La esperanza nunca debería sustentarse en la venganza. No entiendo a quiénes cifran la satisfacción de su venganza hacia López Obrador en Marco Rubio. Sea cual fuere el resultado de la dureza del nuevo secretario de Estado norteamericano, es mi deseo que México vuelva, de mutuo propio, al orden y la paz, y que el gobierno y el congreso mexicanos no nos convoquen a rasgarnos las vestiduras ante las exigencias norteamericanas. Son justas.
En México, muchos de quienes estaban a favor de Kamala Harris, hoy se muestran muy a favor de Donald Trump. Su nacionalismo se mantiene muy firme; sin embargo, aceptan que ya es tiempo de poner en orden las cosas en México pues el estado mexicano, sin duda, está doblegado y resquebrajado ante los cárteles de la droga. Claudia Sheinbaum no ha demostrado estar dispuesta a cumplir a cabalidad con su mandato presidencial en materia de seguridad a pesar de los buenos oficios de Omar García Harfuch pues, peor, no desea tomar el mando que aun detenta López Obrador.
Sheinbaum deberá entender que solo tiene de dos sopas, o se arma de valor ante los cárteles y los traficantes de gente y los combate con toda la fuerza del Estado mexicano, o los gringos cumplirán con esa su obligación constitucional, interviniendo aun en nuestro territorio. Que de nada le valdrán las bravatas de Marcelo Ebrard en materia económica ante los gobiernos norteamericano y canadiense.
Que esto nos es pleito entre escolapios en donde uno echará al otro a su padre que es bombero y lo mojará con su manguera, y el otro a su padre que es policía y lo llevará a la cárcel. Que en cosas de gobierno se actúa conforme a la ley y se cumple con los tratados internacionales. Que Naciones Unidas tiene un centro en contra del terrorismo que a México obliga.
Un adelanto de la presión internacional que el gobierno de México enfrentará en los años próximos ya lo recibimos en esta semana. La calificadora Moody’s cambió de estable a negativa la perspectiva económica de México por el debilitamiento de nuestro Estado de derecho por la reforma judicial y el deteriorado entorno institucional gubernamental, el esperado aumento en el costo de la deuda internacional de México y la mayor rigidez del gasto público, que podrían socavar nuestros resultados fiscales y económicos.
Tanto Moody’s, como los principales analistas de los futuros económicos en el mundo, coinciden en calificar como de muy alto riesgo la reciente reforma aprobada por Morena, PT y Verde al Poder Judicial. Sheinbaum, obedeciendo a López Obrador, ha decidido alterar los controles y equilibrios del poder político y económico en México, y eso se le, se nos, cobrará muy caro.
Quiero invitarte a pensar en que Trump no está para salvarnos, ni Rubio para vengarnos. Ellos tienen sus tareas más allá del Rio Bravo. De este lado, todo depende de nosotros. Vamos, ni Sheinbaum hará nada para salvarnos; a ella solo le interesa obedecer a López.
MUNDO
En riesgo la hegemonía estadounidense: El retorno de Donald Trump; retos económicos y sociales
Actualidad, por Alberto Gómez R. //
En los últimos cuatro años, la economía y la cohesión social de Estados Unidos han enfrentado un deterioro significativo, marcando uno de los periodos más complicados en su historia reciente.
La administración de Joe Biden, aunque intentó implementar políticas para estimular la recuperación tras la pandemia de COVID-19, dejó profundas brechas económicas y sociales que ahora desafían al presidente electo Donald Trump. Con un escenario global en transformación y un entorno interno polarizado, Estados Unidos se encuentra en un momento crítico de redefinición de su papel como potencia mundial.
LA ECONOMÍA BAJO LA ADMINISTRACIÓN DE BIDEN
La inflación se convirtió en uno de los mayores retos durante la administración Biden. La epidemia de Covid-19 dejó tras de sí trastornos económicos; en junio de 2022, la inflación alcanzó un pico histórico del 9.1%, las tasas más altas que los estadounidenses han experimentado en 40 años, según la Oficina de Estadísticas Laborales (BLS) lo que, por supuesto, en la práctica suponía un recorte salarial. La explosión del gasto militar para apoyar las guerras en Ucrania y Gaza también ha alimentado la inflación.
Como resultado, el nivel de vida de las y los trabajadores estadounidenses ha disminuido bajo la administración Biden, mientras que el auge del mercado de valores ha ayudado a las y los estadounidenses más ricos a hacerlo bastante bien. Este fenómeno, impulsado por interrupciones en las cadenas de suministro globales, estímulos fiscales masivos y el aumento de los precios de la energía, erosionó el poder adquisitivo de las familias estadounidenses. Aunque las medidas de la Reserva Federal lograron reducir la inflación a un 3.7% al cierre de 2024, esta cifra seguía por encima del objetivo del 2%, lo que refleja un entorno económico aún frágil.
El aumento del costo de vida se manifestó en productos esenciales. Según la Administración de Información Energética (EIA), el precio promedio de la gasolina aumentó un 40% entre 2020 y 2024. Asimismo, los alimentos básicos experimentaron un incremento promedio del 25%, afectando especialmente a las familias de ingresos medios y bajos. Esta situación exacerbó la desigualdad, ya que los salarios reales apenas crecieron un 3% durante el mismo periodo, según el Economic Policy Institute.
DÉFICIT FISCAL Y DEUDA PÚBLICA
El déficit fiscal alcanzó los $1.7 billones en 2024, mientras que la deuda pública superó los $36 billones, según la Oficina de Presupuesto del Congreso (CBO), un incremento alarmante respecto a los $27 billones reportados al inicio de la administración Biden. Este nivel de endeudamiento, alimentado por programas de estímulo económico y políticas de infraestructura, limita la capacidad del gobierno para responder a futuras crisis económicas. Además, el creciente costo del servicio de la deuda, derivado del aumento de las tasas de interés, se ha convertido en una carga significativa para el presupuesto federal.
La brecha económica continuó ampliándose durante la administración Biden. El 1% más rico de la población concentró el 38% de la riqueza total en 2023, mientras que los sectores más vulnerables enfrentaron mayores dificultades para acceder a empleos estables, y apenas aumentaron un 4% en términos reales, según un informe de la Oficina del Censo. Según el Departamento de Trabajo, el empleo precario representó el 30% de los nuevos puestos creados entre 2020 y 2024, con un aumento notable en los contratos temporales y trabajos a tiempo parcial. Esto ha exacerbado la pobreza en comunidades vulnerables, con un índice de pobreza que aumentó del 11.4% en 2020 al 14.7% en 2024.
En 2016, Hillary Clinton demostró su desprecio por los partidarios de Trump, entonces abrumadoramente blancos, etiquetándolos como “los deplorables”, en lugar de tratar de reconocer la fuente de su ira: la gran desigualdad en el statu quo económico. Ocho años después, con un apoyo a Trump mayor en prácticamente todos los grupos demográficos, es imposible ignorar la desesperación económica que alejó del Partido Demócrata a las y los electores, cuando Biden seguía presumiendo de que la economía estadounidense durante su mandato es “la más fuerte del mundo”.
FACTORES SOCIALES: POLARIZACIÓN Y RADICALIZACIÓN
La polarización política se ha intensificado, dando lugar a movimientos separatistas que, aunque minoritarios, representan una amenaza para la unidad del país. Uno de los fenómenos más alarmantes es el resurgimiento de movimientos secesionistas en estados como Texas y California.
Líderes locales y organizaciones políticas han planteado referendos para separarse de la unión federal, alegando incompatibilidades políticas y económicas. Aunque estos movimientos no tienen un apoyo mayoritario, su existencia refleja una fragmentación preocupante en la unidad nacional. Grupos como «Texit», que abogan por la independencia de Texas, han ganado tracción en sectores conservadores descontentos con las políticas federales. Estas iniciativas reflejan el creciente desencanto con el sistema político.
La radicalización ideológica también se ha intensificado. Los crímenes de odio aumentaron un 18% entre 2020 y 2024, según el FBI, afectando principalmente a comunidades afroamericanas, asiáticas, judías y musulmanas. Este aumento está vinculado al resurgimiento de grupos extremistas y al uso de las redes sociales como plataformas para propagar discursos de odio.
RETOS ECONÓMICOS Y SOCIALES
Con la reelección de Donald Trump, Estados Unidos se adentra en un periodo de grandes desafíos. Su promesa de «recuperar la grandeza estadounidense» enfrenta múltiples obstáculos, tanto internos como externos.
Trump ha anunciado un ambicioso plan para reindustrializar Estados Unidos y reducir la dependencia de las cadenas de suministro globales. Sin embargo, implementar esta estrategia requerirá superar barreras como la resistencia de aliados comerciales y la necesidad de inversiones masivas en infraestructura. También deberá manejar las tensiones con China, el principal socio comercial de Estados Unidos, en un momento en que las relaciones bilaterales están en su punto más bajo en décadas.
El presidente electo ha prometido recortes de impuestos para estimular el crecimiento económico, pero esta medida podría agravar el déficit fiscal si no se acompaña de reducciones en el gasto público. Además, la capacidad de implementar estas políticas dependerá de su habilidad para negociar con un Congreso dividido, donde los demócratas probablemente resistirán cualquier iniciativa que reduzca programas sociales.
El enfoque de Trump en políticas ultraderechistas, incluida la restricción de la inmigración y la eliminación de regulaciones ambientales, podría generar más divisiones. Aunque estas medidas cuentan con el apoyo de su base electoral, enfrentan la oposición de sectores progresistas y moderados, lo que podría derivar en mayores tensiones sociales.
EL FIN DE LA HEGEMONÍA ESTADOUNIDENSE
El bloque BRICS+ ha emergido como un desafío significativo para la hegemonía estadounidense. Con la inclusión de nuevos miembros como Arabia Saudita, este grupo busca crear un sistema financiero alternativo que reduzca la dependencia del dólar. Según el Banco Mundial, el comercio intrabloque creció un 15% anual durante los últimos cuatro años, fortaleciendo su influencia económica y política.
El dólar, pilar del sistema financiero internacional, está perdiendo su posición dominante. Según el Fondo Monetario Internacional (FMI), la proporción de reservas globales en dólares cayó del 61% en 2020 al 55% en 2024. Este descenso refleja una creciente diversificación hacia monedas como el yuan chino y el euro, impulsada por iniciativas del BRICS+ y otros bloques emergentes.
En el ámbito militar y geopolítico, Estados Unidos enfrenta el ascenso de China como potencia dominante en el Pacífico y la reactivación de Rusia en Europa del Este. Además, la influencia de potencias regionales como Irán y Arabia Saudita en el Medio Oriente limita la capacidad de Estados Unidos para mantener su dominio en esta región estratégica.
El futuro socioeconómico de Estados Unidos dependerá en gran medida de la capacidad de la administración Trump para manejar una economía debilitada, una deuda insostenible y una sociedad fracturada. La reconciliación política y la creación de un camino inclusivo para el desarrollo serán cruciales para evitar una crisis prolongada.
Aunque Trump tiene un historial de promover el crecimiento económico, los riesgos asociados con su estilo confrontacional y sus políticas divisivas no pueden ser ignorados. El equilibrio entre reformar el status quo y evitar una mayor radicalización será la prueba definitiva para su liderazgo.
Estados Unidos enfrenta uno de los periodos más complejos de su historia contemporánea. La administración Biden dejó un legado de desafíos económicos y sociales que el presidente electo Donald Trump deberá abordar en un contexto de polarización interna y competencia internacional.
El éxito o fracaso de las políticas de Trump determinará no solo el rumbo de Estados Unidos, sino también el equilibrio de poder en el mundo. Sin embargo, para superar estos retos, será necesario un liderazgo que trascienda la retórica divisiva y busque soluciones inclusivas y sostenibles. En un mundo cada vez más multipolar, el destino de Estados Unidos dependerá de su capacidad para adaptarse a las nuevas realidades globales sin perder de vista los principios democráticos y la cohesión interna que alguna vez lo definieron como nación.
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