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Dejen ya descansar a Luis Donaldo Colosio

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De primera mano, por Francisco Javier Ruiz Quirrin //

CON EL FÉRETRO de Luis Donaldo Colosio Murrieta han lucrado mucho y muchos. Su asesinato aquel 23 de marzo de 1994, tuvo como primeros “beneficiarios” a varios amigos, periodistas e intelectuales que le “metieron mano” a su célebre discurso en el monumento a la Revolución en la ciudad de México, quince días antes de su atentado y que, para algunos, fue la gota que derramó el vaso para determinar su destino.

Federico Arreola, Guillermo Soberanes, Aguilar Camín, Enrique Krauze, entre otros, “compartieron” expresiones y mensajes en ese documento que emuló el “Yo tuve un sueño” de Martin Luther King, al trascender palabras como “Veo un México con hambre y sed de justicia”, en la voz recia del sonorense.

Al paso de los años, “Los huérfanos de Colosio” tomaron su propio destino, sobre todo cuando pudieron comprobar que el sucesor de Carlos Salinas de Gortari en Los Pinos –Ernesto Zedillo- no les dio ni agua, salvo a Liébano Sáenz, a quien hizo su secretario particular.

Guillermo Hopkins, Samuel Palma, Agustín Basave, José Luis Soberanes, Carlos Rojas Gutiérrez y Alfonso Durazo, todos ellos parte del círculo más cercano al magdalenense, trataron de reconstruir su camino. Unos lograron éxito y otros no tanto. Pero todos y cada uno de ellos, cargaron parte o todo el féretro de quien fuera su jefe.

En el PRI, las piezas oratorias recordando frases del malogrado Luis Donaldo, se repitieron durante mucho tiempo, así como las ceremonias luctuosas de cada día 23 de marzo. Hubo quienes –como en el caso de Beatriz Paredes- dijera que en realidad “debería de recordarse la vida de Luis Donaldo y no su muerte”.

También el paso del tiempo dejó para la historia dos “verdades” sobre la autoría de su asesinato. Una de ellas, la que abrazó la gente, es que fue su propio partido político quien propició el atentado en Lomas Taurinas (Tijuana) y que el entonces presidente Salinas lo permitió, en un momento en que desde Los Pinos se ejercía un férreo control del quehacer político en el país.

La otra “verdad” es la jurídica. Hubo un asesino solitario –Mario Aburto Martínez- descartando de manera total la teoría de la existencia de un complot para acabar con la vida del candidato presidencial. Y fue el último de cuatro fiscales especiales para las investigaciones del caso, Luis Raúl González Pérez, quien cerró de hecho el expediente, no sin hacer una anotación: “podría ser reabierto según la trascendencia de los hechos”.

Y casi 30 años después de aquel “magnicidio”, en medio de una campaña presidencial y con un presidente de la república empeñado en encontrar argumentos para atacar a sus adversarios, ve con simpatía la idea de desempolvar el expediente, haciendo que la Fiscalía General de la República involucre a un presunto segundo tirador para acabar con la vida de Luis Donaldo: El exagente del desaparecido CISEN, Jorge Antonio Sánchez Ortega.

Pero la relevancia no será el presunto segundo asesino, sino un mando de esa oficina de la inteligencia mexicana, de nombre Genaro García Luna, el villano favorito del Presidente, preso ahora en Estados Unidos y declarado culpable por narcotráfico.

Y todavía una mayor trascendencia: Vincularlo con el “némesis” de López Obrador, Felipe Calderón Hinojosa.

Por esta inocultable intención, se puede concluir que en nuestros días se continúa lucrando con Luis Donaldo Colosio. Algo muy doloroso no solo para la familia del malogrado candidato presidencial, sino para el pueblo de México.

Por eso es comprensible la actitud asumida por Luis Donaldo Colosio Riojas, quien pidió compasión al Presidente López Obrador para que ponga en práctica el perdón y la reconciliación, indultando al asesino de su padre y por respeto “darle la vuelta a la hoja, para dejar esto en manos de otra justicia (la divina) porque la justicia mexicana falló”.

Ahora sí que vale la pena exigir que dejen de lucrar con Luis Donaldo Colosio Murrieta y atraer la expresión popular: “Déjenlo ya descansar en paz”.

Sin embargo, el joven Colosio Riojas pecó de ingenuo. La solicitud al Presidente debió haber sido la exigencia de que no utilizaran más el nombre de su padre para vendettas políticas.

Era lógico pensar que si López Obrador tiene la intención de utilizar el asesinato de Lomas Taurinas con fines político-electorales, iba a negar el indulto a Aburto, justificando tal actitud por su “interés porque continúen las investigaciones”, versión que empiezan a difundir todos sus seguidores.

A la “4-T” no le interesa hacer justicia, sino tener en la mano distintas narrativas (como los 43 normalistas secuestrados y asesinados en Iguala) para que funcionen como dardos envenenados contra sus enemigos del pasado. Algo verdaderamente obsesivo.

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