NACIONALES
Dos años de gobierno de AMLO, los claroscuros de la 4T: Destaca aprobación mayoritaria a sus políticas de gobierno

Por Cayetano Frías //
A dos años de iniciar el gobierno de Andrés Manuel López Obrador, la ausencia de liderazgos en la oposición es preocupante porque genera un vacío y no existen equilibrios, lo cual puede desencadenar abusos a mediano plazo, en un espacio tan amplio como es la administración federal.
Acostumbrados a un sistema político basado durante casi 100 años en los fraudes “patrióticos”, la represión y el contubernio del Estado con el poder económico, además de la connivencia con los grupos religiosos, especialmente con la institución católica, los políticos que ahora son oposición, no logran descifrar el estilo del actual presidente.
El discurso opositor es balbuceante, carente de ideología y ausente de alternativas a una administración que ha permeado y se ha asentado de manera positiva en el imaginario colectivo, principalmente por la dispersión de los programas sociales a más de 20 millones de hogares, así como el incremento al salario mínimo en porcentajes históricos, sustentado en el discurso de combate a la corrupción y a la pobreza.
Además, un aspecto que los analistas tradicionales no desarrollan, es el papel que ha desempeñado AMLO desde 2006, cuando fue víctima del fraude electoral y se convirtió en elemento esencial para fortalecer la vía democrática y por la vía de la resistencia civil, evitando el desborde de la indignación de una amplio sector ciudadano, evitando así el derramamiento de sangre.
Esa experiencia, al igual que la de 2012 donde todavía participó con las siglas del Partido de la Revolución Democrática, le permitió conocer y sufrir a los actores políticos, principalmente a los de ese partido, de los cuales se deslindó una vez pasado el proceso electoral, para fortalecer el Movimiento de Regeneración Nacional, que había sido registrado como Asociación Civil en noviembre de 2011 y posteriormente se conformó como partido.
Es evidente que López Obrador no encaja en el patrón de comportamiento de los anteriores mandatarios. Sus postulados de austeridad, honestidad y responder en principio como gobernante a los pobres, es la principal causa por la que recibe descalificaciones e insultos, principalmente de los ahora desplazados y de los empresarios que abiertamente recibían multimillonarios subsidios en anteriores gobiernos.
La resistencia al cambio, sobre todo en materia de austeridad para la alta burocracia, se ha presentado incluso entre algunos de sus aliados, quienes evaden aún el reducir sus altos salarios fijados principalmente a partir del año 2000, en que los panistas asumieron el poder y asaltaron el erario para cobrar sumas millonarias.
En el aspecto de percepciones, resaltan las descalificaciones que el presidente lanza a algunos medios de comunicación, periodistas e intelectuales, notablemente identificados con los anteriores gobernantes y los ha exhibido por las sumas millonarias que cobraban en el gobierno federal, dependencias y empresas paraestatales, sin que la sociedad recibiera beneficio alguno.
APROBACIÓN MAYORITARIA
En la encuesta de octubre pasado de El Financiero, el 59% de los entrevistados aprobó la gestión de López Obrador y el 38% lo desaprobó. Y Parametría en su encuesta de agosto encontró que el 67% calificó bien y muy bien el trabajo de combate a la corrupción; con 59% el combate a la pobreza y con 57% el trabajo en materia educativa, como las principales fortalezas.
En contraste, el combate al narcotráfico es desaprobado con 46% por 43% que lo aprueban; en combate a la delincuencia se aprueba con 47% y se desaprueba con 45%, y en generación de empleos se aprueba con 46% y se desaprueba con 44%, siendo éstos sus peores indicadores de desempeño.
En septiembre la encuestadora GEA-ISA de Jesús Reyes Heroles (exfuncionario de Felipe Calderón), dio a conocer los resultados de un levantamiento donde López Obrador sale reprobado por 47% de los ciudadanos y aprobado por el 45%. Es el único ejercicio negativo para el presidente.
En agosto, El País difundió su encuesta con resultado aprobatorios para el presidente con 61% y un 32% que lo desaprueba. El mismo mes, Grupo Reforma publicó su encuesta donde el 56% lo aprueba y un 41% lo desaprueba.
El portal https://oraculus.mx/, que da seguimiento a los resultados de encuestas, publica los resultados a 22 meses de gobierno, con Ernesto Zedillo que tuvo 49% de aprobación; Vicente Fox con 57%; Felipe Calderón con 63% y Enrique Peña Nieto con 43%.
En 2019, El Financiero publicó la aprobación en el primer año de los presidentes Vicente Fox con 61%; Felipe Calderón con 64%; Enrique ¨Peña Nieto con 44% y López Obrador con 68%. Es decir, el actual presidente retrocedió nueve puntos en su aprobación en este segundo año.
LOS RETROCESOS
-Sin duda el más lacerante es el de la inseguridad pública. Alguien le vendió en 2018 al entonces presidente electo, la idea de que la mejor estrategia era aumentar exponencialmente la contratación de policías, algo que desde el gobierno de Felipe Calderón se demostró inviable, pues de 4 mil agentes de la Policía Federal, llegaron a 34 mil y el desastre y corrupción que dejó, todo mundo lo ve.
Enrique Peña Nieto creció la nómina de agentes hasta casi llegar a los 50 mil y López Obrador en su reciente informe dijo que ya son 97 mil elementos, sin que esa cantidad se refleje en el concepto “pacificar el país”.
El presidente asegura que ya se construyeron 79 cuarteles y están en proceso otros 34, además de tener proyectados 135 adicionales, esperando tener 248 a finales de 2021. De los delitos, admite que han aumentado los homicidios dolosos y la extorsión, ligados a la delincuencia organizada.
Como quiera, la percepción general reflejada en todas las encuestas, es que la inseguridad no baja, se fueron ya dos años de seis de su gobierno y el cuerpo preventivo y disuasivo sigue en formación, con el agravante de que antes de concluir su mandato en 2024, deberá devolver a los miles de militares que actualmente están en la corporación y dejar el mando en civiles.
-La política de protección al medio ambiente ha sido abandonada por el actual gobierno, sobre todo en temas tan graves como la intención de construir una central de energía nuclear, las cuales han sido abandonadas en la mayoría de los países y ni si quiera existen protocolos o destinos de confinamiento confiables para depositar los residuos.
Otro desatino es optar por construir una nueva planta carbonífera que llegaría a costar mil 120 millones de dólares, mientras que en la Secretaría de Energía se desmanteló la oficina dedicada a energías alternativas, según denunció Víctor Toledo, quien fue titular de Semarnat hasta hace unos meses.
La prohibición para utilizar el glifosato en los cultivos, solo aplica para los entes del gobierno federal y no para las trasnacionales y grandes productores, por lo cual el daño a la salud seguirá latente para quienes consumimos productos del campo.
Los daños ambientales por la construcción del Tren Maya y de la refinería de Dos Bocas, son recurrentes en las denuncias de los opositores.
-La desaparición de los fideicomisos ha sido otra de las decisiones más cuestionadas, incluso ya materia de una controversia que promueve el grupo de gobernadores de la “Alianza Federalista”.
-En materia de salud, la oposición maneja como punto central de la descalificación la pandemia del COVID.19. Desde señalamientos de opacidad en la compra de insumos y materiales, hasta acusaciones de crímenes por omisión o con conocimiento, involucran a los responsables del sistema de salud y hasta al presidente.
LOS LOGROS QUE PRESUME LÓPEZ OBRADOR
-Encontramos 401 hospitales abandonados, saqueados y a medio construir, así como un déficit superior a 200 mil profesionales de la medicina. Con apoyo de gobiernos estatales, Secretaría de Marina y de la Secretaría de la Defensa Nacional, se reconvirtieron 969 hospitales para atender pacientes con COVID-19 y se contrataron 47 mil personas entre médicos generales, especialistas y otros trabajadores de la salud.
-En los años 2015 y 2016 se duplicó la deuda de PEMEX, al pasar de 1 billón de pesos en 2013 a poco más de 2 billones en 2016. En contraste, en esta administración se registró un desendeudamiento neto de 28 mil 989 millones de pesos al cierre del ejercicio fiscal de 2019. Se está rescatando a esta empresa y a la Comisión Federal de Electricidad, con el compromiso de no aumentar los costos de combustibles y de la electricidad.
-Todos los apoyos o créditos se entregan de manera directa para reactivar la economía de abajo hacia arriba. Ya no se da prioridad a las grandes empresas y bancos. Se apoya a 23 millones de familias y en ocho meses se entregaron 115 mil millones de pesos. Se reformó el Artículo 4 de la Constitución para que no desaparezcan estos apoyos a futuro, cualquier gobierno que llegue.
-Tres millones de agricultores y pescadores están siendo apoyados de manera directa, además de establecer precios de garantía para comprar productos del campo.
-En 2021 se tendrán dos mil 700 sucursales del Banco del Bienestar, para poder entregar los apoyos de manera directa a los beneficiarios, a la fecha se han construido 226 con apoyo de ingenieros militares.
-Se están otorgando 11 millones de becas para alumnas y alumnos pobres en todos los niveles escolares.
-La caída de la economía fue de 10.4% en el primer semestre de 2020 a pesar del desastre mundial, menor al daño que en Italia, España, Francia y Reino Unido. Se crearon 93 ml nuevos empleos, el peso se apreció a menos de 22 pesos.
-La relación con los empresarios ha sido buena y respetuosa. Aceptaron aumentar un 20% el salario mínimo y aportar mayores cantidades para pensionar a los trabajadores.
-En julio de este año entró en vigor el nuevo tratado comercial con Canadá y Estados Unidos, para impulsar las actividades productivas, crear más empleos y conseguir más inversión extranjera directa.
-Estamos aplicando el programa de reforestación más importante del mundo, sembrando más de mil millones de árboles frutales y maderables.
-El Conacyt ha asignado becas con transparencia y equidad a 84 mil 599 estudiantes y a 34 mil 447 académicos por año, con una inversión bruta anual de 19 mil 132 millones de pesos.
-Avanzan los trabajos del aeropuerto General Felipe Ángeles y la nueva refinería Dos Bocas, así como el Tren Maya que comunicará a los países de Asia con la costa este de los Estados Unidos, generando 150 mil empleos.
-Se reformó la Constitución y se castigará con cárcel y sin derecho a fianza a quien utilice el presupuesto público en beneficio de partidos y candidatos, o que adultere los resultados.
MUNDO
Bojayá y la esperanza de paz

Opinión, por Miguel Anaya //
A finales de los años noventa y principios de los 2000, Colombia vivió una crisis de violencia que superaba a la que actualmente enfrenta México. Uno de los departamentos más afectados fue el de Chocó, donde operaban las FARC, grupos delictivos y autodefensas.
El 2 de mayo de 2002, la pequeña comunidad de Bojayá se convirtió en el escenario de una de las tragedias más devastadoras del conflicto armado. En medio de intensos enfrentamientos entre las FARC y grupos paramilitares, cientos de habitantes buscaron refugio en la iglesia del pueblo, confiando en que sus paredes consagradas los protegerían del horror que se vivía afuera.
Alrededor de las 3 de la tarde, un cilindro-bomba impactó directamente en el templo, causando la muerte instantánea de 79 personas, entre ellas 48 niños. Los cuerpos quedaron mutilados y las paredes de la iglesia manchadas de sangre. Días después, el número de víctimas fatales alcanzó las 119, ya que muchos no sobrevivieron a las heridas.
Este acto brutal puso de manifiesto la vulnerabilidad de las comunidades atrapadas entre las fuerzas violentas. A raíz de este y otros eventos que conmocionaron al país, Colombia emprendió un camino hacia la pacificación y la reconstrucción social. Las políticas implementadas, que combinaban estrategias de seguridad con inversión social y económica, comenzaron a dar frutos en las dos décadas siguientes.
Según datos del Banco Mundial, la tasa de homicidios en Colombia pasó de 70 por cada 100 mil habitantes en 2002 a 25 en 2022. En ese contexto, la ciudad de Medellín llegó a tener una tasa alarmante de 380 homicidios por cada 100 mil habitantes.
El entonces gobierno colombiano aplicó la estrategia de ‘Seguridad Democrática’. Esta política implicó el despliegue masivo de fuerzas de seguridad para recuperar el control territorial, fortalecer las capacidades de inteligencia y aumentar la presencia del Estado en zonas rurales, donde guerrillas y grupos paramilitares habían establecido su dominio. La creación de redes de informantes y la colaboración con las comunidades fueron fundamentales para desmantelar estructuras criminales y reducir los enfrentamientos armados.
Tras el debilitamiento militar de las FARC, el gobierno reconoció que la violencia era también un efecto de problemas estructurales como la pobreza y la falta de oportunidades en las regiones rurales.
En respuesta, se implementaron programas de desarrollo rural que incluyeron la construcción de infraestructura, carreteras y electrificación, con el fin de conectar comunidades aisladas con el resto del país.
Además, se promovieron programas de acceso a créditos para pequeños agricultores y cooperativas rurales, incentivando la sustitución de cultivos ilícitos por productos agrícolas comerciales.
En el ámbito social, las políticas de reparación y reconciliación jugaron un papel central. La creación de una Unidad para las Víctimas permitió que quienes sufrieron violencia fueran reconocidos y compensados, generando un proceso de catarsis social.
La inversión en educación y salud fue un eje central: entre 2002 y 2022, el acceso a la educación secundaria aumentó en un 20 por ciento, mientras que la cobertura de salud pública se amplió significativamente en las zonas rurales. A pesar de que aún persisten desafíos en materia de seguridad, el avance en Colombia ha sido notable.
Esta experiencia ofrece lecciones valiosas para México. La implementación de políticas que fortalezcan instituciones, promuevan el desarrollo económico, social y fomenten la cohesión social son esenciales para revertir la tendencia de violencia.
La profesionalización de las fuerzas de seguridad, la recuperación del control territorial y la implementación de programas sociales en zonas marginadas son pasos fundamentales para reconstruir el tejido social. Políticas de desarrollo rural, como las aplicadas en el país sudamericano, podrían replicarse en México para incentivar la economía local, alejar a los jóvenes de las dinámicas del crimen organizado y generar alternativas económicas en comunidades atrapadas en el ciclo de la violencia.
En conclusión, la trágica masacre de Bojayá simboliza el profundo sufrimiento que la violencia puede infligir a una nación. Sin embargo, también demuestra que por muy cruda que sea la realidad violenta que nos rodea, esta puede cambiar con voluntad política y estrategias integrales adecuadas.
El caso de Teuchitlán debe ser un llamado a la acción colectiva. Debemos abrir los ojos y encontrar en la experiencia de otros países una guía para diseñar e implementar políticas efectivas que conduzcan a un futuro más seguro y próspero.
NACIONALES
Geografía del narcotráfico

Conciencia con Texto, por José Carlos Legaspi Íñiguez //
¿Cuál es la geografía del narcotráfico en México? ¿Por qué ciertas regiones de nuestro país tienen más factores para su desarrollo? Hay varias versiones sobre el “nacimiento” de esta actividad ilícita en nuestro país. Una de ellas refiere que, al llegar centenares de chinos a nuestra nación, alrededor de 1890, traían con ellos la “flor del diablo”, también conocida como “adormidera” o amapola.
De esta planta se produce el opio y sus derivados. La amapola encontró una latitud perfecta, en México, para desarrollarse: Sinaloa, cuyas condiciones climáticas favorecieron su cultivo. Para 1910 algunos chinos de Sinaloa, no todos hay que decirlo, se dedicaron exclusivamente a ese cultivo y procesamiento.
Como en Estados Unidos estaba prohibido el opio y derivados, comenzó el tráfico ilícito por las descuidadas fronteras de entonces, creando las primeras redes de distribución para el incipiente mercado.
La Segunda Guerra Mundial trajo consigo mayor demanda y el tráfico de opiáceos creció considerablemente, puesto que la morfina (utilizada para quitar el dolor a los soldados heridos) se deriva de esta droga. En México, tras la Revolución de 1910, se prohibió el cultivo y uso de drogas opiáceas y la marihuana. Se combatió así el tráfico interno.
En 1948, cuando cientos de campesinos de Sinaloa, Durango, Chihuahua y Sonora dejaron el maíz para cultivar amapola y cannabis, el gobierno mexicano lanzó una campaña para acabar con las plantaciones y las riñas entre narcotraficantes que se disputaban las ya jugosas ganancias de estas sustancias prohibidas.
Comenzaron entonces los sobornos a policías municipales, estatales y federales y a también a autoridades civiles, así fue como los narcotraficantes compraron inmunidad para seguir con sus “negocios”.
El consumo de drogas se incrementó vertiginosamente en el país del dólar y los narcos mexicanos pasaron a ser magnates, por los ríos de billetes verdes que llegaron por esta causa.
La década de los 70 fue clave para la marihuana mexicana, al desarticular el gobierno de EEUU la llegada del opio turco. También se inició el consumo de la cocaína, que manejaban narcos de Colombia, de Cali y Medellín, principalmente.
El Gobierno Federal mexicano comenzó la operación “Cóndor”, para desmantelar los cultivos y redes de distribución de drogas. Los sinaloenses Rafael Caro Quintero, Ernesto Fonseca Carrillo y su líder Miguel Ángel Félix Gallardo, excomandante de la Policía Federal y “puente” entre los narcos y funcionarios públicos, se reagruparon en Guadalajara, creando el llamado “Cártel de Guadalajara”. Desde la capital tapatía se comandaron las operaciones que hicieron a este grupo, el más poderoso e importante de México.
Las regiones donde se desarrollaban las actividades de siembra de estupefacientes y narcotráfico fueron principalmente: Sinaloa, Durango y Chihuahua (triángulo dorado); la distribución floreció en Tijuana, Ciudad Juárez, Nuevo Laredo, Reynosa y varias ciudades de Nuevo León.
La encarnizada lucha por dominar las llamadas “plazas” ha ensangrentado al país. Merced a la intervención directa del gobierno norteamericano, los colombianos dejaron de ser los “jefes” de la cocaína, cargo que asumieron los diferentes capos mexicanos.
Al ser encarcelados o muertos los cabecillas, el escalafón se depuró. En algunos casos surgieron ramales de los cárteles tradicionales; en otros se agruparon delincuentes nuevos, guiados por algunos excapitanes de las diferentes bandas. Sus actividades ilícitas se diversificaron: extorsiones, secuestros, cobros de piso, lavado de dinero en negocios aparentemente legales, tráfico de armas y asesinatos por contrato. Los narcos contrataron exmilitares y organizaron ejércitos con armas modernas y sofisticadas.
La expansión de los cárteles se dejó sentir por todo el territorio mexicano. Ya no sería nada más la frontera norte la codiciada. Entidades otrora tranquilas, marginadas de la violencia y el trasiego de las drogas, perdieron su calma.
Tlaxcala, Colima, Michoacán, Guanajuato, Estado de México, Morelos, Hidalgo, Guerrero, Ciudad de México, Aguascalientes, Zacatecas, Oaxaca, Veracruz, Chiapas, Baja California Sur, San Luis Potosí, Tabasco, Quintana Roo… es decir el 95 por ciento del territorio nacional pasó a ser escenario de las disputas sangrientas, desalmadas, inhumanas de los narcos para lograr convertirse en los amos y señores de territorios, ciudades, policías, gobiernos y gobernantes, sin importarles a los facinerosos ninguna otra cosa que el poderío económico y político.
En 1984, Estados Unidos montó en cólera por la tortura y asesinato del agente de la DEA, Enrique “Kiki” Camarena, quien —a su vez— había desatado la furia del Cártel Guadalajara, al arrasar el rancho Búfalo, donde destruyó toda la plantación de marihuana que pertenecía al mencionado cártel.
Al segar la vida del “Kiki” los cabecillas Rafael Caro Quintero, Ernesto Fonseca Carrillo y Miguel Ángel Félix Gallardo fueron encarcelados, lo que propició el relevo de liderazgos y el surgimiento de nuevos cárteles que incrementaron la violencia a límites nunca vistos y corrompieron, también a alturas insospechadas.
Trump no tiene empacho en considerar que el gobierno de México ha permitido el crecimiento y el encubrimiento de las actividades ilícitas de los cárteles del crimen organizado.
Ha lanzado varias amenazas de intervenir nuestro país con su poderoso ejército para desmantelar laboratorios, capturar cabecillas de los mafiosos y no pocos políticos coludidos -dice él-, con los capos que -también lo dice él- tienen a México sojuzgado a sus nefastos intereses, por arriba, por abajo, por el centro y todos los litorales.
MUNDO
La cumbre no es eterna: El peso del poder y la caída inevitable

A título personal, por Armando Morquecho Camacho //
La historia está repleta de ejemplos de líderes que, enceguecidos por la ambición, olvidaron la fragilidad de su posición. Luis XVI, convencido de que su linaje era suficiente para sostener su trono, ignoró las señales del descontento popular hasta que el filo de la guillotina le enseñó lo contrario. Napoleón, tras haber conquistado media Europa, creyó que Rusia sería otra joya en su corona, solo para encontrar en la crudeza del invierno su Waterloo anticipado.
El ascenso y la caída de los poderosos no es un fenómeno reciente ni exclusivo de una geografía en particular. Desde la antigüedad, los imperios han crecido con el ímpetu de la ambición y se han desplomado con la misma rapidez con la que olvidaron los límites de su propio poder.
Alejandro Magno conquistó medio mundo, pero murió sin dejar un heredero capaz de sostener su imperio. Julio César creyó que su popularidad y victorias militares lo hacían intocable, hasta que sus propios aliados decidieron que representaba una amenaza mayor que un beneficio. La política, como la historia, es una danza peligrosa entre la gloria y la ruina, donde el exceso de confianza suele ser el último paso antes de la caída.
El mito de Ícaro nos recuerda precisamente esto: el peligro de volar demasiado alto sin medir las consecuencias. Ícaro, fascinado por su recién adquirida capacidad de volar, olvidó la advertencia de su padre y ascendió hacia el sol, hasta que el calor derritió la cera de sus alas y cayó al mar.
La política, como la vida misma, requiere de equilibrio. Quien se eleva sin mesura, sin comprender la delgada línea que separa el éxito de la caída, está condenado a desplomarse con mayor fuerza. El poder tiene un peso que pocos pueden sostener sin perder la compostura. No se trata solo de alcanzar alturas, sino de saber mantenerse en ellas.
Pero si Ícaro es el ejemplo de la caída, Sísifo representa la otra cara de la moneda: el castigo de quienes están atrapados en una lucha interminable. Su condena consistió en empujar una roca cuesta arriba solo para verla rodar de nuevo al punto de partida. En la política, muchas veces la lucha es constante y el esfuerzo parece nunca rendir frutos.
Sin embargo, el verdadero peligro no está en la repetición del intento, sino en la ilusión de que la cima es un lugar permanente. Muchos políticos creen que el poder les pertenece, que su ascenso es definitivo y que su esfuerzo no necesita ajustes. Pero la realidad es que la piedra siempre caerá, y lo único que define a los grandes es cómo afrontan la inevitable repetición del ciclo.
No hay imperio ni liderazgo que sea eterno. La historia es cíclica, y los excesos suelen conducir al mismo desenlace. En México y en el mundo, las trayectorias políticas están marcadas por ascensos meteóricos y caídas estrepitosas. Basta con observar cómo en cada sexenio surgen figuras que, creyendo haber conquistado la cima, terminan en el olvido o el descrédito. Quienes llegan al poder suelen olvidar que su estancia en la cúspide es efímera, que la rueda del destino sigue girando y que lo que hoy es gloria mañana puede ser polvo.
El sistema político parece diseñado para producir nuevos Sísifos, figuras condenadas a empujar sus delitos cuesta arriba, solo para verlos rodar nuevamente cuando cambian las administraciones. Cada sexenio, cada legislatura, cada relevo de poder trae consigo un ajuste de cuentas disfrazado de justicia o renovación, donde los caídos de ayer se convierten en los verdugos de hoy y los actuales intocables pronto serán las nuevas piezas sacrificables. La impunidad no es eterna, pero sí cíclica, y quienes creen haber asegurado su permanencia descubren, tarde o temprano, que la roca siempre vuelve a caer.
Las reformas, los cambios de gobierno y los giros políticos no son más que un nuevo acto en esta obra repetitiva, donde las promesas de castigo a la corrupción se mezclan con la selectividad de la justicia. Los escándalos que hoy cimbran las instituciones terminan convertidos en anécdotas cuando el tiempo y la indiferencia los diluyen, hasta que nuevos nombres ocupan los titulares y el proceso vuelve a empezar. En este juego de relevos, algunos consiguen deslizarse entre las grietas del sistema, mientras que otros terminan aplastados por el peso de sus propias ambiciones.
Y así, en un ciclo interminable, la historia se repite de forma tal que la pregunta no es si caerán, sino cuándo y con qué consecuencias. Algunos lo harán con estrépito, arrastrando consigo estructuras enteras y exhibiendo las miserias del sistema; otros, con sigilo, desaparecerán en la sombra de negociaciones y pactos que les garanticen una caída suave. Pero la constante es ineludible: nadie se mantiene en la cumbre para siempre, y aquellos que creen haber burlado el destino solo están posponiendo lo inevitable.
La enseñanza es clara: la política requiere mesura, prudencia y un entendimiento profundo de la transitoriedad del poder. Nadie es eterno en el cargo, y quienes lo olvidan terminan consumidos por el peso de sus propias decisiones.
En la vida, como en la política, el equilibrio lo es todo. El dinero, el éxito y la influencia pueden convertirse en espejismos que hacen olvidar el propósito inicial. La historia nos ha enseñado que aquellos que se ven a sí mismos como intocables, como dueños de un destino inalterable, terminan siendo arrastrados por la corriente de su propia soberbia. La verdadera habilidad no está en acumular poder, sino en administrarlo sin perder el sentido de la realidad.
El desafío es claro: no ser Ícaro ni Sísifo, sino aprender a volar sin olvidar que siempre habrá una caída, y a empujar la piedra con la consciencia de que el esfuerzo nunca es definitivo. Porque en la política, como en la vida, nadie es eterno en la cumbre, y solo aquellos que lo entienden logran caer con dignidad y levantarse con sabiduría.
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