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NACIONALES

Incivilidad y antidemocracia, males de AMLO

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Campos de Poder, por Benjamín Mora Gómez //

Es perverso, disonante e incoherente. Su único objetivo es, ha sido y será satisfacerse desde la mentira y la confabulación; inventarse realidades alteras para creerse a sí mismo y decir lo que no es, o, dicho de otro modo, creer, solo creer, en aquello que refuerce sus fantasías y delirios de grandeza. Su moral es muy inmoral; desecha la ley y pide a los demás su fiel cumplimiento. Finge bondad y se congratula del dolor y la pobreza que le permite perpetuarse en el poder.

Antes de ser presidente, ya anticipaba su lugar en la historia patria que ahora escriben sus lacayos en los libros de texto gubernamental… en su deformada personalidad, era antes de ser. Trastoca la realidad y tiene en todos los demás a los culpables de su fracaso, de sus fracasos. Es incapaz de valorar a quien no coincide con su mundo interior, y por ello le es imposible llegar a acuerdos en donde no sea él el eje sobre el cual gire no solo su gobierno sino México y el mundo.

Su aspereza es impulsiva y primitiva. La oscuridad de su pensamiento detiene la correcta toma de decisiones desde el discernimiento maduro y justo, claro y consciente. Solo en la diatriba encuentra seguridad y motivo de sonrisa; sin embargo, su mayor incomodidad la encuentra en sí mismo. En algún momento de su infancia, su capacidad cognitiva fue inhibida. El asertividad no es lo suyo.

La intolerancia coexiste con la intransigencia y la discriminación, y con ellas, la incapacidad de diálogo, convivencia y acuerdos. Hay principios básicos que debería seguir todo quien decida vivir para la política: Sin verdad no hay confianza, sin justicia no hay paz y sin libertad no hay democracia, y entender que la arrogancia es el demonio del dictador y el infierno del pueblo.

Vivir sin ideales me resultaría imposible siquiera imaginar. La certeza de un mañana nos invita a imaginarlo y desearlo; por ello, al amanecer se agradece, y al terminar el día, se bendice lo recibido y lo logrado. Él no podrá bendecir nada porque la maldad lo ha motivado y movido.

Recuerdo aquel día en que dije a mi madre que dedicaría mi vida a la política y lo público; luego de escucharme, sonrió y me dio un consejo simple, llano, sempiterno: “Elige aquellos ideales que otros puedan querer en su vida diaria”.

Vivimos un tiempo de mentiras presidenciales matutinas que se agolpan y agotan, que se repiten hasta nuestro cansancio o hasta que el engaño de esa cada vez más reducida mayoría; mentiras que no cesan ni ceden ante la evidencia de la realidad. Andrés Manuel López Obrador sabe que, mientras tenga la fuerza del escarnio y la diatriba, el diálogo con quienes le oponen es innecesario.

Hay quienes no comprender qué mantiene a López Obrador siendo tan ineficiente; la respuesta es simple: La mentira bien dicha, bien adornada, gusta más que una verdad desnuda que no regale esperanza.

Fiódor Dostoyevsk, cuando nos habla de que no sabemos ser originales ni siquiera para equivocarnos, también nos dice que “la vida puede enterrarse para siempre”.

Como pueblo, hemos aprendido que la pesadilla de la política es no saber cuándo nos hablan con la verdad.

George Orwell, nacido en Motihari, Bengala, India, con el nombre de Eric Arthur Blair, escribió un libro maravilloso: Rebelión de la Granja Orwell nos dijo “En una época de engaño universal, decir la verdad es un acto revolucionario”. Así es nuestro tiempo y así debería ser nuestra actitud y valentía. Hoy, la sociedad civil organizada debería ser el principal contrapeso al gobernante en sus tres niveles y aprender a decirle la verdad, aunque no sea lo que desee escuchar.

De Rebelión de la Granja traigo un párrafo más que ejemplar: “Los animales que estaban fuera miraban a un cerdo y después a un hombre, a un hombre y después a un cerdo y de nuevo a un cerdo y después a un hombre, y ya no podían saber cuál era cuál”. Así es hoy y así fue ayer. Y los cerdos conviven con los hombres y hacen, ambos, de nuestro mundo un chiquero. Lo que aun no sé es quién lo ensucia más.

El tiempo se nos agota. Cada día sin una propuesta esperanzadora alterna desde la oposición es un día a favor de López Obrador y sus corcholatas. Se nos dice que México puede ser mejor, que el libre mercado es bueno, que somos una nación rica en bienes naturales y que somos un pueblo muy trabajador, pero nada de ello cambia con lo que Amlo nos dice también.

Investigaciones en Psicología demuestran que las personas con más esperanza tienen menores índices de preocupaciones y depresión, y se sienten más satisfechos con su vida. La esperanza se asocia fuertemente con el sentido de la vida, con creer que nuestra vida tiene significado y propósito. Reconozcamos que las personas con altos niveles de esperanza tienden a conectarse mejor con los demás y son más capaces de considerar diferentes perspectivas o puntos de vista.

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NACIONALES

La política, la ética y el Estado

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Conciencia con texto, por José Carlos Legaspi Íñiguez //

Para millones de mexicanos la política, la ética y el Estado son elementos que, aunque conviven obligadamente, hace muchísimo que no tienen concordancia; que están desfasados entre sí y esto propicia el caos que vivimos actualmente en lo referente a nuestra integridad como nación.

Cuando hablamos de ética, vienen –irremediablemente- los conceptos del bien y del mal.

Y hablar del bien y del mal conlleva a los juicios obligados que determinan los valores de una sociedad, es decir la moral, que impera en los diferentes grupos humanos.

Pero la moral alude al acuerdo social de lo que es bueno, justo, deseable para un grupo de personas, pero…que puede diferir de lo que otro grupo u otra sociedad considera como tal.

Por ello en las distintas entidades de la República Mexicana se tienen conceptos diferentes sobre la actuación de los políticos en su ejercicio público.

¿Hay entonces moral de diseño para cada grupo social? Se pudiera decir que sí, porque en el plano colectivo son los usos, las costumbres, las tradiciones, la cultura, inclusive el género, los que pueden dar la orientación, el estilo o la forma en que esos grupos sociales consideran lo que es el bien y lo que es el mal en sus comunidades.

Esa es la moral pública. La que tienen todos pactada, sin necesidad de papeleo, simplemente porque “así es”. 

Los problemas surgen cuando los acontecimientos, conductas y comportamientos atentan en contra de esos acuerdos morales que existen en grupos sociales definidos. Quienes transgreden dichos acuerdos pueden ser señalados con índice de fuego, pueden ser penados socialmente o sufrir condenas creadas específicamente para “castigar” a quienes se han atrevido a violar dichos arreglos colectivos.

La moral, como otras situaciones, cambia de acuerdo a las circunstancias sociales. No es lo mismo hoy que hace 50 años. Por ejemplo, hace medio siglo se “castigaba” a las madres solteras incluso desde la autoridad, puesto que en las actas de nacimiento se clasificaba como “hijo natural” al niño cuyo padre no se hacía responsable o no daba su “nombre” por diversas situaciones morales.

Otro castigo social era para quienes no se casaban por lo civil o la Iglesia, puesto que se les negaban servicios religiosos o se les estigmatizaba por atentar contra las buenas costumbres que entonces imperaban. Hoy en día esas “conductas inmorales” carecen, en la mayoría de las sociedades, de exclusiones o sanciones sociales y oficiales.

La moral evolucionó. La moral cambió. Las sociedades evolucionaron, cambiaron y los acuerdos tácitos morales también mudaron de piel.

Algunos grupos sociales no reconocen ni dan validez a conceptos que predominan en las diferentes sociedades. La moral del norte de México, por ejemplo, dista bastante de la moral de las entidades del sureste o las del centro del país.

Algunos políticos parecen descarados cuando aceptan que sí robaron, “pero nomás poquito” y vuelven a pedir el voto y la confianza del electorado. Otros han sido incluso condenados por delitos, pero salen de la cárcel y vuelven a las andanzas políticas y a las inmoralidades.

El dicho famoso de que “en política la moral es un árbol que da moras” no es producto de la casualidad. Es consecuencia de la desfachatez, lo sinvergüenza y el cinismo que impera entre aquellas personas dedicadas a la política.

Sin embargo, la ética la política y el Estado no pueden estar sujetos a los vaivenes de la moral o a las veleidades morales.

La búsqueda del bien común es la finalidad de todas las sociedades; pero no será posible lograrlo con políticos rapaces, mentirosos, viles, falsos, acomodaticios, desleales, faltos de integridad personal, deshonestos, cínicos y sin compromisos sociales, de moral adaptada a su codicia, a sus ambiciones de grupo que los alejan de los valores fundamentales humanos.

Sobran los ejemplos de esta clase política que sólo actúa en función de un interés individual, de una conveniencia de partido o con sus cerradas miras ideológicas impuestas desde el poder que detentan. Sobran los ejemplos de esta clase política que dice una cosa y hace lo contrario; que se compromete a efectuar acciones benéficas y, con descaro, sin miramientos, destruye lo que beneficia a las mayorías, argumentando falsos preceptos de honradez, honestidad e integridad personal.

¿Cómo identificar a estos amorales, inmorales y políticos faltos de ética? Basta y sobra revisar sus palabras, sus discursos, sus diatribas y compararlos con sus actos de gobierno. Siempre salen perdiendo, aunque la percepción generalizada sea de connivencia.

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NACIONALES

Su implementación es impostergable: Reforma fiscal, el elefante en la sala del debate político nacional

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A título personal, por Armando Morquecho Camacho //

Sin lugar a duda, si hay algo innegable en nuestra sociedad, es la importancia que juegan los procesos electorales. En primera instancia, estos juegan un papel fundamental debido a que son la esencia de la democracia participativa que rige a nuestro sistema de participación ciudadana en el cual, el centro son las personas.

Por otro lado, estos son fundamentales para nuestra sociedad ya que sin importar las simpatías o las fobias que podamos tener y/o albergar, estos son, para bien o para mal, uno de los pocos momentos y espacios en los que los ciudadanos no solo tenemos la oportunidad de escuchar las propuestas de quienes aspiran a liderar el futuro de nuestro país, sino que también son el espacio idóneo para cuestionar, externar y formular preguntas de relevancia nacional y de interés público.

En ese contexto, a raíz de los dos primeros debates presidenciales, una de las preguntas que ha surgido con mucha fuerza entre la audiencia de esta fiesta electoral, es la relacionada a la necesidad de una reforma fiscal como el pilar de la lucha contra la desigualdad en nuestro país.

No obstante, si bien es cierto que la lucha contra la desigualdad es probablemente una de las deudas más grandes que tenemos como nación ya que esta atañe uno de los temas más sensibles de nuestro país como lo es la pobreza en todas sus expresiones, la falta de oportunidades educativas y laborales, y la falta de acceso de muchas regiones del país a servicios públicos de vital importancia, tampoco podemos perder de vista que la necesidad de hablar de una reforma fiscal no solamente responde a un contexto nacional, sino que también responde a un contexto internacional.

Por esta razón, abordar un tema de esta naturaleza implica no solo estar a la altura de las necesidades de nuestro país, sino también, a la altura de un contexto global que día con día nos pone de frente nuevos retos y nuevas crisis tanto políticas, sanitarias y económicas.

En el caso económico, actualmente la economía global atraviesa por una etapa de desaceleración y mayor endeudamiento tanto público como privado, mismo que se agravó con mayor intensidad durante la pandemia, etapa de la historia de la humanidad en la que la brecha de desigualdad se amplió considerablemente.

En ese orden de ideas, nuestro país no está exento de las consecuencias de esa desaceleración, por ende, se requiere de acciones que logren dar impulso al crecimiento, pero que, al mismo tiempo, atiendan a las necesidades de la sociedad, es decir, impulsar cambios sustanciales con perspectiva social. Sin embargo, debemos de tener en cuenta que para lograr estos tan anhelados cambios sustanciales, se requiere de recursos.

Derivado de lo anterior, cobra relevancia que en los últimos años, la política fiscal en México ha sido poco efectiva para disminuir las desigualdades en la distribución del ingreso. De hecho, de acuerdo con la OCDE, México reduce el índice de Gini (medida de concentración del ingreso que toma valores entre cero y uno) en 0.02 puntos en cuanto a la implementación de la política fiscal, lo que nos ubica como el país con menor incidencia fiscal dentro de dicha organización.

Por esta razón, es inconcuso que, en el contexto nacional y global actual, una reforma fiscal que eleve la progresividad de los impuestos y el gasto público es necesaria para reducir desigualdades y para propiciar un crecimiento económico más incluyente.

Al respecto, cobra relevancia lo postulado por el politólogo Herman Heller, quien señaló que el espacio fiscal constituye la capacidad del gobierno para proveer recursos financieros destinados a un propósito determinado sin comprometer la salud financiera del Estado, ni mucho menos, la estabilidad económica del país.

Y tomando en consideración el contexto actual de nuestro país, es necesario comenzar a destinar nuevos recursos a los siguientes sectores prioritarios: a) educación: para garantizar la educación superior gratuita y obligatoria e incrementar la cobertura educativa en todos los niveles; b) salud: para garantizar servicios médicos de calidad y acceso universal a estos servicios; c) seguridad: para ejercer con mayor eficiencia el uso de recursos para así obtener los resultados esperados del modelo de seguridad pública; d) seguridad hídrica: esto para garantizar un acceso universal real a este servicio de primera necesidad cuya ausencia en algunos hogares del país aumenta la brecha de desigualdad.

Como podemos observarlo, en el panorama actual de México la discusión sobre la reforma fiscal se erige como una necesidad apremiante, enraizada en las realidades económicas tanto a nivel nacional como global. La persistencia de desigualdades socioeconómicas clama por soluciones audaces y efectivas que solo una reforma fiscal integral puede proporcionar.

En esa tesitura, el corazón de esta reforma no solo yace en el incremento de la progresividad de los impuestos y el gasto público, sino también en su capacidad de redirigir los recursos hacia áreas críticas que impulsan el desarrollo humano y económico. La educación, la salud, la seguridad y la seguridad hídrica son pilares fundamentales que requieren inversión sostenida para construir una sociedad más justa y equitativa.

Al margen de lo anterior, la importancia de esta reforma va más allá de las cifras y los indicadores económicos. Se trata de un compromiso moral con las generaciones presentes y futuras. Una reforma fiscal bien diseñada y ejecutada no solo promueve un crecimiento económico inclusivo y sostenible, sino que también fomenta la cohesión social y el bienestar general.

Por lo tanto, la implementación de una reforma fiscal integral no puede ser postergada ni ignorada. Es una responsabilidad política ineludible, sí, pero también representa un imperativo moral. Es el camino hacia un futuro próspero y equitativo para todos los mexicanos, un futuro en el que las oportunidades no estén limitadas por la condición socioeconómica, sino que sean accesibles para cada individuo, sin importar su origen o circunstancias. Es hora de actuar con decisión y visión, para construir un México más justo, próspero y equitativo para todos.

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MUNDO

TikTok, tic tac

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Opinión, por Luis Manuel Robles Naya //

El reloj ha empezado a correr en paralelo para dos realidades. Una en el país del norte y otro en nuestro país. El gobierno estadounidense le ha dado a la empresa ByteDance, dueña de TikTok, un plazo de 270 días para que sea vendida la aplicación o será prohibida en su territorio.

TikTok, es la versión internacional de Douyin, una aplicación diseñada específicamente para el mercado chino, que en su expansión internacional ya alcanza 800 millones de usuarios mensuales.

La razón esgrimida es la seguridad nacional, al sentir que los datos de los usuarios pudieran ser utilizados por el gobierno chino para influir y afectar los intereses del gobierno y de sus ciudadanos. La pregunta que surge es acerca de por qué solo prohibir el uso de TikTok y no el de las otras redes sociales que igualmente cuentan con datos personales de los usuarios, dirección, teléfonos, compras, páginas favoritas, preferencias comerciales y es fácil tener acceso a ellos, no solo en el país del usuario sino desde cualquier parte.

No es un incidente aislado esta presión sobre una empresa china; ya anteriormente la empresa Huawei fue imputada por 13 cargos de conspiración para cometer fraude bancario, defraudar a EUA y blanqueo de capitales. Desde entonces la relación entre la empresa y el gobierno es tensa y el tema es importante en las relaciones bilaterales, por lo que el caso TikTok solo agrega un tanto en la ya de por sí ríspida relación bilateral entre los dos países.

Es en esta tensa relación en la que debe entenderse esta decisión en la que la libertad de expresión es un daño colateral en la disputa comercial que los dos países tienen. Según un estudio del congreso estadounidense, sus empresas enfrentan barreras comerciales, prácticas desleales y falta de reciprocidad en áreas clave, así que no debe extrañar que a las empresas chinas les quieran aplicar una sopa de su propio chocolate, con la diferencia de que aquí 170 millones de usuarios pueden protestar y responderle a su gobierno por clausurarles una opción de expresión, lo que difícilmente sucederá en el país asiático.

El tic tac del reloj no solo opera para este caso que habrá de tomar vuelo en el ambiente electoral en que se desenvuelve el país vecino. Aquí en el nuestro, parece afectar gravemente al gobierno nacional empeñado en sacar adelante la campaña electoral de su candidata oficial. El tiempo vuela y las grandes obras no están terminadas y si a medias están funcionando como el AIFA o el Tren Maya, no arrojan buenos resultados. Ante la falta de ellos y el fracaso de las políticas (¿) de salud, educación, cultura, investigación tecnológica, infraestructura productiva, etc., al gobierno le corre prisa por reforzar las percepciones que con falacias mantuvo durante todo el sexenio

Se nota alguna desesperación, pues no se explica de otra forma el aprobar al vapor la creación de un fondo para las pensiones del bienestar, sin que exista el instituto que lo habrá de administrar ni las reglas con que habrá de operar. Ni tampoco se explica la urgencia del presidente para que le depositen el dinero de las AFORES perteneciente a los mayores de 70 años.

Tampoco se explica el coartar el derecho de amparo de los particulares ante las muy probables decisiones autoritarias del gobierno. El tiempo en que se promueve, cuando el presidente más autoritario que hemos tenido ya se va, implica que su probable sucesora comparte la necesidad de la reforma y confirma que su gobierno habrá de seguir la misma ruta autoritaria y caprichosa con la que deciden las obras y políticas gubernamentales, sin importar el derecho o la opinión de los ciudadanos que pudieran resultar agraviados.

No son buenos augurios para el país, el que un grupo sectario, ideologizado, esté orientando y aumentando el gasto gubernamental precisamente en año electoral, para tratar de asegurar una clientela cautiva a través del crecimiento desordenado de los programas sociales, o el aparente crecimiento del ingreso por aumentos salariales y subsidios fiscales. Mucho menos porque con ello pretenden consolidar mayorías dependientes del apoyo gubernamental, mismo que llega etiquetado por los servidores de la nación con el rostro y nombre del benefactor.

Si a usted, usuario de TikTok, le parece que el gobierno del país vecino del norte está cometiendo un abuso en contra de las libertades, aduciendo seguridad nacional solo por proteger intereses comerciales, qué puede pensar de un gobierno que no duda en abrir investigaciones a opositores, o que secuestra a un obispo para sembrarle drogas y estimulantes además de destruir su reputación, por haber cometido el pecado de develar la mala actuación del gobierno ante la inseguridad. O que amparado en la seguridad nacional oculta el ejercicio y aplicación de miles de millones de pesos. El tic tac suena en el reloj que anuncia la víspera del trueno.

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