NACIONALES
Para atrás, ni para agarrar aviada: Donaldo, lecciones de liderazgo

Opinión, por Víctor Hugo Celaya //
Este domingo 23 de marzo se cumplen 31 años del artero asesinato de Luis Donaldo Colosio. En su memoria y como homenaje, quiero compartir contigo recuerdos de una profunda amistad y un proyecto compartido con un gran mexicano y entrañable amigo.
En mis primeros años de vida estudiantil y profesional, un amigo al que apreciaba y respetaba mucho me comentó que al describirnos o hablar de nuestras relaciones personales, tendemos a caer en la petulancia o en la falsa modestia. Por ello, creo que el mejor homenaje a Donaldo es recordarlo con sinceridad, hablando con la verdad sobre todos los aspectos de su vida, especialmente desde la perspectiva de quienes tuvimos la fortuna de compartir amistad, ideales, esfuerzos, lecciones de vida y proyectos con él.
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Donaldo tuvo muchos amigos desde muy joven, primero en su tierra natal, Magdalena, Sonora, y después en Monterrey, Nuevo León, donde estudió Economía en el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey (ITESM). Más tarde, como funcionario público, dirigente político y congresista, amplió aún más su red de amistades por todo México. Con franqueza puedo decir que su mayor ilusión y objetivo era servir a Sonora y a México, dando lo mejor de sí mismo, algo siempre presente en nuestras conversaciones y etapas compartidas.
Nuestra amistad fue una historia auténtica de compromiso político, ideales compartidos y múltiples anécdotas personales. Nuestras reuniones siempre estaban llenas de conversaciones sobre temas familiares, proyectos profesionales y aspiraciones políticas. Donaldo era un hombre de firmes convicciones, sólidos valores personales, profundas raíces familiares y gran lealtad hacia sus amigos.
Nos unió especialmente nuestro origen común del norte de Sonora; él de Magdalena y yo de Atíl, municipios cercanos con una fuerte cultura regional y fronteriza. Nuestro reencuentro en la Ciudad de México ocurrió después de que ambos salimos a estudiar fuera de nuestra región natal: él estudió en Monterrey y yo en la Universidad de Sonora, seguido por nuestros estudios de posgrado en Estados Unidos, él en Filadelfia y yo en San Luis, Missouri. Luego, coincidimos en el gobierno federal en la capital del país, desde donde continuamos comprometidos con nuestro estado.
Recuerdo especialmente que en 1983 lo contacté por teléfono y acordamos vernos para comer en el restaurante Loredo, ubicado en la calle Hamburgo en la Zona Rosa de la Ciudad de México, cerca de nuestras oficinas: él en la Secretaría de Programación y Presupuesto (SPP) y yo en la Secretaría de Gobernación (SEGOB). Este restaurante se convirtió en un punto habitual para reuniones fuera del horario de oficina, para conversar sobre temas profesionales, políticos y familiares. También sus oficinas fueron espacios donde siempre acudí a su llamado.
En ese entonces, él ya era director general en la SPP y yo subdirector en la Dirección General de Gobierno en la SEGOB, y posteriormente Director General de la Comisión de Radiodifusión. Fueron once años de comunicación constante, apoyo mutuo y coincidencias profesionales.
Durante todos esos años compartimos nuestras aspiraciones profesionales y políticas, basadas en nuestros valores familiares y regionales, así como en nuestro orgullo por la herencia política sonorense y mexicana de figuras históricas como Plutarco Elías Calles, Álvaro Obregón, Adolfo de la Huerta y Abelardo L. Rodríguez, personajes a quienes Donaldo admiraba profundamente.
Nuestra amistad se fortaleció también en lo familiar y social, compartiendo una gran afición por el béisbol. Muchos fines de semana acudíamos al estadio del Seguro Social para ver jugar a los Diablos Rojos del México, combinando conversaciones sobre temas personales y profesionales. Esta afición compartida era conocida por todos los que nos rodeaban.
Como ser humano y profesional, aprendí mucho de él. Era humilde y prudente, enemigo de la mentira y del engaño, siempre discreto y sencillo en su actuar público y privado. Poseía un carácter fuerte y seguro, afrontando con firmeza las decisiones difíciles. Cuando corregía algo, minutos después demostraba amistad y confianza sin rencores. La disciplina en el estudio, el trabajo, la cultura y el deporte eran la base de su formación; estaba convencido de que solo así se lograba el éxito.
Su gratitud y lealtad destacaban en su familia y en su equipo de trabajo. Daba más importancia a los hechos que a las palabras, algo que siempre dejaba claro. Era un gran comunicador y conversador, creyendo profundamente en lo que decía y escribía, siempre motivando a avanzar con la frase: «para atrás, ni para agarrar aviada», expresión característica en Sonora.
Desde nuestro primer encuentro en 1983 hasta 1994 compartimos esfuerzos políticos y profesionales, recibiendo siempre su respaldo en mis responsabilidades legislativas, especialmente como presidente de la Comisión de Asuntos Fronterizos, dada nuestra preocupación común sobre el desarrollo económico y social de las fronteras de México.
Las grandes lecciones de febrero de 1994
Quiero compartir contigo dos fechas para mí memorables en nuestra relación, ya siendo candidato a la presidencia de la República, en su gira por Guadalajara y Zapopan los días 9 y 10 de febrero de 1994 (previo a su cumpleaños número 44). Tuve el privilegio de acompañarlo físicamente esos días, ya que era su coordinador de campaña presidencial en Jalisco. Ahí tuvimos la oportunidad de actualizarnos sobre todos los temas en lo familiar, lo profesional, nuestras aspiraciones políticas y el entorno que estaba viviendo, así como lo que estaba por venir.
Después de la primera parte de su gira por la mañana, con la sencillez que siempre lo caracterizó y la amistad y confianza que me otorgaba, me invitó a que comiera solo con él ese día previo al evento magno en el auditorio Benito Juárez de Zapopan. Este evento quedó documentado en películas y documentales sobre su asesinato, con imágenes reales de su campaña previa al magnicidio.
Ahí, junto a muchos amigos y amigas de Jalisco que siempre lo recordarán y que él estimaba mucho, irrumpió en ese magno evento ante cerca de 30,000 personas, invitándome a acompañarlo en su llegada. Previamente, habíamos pasado a saludar a la familia Álvarez del Castillo en el periódico El Informador de Guadalajara, y desde ahí partimos en su camioneta hacia el auditorio en Zapopan.
Fue un evento de éxito político y social rotundo en todos sentidos; para muchos observadores y analistas, marcó el repunte definitivo de su campaña después de los cuestionamientos que sus detractores internos y externos habían realizado en las semanas y meses anteriores.
En ese contexto se da una anécdota personal; definitivamente lo describe como un ser humano, sensible y amigo cabal, y fue durante nuestra comida donde platicamos solos él y yo de muchas cosas; me preguntó por mi esposa y mis hijos, refiriéndose a todos ellos por sus nombres porque los conocía bien.
Me dijo con franqueza y seguridad: “Si ya están ellos en Sonora, ya no los muevas. Viene una gran oportunidad para ti; cuenta con todo mi apoyo y respaldo para que continúes con lo que sigue y de lo que ya hemos platicado. En unas semanas más nos juntaremos todos en Sonora con nuestras familias y nuestros amigos para agradecerles todo el apoyo que me han dado”.
Ese era Luis Donaldo Colosio, un hombre íntegro, comprometido y decidido a triunfar ante cualquier adversidad. Este es mi recuerdo sincero y agradecido hacia un verdadero amigo y compañero de ideales, a tres décadas de su partida.
ENTREVISTAS
Francisco Reséndiz Neri, candidato a juez de distrito: Juzgar con pasión, servir con independencia

Por Francisco Junco //
“Quiero seguir siendo juez porque es mi vocación y mi pasión. No busco poder, sino servir”, afirma con convicción Francisco Reséndiz Neri, Juez Séptimo de Distrito en Jalisco, mientras enfrenta un proceso inédito en México: la elección popular de jueces el 1 de junio de 2025.
Con más de 20 años en el Poder Judicial y nueve como titular en materia penal, Reséndiz, identificado con el número 25, defiende su trayectoria y su amor por los derechos humanos como su principal carta de presentación.
Un camino desde abajo
Reséndiz comenzó en los escalones más bajos del sistema judicial, como meritorio, haciendo copias y aprendiendo desde la base. Su carrera incluye roles como actuario penal, secretario del Supremo Tribunal de Justicia de Jalisco, y juez federal en materia de cateos y arraigos en la Ciudad de México, hasta llegar a la titularidad del Juzgado Séptimo de Distrito.
“Me mueve, el hecho de que creo que esto tiene que mejorar en la selección y que se requerirán personas de experiencia, personas independientes, que contribuyan a que subsista lo que es propiamente la división de poderes, la democracia como la conocemos actualmente, porque la defensa más cercana que tiene el ciudadano y todas las personas contra cualquier acto arbitrario, es precisamente el juicio de amparo, único en el mundo que permite anular cualquier acto”, señala, destacando su compromiso con la división de poderes y la democracia.
Retos de una elección sin precedentes
En entrevista con Conciencia Pública, Reséndiz aborda con franqueza los desafíos de esta elección. “Será difícil que la gente vote con cientos de nombres en una boleta, sin partidos ni propuestas tangibles”, admite. Reconoce riesgos, como la posible influencia de poderes fácticos, incluido el crimen organizado, pero insiste en que la solución es simple: “Apegarse a la ley, al caso concreto y a la Constitución”. Su experiencia, dice, es su escudo contra presiones externas.
Dilemas judiciales
Francisco Reséndiz Neri reconoce que uno de los grandes dilemas actuales en la labor jurisdiccional es la falta de una postura clara de la Suprema Corte respecto a la jerarquía entre los tratados internacionales y la Constitución.
“Muchos jueces, actuando de manera fundada, han establecido que debe prevalecer el tratado sobre la Constitución en ciertos casos, especialmente cuando se trata de derechos humanos”, explica. Sin embargo, esa práctica ha generado reacciones del poder legislativo, que habla de afectaciones a la soberanía nacional. “El problema es que cuando un juez aplica el tratado por encima de la Constitución, aunque sea para proteger derechos humanos, puede ser señalado o etiquetado, y eso no debería pasar”, señala.
Una justicia humana y equitativa
Cuenta cómo, en un caso de abuso sexual contra un menor, “coincidía la edad con la de mi hija. Estás tentado a echarle más cosas, pero no puedes. Tienes que ser objetivo. No puedes decidir por lo que sientes” y reafirmó que la objetividad no lo aleja de la empatía, “hay que ponerse en los zapatos de los otros. Todos tienen un proyecto de vida, todos merecen respeto”.
Propuestas claras
¿Por qué votar por él? Reséndiz enumera tres razones:
“Quiero que votes por mí porque tienes derecho a una persona capacitada. Quiero que votes por mí porque tienes derecho a una persona que ha administrado justicia y que tiene noción de lo que es o son los actos injustos. Y, tres, quiero que votes por mí porque siempre dialogaré por la protección de los derechos de las personas. Esa es mi directriz”, subraya.
Deuda histórica con las víctimas
Para Reséndiz Neri, el sistema penal mexicano tiene una deuda histórica con las víctimas, “el sistema ha privilegiado la forma sobre el fondo”, lamenta. Y pone un ejemplo elocuente, “no es lo mismo liberar a alguien porque no se leyó un derecho a tiempo, que porque no se comprobó su responsabilidad. Hay que cuidar las formas, sí, pero sin perder de vista la justicia de fondo”, apunta. Desde esa visión, Francisco Reséndiz cree necesario revisar la legislación para que no se convierta en un laberinto que sirva como impunidad.
El juez habla con firmeza sobre temas que no todos tocan con tanta claridad, por ejemplo, aseguró que la diversidad llegó para quedarse. “No puede haber discriminación por preferencia sexual, por origen étnico o por discapacidad. Es una deuda histórica que tenemos con los grupos vulnerables”. Defiende los protocolos para juzgar con perspectiva de género, y asegura que su compromiso es procurar una justicia que no sólo sea formalmente igual, sino sustantivamente justa.
En un México donde la desconfianza hacia las instituciones prevalece, Reséndiz ofrece su trayectoria: nueve años como titular del Juzgado Séptimo de Distrito y una carrera forjada en la experiencia.
En la inédita elección de jueces del 1 de junio de 2025, lamenta no poder prometer resultados tangibles como un político que ofrece obras públicas. “Solo prometo proteger los derechos de quienes lleguen a mi juzgado, porque así lo manda la Constitución”, asegura con convicción. “No lo hago por poder, sino por deber”.
CARTÓN POLÍTICO
Herida abierta
NACIONALES
Daniel Cosío Villegas y el dominio presidencial

Conciencia con Texto, por José Carlos Legaspi Íñiguez //
Muy certero el dicho aquel de “quien no conoce la historia está condenado a repetirla”.
Daniel Cosío Villegas, historiador, economista, catedrático, intelectual reconocido por tirios y troyanos, escribió varios libros que dieron luz para comprender cómo se hizo y cómo funcionó el Sistema Político Mexicano, confeccionado por revolucionarios, entre los que sobresalen, Álvaro Obregón, Venustiano Carranza, Plutarco Elías Calles, Lázaro Cárdenas y otros.
Don Daniel Cosío Villegas, quien tuvo que aclarar la mentirijilla que propagó de haber nacido en Colima, en 1900, cuando en verdad nació en la Ciudad de México en 1898, estableció en varios de sus libros, ensayos y textos, que México vivió alrededor de 70 años un sistema autoritario, presidencial y con un partido dominante.
Habrá que estar muy atentos a lo escrito por este sociólogo y diplomático que desnudó y encabritó a no pocos miembros de la élite que gobernó nuestro país desde que la Revolución se bajó del caballo hasta que llegó Fox con sus botas piteadas.
Don Daniel consideró que los poderes metaconstitucionales, de por sí concesionados en la Magna Carta de 1917, motivaron la Centralización del Poder en los rubros de política, economía y geografía. Esta concentración fue perversa, centralista y castrante para el resto de las entidades de la República. Tiempos hubo que en política “no se movía una hoja del árbol” sin la aprobación del Presidente de la República (así con mayúsculas) porque su poder era inmenso, total y arbitrario.
La subordinación de las autoridades municipales, estatales, así como de los poderes Legislativo y Judicial, al omnímodo poder presidencial se tornó, incluso, patético, absurdo y kafkiano.
El presidente priista en turno era un dios sexenal, que hacía y deshacía según su voluntad, su ánimo y sus intereses personales y de grupo. ¡Ay de aquél o aquellos que osaran ir en contra de la voluntad del todopoderoso presidente! Le esperaba cárcel, muerte política o… de veras.
Con esas condicionantes se canceló así la actividad política como factor de movilidad social; brilló la ausencia de un programa político claro y se apoderó del poder el oportunismo descarado y descarnado de las huestes “hienas” que pululan siempre buscando la carroña que dejan los “leones” de la grilla.
Un factor más fue el partido único, mediante el cual se legitimaron los cambios sexenales para aparentar la democracia hacia afuera, hacia los observadores mundiales. Mientras se mostraba esa falsa careta democrática al interior del partidazo y de otros partidos paleros, se practicaba la sumisión total al detentador del poder político.
Don Daniel Cosío Villegas publicó en 1972, bajo el auspicio de la Universidad de Texas, su ensayo “El sistema político mexicano, las posibilidades de cambio”.
Estableció que la creación del Partido Nacional Revolucionario, ideado en 1920, pero nacido hasta 1929, fue creado para eliminar el caudillismo de los neopolíticos postrevolucionarios, la mayoría hombres de armas, y así disminuir la violencia. Esto generó la “pax post revolución”, con el beneficio de sentar bases sólidas de la economía y algunos programas con objetivos sociales.
Octavio Paz, premio Nóbel de Literatura, solía decir que Cosío Villegas, “nos hizo conscientes de la dignidad humana”. Cosío Villegas fue director de la Escuela de Economía de la UNAM en 1933. Fue el primer director del Fondo de Cultura Económica, de 1934 a 1948 y presidente del Colegio de México de 1957 a 1963. Justamente don Daniel, siendo diplomático en Portugal, sugirió al entonces presidente Lázaro Cárdenas del Río, traer a México a los intelectuales españoles perseguidos por Francisco Franco por su afán republicano.
Ellos, los refugiados españoles fundaron la Casa de España, a la postre convertida en el Colegio de México. En 1943 el presidente Manuel Ávila Camacho aprueba y se crea el Colegio Nacional. Entre sus iniciadores está don Daniel Cosío Villegas y los jaliscienses, José Clemente Orozco, Enrique González Martínez, Mariano Azuela, acompañados por Manuel Sandoval Vallarta, Carlos Chávez, Alfonso Reyes, Alfonso y Antonio Caso, Ignacio Ochoterena, Diego Rivera, José Vasconcelos e Ignacio Chávez.
Cosío Villegas estableció que “el dominio presidencial mata todo espíritu cívico y convierte la vida política del país en una farsa profundamente aburrida”.
A este gran pensador mexicano se le consideró un liberal constitucionalista. Sus palabras parecieran resonar en estos tiempos de regresión al tiempo en que el sistema político mexicano se regía por el autoritarismo, la descalificación de los adversarios, la sumisión de los poderes, la compra de voluntades, el absolutismo y totalitarismo encarnado en un partido único al servicio del presidente en turno.
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