NACIONALES
Victoria de los mexicanos: Jaleo entre poderes y logro de la democracia

Opinión, por Pedro Vargas Ávalos //
Escenario dramático han sido los recientes días con motivo de la reforma judicial. Los poderes que perviven en la república -constitucionales, fácticos- se contrapusieron y a veces generaron extravagantes torbellinos.
A la postre, pueblo y gobierno unidos, salieron avante y el 15 de septiembre se publicaron las reformas en el Diario Oficial de la Federación, para que sean vigentes a partir del señero 16, día de la independencia de nuestra patria.
¿Cuáles son esos poderes a que nos referimos? Los constitucionales -legislativo, ejecutivo y judicial- y los fácticos, es decir los sectores de la sociedad, como la banca, los empresarios, los partidos políticos y organismos civiles -incluidos burocráticos-, la Iglesia y los medios de comunicación, que ejercen sobre ella (la sociedad) cierta o gran influencia, confiados en su capacidad de presión, a la cual suelen sumárseles entes nacionales o extranjeros que por ideología o intereses materiales pretenden influir en asuntos exclusivos de la nación.
La contienda ha sido pasmosa debido a que los contendientes empeñaron todo tipo de recursos para alcanzar sus objetivos. Entre los poderes emanados de la Carta Magna, fue manifiesto el enfrentamiento del Poder Judicial, conducido por la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) encarnado en su presidenta -Norma Leticia Piña Hernández- contra el legislativo -cámaras de diputados y de senadores-representado por el partido mayoritario y sus aliados, los cuales secundaron las iniciativas de modificación constitucional presentadas desde el 5 de febrero de este año por el ejecutivo federal.
La SCJN actuó sincronizadamente con la minoría legislativa (integrada por los partidos de Acción Nacional -PAN-, Revolucionario Institucional -PRI- y de la Revolución Democrática- PRD-) acrecentada por Movimiento Ciudadano -MC-. En consecuencia, el desafío fue impresionante.
Para alcanzar ese nivel de magnitud, debemos considerar que los poderes fácticos se sumaron a los fines de la SCJN y de la minoría legislativa, que en pocas palabras era evitar se concretaran las iniciativas de reforma presentadas por el ejecutivo el día de la Constitución Política de México, en esta ocasión significadas especialmente por las reformas al Poder Judicial.
Por tirios y troyanos es reconocido que la justicia en nuestro país no cumple ni medianamente los mandatos constitucionales de que debe ser pronta, expedita, imparcial y gratuita. Lo anterior se agrava con números en la mano, al demostrar que el nepotismo y el influyentismo corren parejos en materia de justicia, y han convertido al poder judicial en centro de podredumbre.
Un estudio reciente enlista los datos de 112 jueces y magistrados que habrían utilizado sus facultades para conseguir empleo a su esposa o pareja, 180 a sus hijos, 136 a sus hermanos y 27 a sus papás.
El estudio revela que hay, además, otros 7 mil 148 servidores públicos del Poder Judicial que comparten espacio laboral con sus parientes. Como ejemplo se puso a Jalisco, Estado que ocupa el primer lugar nacional en contratar a los hijos de jueces y magistrados, por lo que se le intitula “Jalisco: el Virreinato de los hijos”. (Valeria Durán, Dulce González y Raúl Olmos: El Poder Familiar de la Federación).
En cuanto al influyentismo, aseveró el presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO): “hay mucho influyentismo, corrupción, nepotismo, muchos vicios, y se deja en libertad a delincuentes de cuello blanco y de la llamada delincuencia organizada si hay dinero de por medio, si tienen buenos abogados, esto debe leerse, de abogados influyentes, no necesariamente que sean buenos juristas, sino que tienen buenas agarraderas o son duchos en el tráfico de influencias.”
Siendo irrefutable que se ocupa una profunda modificación del Poder Judicial, la SCJN nada hizo para avenir y coordinar ideas con las propuestas presidenciales. Tanto en ella, como en las fuerzas de las oposiciones, jamás esperaron los resultados electorales del 2 de junio, en los cuales la ciudadanía otorgó mayoría calificada a los lopezobradoristas, quienes de esa manera vieron culminado su Plan C de reformas y con el dominio en las cámaras alta y baja, se dispusieron a culminar sus proyectos.
Se organizaron por los diputados amplios foros de consulta y participación de miembros del Poder Judicial Federal y de los Estados, de los trabajadores de esos poderes, abogados, académicos y demás interesados en el ramo. En ellos, fue evidente que los ministros, magistrados y jueces, estaban en contra de la reforma; enseguida se sumaron atropelladamente los trabajadores, y llegaron a un ilícito paro de labores. Su actitud fue no solo firme, sino furibunda. Unos y otros defendían a ultranza sus privilegios escandalosos: la SCJN apoyó a los paristas y hasta autorizó que recibieran sus sueldos íntegramente. El servicio prioritario de justicia, no les importó y lo relegaron, para ellos lo sustancial era evitar las reformas y con ello salvar sus prebendas.
Los poderes fácticos, al principio algo tibios, acrecieron y se volvieron beligerantes, refractarios y hasta amenazantes. Los embajadores de Estados Unidos y de Canadá tomaron parte y declararon su disconformidad con la reforma judicial, especialmente señalando la inaceptación del sufragio popular para elegir a los juzgadores federales.
Hubo necesidad de que el primer mandatario los señalara y marcara sus intromisiones inadmisibles, declarando una pausa con ellos, no con sus gobiernos, menos con sus pueblos: los negocios y relaciones no se inmutaron, a pesar de las “aves de mal agüero” sobre todo emanadas de sectores empresariales y los grupos de la derecha ideológica, algunos de calaña internacional, que advertían de turbulentos tiempos en lo interno y lo externo.
La pugna que por la llamada sobrerrepresentación de legisladores fue una batalla campal, la perdieron los opositores. Y heraldos de la retrospectiva como Krauze y Aguilar Camín, afirmaron que había muerto la democracia y con ello surgido la dictadura. No cabe duda de que añoran tiempos idos, cuando eran consentidos de las camarillas gobernantes.
La iglesia, -obispos, curas y beatería- sobre todo la católica, también echó su cuarto a espadas y se proclamó contraria a las reformas con relación a la administración de justicia. Estudiantes de universidades de paga y minorías del círculo de nivel alto, muchos de ellos empleados en la SCJN y tribunales, se desbordaron y satanizaron la iniciativa, dizque defendiendo la independencia del poder judicial y la carrera para escalar puestos en ese ámbito, repudiando la elección popular.
La desesperación de los liderados por la presidenta de la SCJN llegó al punto de ignorar al Constituyente Permanente (cuya atribución es adicionar, reformar, derogar o abrogar partes de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos) integrado por las Cámaras de la Unión y los congresos estatales, pues sin rubor alguno y careciendo de competencia, algunos jueces de distrito osaron conceder suspensiones para evitar la discusión de la reforma en el poder legislativo, o de inhibir enviar a los congresos locales la minuta que se aprobara en las cámaras, y finalmente, en el colmo de la rabieta de un tribunal colegiado, este prohibió se publiquen en el diario oficial las multicitadas reformas. Y como cereza en el pastel, la ministra Piña todavía expresó que buscaría algún recurso, aquí o fuera del país, para impedir la reforma constitucional.
Así describe el presidente del Senado (Gerardo Fernández Noroña) la parte final del jaleo entre poderes: los seguidores de la SCJN y los partidos opositores, usaron todo tipo de provocaciones y maniobras…buscaron que las sesiones no se llevaran a cabo…permitieron el asalto violento a la cámara de senadores en un repudiable intento golpista…los medios no dijeron nada al respecto, ni siquiera cuando la “Chuya” senadora panista María de Jesús Díaz Marmolejo de Aguascalientes, llamó a linchar a quien votara a favor de la reforma.
Entonces hubo necesidad de pasar a la sede alterna del antiguo Senado (tal como los diputados se habían visto obligados sesionar en sede alterna) …hubo sesiones tormentosas y finalmente entre 10 y 12 de este mes septembrino ya estaba lograda la aprobación en lo general y particular en ambas cámaras. Para el día de los Niños Héroes, con 24 aprobaciones de congresos estatales se alcanzó la constitucionalidad de las reformas, enviándose al ejecutivo para su publicación.
AMLO anunció se publicaría la reforma el 15 de septiembre. Noroña precisó: será espléndido regalo no para el presidente, sino para el pueblo, añadiendo: y que se oiga bien y lejos, en México manda el pueblo y nadie más…en cuanto a la oposición están presentes en su ausencia, en la intrascendencia a que ellos mismos se han condenado por haber traicionado a los intereses del pueblo. Dicen los medios de comunicación tradicionales que tenemos una dictadura, con lo que resulta que si el pueblo manda es dictadura, y si las mayorías nos respaldaron es una dictadura, pero eso se llama democracia, el poder del pueblo para el pueblo y por el pueblo.
En esta victoria de los mexicanos, se demostró como se sortearon violencia, provocaciones, campañas de linchamiento y descalificaciones. Como reitera quien dirige la Cámara Alta: “…nosotros le decimos al pueblo de México que no les fallaremos, estamos bajo su observancia…la oposición tiene un largo camino de aprendizaje…nosotros seguiremos por largo tiempo porque estamos cumpliéndole al pueblo, estamos haciendo política y no politiquería, …y aunque la oposición nos muerda la mano, la tenemos extendida, a pesar de que no tenga palabra y traicione hasta los principios más extremos…siempre estaremos dispuestos al diálogo, pero eso sí: bajo ninguna circunstancia renunciaremos a la fuerza del mandato mayoritario que otorgó la ciudadanía”.
Este logro de la democracia mexicana bien merece la aclamación: ¡Larga vida al valiente y comprometido pueblo de México!
NACIONALES
Buscan cubrir a AMLO en actos de corrupción

– De Primera Mano, por Francisco Javier Ruiz Quirrín
UNA DE LAS evidencias de que el sistema político del México de nuestros días es parecido al PRI hegemónico de hace 50 años, es el combate a la corrupción de acuerdo a intereses políticos del grupo en el poder, con una gran diferencia ahora: Los funcionarios de primer nivel son intocables.
No hubo un solo presidente de la república de aquel viejo PRI, que no impusiera su voluntad y enviara un mensaje a la clase política de que había un nuevo líder en Los Pinos. Las demostraciones incluían cárcel para figuras de alto nivel. Así, estuvieron tras las rejas el senador Jorge Díaz Serrano, director de PEMEX con el presidente José López Portillo, varios gobernadores y hasta un hermano del presidente Carlos Salinas, Raúl.
A partir del año 2018, el hombre que tuvo como lema de campaña presidencial el ataque a la corrupción, Andrés Manuel López Obrador, en los hechos cubrió a los corruptos de primerísimo nivel.
Solo dos botones de muestra: Ignacio Ovalle Fernández, director de SEGALMEX y Manuel Bartlett Díaz, director de la Comisión Federal de Electricidad. Aplicó la máxima de Benito Juárez: “A los amigos, perdón y gracia; a los enemigos, la ley a secas”.
Entre los enemigos actuó contra Emilio Lozoya, director de PEMEX con el presidente Peña Nieto, acusado de haber recibido sobornos de una empresa petrolera del Brasil, pero al final del día su gobierno acordó y el acusado está en casa.
El cinismo de AMLO incluyó su admisión de la existencia de corrupción en Segalmex, cuyo desfalco rebasó los 15 mil millones de pesos, pero justificó a Ovalle diciendo que éste último “había sido engañado por sus subalternos”.
Increíble lo anterior, sobre todo para quien, durante una “mañanera” del año 2019, aseguraba que no hay persona mejor informada que el presidente de la república y que si había corrupción entre los funcionarios, “era porque el jefe, el presidente, estaba enterado”.
En los días que vivimos ahora, el caso del “huachicol fiscal” operado por altos mandos de la Marina Armada de México, nos pone sobre la mesa la enorme probabilidad de que no solo el general secretario del ramo con López Obrador, sino también este último, pudieran haber sido enterados y haber permitido el enorme peculado.
Imposible no reparar en las declaraciones del titular de la Fiscalía General de la República, Alejandro Gertz Manero, quien el pasado domingo declaró que Rafael Ojeda Durán, titular de la Marina en el sexenio lópezobradorista, había denunciado “problemas” y que por ese motivo la Fiscalía se había adentrado en la investigación que hoy tiene por resultado la persecución de cuando menos 200 personas, entre militares, servidores públicos y empresarios.
Los hechos sobre tal ilícito empezaron a trascender a los altos mandos militares cuando Rubén Guerrero Alcántar, vicealmirante y exdirectivo de una aduana en Tamaulipas, redactó una carta que llegó a manos del general secretario Ojeda Durán, en la que señalaba directamente a Manuel Roberto y Fernando Farías Laguna, de encabezar una red de “huachicoleo fiscal”.
Los hermanos Farías, originarios de Guaymas, Sonora, son sobrinos de Ojeda Durán. Guerrero Alcántar fue asesinado el 8 de noviembre del 2024 en Manzanillo, Colima. El volcán de corrupción denunciado hizo erupción al descubrirse un buque con diez millones de litros de combustible introducido sin pagar impuestos en Tampico, Tamaulipas, el pasado mes de mayo, seguido de otros descubrimientos similares en Ensenada, Baja California y el trascendido de que ese combustible había tocado la bahía de Guaymas en Sonora.
En sus declaraciones sobre el tema, Gertz Manero subrayó que cuando el general secretario Ojeda denunció “problemas en la Marina”, lo hizo en términos generales sin hacer referencia a sus sobrinos. A su lado en esa conferencia de prensa del pasado domingo, el titular de seguridad pública, Omar García Harfuch, dijo que no se podía condenar a toda una institución por los errores cometidos por algunos de sus integrantes.
Horas después, en su “mañanera”, la presidenta Claudia Sheinbaum refrendó la defensa. para el general exsecretario, recordando que lo importante era la investigación y, sobre todo, las pruebas para demostrar los dichos.
La lógica indica una posibilidad de involucrar a Rafael Ojeda Durán en el escándalo mayúsculo de los hermanos Farías Laguna y otros implicados; golpearía directamente la humanidad de López Obrador.
Es mucho más conveniente enviar el mensaje de ataque a la corrupción, aprehendiendo y enjuiciando a “peces menores”. Ahí se registra una diferencia con el pasado reciente.
Durante el sexenio 2018-2024 se cubrió la corrupción en vez de combatirla. En este sexenio de la presidenta Sheinbaum sí se está combatiendo la corrupción pero cuidando la imagen de quien ahora vive en Palenque.
Lo anterior significa la imposibilidad de señalar y encarcelar a un exsecretario en cualquiera de sus ramos.
Para el lado oficial, resultan muy lejanas y “casi en el olvido” aquellas palabras de AMLO en una de sus “mañaneras” del año 2019: “El presidente de México está enterado de todo lo que sucede y de las tranzas grandes que se llevan a cabo”.
JALISCO
Carlos Urrea rescata a un héroe olvidado, presenta el libro «General Urrea: La Independencia de México»

– Por Gabriel Ibarra Bourjac
Vale la pena leer la obra “El General Urrea y la Independencia de México” escrita por Carlos Urrea García Rulfo, descendiente directo del general José Cosme Urrea, motivado por una profunda necesidad de corregir las injusticias de la historia oficial, que a menudo relega a los márgenes a héroes como su antepasado.
Lo que comenzó como una exploración genealógica se transformó en una misión personal: desenterrar la verdad sobre un militar sonorense cuya valentía y estrategias marcaron la Independencia, la Guerra de Texas y la intervención estadounidense, pero cuya memoria fue opacada por figuras como Hidalgo o Santa Anna.
Carlos Urrea, sin formación como historiador, pero con la pasión de un narrador comprometido, vio en este olvido una oportunidad para reivindicar no solo a su familia, sino a todos los héroes que la narrativa centralista ha silenciado.
La motivación de Urrea se arraiga en la convicción de que la historia mexicana, fragmentada por divisiones entre liberales y conservadores, ha privilegiado a los protagonistas de la capital, dejando en la penumbra a los luchadores del noroeste, como José Cosme Urrea. Este general, nacido en 1797 en Tucson, desafió al poder central con su federalismo y su audacia, desde la toma del Palacio Nacional hasta sus victorias contra los estadounidenses.
Al descubrir documentos que revelaban detalles inéditos —como las tres esposas y los hijos del general, contradiciendo el mito de un hombre solitario—, Urrea sintió la urgencia de reescribir su relato, no para glorificarlo, sino para comprenderlo y devolverle su lugar en el panteón nacional.
En un México contemporáneo polarizado, donde las narrativas históricas se debaten entre el olvido y la manipulación, la obra de Urrea resuena como un acto de justicia. Su libro no solo rescata a un héroe olvidado, sino que entrelaza las luchas de ayer con las de hoy, recordándonos que la historia es un diálogo vivo.
Al dar voz a José Cosme Urrea, el autor invita a reflexionar sobre la unidad y la resistencia frente a las divisiones, ofreciendo lecciones de un pasado que sigue moldeando nuestra identidad.
UN DIÁLOGO CON EL PASADO
General Urrea invita a un diálogo con el pasado. En Guadalajara, cuna de independentistas como, este rescate fortalece la memoria colectiva, recordándonos que la historia se forja en los márgenes, esperando voces como la de Carlos Urrea para ser contada.
En el cálido abrazo del mes patrio, el salón de conferencias del Country Club de Guadalajara se convirtió en epicentro de una reflexión histórica profunda ante la presencia de amigos, familiares, académicos, empresarios y apasionados de la historia.
Nacido en 1797 en el Presidio Real de San Agustín del Tucsón, Urrea emerge en estas páginas como un estratega militar de primer orden, cuya valentía y rebeldía desafiaron a figuras como Antonio López de Santa Anna, contribuyendo de manera decisiva a la Independencia, la Guerra de Texas y la defensa contra la intervención estadounidense.
La maestra María Luisa Peña, editora y apasionada de las letras, recibió un aplauso unánime por su labor incansable. Con un ojo agudo para la gramática y la ortografía, Peña pulió el manuscrito desde el título hasta los detalles finales, transformando un borrador familiar en una obra de primer nivel. “María Luisa no solo corrige; revive”, afirmó el presentador, destacando cómo su rigor aseguró que cada capítulo respirara autenticidad.
Carlos Urrea, descendiente directo del general, tomó el podio con la humildad de quien desentierra un tesoro familiar. exregidor, diputado y exvicepresidente municipal de Guadalajara, Urrea no es historiador de profesión, pero su vocación lo ha llevado a publicar más de una docena de obras. Esta, su número 12, nació de un simple árbol genealógico: mientras exploraba sus antepasados, descubrió que José Cosme Urrea no era solo un pariente lejano, sino un pilar de la Independencia.
“Quería contar su historia apegada a la realidad”, explicó Urrea, recordando sus viajes al Archivo General de la Nación y al Archivo Histórico de la Secretaría de la Defensa Nacional. Allí, entre legajos polvorientos, reconstruyó la vida de un hombre que, desde joven, forjó su destino en los presidios sonorenses, ascendiendo de cadete a general mediante batallas que moldearon el noroeste mexicano.
La estructura del libro, alabada por el presentador, es un triunfo narrativo: dos líneas temporales entrelazadas que capturan la complejidad de Urrea. La principal, narrada por un cronista omnisciente, se adentra en su rol como gobernador de Durango, donde enfrentó la Guerra de Texas (1835-1836) y la intervención estadounidense (1846-1848). Aquí, Urrea brilla como defensor de la patria, capturando carretas enemigas y causando pérdidas millonarias a los invasores en al menos ocho batallas documentadas en periódicos de Monterrey.
La secundaria, en primera persona, rememora su juventud: desde su adhesión inicial al Ejército Realista hasta su giro hacia la Independencia, impulsado por Miguel Hidalgo en 1810. Hidalgo lo envió a saquear minas en Álamos y Rosario, Sonora, donde Urrea creció su tropa de 2,000 a 6,000 hombres, consolidándose en la batalla de Piazcla, cerca de Mazatlán, una de las primeras del norte en 1811.
Este doble hilo temporal no solo acelera el pulso de la lectura, sino que humaniza al general. Urrea describe con detalle las costumbres, vestimentas y paisajes del México decimonónico: los caminos secundarios por donde marchaba de noche para emboscar realistas, los campamentos ocultos en bosques sonorenses, los espías que le advertían de traiciones.
Las ilustraciones de Natalia Volver a Carvalho, con su sensibilidad artística, dan vida a estos escenarios, capturando la rudeza de los presidios y la tensión de las trincheras. Fuentes primarias, como las memorias del propio Urrea y actas eclesiásticas, anclan la ficción en la verdad, revelando un hombre casado tres veces —un hallazgo que obligó a Urrea a reescribir once capítulos tras creerlo soltero— y padre de varios hijos, lejos del mito solitario que la familia transmitía.
UN ACTO DE JUSTICIA HISTÓRICA
El presentador enfatizó las aportaciones del libro como un acto de justicia histórica. Primero, rescata a Urrea de las sombras: nacido en Tucson (hoy Arizona), hijo de un capitán que combatió indígenas en Sonora, Urrea ascendió en los presidios de San Rafael Buenavista, participando en el Plan de Casa Mata contra Iturbide y el sitio de San Juan de Ulúa.
Su rol en la Independencia, al lado de su padre —gobernador de Colotlán, Jalisco—, incluyó tácticas innovadoras en Zacatecas y Aguascalientes, donde evadió emboscadas realistas. Culminó en 1821 con la toma de Durango junto al Ejército Trigarante, forjando su filosofía inclusiva: “Vengo a gobernar para todos”, como gobernador de Durango y Sonora en múltiples periodos.
Segundo, el libro es un testimonio personal que evita la glorificación. Urrea, el autor, no busca canonizar a su ancestro, sino comprenderlo: un federalista que se rebeló contra el centralismo de Santa Anna, lanzando planes en 1837, 1839 y 1840 para restaurar la Constitución de 1824.
En la Guerra de Texas, su campaña invicta —cuatro batallas ganadas con sigilo nocturno— contrastó con el desastre de San Jacinto, donde Santa Anna dio “vacaciones” a su tropa, cayendo en emboscada de Sam Houston. Urrea, con 800 hombres, desafió órdenes del prisionero Santa Anna, proponiendo continuar la lucha, pero la inacción federal selló la pérdida de Texas, un territorio vasto como Francia.
Tercero, en un México que debate su memoria histórica —entre mitos prehispánicos y la herencia española—, esta obra es un ejercicio de diálogo. Como señaló el escritor, citando a historiadores como Rubén Salmerón, Urrea representa a los “olvidados”: no el cura Hidalgo ni el Siervo Morelos, sino el fronterizo que defendió el noroeste.
Su toma del Palacio Nacional en 1840, sin disparos, con Valentín Gómez Farías, y su guerrilla en 1846-1848 —capturando víveres en Monterrey y Saltillo— lo erigen como símbolo de resistencia. Patricia Roche Herring, en su biografía General José Cosme Urrea: His Life and Times (1993), ya lo pintaba como héroe entre Hidalgo y Mora, pero Urrea añade frescura con documentos inéditos, como periódicos regiomontanos que detallan sus victorias.
Durante su intervención, Carlos Urrea revivió la epopeya con anécdotas vívidas. “En 1810, oí voces de que Hidalgo se levantaba en Dolores, y los tambores de guerra sonaban”, evocó, describiendo cómo el joven Urrea, bajo órdenes de Hidalgo, asaltó minas en Álamos —donde su familia tenía raíces— y Rosario, apodado “El Meco” por sus tácticas. Acompañado por su padre, gobernador en Colotlán, aprendió a “caminar de noche, por veredas, para sorprender al enemigo”. En Piazcla, 1811, libró la primera gran batalla norteña, robando cañones y creciendo su hueste con personas que veían en la Independencia una causa justa.
La Guerra de Texas, para Urrea, es un capítulo de heroicidad truncada. Enviado por Santa Anna en 1835, marchó sigiloso, ganando cuatro encuentros con emboscadas al alba. Pero San Jacinto, 1836, fue la debacle: Santa Anna, “dando vacaciones” a su ejército, cayó ante Houston, perdiendo 600 hombres y Texas.
“Urrea quiso seguir luchando con 800 valientes, pero el gobierno lo abandonó”, lamentó el autor, citando el diario de Filisola, quien se negó a obedecer al prisionero Santa Anna. México, centralista y dividido por logias masónicas, dejó ir un territorio inmenso, prefiriendo politiquerías a la defensa.
Otro hito, la toma del Palacio Nacional en 1840, ilustra la audacia de Urrea: escapando de la Inquisición, capturó el edificio sin un tiro, reteniendo a Bustamante 15 días y firmando un armisticio con Gómez Farías. “La historia oficial lo mocha, pero documentos lo confirman”, aseguró Urrea.
En la intervención de 1846-1848, mientras Santa Anna perdía en Churubusco y Molino del Rey, Urrea guerrilleaba en el norte, emboscando convoyes y ganando ocho batallas, como atestiguan periódicos de Monterrey. “Es el único general que venció repetidamente a los invasores en terreno nacional”, proclamó, invitando a historiadores a profundizar.
EL MÉXICO DIVIDIDO ENTRE LIBERALES Y CONSERVADORES
El libro trasciende lo biográfico: cuestiona el centralismo que dividió a México entre liberales y conservadores, con gobernadores efímeros —dos por año en algunos estados— que impedían planes de obras públicas. Urrea, federalista, gobernó Durango y Sonora con inclusión, contrastando con la “vacilada” de políticos como Santa Anna. En un México actual polarizado, esta narrativa resuena: rescata no solo a un héroe, sino lecciones sobre unidad y estrategia ante divisiones externas, como las de Trump con el muro.
El autor cerró con un llamado: “Lean este libro para conocer a un fascinante personaje y reflexionar sobre poder, lealtad e identidad mexicana”. Carlos Urrea, emocionado, reiteró: “Mi lucha es meterlo en la historia; era un hombre limpio e integrador”.